La
preocupación de todos los gobiernos en materia de pensiones
es cómo ofrecer a los ciudadanos la posibilidad de una vejez
que mantenga un aceptable grado de bienestar.
El Gobierno vasco no es ajeno a esto. Nuestra responsabilidad es
la de acometer la solución de un problema evidente y complejo,
como es la sostenibilidad y el mantenimiento financiero del sistema
de pensiones. Y de hacerlo con los instrumentos con los que contamos,
porque, es necesario recordar, que el Gobierno español se
niega a transferir a la Comunidad Autónoma del País
Vasco la Seguridad Social.
Es necesario abordar este reto desde la negociación, el
diálogo y el entendimiento con todos los agentes políticos,
institucionales, sociales y económicos. Un desafío
de esta magnitud en ningún caso se puede acometer desde la
desunión. El compromiso del Gobierno vasco es el de buscar
el más amplio consenso posible.
Resolver la preocupación de los ciudadanos sobre cuál
va a ser su situación tras la jubilación y si la misma
va a garantizar una vejez económicamente eficiente y suficiente
es una prioridad y una urgencia. Pero siempre, aunque cueste más
tiempo su aprobación, antepondremos un plan concertado y
asumido por la mayoría de los agentes implicados, a un plan
que carezca de estos apoyos.
El reto del envejecimiento poblacional El reto, desafío por excelencia al que nuestra sociedad
ha de dar respuesta es el del envejecimiento de la población.
Este fenómeno, bueno y deseable en sí mismo, va a
ser de tal magnitud que dibuja una nueva realidad y exige, desde
ya, una profunda revisión de los instrumentos y políticas
sociales y económicas.
En efecto, Euskadi envejece aceleradamente. Hay que tener en cuenta
que, por un lado, en nuestra Comunidad confluyen los menores índices
de fecundidad de Europa (el índice sintético de fecundidad
es de 0,9 hijos por mujer) con una muy elevada esperanza de vida
(74 años para los hombres y 82 para las mujeres). La inmigración
es, además, porcentualmente, mucho menos significativa que
en el Estado español.
Por otro lado, el número de personas que se jubilarán
son proporcionalmente más numerosas en Euskadi y, si a ello
se añade que dichas generaciones cuentan con bases de cotización
más altas que en el Estado español, es fácil
deducir que el previsible impacto del envejecimiento será
mucho más acusado.
Todos los escenarios demográficos de futuro, incluso los
más optimistas, muestran la indudable modificación
de la estructura de edades de la población vasca. De hecho,
si en 1995 los mayores de 65 años representaban un 15% de
la población, en el año 2025 dicho porcentaje rondará
el 25% y en 2050 superará, en las hipótesis más
favorables, el 35%.
La imagen que se presenta refleja que, incluso en la hipótesis
más positiva en cuanto a la evolución de la fecundidad
y la inmigración, la inversión de la pirámide
de edades de la Comunidad Autónoma del País Vasco
es drástica e ineludible. Todas las personas que se jubilarán
en las próximas cinco décadas ya han nacido. Por ejemplo,
es ya un dato cierto que en el año 2025 la cifra anual de
personas que alcanzarán la edad de jubilación será
un 30% mayor que la actual.
Nos encontramos, por tanto, en un contexto en el que:
1) Por un lado, la nueva estructura de edades supone un profundo
cambio en el ratio entre población activa y población
jubilada. Un simple dato lo evidencia:
Si en 1980 en Euskadi había 7 personas en edad de trabajar
por cada persona jubilada, en la actualidad dicha proporción
ha caído a 4. En 2025 se habrá reducido a la mitad,
es decir, a 2 y lo seguirá haciendo en las siguientes dos
décadas.
Todo ello significa que un número decreciente de cotizantes
deberá sustentar un número creciente de pensiones
de jubilación.
