El
desarrollo de la sociología de la familia se ha realizado
siguiendo los dientes de sierra que ha conocido la historia de la
familia como institución, si bien con Durkheim el campo de
la familia comenzó a ser una de las primeras sociologías
especializadas.
En los años setenta, el modelo de la familia conyugal se
ve contestado por todas partes y muchos investigadores, principalmente
mujeres, comenzaron otra vez a interesarse por la vida familiar.
Esta renovación del interés se explica parcialmente
por las alteraciones de la vida familiar, disminución de
la fecundidad, disminución del número medio de niños
por familia, aumento de los divorcios, etc. que despiertan interrogantes
y preguntas en muchas sociedades. En este contexto, las reflexiones
teóricas y metodológicas y varias investigaciones
desarrolladas sobre la familia confirman la vocación empírica
de este dominio sociológico.
Uno de los desafíos más importantes para los sociólogos
de la familia ha sido encontrar una manera de analizar el problema
de la familia como un hecho social, en su totalidad.
Habida cuenta de las mutaciones experimentadas, en los últimos
tiempos, por la familia, debería aprovecharse para actualizar
la lógica normativa que rige el trabajo en la esfera familiar.
En relación con ello, debemos recordar que las leyes siempre
pretenden definir los derechos y las obligaciones de los y las progenitores
y cónyuges en aquellas legislaciones que tratan sobre el
matrimonio, el divorcio y la seguridad de los ingresos.
Los numerosos estudios sobre las políticas familiares nos
permiten conocer mejor cómo es la naturaleza de estas nuevas
formas de regulación y nos ayudan en la promoción
de la familia: las definiciones subyacentes del papel asistencial
del Estado, de los roles de los padres y las madres, la plaza que
ocupa la infancia y la articulación conjunta entre el universo
de la familia, del trabajo y de los servicios.
La familia, espejo del cambio social Para los sociólogos, la familia aparece, a menudo, como
un lugar privilegiado para la observación del cambio social,
pues es en ella donde antes y con más claridad se manifiestan
muchos de los cambios sociales. Hay autores que, en las mutaciones
de la familia perciben los síntomas de una crisis y un derrumbamiento
de la institución familiar; otros, por el contrario, consideran
que las familias han cambiado, se han adaptado a las mutaciones
que ha experimentado la sociedad. Para todos, los retos a los que
se exponen las familias deben mostrar cómo las mutaciones
que se observan en el tejido social afectan a las relaciones familiares
en sus tres componentes, es decir: conyugal, paternal y filial.
Procesos de cambio estructural En la actualidad los procesos estructurales de cambio están
convulsionando la realidad familiar. Entre otros factores de cambio
describimos brevemente aquellos que más significativos:
1) Consolidación de la familia nuclear, habiéndose
consumado la transición de la familia extensa a la familia
conyugal, constituida por el padre, la madre y la descendencia
dependiente.
2) Aspiración a una fecundidad baja, que se expresa
en el deseo mayoritario de tener dos criaturas, normalmente, un
hijo y una hija.
3) Reducción del tamaño familiar, constituyéndose
la familia de cuatro miembros como; padre y madre más un
par de hijos/as, en la familia modal.
4) Primado conyugal, en sustitución del primado
de los hijos, que ya no son obligatorios ni imprescindibles. Por
contra, se pone el acento en la relación afectiva que une
a los cónyuges, en el desarrollo armonioso y en el bienestar
de ambos miembros de la pareja.
5) Tendencia a la igualdad de los cónyuges, no sólo
en el reparto de las tareas domésticas, que es lo que más
a menudo se menciona ocultando otros aspectos más importantes,
como es el reparto del poder y autoridad en las relaciones de
pareja, la asunción conjunta de responsabilidades y la
igualdad de oportunidades para el pleno desarrollo personal y
social autónomo.
6) Prolongación de la vida matrimonial. Como consecuencia
del aumento de la esperanza de vida son cada vez más las
parejas que llegan a superar los 50 años de matrimonio.
7) Aumento de las rupturas matrimoniales: abandonos del
hogar, separaciones y divorcios.
8) Tardía emancipación de los/las hijos/as,
tanto en el plano de la convivencia como en el de la independencia
económica que da el tener recursos propios.
9) Retraso en la nupcialidad y hasta de los proyectos de
vida en pareja.
10) Aumento del celibatarismo: proporción de personas
que no llegan a formar pareja estable para una determinada edad.
11) Aumento de las parejas infecundas, bien por elección
expresa o por problemas de fertilidad.
