La ruta de los banderizosEscuchar artículo - Artikulua entzun

Juan Manuel GONZÁLEZ CEMBELLÍN

Las guerras que durante los siglos XIV y XV enfrentaron a los bandos nobiliarios que conocemos como oñacinos y gamboínos han dejado una importante huella material: las torres. Éstas servían de vivienda y refugio a los principales miembros de los linajes –los parientes mayores–, y al tiempo eran centro de sus dominios y símbolo de su poder frente a enemigos y amigos.

Alrededor de medio centenar de aquellas torres ha llegado hasta nosotros en Bizkaia. Todas ellas se hallan muy alteradas –pérdida de altura, apertura de nuevos vanos y cierre de los antiguos, renovación de la estructura interior...–, pero aún conservan lo suficiente de su primitivo aspecto como para darnos una idea de cómo fueron aquellas mansiones-fortalezas.

Son edificios de planta cuadrangular y volumen vertical. Sus muros son muy gruesos y herméticos, con pocos vanos que además están irregularmente repartidos. El remate podía ser una terraza almenada o una cubierta a cuatro aguas. Su estructura interior se basaba en un sistema de pies derechos y vigas de madera, con los suelos de tabla y los escasos tabiques de entramado cerrado con tabla, verganazo o mampuesto.

El piso bajo serviría de bodega, almacén de algunos productos del campo, cuadra, arsenal, ocasionalmente cárcel. En él se abren un ingreso estrecho, situado generalmente en una pared lateral, y algunas aspilleras de iluminación.

El piso primero es desproporcionadamente elevado, ocupando entre el 40 y el 60% de la altura total del edificio. En este singular espacio se desarrollaban varias funciones. Aquí está la entrada principal de la torre, la destinada a las personas. Es un arco más grande que el del bajo al que se llega a través de una escalera exterior de piedra –el patín–. Ya en el interior, en esta altura debía estar la cocina, el hogar. Y posiblemente estaban aquí los dormitorios, aunque no parece que existieran tabiques divisorios entre estos ámbitos –a lo sumo una pared de verganazo aislaría la «habitación» de los dueños de la casa, pero sin alcanzar toda la altura del piso–.

El segundo piso era todo él una única estancia abierta al exterior a través de una serie de ventanas en arco, simples o geminadas y frecuentemente dotadas de asientos, distribuidas por las fachadas. Esta sala sería un escenario de representación social adecuado para la celebración de determinados actos solemnes, como la recepción de huéspedes de prestigio, la firma de una tregua o la redacción de un contrato matrimonial o un testamento.

Casa torre de Etxaburu, en Izurtza (Bizkaia).
Casa torre de Etxaburu, en Izurtza (Bizkaia).
Foto: www.bizkaia.net

Hay algunas torres, sin embargo, que carecen de esta sala superior. En estos casos las funciones de este espacio se trasladaban al piso primero.

Nuestra visita a las torres vizcaínas podría empezar por Etxaburu (Izurtza), una de las más populares tanto por su espectacular silueta como por las leyendas sobre su origen. Cuentan éstas que un terrible jabalí tenía su guarida en las rocas sobre las que se asienta la torre, y desde allí asolaba la comarca. Pero el esforzado caballero Lope de Ondino se enfrentó a la bestia, logrando acabar con ella armado únicamente con una lanza y ayudado por su lebrel. Tras su hazaña el guerrero construyó la primitiva fortaleza de Etxaburu sobre la misma guarida del jabalí.

Markina-Xemein (Bizkaia). Torre de Ugarte
Markina-Xemein (Bizkaia). Torre de Ugarte.

Pasando a Markina-Xemein nos encontramos con las torres de Ugarte y Barroeta. Ambas conservan el patín cerrado y parte de sus vanos primitivos, pero han sufrido muchas modificaciones –el último piso de Barroeta es un añadido barroco–.

También está muy intervenida Arancibia (Berriatua), pero ello no impide apreciar la sensación de fuerza que transmite este edificio, alzado sobre un meandro del río Artibai. La galería de ventanas de su sala es una de las más bellas de Bizkaia, y en su interior mantiene aún parte de su primitiva estructura de madera. Como en las anteriores, una hilada de canecillos en su parte más alta servía para sustentar el alero de un tejado de amplio vuelo.