El actual nivel de pensiones públicas no es sostenible
en este nuevo escenario sin una presión que puede calificarse
de insoportable para las personas activas de mañana o el
concurso, como elemento corrector de la Administración
competente que, para eso, ha de tener voluntad política
(es nuestro caso) y también competencias (no es, por culpa
de la obcecación del Gobierno español, nuestro caso).
La ruptura del vínculo de solidaridad entre generaciones,
además de ser injusto, podría dejar en la pobreza
a toda una generación.
2) Por otro lado, el aumento de la esperanza de vida se traduce
en que se han de financiar más años de inactividad.
Por lo tanto nos encontramos con que habrá que pagar a
más personas y durante más años. De hecho,
si en 1960 un hombre de 65 años tenía una esperanza
de vida de alrededor de 12 años más, ahora supera
los 16 años. En el caso de las mujeres, el aumento es todavía
mayor y en el mismo periodo varía de 15 a 21 años
más.
Consecuencias financieras Tenemos que afrontar, por tanto, un reto social de enorme envergadura.
Este reto tiene, sin embargo, consecuencias financieras, ya que
conlleva una enorme presión sobre las finanzas públicas.
En la Unión Europea, los costes del envejecimiento en términos
de pensiones públicas aumentarán entre un 3% y un
5% del PIB de aquí al año 2050, con unos gastos actuales
de entre un 10% y un 11% del PIB.
En la Comunidad Autónoma del País Vasco, atendiendo
a los escenarios previsibles de evolución económica
de gasto en pensiones contributivas de la Seguridad, incluso en
un contexto demográfico y laboral favorable (natalidad inmigración,
tasa de actividad, paro,..), el gasto pasaría del 8'5% actual
al 17'4% del PIB en 2050, con un déficit de en torno al 8,1%
del PIB vasco.
Dicho gasto podría llegar a representar el 27,1% del PIB
en un escenario de mantenimiento de las actuales condiciones demográficas
y laborales. No hay, como no lo ha habido para ningún país,
ningún escenario plausible en el que la inmigración
o la mejora del mercado de trabajo resuelvan el problema aunque,
lógicamente, sí lo puede atenuar.
La tensión creciente sobre los sistemas de pensiones (y
también sobre la esfera sociosanitaria) derivada del envejecimiento,
es un hecho compartido por todos los países occidentales
y una preocupación manifiesta en Bruselas.
La Unión Europea ha instado cada vez con más apremio
a los Estados miembros a presentar diagnósticos serios y
rigurosos y a plantear estrategias de actuación que aseguren
el futuro de las pensiones.
El Estado español suspende en previsión En lo que respecta al Estado español, las llamadas de
atención desde la UE por incumplir el compromiso de presentar
escenarios claros y transparentes y medidas eficaces han sido reiterativas
y contundentes.
En el último informe conjunto de la Comisión y del
Consejo (emitido en diciembre de 2002) se afirma con claridad que
en el Estado español la viabilidad del sistema de pensiones
no está garantizada a partir de 2015.
Las líneas de reforma que, sin embargo, parecen perfilarse
desde la Administración del Estado, van desde el retraso
en la edad de jubilación, opción contundentemente
rechazada por la población, hasta la consideración
de toda la vida laboral a la hora de calcular la pensión.
Se estima que el cálculo de la pensión sobre el salario
medio en este caso reduciría estas pensiónes en un
25%.
En este marco, contamos hoy en Euskadi con un instrumento que,
repito, sin merma ni perjuicio del sistema público, puede
contribuir decisivamente a minimizar el riesgo de pérdida
de ingresos en la etapa de la jubilación, así como
el riesgo de confrontación intergeneracional: la Previsión
Social Complementaria.
Aprovechar todos los instrumentos legales En este sentido, el Gobierno vasco, no va a desaprovechar ninguno
de los instrumentos con los que sí cuenta para hacer frente
al reto que se nos plantea. La Comunidad Autónoma del País
Vasco detenta todas las competencias normativas, fiscales y de apoyo
administrativo y económico para poder regular y definir un
modelo propio y una estrategia de pensiones complementarias que
se adecue al nuevo reto social de mantener el nivel de vida de la
población jubilada.
