Danilo
MAYTIA ROMERO
Renée
FERNÁNDEZ
“Cuna Vasca” se sostiene perfectamente en una mano mientras los ojos se deslizan por su escritura; a pesar de sus aproximadas cuatrocientas cincuenta páginas, se abarca su lectura, ágil y amena, en poco más de una jornada. Aun desconociendo las costumbres vascas, las palabras envuelven al lector y los paisajes y tradiciones cobran una presencia tangible que permiten comprender el profundo sentimiento con que fue escrito.
Su autora, María Ana Bidegaray Salaverria, rescata del olvido las tradiciones familiares, reforzadas en su propia experiencia durante las cortas temporadas pasadas en el caserío Harguignaénea, ubicado en Hasparren, Lapurdi. De padres inmigrantes, pero como consecuencia de un viaje de la familia a la tierra natal, nació en la misma casa familiar. En su obra aparecen descritos paisajes y construcciones, parientes y anécdotas, personajes y actividades del pueblo, así como las tareas cotidianas de Harguignaénea.
La dedicación de su obra “A la memoria de mis padres Jean-Baptiste Bidegaray, labourdino, Ramona Salaverria, navarra, en tributo a la sangre vasca, bermeja y pura que me trasmitieron”1; junto con la frase “Siento como vasca, pienso en francés y escribo en mal español..”2, expuesta en las palabras extraídas de la carta de la autora al Dr. Adolfo Berro García, director del Departamento de Estudios Vascos de la Universidad de Montevideo, que ofician de introducción; nos trasmiten el sentimiento de la autora por todo lo vasco, a pesar que las cortas temporadas vividas en la tierra que la viera nacer.
Carátula de la obra de M. A. Bidegaray. |
“…y aparece “Cuna Vasca”, narración novelada de la vida euskéra. (…)
Tradiciones, recuerdos y saudades de las tierras pirenaicas verbalmente trasmitidas de generación en generación, mantienen vivo, latente, más pronto para surgir en magnífico brote, el cariño por la patria vasca, adentrado en el corazón de todos los que venimos, a través del tiempo y la distancia, de la noble, inolvidable Euskal Erría”.3
Cada detalle es interpretado según los propios recuerdos o las experiencias vividas por cada lector. Al leer la escena de la especial atención que recibe el cartero tras la entrega de su carta, nos sentimos envueltos en nuestra propia experiencia en casa de nuestros amigos vascos:
“Se dirigió a la alacena de caoba, reluciente como una laca, y sacó una botella que descorchó, sirviendo un vaso rebosante de vino tinto, que ofreció al cartero. Tomó un “ardi gazta” de la caseta que, suspendida de la viga, quedó balanceándose y cortó un cacho que acopló a una “arto taloa” tostada. Colocó todo sobre la mesa …”4
Así nos trata Alejandra Tejería a cuantos nos acercamos a su casa. Venida en la década del 50 del pasado siglo, mantiene arraigadas las costumbres de su caserío Larrola en Larraul, Guipúzcoa. Al rato de estar sentados a la mesa conversando, se levanta y sin palabras que resultarían superfluas, descorcha una botella de vino tinto casero, la pone sobre la mesa con gesto firme y seguro, nos acerca el pan para que cortemos en rodajas mientras ella hace lo propio con queso y chorizos cantimpalos “los más parecidos a los de allá” y mientras el vino encuentra su fin previsto, la charla continúa así por horas, matizando la puesta al día con los recuerdos de su vida en Euskadi que nosotros buscamos anhelantes y constantes.
No faltan en la obra de María Ana Bidegaray, las descripciones de las jornadas domingueras en la plaza del pueblo; el juego de pelota en los frontones locales; las fiestas familiares con la concurrencia de las amistades, el agasajo con las clásicas tortas de maíz, el queso elaborado por la familia, la txingarra frita y el vino tinto; la destreza de los bertsolaris y el tuntunero que entusiasma a los concurrentes con sus notas de fandangos; el Gernikako Arbola cantado con particular entusiasmo. Entrelazados en la trama familiar que motiva los recuerdos, los acontecimientos le permiten a María Ana, describir distintas regiones y localidades del País Vasco, detenerse en distintas danzas que describe con soltura, como la mascarada suletina y la espatadantza, mencionar la alegría de las romerías o las fogatas de San Juan, comentar las fiestas de San Fermín en Pamplona o la caza de las palomas en Etxalar. Todos los aspectos de la vida vasca parecen tener cabida en el acontecimiento principal de la novela: el nacimiento de la propia María Ana en la tierra de su padre, que de acuerdo con el pensamiento narrado de Jean-Baptiste “..no se debería a una mera casualidad ni tampoco al esfuerzo hecho por coordinar circunstancias, sino a la ley de la perpetuidad de la raza, que en continua pujanza, favoreciendo esta vez su deseo, daría a su vástago una cuna vasca”.5
La obra no sólo rescata las costumbres vascas, también recupera parte de su familia, nombrándolos y esbozando una pequeña historia personal. Resulta interesante cómo se vinculan tres generaciones en una relación Euskal Herria – Uruguay, ya sea en una breve estadía, como fuera el caso de Bernard, abuelo de María Ana, o estadías más prolongadas y por temporadas, tal como tuvieron algunas de las hermanas de Jean-Baptiste o la definitiva inserción, como fue la de este último. Los datos sobre los familiares son recogidos y reforzados en la reconstrucción del árbol genealógico elaborada por otro descendiente, Alejandro Abal Oliú, y que nos fuera proporcionado por Juan Bautista Bidegaray Pons, nieto del inmigrante.
