Demógrafos,
economistas y políticos se muestran muy preocupados por este
descenso de la fecundidad y por su persistencia en un nivel tan
bajo durante un par de décadas sin que se vislumbre en el
horizonte una recuperación significativa.
Para los primeros se está produciendo una erosión
en la base de la pirámide de población, con lo que
no se está garantizando el relevo generacional y se está
produciendo un envejecimiento de la población, habiendo entrado
en un ciclo de decrecimiento vegetativo.
Las consecuencias de este envejecimiento se manifestarán
en la estructura de la fuerza de trabajo, en la escasez de mano
de obra, en las variaciones en la relación entre población
activa y población pasiva, en la escasez de cotizantes al
sistema de Seguridad Social, en el aumento de pensionistas y de
su proporción sobre la población activa, en el aumento
exponencial de los gastos sanitarios, etc.
Variante economicista No hay tanto acuerdo, sin embargo, a la hora de señalar
los factores determinantes de este descenso tan fuerte de la fecundidad.
Algunos economistas tratan de explicarlo recurriendo a los conceptos
de decisión racional y de bien de consumo duradero. En su
concepción, los hijos serían un bien de consumo duradero
que los padres deciden adquirir de manera reflexiva tras realizar
un balance entre el costo y el beneficio, entre los gastos de mantenimiento
y educación, más las renuncias a la libertad, a la
movilidad, a la disponibilidad de tiempo, más los riesgos
para la salud y para el éxito profesional, y las compensaciones
de todo tipo que el hijo/a puede aportar a sus progenitores: autorrealización
personal, estatuto de padre o madre, amor paternal o maternal, estabilidad
de la pareja, proyecto de vida, sentimientos y emociones, etc.
En estos momentos los hijos son caros, cuesta mucho alimentarlos
y educarlos, exigen muchas renuncias de los padres , tanto en cuanto
al tiempo disponible para el ocio, los viajes, la diversión
como en lo que respecta al éxito profesional, especialmente
para la mujer, lo que explicaría el fuerte descenso de la
fecundidad.
Desde la sociología se insiste más en las condiciones
sociales que pueden estar influyendo en la decisión de tener
hijos. La decisión de tener hijos es una opción personal,
tras la que puede estar un impulso biológico, una aspiración
personal, una presión del entorno familiar y social y hasta
un sentimiento del deber y de la responsabilidad para con la sociedad.
Pero esa opción personal también se puede ver favorecida
u obstaculizada por determinados condicionantes sociales.
Acceso a la vivienda y desempleo Dos son los factores que se aducen con más frecuencia
para explicar la baja fecundidad actual: la situación del
mercado de trabajo, con una alta tasa de paro juvenil y una gran
precariedad laboral, y las dificultades de acceso a la vivienda.
La situación del mercado de trabajo hace que la incorporación
efectiva de la juventud al mismo se retrase y que, como consecuencia,
no cuenten con ingresos propios y pasen a formar parte de una bolsa
de pobreza invisible por estar cubierta o enmascarada bajo la tutela
y protección paterno/materna.
Otro factor que influye en la tardía incorporación
laboral de los y las jóvenes procede del sistema educativo
y es el alargamiento del período formativo, debido, en parte,
a la complejidad creciente del propio sistema educativo, pero, sobre
todo, a las aspiraciones crecientes de la población, aumentando
constantemente la proporción de padres y madres que quieren
que sus hijos realicen estudios universitarios superiores. Pero
también es preciso reconocer que muchos jóvenes se
ven precisados a prolongar su formación, añadiendo
curso sobre curso, ante la dificultad de encontrar trabajo y en
un intento de mejorar sus expectativas de empleo.
Las dificultades de acceso a la vivienda provienen de la carencia
de recursos económicos suficientes, pero también de
su escasez y carestía o lo que es lo mismo de una insuficiente
oferta para la demanda existente. En la demanda pueden estar interviniendo
determinadas prácticas especulativas, pero también
elementos estrictamente demográficos como es la gran cantidad
de jóvenes en edad de emanciparse y formar un hogar, resultado
del gran boom demográfico que se produjo entre 1960 y 1980.
