“ ... en el barrio que llaman de Olaveaga ...”. Un ejemplo de los bajos fondos en el Bilbao de la Edad ModernaEscuchar artículo - Artikulua entzun

Luis M. Bernal, becario de investigación del Gobierno Vasco

Cuando se recuerda el pasado marítimo de Bilbao, se tiende a evocar la gran tradición pesquera, comercial y de fabricación de barcos que siempre existió a orillas de la ría, olvidando los problemas derivados de estas actividades, fenómenos como la inseguridad pública que la intensiva presencia de marineros causaba en los barrios ribereños de la capital vizcaína. El tópico del marinero que nada más pisar tierra se emborrachaba, peleaba o saciaba sus deseos sexuales con prostitutas, se hacía realidad en lugares como el pequeño barrio de Olabeaga, situado junto a la ría y que en aquella época formaba parte de la anteiglesia de Abando.

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Astillero de Mendiguren, en Olaveaga.

En el Bilbao de la Edad Moderna había otras zonas con graves problemas de criminalidad, pobreza o prostitución. Se trataba de barrios extramuros como Ascao, la Sendeja, Achuri o Bilbao la Vieja, muy poblados y cuyos vecinos vivían en condiciones precarias (desempleo, viviendas en ínfimas condiciones de habitabilidad, ...)1. Sin embargo, en Olabeaga existía un factor que le diferenciaba de estas zonas y alteraba de forma sustancial la vida cotidiana de sus vecinos: la constante presencia de marineros, sobre todo extranjeros. Esto hizo que el barrio fuera conocido como “Noruega”, sobrenombre que aún se mantiene. Dada la dificultad para llegar a los muelles de Bilbao, muchos barcos atracaban en Olabeaga para descargar parte o toda su mercancía. Se trataba de un barrio de marcado carácter marítimo cuyos habitantes se dedicaban preferentemente a tareas relacionadas con la navegación: reparación y construcción de embarcaciones, carga y descarga de buques, transporte de mercancías en gabarras, ... La constante presencia de marineros marcaba la vida en Olabeaga, haciendo que estuviera constantemente salpicada de todo tipo de incidencias. Los vecinos del barrio estaban acostumbrados a los accidentes: sólo en el siglo XVIII fallecieron ahogados en Olabeaga, al menos, ocho marineros llegados de Francia, Inglaterra, Portugal, Dinamarca, Holanda, ...2. Todos los cadáveres eran examinados por médicos para certificar la causa de la muerte. Así sucedió, por ejemplo, en el caso del marinero portugués fallecido en 1746. Un cirujano “reconoció con todo cuidado el cadáver de dicho muchacho y no hallo en el herida ni contusión alguna si no es señales evidentes de haver sido aogado por lo abultado del vientre y gastadas las uñas de los dedos contra la tierra de haver echo fuerza para salir”. Después, los cuerpos eran enterrados en Urgozo, en el mismo barrio.

Más importantes eran los naufragios que, en ocasiones, se producían en Olabeaga. Algunos no tenían más consecuencias que la pérdida de la mercancía y retenciones en el tráfico marítimo, como ocurrió con los accidentes de barcos como el “Flor Marina de Bithiford”, el “Mercader nuevo de Liorno”, el “Aparición de María” o el “Crivartung”3. Sin embargo, en otros casos sí hubo víctimas mortales, como sucedió en 1642 con el naufragio del “Sara”, un buque inglés procedente de Terranova cargado de pescado y grasa de ballena. Según los marineros, a consecuencia de “una tormenta de bientos lebantes, se bulco el dicho navio y se aogaron quatro de los dichos marineros y los demas se escaparon casi medio ahogados rompiendo el dicho navio por el un costado”4.

Pero lo que preocupaba a las autoridades y vecinos no eran estos accidentes sino los problemas de inseguridad que causaba el comportamiento de los marineros en este barrio. Así, de los 22 procesos que se conservan en el Corregimiento vizcaíno por actos violentos cometidos en Olabeaga durante la Edad Moderna, únicamente en cuatro tanto el agresor como la víctima eran naturales del Señorío. En el resto de casos, aparecen marineros extranjeros peleando entre ellos o agrediendo a vecinos del barrio (sólo en dos procesos se acusó a habitantes de Olabeaga de agredir a navegantes foráneos). Después de las duras condiciones soportadas durante la travesía, los marineros llegaban a tierra con el deseo y la necesidad de divertirse, y las tabernas de Olabeaga ofrecían una buena oportunidad para actividades como el juego, la prostitución o el consumo de alcohol. En 1640, Pedro de Berganza, dueño de una taberna en Olabeaga, declaraba que “solamente vendian vino blanco de Rivadavia a dos Reales el azumbre (...) y que no bendian pan ni otros mantenimientos ni cerveza por estar cerca en la ribera los navios que la tienen”5. En 1731 había al menos cuatro tabernas6. No es extraño que el excesivo consumo de alcohol aparezca en muchos de los procesos judiciales seguidos contra marineros foráneos por actos violentos cometidos en Olabeaga.

