Envejecimiento demográfico
Kontxi Gabantxo

El envejecimiento demográfico es un fenómeno nuevo en la historia de la humanidad y que afecta de manera especial a los países desarrollados en general: en el conjunto de la UE se pasará de tener un porcentaje del 20.6 % de mayores de 60 años en 1995 a 33.9% en el año 2050.

En la tabla siguiente se quiere poner de forma gráfica por una parte, la evolución de la población mayor de 50 años respecto de la población total en el año 1995 y, por otra, la evolución de estas cifras hasta el año 2050.

Porcentaje de la proporción de personas mayores de determinadas edades en 1995 y en 2050 en distintos países de la Unión Europea

 
1995
2050
Estados
50
60
70
80
90
50
60
70
80
90
Alemania
34.6
20.7
10.5
4.1
0.4
47.9
35.0
21.7
10.6
1.5
España
31.0
20.6
10,2
3.3
0.4
48.8
37.1
24.7
10.4
1.7
Francia
29.7
20.0
10.3
4.2
0.6
44.8
33.0
21.0
10.1
2.1
Irlanda
24.4
15.3
8.0
2.5
0.3
46.1
33.0
19.9
8.1
1.3
Italia
34.4
22.2
11.1
4.0
0.4
50.7
38.3
26.0
12.0
1.9
Reino U.
31.2
20.5
11.2
4.0
0.5
44.5
31.7
19.6
9.5
1.7
Suecia
33.6
22.1
12.9
4.6
0.6
41.8
29.1
18.1
8.5
1.5
CAPV
32,1
20,8
9,8
3,2
0,4
50.6
38.2
26.0
12.6
2.0
UE
32.2
20.6
10.6
3.9
0.5
46.3
33.9
21.7
10.1
1.7
Fuente: Eurostat y Prospektiker.

Necesidad de acciones especiales
Las personas de más edad necesitan de actuaciones especiales que su propia familia en la mayoría de los casos no les puede facilitar, sus pensiones, al menos en España, tampoco son de una cuantía tal que con ellas puedan hacer frente a los costes que genera esa nueva situación (en el año 2001 más del 30% de las pensiones en España son de cuantía mínima que apenas superan las 70.000 ptas. al mes (420,71 euros).), y lo que no parece socialmente asumible es que los últimos años de vida de las personas mayores se conviertan en una auténtica ruina económica para ellos mismos y para sus familiares, si es que los tienen, o se convierta la situación en un motivo más de abandono familiar y rechazo social. No hacer nada es, desde luego, condenar a muchas personas mayores a terminar sus vidas de forma penosa y financieramente ruinosa.

El momento a partir del cual los gastos de atención a las personas de mayor edad aumentan de forma espectacular es generalmente dos años antes de su fallecimiento, e igualmente se incrementa exponencialmente el número de las que necesitan de la ayuda de otra persona, atención que la medicina sola no les puede prestar.

Longevidad unida a discapacidad
Lo que realmente resulta preocupante desde el punto de vista socio-económico no es el envejecimiento en sí, ni tampoco la mayor expectativa de vida, sino que la mayor longevidad suele estar asociada a una creciente discapacidad y al inicio de una mala calidad de vida (todos los estudios y estadísticas coinciden en que las mujeres tienen una mayor esperanza de vida, pero la mala calidad de vida se produce a una edad más temprana que en los hombres, afirmando algunos estudios que la mayor expectativa de vida coincide con los años de mala calidad y de mayor grado de dependencia para las actividades de vida diaria). Así sucede que en España más del 18% de los hombres mayores de 65 años tienen muy serias dificultades para realizar sin ayuda actividades de la vida cotidiana. La situación de las mujeres es aún más preocupante, pues el porcentaje alcanza el 30% y la necesidad de ayuda es aún mayor.