La necesidad de garantizar unas pensiones suficientes y adecuadas
en cuantía es, precisamente, uno de los objetivos establecidos
por la Unión Europea desde donde se hace hincapié
en la importancia de prevenir el riesgo de exclusión social
en las personas mayores, que son las más vulnerables, incluso
hoy con un sistema de Seguridad Social aparentemente saneado.
Los otros dos objetivos establecidos desde la UE se refieren a
la necesidad de garantizar pensiones viables financieramente, es
decir, que no pongan en peligro el equilibrio de las finanzas públicas
a largo plazo ni los compromisos y prioridades del gasto presupuestario
y, por último, pensiones adaptables a una sociedad cambiante
Democratizar las Pensiones Sociales Complementarias Ahora bien, ¿cuál es el requisito que deben cumplir
las pensiones complementarias para responder al reto social del
mantenimiento del nivel de vida de la población jubilada?
Deben generalizarse, en otras palabras: democratizarse.
Es preciso complementar la pensión de la Seguridad Social
de la inmensa mayoría de la población vasca; deben,
por tanto, llegar también a las rentas medias y medias bajas,
que son las que más van a acusar la pérdida de nivel
adquisitivo.
La siguiente cuestión es: ¿se dan actualmente las
condiciones, las reglas de juego para que se generalice la previsión
social complementaria? La respuesta es no.
En primer lugar porque la normativa de hace 20 años surgió
en un contexto muy diferente y para dar respuesta a problemáticas
drásticamente opuestas a las que hoy vislumbramos.
En efecto, se trataba de dar respuesta, fundamentalmente, a las
rentas altas que percibían salarios muy superiores a las
bases de cotización o a colectivos que por su régimen
especial no estaban bien cubiertos por la Seguridad Social.
Mantener la cobertura para todos Hoy la realidad es diametralmente opuesta: preocupan los colectivos
de población de rentas medias y medias-bajas ante las dificultades
de la Seguridad Social para mantener invariables los niveles de
cobertura.
En segundo lugar, porque lo que se ha propiciado ha sido fundamentalmente
el desarrollo del sistema individual, en línea con las problemáticas
más particulares que se pretendían resolver. Sin embargo,
ningún país ha conseguido evitar el riesgo de pobreza
de la población en general mediante el tercer pilar.
En efecto, si analizamos la trayectoria de la PSC en Euskadi observamos
que el marco propio sí ha propiciado el desarrollo de este
instrumento en mayor medida que en el Estado: el patrimonio en pensiones
complementarias representa en torno al 23% del PIB vasco mientras
que en el Estado español en su conjunto no llega al 4%.
Ahora bien, cuando se analizan las características de dicho
desarrollo se constata que, salvo en muy significativas pero contadas
excepciones, es la previsión Individual (Tercer Pilar en
la terminología europea), la que se ha ido consolidando de
manera predominante.
Hay que ser rigurosos: ni la implantación actual del tercer
pilar, ni su desarrollo, permiten garantizar el objetivo de mantener
el nivel de vida a toda la población. De hecho, no la garantizan
ni siquiera a los que contribuyen a dicho pilar ya. El análisis
de los rasgos de este modelo de previsión individual arroja
importantes sombras, no sólo en cuanto a la insuficiente
cobertura de las rentas medias y medias-bajas, sino también
sobre la suficiencia, eficiencia y continuidad en las aportaciones,
sobre la adecuación de los patrones de inversión y,
en definitiva, sobre la utilidad social de las significativas ayudas
fiscales existentes.
La Previsión Social Complementaria tal como se está
desarrollando no resuelve el problema. Y, además, es regresiva
y cara.
