En
una crónica sobre las presidentas del Perú se lee
en la introducción: "Por esos días (1803), un
pequeño cortejo formado por una pareja matrimonial y sus
servidores, recorría a caballo la enorme distancia que separa
el mar de la ciudad imperial de los Incas. La pareja estaba constituida
por un joven y gallardo español, vasco por añadidura,
que se llamaba don Antonio de Zubiaga, hidalgo de vieja estirpe
guipuzcoana, cumplido caballero y hombre bondadoso y tolerante,
no exento, sin embargo, de la firme arrogancia de su raza...."
. En ese trayecto, doña Antonia Bernales ("mujer de
carácter fuerte, altiva y orgullosa de sus pergaminos")
dio a luz a la que sería futura presidenta del Perú
con el mote de "La Maríscala" (Francisca de Zubiaga)
quien entraría a la historia como réplica de la donostiarra
Catalina de Erauso, conocida por "La monja alférez",
y como émula (relativamente) de Catalina, emperatriz de Rusia,
pues tuvo igual que ellas una vida aventurera y novelesca y lo mismo
que ellas trató de tú a tú a los hombres de
armas que se le cruzaron en el camino.
La similitud con Catalina de Erauso era tan grande que, en una
oportunidad, sus enemigos políticos trataron de "dañar
su reputación" anunciando el estreno teatral de una
obra titulada "La Monja Alférez". Demás
está añadir que el teatro fue clausurado y nadie pudo
escuchar los textos de la ingeniosa manera como los adversarios
de "La Maríscala" quisieron criticarla.
Doña Francisca de Zubiaga fue, como la Erauso, mujer de
armas tomar, "por algo (decían algunos de sus contemporáneos)
las dos tenían los mismos genes". Pero no nos apresuremos
en el relato de la vida de esta hija de aquel caballero guipuzcoano
en el que resaltaba "la firme arrogancia de su raza".
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Convento de Santa Catalina en Arequipa. Las monjas
(que fue su primera vocación) ayudaron a Doña
Pancha a escapar de esa ciudad, tomada por sus enemigos, y llegar
a Lima, donde la esperaban para deportarla a Chile, donde murió
poco después. |
De ese nacimiento apresurado, casi a caballo, pasó la futura
"Maríscala" a la ciudad del Cuzco donde creció
en la amplia casa de sus padres, hasta que el guipuzcoano Antonio
de Zubiaga se traslada a Lima, capital del virreynato, y donde Francisca
y sus hermanas Antonia y Manuela, ingresan al colegio de las monjas
del Convento de Santa Teresa. Allí fiel, sin saberlo, a su
modelo donostiarra, Francisca se deja llevar por la mística
y exige a sus padres que le den permiso para ser monja. Y lo logra.
Sin embargo, duraría poco su misticismo, que, si para algo
le sirvió, fue para dominar su cuerpo a punta de cilicios
y otras disciplinas. Lo que le serviría más tarde
para soportar como un soldado las inclemencias y penurias de las
acciones militares en las que participó, ganándose
el mote que la identifica.
La mocedad de doña Francisca de Zubiaga transcurre en los
años previos a la independencia del Perú y al establecimiento
de la República, años en los que el cuzqueño,
también de origen vasco, Agustín Gamarra, era teniente
coronel del ejército español y quien, bajo las órdenes
de los famosos jefes Goyeneche, Pezuela y La Serna, había
participado en las acciones de armas en las que los realistas derrotaron
a las huestes patriotas del Alto Perú (hoy Bolivia) y vencido
al levantisco Mateo Pumacahua. Pero decepcionado de la conducta
realista hacia él, en 1821 decidió Gamarra presentarse
ante el Libertador San Martín, que acababa de declarar la
independencia peruana, y quedó al servicio de la causa libertadora.
Poco después llegaría al Perú Simón
Bolívar y sobre él pusieron la mirada Francisca Zubiaga
y el ya general Agustín Gamarra; él deslumbrado por
la personalidad del Libertador y ella, calculando su propio destino,
observando las deferencias de Bolívar para con Gamarra. Doña
Francisca tenía apenas 20 años, pero de inmediato
entendió que su porvenir estaba en ese matrimonio. No importaba
que Gamarra fuera bastante mayor que ella y viudo con hijos. Era
Gamarra, además, hombre de buena presencia, educado y fino.....
Y doña Francisca no esperó el regreso de su padre
(que había viajado a España) para comprometerse con
ese general favorito de Bolívar. Selló así
su destino.
Poco después de la batalla de Ayacucho, con la que culminó
la independencia americana y en la que Gamarra tuvo destacada actuación
como jefe del Estado Mayor General, con el beneplácito del
hogar Zubiaga Bernales, se celebró en el Cuzco la boda de
la joven Francisca con el general Agustín Gamarra, nombrado
por Bolívar su representante en esa ciudad.
Los cronistas de la época la describen como hermosa y tremendamente
seductora. Cualidades que puso al servicio de las ambiciones de
su marido (ya mariscal) y de las suyas propias. Desde el desposorio
fue tejiendo las redes de su tela y con ocasión de la visita
de Bolívar al Cuzco, poco después de la boda, fue
ella quien coronó al Libertador con la joya de oro tachonada
de diamantes que le obsequiaba la ciudad al Libertador; pero Bolívar
se quitó la corona y la puso en la cabeza de la bella Francisca,
quien la lució esa misma noche en el sarao de gala, fastuosa
fiesta que concluyó devolviéndole ella la corona a
Bolívar.