Aumento de la soledad de los mayores
Por otra parte, los vínculos familiares se han relajado, y la migración a la ciudad y las familias menos numerosas producen en muchos casos que las personas se encuentren solas, o acompañadas por otra de su misma edad. Por citar algunos datos de países europeos, en Finlandia el 80% de las mujeres mayores de 75 años viven solas, y en Suecia el 65%. En España, junto con Portugal, el porcentaje de mujeres mayores de 75 años que viven solas actualmente, representa el 33%.

Desde 1995, la dependencia ha vuelto a aumentar debido al envejecimiento de la población. En torno al año 2010, habrá el doble de personas mayores de 64 años de edad (69 millones) que en 1960 (34 millones).

En la próxima década el número de personas de 65 años y más aumentará alrededor de un 13 % en la UE-15. Es probable que el mayor incremento se dé en Alemania e Italia (24 %). El aumento del número de personas de más de 80 años ha sido incluso más pronunciado debido a la mayor esperanza de vida, y seguramente se seguirá incrementando. Durante la próxima década, el número de ancianos aumentará un 36 %, aumento que alcanzará las mayores cotas en Bélgica, Grecia, Francia, Italia y Luxemburgo (alrededor del 50 %).

Incremento de la dependencia
Aunque no se dispone de datos exactos sobre el número de personas de edad dependientes a largo plazo, la Comisión Europea, en su informe de 1998 sobre la dependencia a largo plazo de las personas mayores, calculó que hasta un 5 % de las personas de 65 años y más dependen directamente de una asistencia continua, y que alrededor del 15 % dependen sólo parcialmente. El incremento de la dependencia aumenta de forma mucho más rápida con la edad: el 10 % de las personas de 75 años y más son directamente dependientes, y un 25 % dependientes parciales.

El aumento progresivo de la esperanza de vida no es sinónimo de mantenimiento de la calidad de vida que hasta entonces se tenía y sin necesidad de ayuda externa. Se puede producir, por el contrario, un incremento de determinadas situaciones que, si bien no son habitualmente causa inmediata de muerte, pueden suponer un problema relevante para la calidad de vida por conllevar dolor, discapacidad y limitación funcional.

Problema financiero. Problema de convivencia
Hasta ahora parece como si sólo se hubiera conseguido llamar la atención sobre los problemas del envejecimiento de la población para la viabilidad de los sistemas de seguridad social, pero no se ha conseguido llamar suficientemente la atención y con la misma intensidad sobre la situación en la que se encuentran las personas de edad avanzada y sus familias.

Las Recomendaciones del Comité de Ministros de Trabajo y Asuntos Sociales del Consejo de Europa de 23 de febrero de 1999 o la Sexta Conferencia de los Ministros Europeos de Sanidad sobre el envejecimiento en el siglo XXI, auspiciada por el Consejo de Europa y celebrada en Atenas en abril de 1999, no pasan de ser meras declaraciones de buenos propósitos que para nada vinculan ni obligan a llevar a cabo acciones de futuro. No constituyen vínculo jurídico alguno sobre actividades y compromisos a desarrollar por los Estados. Sólo algunos países europeos, los socialmente punteros, han considerado la situación de las personas mayores como una nueva necesidad social a tener en cuenta y a proteger como cualquier otra de las actuales ramas de protección de la seguridad social. La Conferencia de la Comisión de las C.E. sobre "Atención a domicilio a las personas mayores- una estrategia para su integración social" celebrada los días 19 y 20 de abril en el año 2000, no aportó más que buenas intenciones y recomendaciones de la Comisión a los países miembros.

Medidas coyunturales
Salvo los que han creado una protección específica para este grupo de personas (Alemania, Austria, Francia, Luxemburgo), y los países que disponen de sistemas universales de protección (Dinamarca, Finlandia, Holanda, Reino Unido y Suecia), el resto sólo están adoptando medidas coyunturales, aisladas y descoordinadas entre sí y sin una concepción global del problema, insertadas en la asistencia social, con el carácter estigmatizante que esta prestación tiene para sus perceptores.