La Previsión Social Complementaria no debe beneficiar, en
definitiva, sólo a una minoría; debe ser una realidad
para la inmensa mayoría de la población trabajadora,
tanto si lo hacen en una gran empresa como si corresponden a una
PYME. Por lo tanto, nuestra apuesta es la de impulsar su democratización
y su universalización.
Generalizar la Previsión Social Complementaria La generalización de la Previsión Social Complementaria,
su acceso a la mayoría de la población trabajadora
sólo podrá ser una realidad a través de los
sistemas de empleo (sectoriales y de empresa), o segundo Pilar,
con la negociación colectiva como eje motor. Son estos sistemas
los únicos capaces de incorporar a los sectores de población
que hoy no están presentes que son los que, precisamente,
tienen que estar. Y aquí es donde es necesario el consenso
con los agentes económicos; con los empresarios y con los
sindicatos.
Estos sistemas ofrecen, además, un buen balance de utilidad
social, suficiencia, eficiencia, y reducido coste fiscal. Estos
sistemas garantizan la continuidad y el pronto inicio en las aportaciones;
por el momento son los únicos que satisfacen de forma masiva
y mayoritaria prestaciones en forma de renta, que se adaptan, y
sobre todo, se adaptarán mejor a las necesidades del ciudadano
medio.
Es precisamente a través de la combinación del primer
pilar y del segundo pilar generalizado como, países europeos
como Holanda y Dinamarca, han afrontado con éxito el reto
del envejecimiento y son los únicos que salen bien valorados
por la Comisión en relación con sus estrategias nacionales.
Asumir que la Previsión Social Complementaria debe contribuir
al mantenimiento del nivel de protección social alcanzado
supone otorgarle otra dimensión. Hasta ahora, no se ha considerado
necesario que la previsión complementaria tenga una función
integradora con la Seguridad Social; simplemente se ha bonificado
un ahorro a largo plazo.
Este cambio de rol de la PSC, exige adaptar el marco regulador
a las nuevas condiciones sociales y económicas con el fin
de lograr que el instrumento sirva al nuevo reto y al compromiso
que las instancias públicas tenemos para con toda la sociedad.
Es preciso alinear el instrumento con el objetivo y reto social.
Ley vasca sobre la Previsión Social Complementaria
El Gobierno tiene el compromiso de elaborar una ley en la presente
legislatura. Las Administraciones Territoriales reclaman desde hace
tiempo la normativa substantiva, una estrategia y un modelo. Es
ahora el momento de definir el modelo de previsión social
que nuestra sociedad necesita y demanda.
Desde esta premisa, el Departamento de Justicia, Empleo y Seguridad
Social propone definir un marco regulador y unos instrumentos de
promoción que permitan crear un segundo pilar de pensiones
como sistema complementario generalizado que, conjuntamente con
la Seguridad Social, satisfaga en el futuro pensiones eficientes,
con la necesaria portabilidad, y seguras. El objetivo cuantitativo
establecido es lograr la adhesión al sistema complementario
del 70% de los perceptores de rentas de trabajo y profesionales
en el plazo de 8 años
En lo que respecta a la importancia de la pensión complementaria,
es decir, al grado de cobertura de la pensión, el Departamento
ha estimado que existe una necesidad general de que la previsión
complementaria cubra en el futuro, al menos, el 20% de los salarios
finales, para que la población vasca disponga de unas tasas
de reemplazo de las rentas del trabajo que les permita mantener
su nivel de vida, cuando se dejen de percibir estas rentas.
Sistema complementario Ahora bien, los protagonistas de cara al logro efectivo de estos
objetivos son los agentes sociales. Su papel es clave a la hora
de lograr un sistema complementario, que conjuntamente con la Seguridad
Social, satisfaga en el futuro pensiones suficientes y sostenibles
financieramente.
El Departamento apuesta con ello por todos los instrumentos de
previsión en línea con la cada vez más fehaciente
recomendación de la Unión Europea a favor de la utilización
de los tres pilares en materia de pensiones:
- la Seguridad Social pública de reparto como base fundamental
de garantía de acceso a pensión.