12) Neolocación de los hijos/as, fenómeno
generalizado por cuanto el casarse o formar pareja entraña
buscar un hogar independiente del de los padres, aunque, a veces,
cercano, pero también, y con mucha frecuencia, en otra
población o incluso en otro país.
13) Aumento de los ancianos dependientes, es decir, sin
autonomía suficiente para seguir llevando una vida independiente
y que requieren por tanto de la supervisión, el cuidado
o atención de otras personas.
14) Aumento de los hogares unipersonales, sean como proyecto
de vida transitorio o final.
15) Desorientación en el ejercicio de los papeles de
padre y de madre, en particular del ejercicio de la autoridad
y de la función socializadora y educadora de los hijos
o hijas.
16) Aumento de las uniones prematrimoniales de carácter
más o menos experimental.
17) Desinstitucionalización del matrimonio tradicional,
dejando el matrimonio canónico de ser la única vía
legítima y legitimada para la iniciación de la vida
en pareja.
18) Institucionalización de nuevas formas de iniciar
la vida en pareja y legitimación social de nuevos
tipos de parejas con diferentes fines, diferentes niveles
de compromiso, diferentes maneras de oficializar la unión
y diferente composición.
19) Esterilización voluntaria, tanto masculina como
femenina, después de logrado el número de descendencia
deseada.
20) Recurso a la fecundación asistida en caso de
esterilidad.
Muchos de los elementos y de los procesos aquí mencionados
se encuentran estrechamente unidos. A menudo, dos de los fenómenos
aquí mencionados no son más que dos caras de la misma
moneda o el resultado de contemplar un mismo fenómeno desde
dos perspectivas distintas. En otros casos dependen unos de otros;
la puesta en marcha de un proceso desencadena un nuevo cambio en
otra parte del sistema.
Por ejemplo, la neolocación de los hijos se puede considerar
como una consecuencia derivada de la consolidación de la
familia nuclear, pero también como otra manera de manifestarse
una misma realidad. Es claro, sin embargo, que el aumento de los
hogares unipersonales depende, en gran manera, de la propia consolidación
de la familia nuclear, que está abocada a generar hogares
unipersonales en cuanto desaparezca uno de los cónyuges,
ya que se pide a los/las hijos/as que abandonen el hogar.
Intervención política El sociólogo puede examinar esta serie de elementos aquí
enumerados con una cierta distancia valorativa, pero no el político,
que deberá decidir de alguna manera qué es positivo
y qué es negativo y desde qué punto de vista, esto
es, desde qué valores. Puede intervenir pensando en el mantenimiento
del sistema social o en su transformación, en incrementar
la natalidad o en mejorar el estado de bienestar de los miembros
de la familia.
Todo ello plantea el reto de diseñar y aplicar una política
integral de apoyo a las familias y unidades de convivencia en toda
su diversidad y proceso de cambio. Una política que necesariamente
ha de enfocar el futuro con capacidad de anticipación y correcta
elección del mejor escenario posible para, así, formular
unas estrategias y objetivos que nos permitan una posterior planificación
operativa de las distintas políticas sectoriales, tanto de
promoción, protección y prevención.
Cambios sociológicos Al mismo tiempo que las relaciones conyugales van adquiriendo
autonomía, se van debilitando porque se basan principalmente
en el componente afectivo. Con relación a este tema, más
que las cifras de divorcio, son los motivos lo que nos interesa.
El divorcio durante mucho tiempo fue algo prohibido, excepcional,
marginal, el signo de una inestabilidad familiar, de una crisis
del individuo y de la sociedad. Hoy en día, el divorcio se
ha convertido en algo normal y en una opción individual.
Este hecho es el que nos obliga a observar, dadas las proporciones
que han adquirido los divorcios hoy en día, que también
se está produciendo una mutación cualitativa en la
definición de la familia misma. En efecto, el proceso que
se sigue después de una separación, pone en evidencia
una paradoja, es decir, que la paternidad o maternidad, incluso
la familia, sobrevive a la ruptura matrimonial y no significa, necesariamente,
el final de la familia.
Por otra parte, se constata que el recurso a las nuevas tecnologías
de la reproducción también provoca cuestiones de naturaleza
idéntica, pero expuestas de manera diferente. Ante todo,
estas tecnologías introducen varias rupturas entre la sexualidad,
la reproducción y la filiación y, de este modo, entramos
en la dimensión genética y social de la paternidad/maternidad.
Montserrat Rejado, Departamento
de Justicia, Empleo y Seguridad Social |