  Ondarroa (Bizkaia). Torre de Likona, en la calle Mayor
Ondarroa (Bizkaia). Torre de Likona, en la calle Mayor.
Ya en Ondarroa está la torre de Likona, que al adaptarse a la abrupta topografía de la villa prescinde del patín, ya que el primer piso, el residencial, queda al nivel de la calle superior. En este caso los canecillos de la fachada principal debieron sujetar un balcón, un elemento claramente residencial y de cierto lujo.

En Forua se mantienen aún en pie los restos de la torre de Urdaibai. Se levanta directamente sobre un lecho rocoso tallado para ajustar sobre él los gruesos muros del edificio.

La torre de Montalbán (Mendata) se sitúa en la cima de una montaña, dominando señeramente todo su entorno. Se trata de una torre sin sala superior que presenta la singularidad de ser de planta pentagonal.

La de Zamudio (Zamudio), con unos muros de casi 3 m de grosor, presenta dos zonas perfectamente diferenciadas: la planta baja, de sillarejo, que se remontará a mediados del siglo XV, y los dos pisos superiores, de sillería bien apurada, que será el resultado de una remodelación del edificio a principios del siglo XVI. Remataba esta torre en un almenado con garitones esquineros, de los que sólo quedan los arranques.

También es de sillería y también cuenta con almenado la torre de Martiartu (Erandio), que fue rehecha ya a principios del siglo XVI, tras haber sido destruida hacia 1472. Curiosamente, en su interior conserva parte del aparejo de esa construcción anterior, un buen sillarejo.

San Martín de Muñatones (Muskiz)
San Martín de Muñatones (Muskiz).

La comarca vizcaína con mayor número de fortalezas banderizas es sin duda la de Las Encartaciones. Y uno de los principales linajes de la zona fue el de Salazar de San Martín, cuya sede era la torre de San Martín de Muñatones (Muskiz). Construida en 1439, su “vara” es la más alta de Bizkaia y en su interior esconde parte de otra torre anterior (1339). Además la casa está rodeada de dos murallas, la interior de cerca de 10 m de altura y la exterior de unos cuatro, pero reforzada mediante torreones. Un verdadero castillo.

En Zalla hay que destacar la torre de Terreros, un magnífico ejemplar, hoy bastante deteriorado, que dominaba un vado. Su mayor singularidad es la de contar con ladroneras –torrecillas que se adelantan en las fachadas, desde las que se defendían las puertas del edificio–, un elemento muy escaso en nuestras fortalezas. Siguiendo el curso del río llegamos a Bolunburu, una torre sin sala a la que en siglo XVII se añadió un cuerpo residencial cerrado a base de entramado de madera y mampostería raseada, lo que da al conjunto un aspecto bastante pintoresco. A escasos metros pueden verse las ruinas de las ferrerías y molinos propiedad de los señores de la torre.

Torre de Terreros, en La Herrera (Zalla, Vizc.)
Torre de Terreros, en La Herrera (Zalla, Vizc.).

Ya en Güeñes está La Jara, que pese a estar desmochada sigue dominando buena parte del valle desde su elevado asentamiento. Pero la torre más interesante de Güeñes es la de La Quadra. Un gran volumen vertical poco alterado –aunque posiblemente contó con un almenado superior hoy perdido–, que aún conserva parte de su muralla exterior. Es, sin duda, uno de los ejemplares más característicos de toda Bizkaia.

En el inmediato municipio de Gordexola encontramos la torre de Oxirando, otra típica torre con sala, a la que a fines del siglo XVI se adosó un magnífico palacio. Sobre su aparatoso escudo clasicista –que ocupa el lugar del primitivo acceso alto– asoma un sillar en el que pueden verse tres toscas hojas de sauce: es quizás el blasón más antiguo de Bizkaia.

Torre de Oxirando, Gordexola (Vizc.)
Torre de Oxirando, Gordexola (Vizc.). Se trata de dos edificios adosados: la torre, gótica (a dcha.), fechable en el siglo XV, y el palacio renacentista, posiblemente del último cuarto del siglo XVI.

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