Del abuelo Bernard sólo conocemos los datos proporcionados por los escritos de sus descendientes. Nació en Ayherre en el año 1820 y aprendió de su padre una profesión de tradición familiar: fue carpintero especializado en ebanistería. Profesión que lo vincula al Uruguay, aparentemente en la década de 1870, fecha de su breve estadía en estas tierras, cuando, siempre basados en datos de tradición oral en la familia, dejó su huella en Montevideo al haber tallado la escalera y el púlpito de la Iglesia de la Inmaculada Concepción – Los Vascos. Este vasco vivió más de noventa años, muriendo en 1914 en la misma Harguignaénea, tras haber conocido a muchos de sus nietos americanos durante las visitas que estos hicieran a la casa familiar.6
Bernard Bidegaray Haramboure.7 | Jean-Baptiste Bidegaray Beheran.8 |
De acuerdo con los datos familiares, Bernard tuvo seis hijos, todos con su primera esposa, Marie Beheran. Su segundo hijo, Jean-Baptiste, nacido en 1848 es su primer hijo varón, el otro será Bertrand, que fue el menor de todos los hermanos. Fue en el año 1866, cuando Jean-Baptiste viajó a Montevideo, instalándose definitivamente en nuestro país; a los años, por 1870, vienen de visita su padre con su esposa acompañados por sus otros hermanos; es en esta oportunidad que los jóvenes se quedan también a vivir en Uruguay. Aunque con los años dos de las hermanas vuelven a Europa a radicarse por algún tiempo, todos fallecen en Montevideo.9
Al dejar Jean-Baptiste su tierra natal, pasó similares vicisitudes a muchos de sus coterráneos durante el cruce del Atlántico, pero al llegar en diciembre de 1866 un positivo porvenir lo esperaba. Iniciado en el trabajo en un restaurante de la Ciudad Vieja, se dedicó luego al oficio que le enseñara su padre, trabajando en una carpintería durante un año, hasta que en 1868 se instala con carpintería propia en un pequeño taller que debió abandonar en busca de espacio más amplio, a fin de responder a la gran demanda de trabajo. Finalmente ocupa un predio de 4.000 metros cuadrados en la calle Miguelete frente a la Estación Central de Ferrocarriles, en aquel momento un sitio demandado por muchos barraqueros, por las facilidades de transporte de materia prima y mercadería. Hombre de gran iniciativa, ideaba las herramientas necesarias y adquiría las mejores máquinas extranjeras a efectos de adecuarse a las exigencias industriales del momento.10
Aviso de publicidad.11 |
La empresa procuró contar siempre con buenas maderas norteamericanas y paraguayas, buscando satisfacer la demanda de carpinterías, mueblerías y fábricas de rodados (eran tiempos de carruajes); a la vez que se especializó en la construcción de implementos agropecuarios, tales como bañaderos garrapaticidas de madera dura, además de galpones, casillas, postes, piques. Pero no descuida la construcción, a la que ofrece las mejores maderas, así como la fabricación de chalets, fijos y desmontables y todo tipo de molduras.12
Foto del local.13 |
Durante pocos años estuvo asociado con su hermano Bertrand, pero a partir de 1890 continúa solo en la empresa, con la cual obtuvo varios premios, destacándose el de la Exposición de Chicago en 1893. Finalmente, en 1915 se retira dejando a su hijo Juan a cargo de la empresa. Fallece en abril de 1920, no sólo con la satisfacción de apreciar pujante su emprendimiento empresarial, sino también, con la convicción de haber trasmitido a sus hijos el gran amor por su tierra. Habiendo sido él mismo socio fundador de la Institución vasca “Euskal Erria”, tanto Juan como María Ana y María Luisa, resultaron activos socios de la misma, participando y organizando diversas actividades culturales y de confraternidad.14