Para modificar las primeras se puede intervenir políticamente,
pero los segundos son un dato inmodificable.
Emancipación de los hijos/as La tardía incorporación laboral y la escasez de
recursos económicos junto con las dificultades de encontrar
vivienda coadyuvan para impedir la emancipación efectiva
de los hijos/as y que las parejas puedan iniciar un proyecto de
vida en común, con el consiguiente retraso y descenso de
la nupcialidad. El simple retraso o postergación individual
de la nupcialidad puede resolverse en un simple descenso de la tasa
colectiva, pero también puede traducirse en una pérdida
definitiva de la oportunidad de casarse o de iniciar la vida en
pareja, con el consiguiente aumento de la tasa de celibatarismo.
El retraso de la nupcialidad lleva aparejado un descenso automático
de la fecundidad de una determinada población, pues la inmensa
mayoría de la descendencia nace dentro de las parejas estables.
Es posible que en muchos casos tal retraso no modifique el logro
de las expectativas de la pareja en lo tocante al número
de hijos/as deseado, pero, con frecuencia, puede tener consecuencias
irreparables por tener la fertilidad una duración limitada
y disminuir además de forma notoria con la edad.
Edad media de personas solteras al casarse según
el sexo
Año |
Varones |
Mujeres |
1997 |
30,4 |
28,4 |
1998 |
30,8 |
28,6 |
1999 |
30,9 |
28,8 |
Desde 1986, la edad media al contraer matrimonio ha aumentado en
tres años y medio para los varones y en cuatro para las mujeres.
Incorporación laboral de la mujer También hay otro factor que no conviene menospreciar
y que puede estar influyendo de manera decisiva, tanto en la nupcialidad
como en la fecundidad femeninas. Se trata de la incorporación
de la mujer a la formación y al trabajo, aunque no hay acuerdo
entre los analistas del comportamiento humano sobre el sentido de
la relación, probablemente porque, según las circunstancias,
puede ser de distinto signo.
Lo probable es que las repercusiones sobre la fecundidad de la
incorporación de la mujer al mundo laboral dependan de la
presencia o ausencia de otros factores: situación de pleno
empleo o con alta tasa de paro, sector de actividad en el que trabaja
la mujer, nivel y grado de responsabilidad del puesto de trabajo,
aspiración a la realización de una carrera profesional
o política, expectativas de ascenso laboral, equipamientos
o recursos sociales disponibles para la atención a los hijos,
nivel de ingresos de la pareja, etc.
Evidentemente esta enumeración no agota los posibles factores
determinantes de la fecundidad. Entre los que nos hemos dejado en
el tintero merecen una atención especial los factores culturales,
en especial, los relativos al sistema de valores de la sociedad
y de cada pareja.
Díez Nicolás, por ejemplo, atribuye el descenso de
la fecundidad en España a un cambio en la escala de valores,
relacionado con la aparición de la sociedad de consumo. Afirma
que las sociedades mediterráneas se encuentran todavía
en la fase materialista, mientras que los países del norte
de Europa se encuentran ya en lo que se ha llamado como fase postmaterialista,
estando ya de vuelta de los valores centrados en torno al dinero,
al tener, al disfrute personal a toda costa y a cualquier precio.
Euskadi, comunidad pionera en política familiar Euskadi es una Comunidad Autónoma pionera en la aplicación
de una política familiar más potente en España,
conforme a una política regional que otorga ayudas económicas
más cuantiosas a las familias.
Estas ayudas no serán suficientes si se restringen al ámbito
de las aportaciones monetarias, y deberán insertarse dentro
de un marco más amplio, que contemple -por ejemplo- los ámbitos
de la creación de empleo y la protección de la juventud,
la sanidad, la educación y la vivienda, así como la
reforma del sistema tributario como deber de justicia respecto de
la ciudadanía que con su generosidad de hoy proporciona personas,
que son las que mañana mantendrán a la sociedad. Sólo
de este modo es cómo Euskadi dejará de ocupar los
últimos puestos en el ranking de la natalidad en el mundo,
y los primeros puestos en cuanto al envejecimiento de sus estructuras
demográficas.
Mikel Marañón
Calleja, demógrafo |