Pero no sólo su irresistible seducción en los salones
puso a doña Francisca al servicio de sus ambiciones. También,
y quien sabe sobre todo, usó su energía vital para
rivalizar con Catalina de Erauso entrando en las batallas militares
del mariscal su marido, transformándose por su valor y denuedo
en Doña Pancha "La Maríscala".
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Doña Francisca Zubiaga (La Mariscala),
asistía a todos los combates de las guerras republicanas
antes de ser presidenta del Perú " para acostumbrarme
al fuego de las armas y las fatigas de los soldados". Cuando
llegó al poder su marido (Gamarra) dirigió ella
importantes asuntos de estado, entre otros los militares |
Vistiendo el uniforme de husar y una fusta en la mano se convierte
en mujer-soldado, en heroica Capitana, reviviendo la figura de la
Monja Alférez (esta vez republicana), también pendenciera
y ruda como aquella donostiarra que escribió con la punta
de la espada sus resonantes aventuras peruleras en el siglo XVI.
Las intrigas de "La Maríscala" y las arremetidas
militares de Gamarra, de los que ella no está ausente, logran
que el Congreso, atemorizado, proclame a éste presidente
de la nación. "Doña Pancha -comenta uno de sus
biógrafos- se había salido con la suya. Era la presidenta
del Perú. ¡Y qué presidenta! La única
que lo sería de veras y más allá de lo tolerado".
Se dice que sufría de una neurosis próxima a la epilepsia,
que la llevaba a arrebatos de furia, como la que se cuenta descargó
en un pobre oficialillo que tuvo la imprudente ligereza de comentar
entre amigos, dándose tono, que había tenido una aventura
amorosa con la bella "Maríscala".
Llegó el cuento a oídos de ésta y de inmediato
convocó doña Pancha a los amigos del oficial, a los
que conminó a decir la verdad. Y sí: eso había
dicho el "procesado", quien tuvo que hacerse presente
en Palacio de Gobierno a la hora de la comida al día siguiente.
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Vista de Callao, puerto de Lima, con la fortaleza
del Real Felipe al fondo y los barcos en primer plano. En este
lugar, a bordo del Rusthon y el Henriette, se realizaron las
dos entrevistas entre La Mariscala y Flora Tristán, quien
encontró en Doña Pancha el personaje más
fuerte y brillante que conoció en el Perú |
"La Maríscala" lo recibió con mucha cortesía
y lo invitó a su mesa donde se hallaban los dos o tres compañeros
de armas del oficial. Al término de la comida "La Maríscala",
suavemente, le dijo el "procesado", quien no sospechaba
el porqué de su presencia en la mesa:
"¿Con qué usted ha hecho rodar la especie
de que yo he sido su amante?. Estos señores (los compañeros
de armas del "procesado") me lo han dicho. Si es falso
lo que ellos afirman, usted y yo los vamos a castigar ahora mismo;
pero, si es cierto, ellos y yo lo castigaremos a usted."
El pobre oficialillo no supo qué contestar y Doña
Pancha confirmó que él era el responsable del rumor.
Hizo que dos esclavos negros desnudaran la espalda del maledicente
y lo azoto sin piedad con su fusta inseparable.
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Paul Gauguin, el famoso impresionista francés,
vivió su niñez en Lima. Era nieto de Flora Tristán,
autora de la más precisa descripción de la personalidad
altiva y cautivadora de Doña Francisca Zubiaga de Gamarra,
la mujer que opacó al primer presidente peruano, su marido. |
En otra ocasión, al enterarse que un cuartel se había
sublevado, se vistió con su uniforme militar y se presentó
de inmediato ante los amotinados y dando dos fustazos sobre una
mesa los miró desafiante y dijo: "¿Cholos, ustedes
contra mi?" . La respuesta fue un gran desconcierto primero
y luego estalló el entusiasmo y el fervor por "La Maríscala".
Este personaje de novela no podía dejar de estar salpicado
de tragedia. En la infecunda y feroz lucha por el poder que significó
esa etapa de la vida peruana, a doña Francisca, doña
Pancha o simplemente "La Maríscala" le llegó
la hora de la derrota y el abandono de su marido. En esas circunstancias,
ya en el barco que la llevaría al destierro y a la muerte,
la visitó Flora Tristán, la célebre socialista
y feminista francesa, abuela del también célebre pintor
Paul Gauginy sobrina del hechizo último virrey del
Perú don Pio Tristán, a quien ella había ido
a visitar.
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Flora Tristán, la célebre socialista
francesa, en un afiche representando la quema de "Peregrinaciones
de una paria", |
Así describeFlora Tristán a Francisca de
Zubiaga en su libro "Peregrinaciones de una Paria" :
"Como Napoleón, todo el imperio de su hermosura
estaba en su mirada. ¡Cuánto orgullo! ¡cuánto
atrevimiento! ¡cuánta penetración! ¡con
qué ascendiente irresistible imponía respeto, arrastraba
voluntades y cautivaba la admiración! A quien Dios concede
esa mirada no necesita de la palabra para gobernar a sus semejantes.
Posee un poder de persuasión que se soporta y no se discute". |