El Defensor del Pueblo en un informe específico del año 2000 sobre la "Atención socio-sanitaria en España: perspectiva gerontológica y otros aspectos conexos" ha dedicado especial atención a la situación de dependencia de las personas mayores. En este informe se dice que "la solución más eficaz para hacer frente al problema de la dependencia sería presentar al Parlamento un proyecto o, en su caso, una proposición de ley de protección social de las situaciones de dependencia," para después añadir que "el sistema de protección estará incardinado en el ámbito de la Seguridad Social, con garantía de derecho subjetivo, con independencia de que la financiación se realice vía impositiva o vía cotizaciones sociales...".

A pesar de la inquietud social que se deja ver en las publicaciones oficiales y la manifestada en los resultados de la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas del mes de noviembre de 2001, no se puede decir con rigor que exista en España una protección específica de la dependencia comparable con ninguno de los modelos recientemente implantados en algunos países europeos, ni dentro ni fuera de la acción protectora de la seguridad social.

Dicotomía Norte-Sur
Si pasamos de la consideración de la composición de la población desde el punto de vista estricto de los individuos, para incorporar otros elementos estructurantes referidos a las colectividades, una vez más veremos que salen a relucir en el mundo, los desequilibrios propios de la llamada dicotomía Norte-Sur. Si añadimos el elemento específicamente económico, por ejemplo, se verá enseguida que se puede aplicar a la situación demográfica divergente en el mundo - de juventud y senectud, respectivamente -, otros indicadores de gran utilidad y elocuencia. Entre los indicadores económicos, el que más frecuentemente se aplica - como ya se ha apuntado- es el llamado Índice de Dependencia, que establece la relación porcentual entre las cohortes de individuos menores de 15 años (jóvenes) y de individuos mayores de 65 años (ancianos), considerados conjuntamente por un lado, en comparación con las cohortes de individuos de edad comprendida entre 16 y 64 años (adultos).

El mencionado índice de dependencia es un indicador muy importante, puesto que cuántas más personas jóvenes y mayores haya en una población en comparación con las de edad adulta, más importantes serán las cargas sociales que recaigan sobre esta última cohorte, ya que son los adultos quienes forman el componente poblacional responsable, no sólo de la reproducción humana, sino también de la producción económica, en su práctica totalidad. El índice de dependencia, como su mismo nombre indica, hace una separación que pone aparte el segmento de la población adulta, que es el segmento del cual los otros dos grupos de edad dependen desde el punto de vista económico.

Quiebra del sistema social y económico
En el mundo desarrollado, por el contrario, como hemos visto, la natalidad no viene a aportar muchos efectivos nuevos a la base de la pirámide, y por lo tanto, lo que más se resiente hoy en día, es la cúspide. De momento, la población adulta en el mundo desarrollado sigue teniendo un gran peso específico que no se ha alterado numéricamente de forma excesiva en los últimos años, ya que está formada por personas nacidas, en gran parte, antes de las respectivas quiebras de la fecundidad que antes comentamos.

La lista de efectos negativos derivados de una situación de alta dependencia senil, como la que se avecina para todo el entorno occidental, a su vez consecuencia de la escasa natalidad, es muy larga:

  • disminución del número de personas que componen la población activa;
  • envejecimiento progresivo de esa población activa;
  • desequilibrios que obligan cambios en la política de jubilación;
  • desequilibrios en la inversión y ahorro a nivel colectivo y familiar;
  • posible disminución en las rentas familiares disponibles;
  • aumento del gasto sanitario de forma desorbitada;
  • infrautilización y redundancia en el sector educativo;
  • primacía de valores en la política;
  • desequilibrios en las estructuras familiares;
  • aumento de la problemática de socialización intergeneracional;
  • debilitamiento de las relaciones primarias de apoyo;
  • posible quiebra del sistema.

Kontxi Gabantxo, Departamento de Justicia, Empleo y Seguridad Social
 

Euskonews & Media 216. zbk (2003 / 06-27 / 07-4)

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