- el segundo pilar o los sistemas de empleo (sectoriales o de
empresa) y
- el tercer pilar o sistemas individuales.
Ahora bien, es en el desarrollo del segundo pilar donde nuestra
Comunidad debe centrar sus esfuerzos ya que es ahí donde
realmente tenemos una asignatura pendiente.
Marco regulador atractivo El desarrollo de la citada estrategia de democratización
o generalización del segundo pilar exige definir un marco
regulador atractivo. Los ejes fundamentales de actuación
sobre los que proponemos que se apoye la estrategia definida se
resumen básicamente en tres:
1. Promover la implantación de los sistemas sectoriales
y de empleo. Centrar los esfuerzos en implantar para abordar en
segundo lugar el perfeccionamiento de estos sistemas. Para ello
consideramos necesario:
- Definir un espacio propio para los sistemas de empleo, diferenciándolos
del sistema individual. Para ello se plantea la necesidad de
establecer un marco normativo específico que se centre
en la regulación del Segundo Pilar.
- Definir un espacio preferente a través de ayudas de
tipo fiscal, administrativo y económico que hagan atractivo
el desarrollo de estos sistemas.
Se pretende ser riguroso con los sistemas de empleo en cuanto
a los requisitos y objetivos que deben cumplir (en cuanto a
coberturas, formas de cobro, etc.). Sería injusto e ilógico
que actuasen en inferioridad de condiciones respecto de otros
instrumentos de previsión para que la estrategia prospere
y el desarrollo de estos sistemas resulte atractivo.
En lo que respecta a la fiscalidad, en coherencia con el objetivo
social perseguido y en aras a que la generalización sea
financieramente viable para nuestra sociedad, se han apuntado
líneas de racionalización del tratamiento fiscal,
anteponiendo siempre el objetivo y la utilidad social derivada
del gasto fiscal. Resulta obvio, que estas cuestiones fiscales
han de ser tratadas y validadas por las Haciendas Forales, competentes
en esta materia.
2. Generar confianza en los sistemas sectoriales y de empleo.
Este aspecto es crucial y consiste en promover sistemas sencillos,
eficientes y comprensibles. Se trata de velar en definitiva por
la transparencia, eficiencia y profesionalización.
3. Diseñar una estrategia de comunicación, concienciación
y formación ciudadana que derive en la promoción
de foros de debate técnico, político y social.
Si planificamos con tiempo las soluciones podremos continuar siendo
una sociedad con una renta per cápita buena en el futuro.
No debemos postergar el impulso de acciones que se están
revelando buenas.
Solución consensuada. Con realismo y seriedad El retraso en la aplicación de estas medidas tendrá
serias consecuencias en la actividad económica y en la presión
fiscal en el futuro ya que no hará sino fragilizar el sistema
social y abocarnos a soluciones más traumáticas, más
costosas y menos deseables. Ello, en ningún caso, quiere
decir que se vaya a actuar con prisas e imposiciones. El Gobierno
apuesta por la vía del diálogo y el acuerdo y buscará,
sin descanso, el consenso, porque no es posible acometer este reto
desde la unilateralidad.
Es más importante el cómo, el consenso, que el cuándo.
La prioridad es que este plan sea compartido y asumido por la mayoría
de los agentes sociales, políticos, institucionales y económicos.
Un debate que debe ser abordado con realismo y seriedad y no desde
preceptos demagógicos. Con claridad y también con
discreción.
Abordar el tema con madurez, rigor y responsabilidad es un deber
para con la sociedad vasca. Gestionar la transición demográfica
de Euskadi es un objetivo de carácter prioritario. La sostenibilidad
y el mantenimiento del sistema de pensiones representan una esfera
estratégica para el futuro de la ciudadanía vasca.
Un futuro que debemos abordar y decidir hoy entre todos, para poder
compartirlo mañana.
Clara Izurieta, Departamento
de Justicia, Empleo y Seguridad Social |