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Fotografía de 1867 en la que se ve la Ribera de Olaveaga, delante, y la Ribera de Deusto, al otro lado de la ría.

Un factor que provocaba altercados era la coincidencia de navegantes de países enfrentados en un espacio pequeño como Olabeaga. Hay varios ejemplos de reyertas entre marineros por rivalidades nacionales: en 1664, los tripulantes de un barco inglés abordaron con hachas un buque irlandés alentados por su capitán que gritaba que “los abia de echar a todos a la mar porque aborrecia la nación de ellos”; en 1803, se produjo un enfrentamiento entre marineros franceses e ingleses “con motibo de haberse subcitado la conversación del mayor valimiento de una y otra nación”7. Más frecuentes eran las peleas entre los miembros de una misma tripulación, especialmente entre los marineros y los oficiales. Las reprimendas de los capitanes a sus marineros porque pasaban demasiado tiempo en tierra o regresaban borrachos, descuidando sus obligaciones a bordo, eran constantes, discusiones que en muchas ocasiones terminaban en agresiones8.

Los marineros que llegaban a Olabeaga también tenían enfrentamientos con los vecinos. En general, ambos grupos se relacionaban en el barrio, en sus calles y tabernas, sin problemas, pero en ocasiones se producían enfrentamientos por las diferencias entre las necesidades y el ritmo vital de los vecinos y los marineros. Así, mientras los navegantes deseaban aprovechar el tiempo que pasaban en tierra divirtiéndose, los vecinos querían mantener la tranquilidad y el orden en el barrio. Las denuncias de los habitantes de Olabeaga por los desórdenes provocados por los marineros fueron constantes. Por ejemplo, en 1804, los vecinos se quejaron de que un grupo de extranjeros estuvo hasta medianoche “bailando al golpe de una destemplada guitarra” e insultando a los vecinos que les llamaban la atención. En otras ocasiones, las cuadrillas de extranjeros mostraron más agresividad, como se refleja en el proceso abierto por la muerte del inglés Eduardo Marks, ocurrida en 1713 cuando volvía a su buque después de pasar la noche en una taberna de Olabeaga. Según uno sus compañeros, Marks estaba borracho e iba amenazando a la gente con un palo. Se encontró con dos vecinos del barrio y les dijo que “se apartasen del camino con soberbia o les daria con el dicho palo”. Discutieron y Marks les golpeó. Los ingleses siguieron su camino, pero esta vez los agredidos no se limitaron a denunciar los hechos sino que respondieron a la humillación que suponía ser insultados y golpeados por un foráneo en su propio barrio con una violencia aún mayor. Así, Pedro de Lozano, corrió a casa a buscar su espada “y fue con ella a dar quenta de la desberguença”. Llegó hasta ellos y mató a Marks9. Las autoridades reconocían que la presencia de los marineros en la calle, sobre todo por la noche, causaba problemas de seguridad pública por lo que se prohibió “que la gente que fondea en la ria salte a tierra después del toque de las oraciones sin necesidad urgente y expresa licencia escrita de su capitan y que las gentes de mar no permanezcan en tierra después de la insinuada hora ni en las casas sea admitida por las noches de posada después de la prevenida hora”10. Pero estas medidas eran constantemente incumplidas, por lo que no paliaron los episodios de violencia en los barrios marineros de Bilbao.

Procesos como éstos reflejan la tensión existente entre los habitantes de Olabeaga y los marineros extranjeros por el uso del espacio que compartían. Así, mientras para los primeros se trataba de su lugar de residencia y deseaban conservar su forma de vida (trabajo, ocio, descanso) sin alteraciones, para los segundos sólo era un lugar en el que disfrutar antes de iniciar una nueva travesía, un sitio en el que relajarse de las duras condiciones soportadas durante la navegación por medio del sexo, el alcohol, el juego o, incluso, la violencia, ya fuera contra otros marineros o contra los miembros de la comunidad local. Todo ello convivía en Olabeaga, dando lugar a una de las zonas más inseguras del Bilbao de la Edad Moderna.

1Aldama, J.P., “Alcahuetas y prostitutas en Bilbao y su entorno en la Edad Moderna” en González, C.; Bazán, I; Reguera, I. (eds.), Marginación y exclusión social en el País Vasco, UPV, Bilbao, 1999. pp. 102-106.

2Archivo Foral de Bizkaia (A.F.B.), Corregimiento, 0826/013, 1946/006, 1887/006, 0360/009, 0049/024, 0615/005, 0107/037 y 0617/017.

3A.F.B., Corregimiento, 3981/024, 0648/005, 1915/008 y 2162/026.

4A.F.B., Corregimiento, 0594/025.

5A.F.B., Bilbao Sección Antigua, 0513/001/013.

6A.F.B., Corregimiento, 0837/010.

7A.F.B., Corregimiento, 0284/040 y 0594/021. El barco inglés había sido apresado por los franceses.

8Hay varios ejemplos de peleas entre oficiales y tripulantes: A.F.B., Corregimiento, 1563/027, 0804/008, 0611/025 y 0825/061.

9A.F.B., Corregimiento, 0906/003.

10A.F.B., Corregimiento, 0594/025.

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