La menor de las hijas del matrimonio de Jean-Baptiste Bidegaray y Ramona Salaverria, fue María Ana, nacida en 1890 en Hasparren en el caserío natal de su padre, durante una de las estadías del matrimonio en Euskal Herria. Fue educada en Burdeos, lo que le permitió pasar las vacaciones de verano en su tierra natal, pero siendo aún joven vuelve a radicarse en Uruguay. En 1910 se casa con el cónsul general de Bélgica, Raymond Janssen, lo que significó una serie de viajes a Europa y la permanencia en Bélgica durante siete años. Durante la guerra formó una Comisión para recoger fondos para Bélgica, actuando también en organizaciones con fines sociales. Luego se dedicó intensamente a las actividades de Euskal Erría, presidiendo en 1943 el Comité de la Semana Vasca, más tarde la Comisión Directiva de la Institución y el Comité Pro-Ayuda a los Vascos en Francia. Fue colaboradora del periódico “Eusko-Deya” de Buenos Aires y formó parte del Departamento de Estudios Vascos de la Universidad de Montevideo.15
María Ana Bidegaray de Janssen.17 |
“Cuna Vasca exhalando ese perfume de distancia embalsamado de las flores de los Pirineos, que se desprende del romántico amor al pasado, se aferra al alma con raíz de Gernika y nostalgia de cencerro…De ahí que tales páginas por muy frágiles que sean, sobreviven al mármol y al bronce”.18
A más de cincuenta años de su publicación, parece adecuado rescatar esta obra y rendirle homenaje en este artículo, ya que para nosotros es el primer libro editado en Uruguay con relación a la cultura vasca y su inserción en nuestro país.
Al leer “Cuna Vasca”, una aparente biografía familiar, fuimos motivados a conocer más del tema, corroborando las similitudes con la realidad y conociendo más sobre los personajes reales de esta historia. Un inmigrante adolescente que se instaló a trabajar en Uruguay y tras el cual vinieron sus cinco hermanos, quedando todos arraigados en nuestro país y generándose una numerosa descendencia.
La gran voluntad de Jean-Baptiste le permitió crear, en poco tiempo, una empresa sólida y pujante y el gran amor a su tierra le brindó la satisfacción de haberlo trasmitido a sus descendientes: no resulta poco la biografía novelada de la familia en las palabras de su hija, enmarcada en las tradiciones vascas, como tampoco lo es el destaque en la genealogía familiar de su sobrino-bisnieto, ni el orgullo de su nieto al conservar el cuadro de Mújica “Calle de Hasparren”, como permanente vínculo con su pasado.
1BIDEGARAY, María Ana, 1948 “Cuna vasca”, Montevideo, Editorial Florensa & Lafon, p.5
2Ídem, p. 7.
3BERRO, Adolfo, Prólogo a “Cuna Vasca”; ob.cit. p. 9.
4BIDEGARAY, María Ana, ob.cit. p.21. “Ardi gazta”: queso de oveja; “arto taloa”: torta de maíz, traducido en la novela por la propia autora.
5BIDEGARAY, María Ana, ob.cit. p.69
6Ídem, p. 66 y ABAL, Alejandro, trabajo inédito sobre genealogía familiar, p.26.
7ABAL, Alejandro, trabajo citado, p. 85
8“Bidegaray, Juan B. – Biografías” en “Separata Baskos en Uruguay” – “Los baskos en la Nación Argentina”, 1916, Buenos Aires, editado por José de Uriarte, director de La Baskonia, p. XXVI
9ABAL, Alejandro, trabajo citado.
10ABAL, A. trab. cit. y “Bidegaray, Juan B.–Biografías” en “Separata Baskos en Uruguay”, ob. cit.
11Aviso de publicidad reproducido en el trabajo de Alejandro Abal, p. 106.
12“Bidegaray, Juan B. – Biografías” en “Separata Baskos en Uruguay”, ob. cit. P- XXVI
13Foto del local reproducida en el trabajo de Alejandro Abal, p. 107.
14ABAL, A. trabajo citado; “Bidegaray, Juan B. – Biografías” en “Separata Baskos en Uruguay”, ob. cit. P. XXVI y “Euskal Erría”, Revista de la Institución, Montevideo, sept. 1953, p. 27.
15BIDEGARAY, María Ana, ob. cit, solapas de tapa y contratapa, y “Euskal Erría”, Revista de la Institución, Año XXXIII, Nº 911, Mont. Setiembre, 1945, p. 358.
16“Euskal Erría”, Revista de la Institución, Año XXXIII, Nº 911, Mont. Setiembre, 1945, p. 358.
17“Euskal Erría”, Revista de la Institución, Año XXXVII, Nº 960, Mont. Octubre, 1949, pp. 370-373.
18“Euskal Erría”, Revista de la Institución, Año XLI, Nº 995, Mont. Setiembre, 1953, p. 8.
Aurreko Aleetan |