El descenso de la natalidad
* Original en euskera
Mikel Marañón Calleja

Demógrafos, economistas y políticos se muestran muy preocupados por este descenso de la fecundidad y por su persistencia en un nivel tan bajo durante un par de décadas sin que se vislumbre en el horizonte una recuperación significativa.

Para los primeros se está produciendo una erosión en la base de la pirámide de población, con lo que no se está garantizando el relevo generacional y se está produciendo un envejecimiento de la población, habiendo entrado en un ciclo de decrecimiento vegetativo.

Las consecuencias de este envejecimiento se manifestarán en la estructura de la fuerza de trabajo, en la escasez de mano de obra, en las variaciones en la relación entre población activa y población pasiva, en la escasez de cotizantes al sistema de Seguridad Social, en el aumento de pensionistas y de su proporción sobre la población activa, en el aumento exponencial de los gastos sanitarios, etc.

Variante economicista
No hay tanto acuerdo, sin embargo, a la hora de señalar los factores determinantes de este descenso tan fuerte de la fecundidad. Algunos economistas tratan de explicarlo recurriendo a los conceptos de decisión racional y de bien de consumo duradero. En su concepción, los hijos serían un bien de consumo duradero que los padres deciden adquirir de manera reflexiva tras realizar un balance entre el costo y el beneficio, entre los gastos de mantenimiento y educación, más las renuncias a la libertad, a la movilidad, a la disponibilidad de tiempo, más los riesgos para la salud y para el éxito profesional, y las compensaciones de todo tipo que el hijo/a puede aportar a sus progenitores: autorrealización personal, estatuto de padre o madre, amor paternal o maternal, estabilidad de la pareja, proyecto de vida, sentimientos y emociones, etc.

En estos momentos los hijos son caros, cuesta mucho alimentarlos y educarlos, exigen muchas renuncias de los padres , tanto en cuanto al tiempo disponible para el ocio, los viajes, la diversión como en lo que respecta al éxito profesional, especialmente para la mujer, lo que explicaría el fuerte descenso de la fecundidad.

Desde la sociología se insiste más en las condiciones sociales que pueden estar influyendo en la decisión de tener hijos. La decisión de tener hijos es una opción personal, tras la que puede estar un impulso biológico, una aspiración personal, una presión del entorno familiar y social y hasta un sentimiento del deber y de la responsabilidad para con la sociedad. Pero esa opción personal también se puede ver favorecida u obstaculizada por determinados condicionantes sociales.

Acceso a la vivienda y desempleo
Dos son los factores que se aducen con más frecuencia para explicar la baja fecundidad actual: la situación del mercado de trabajo, con una alta tasa de paro juvenil y una gran precariedad laboral, y las dificultades de acceso a la vivienda. La situación del mercado de trabajo hace que la incorporación efectiva de la juventud al mismo se retrase y que, como consecuencia, no cuenten con ingresos propios y pasen a formar parte de una bolsa de pobreza invisible por estar cubierta o enmascarada bajo la tutela y protección paterno/materna.

Otro factor que influye en la tardía incorporación laboral de los y las jóvenes procede del sistema educativo y es el alargamiento del período formativo, debido, en parte, a la complejidad creciente del propio sistema educativo, pero, sobre todo, a las aspiraciones crecientes de la población, aumentando constantemente la proporción de padres y madres que quieren que sus hijos realicen estudios universitarios superiores. Pero también es preciso reconocer que muchos jóvenes se ven precisados a prolongar su formación, añadiendo curso sobre curso, ante la dificultad de encontrar trabajo y en un intento de mejorar sus expectativas de empleo.

Las dificultades de acceso a la vivienda provienen de la carencia de recursos económicos suficientes, pero también de su escasez y carestía o lo que es lo mismo de una insuficiente oferta para la demanda existente. En la demanda pueden estar interviniendo determinadas prácticas especulativas, pero también elementos estrictamente demográficos como es la gran cantidad de jóvenes en edad de emanciparse y formar un hogar, resultado del gran boom demográfico que se produjo entre 1960 y 1980. Para modificar las primeras se puede intervenir políticamente, pero los segundos son un dato inmodificable.

Emancipación de los hijos/as
La tardía incorporación laboral y la escasez de recursos económicos junto con las dificultades de encontrar vivienda coadyuvan para impedir la emancipación efectiva de los hijos/as y que las parejas puedan iniciar un proyecto de vida en común, con el consiguiente retraso y descenso de la nupcialidad. El simple retraso o postergación individual de la nupcialidad puede resolverse en un simple descenso de la tasa colectiva, pero también puede traducirse en una pérdida definitiva de la oportunidad de casarse o de iniciar la vida en pareja, con el consiguiente aumento de la tasa de celibatarismo.

El retraso de la nupcialidad lleva aparejado un descenso automático de la fecundidad de una determinada población, pues la inmensa mayoría de la descendencia nace dentro de las parejas estables. Es posible que en muchos casos tal retraso no modifique el logro de las expectativas de la pareja en lo tocante al número de hijos/as deseado, pero, con frecuencia, puede tener consecuencias irreparables por tener la fertilidad una duración limitada y disminuir además de forma notoria con la edad.

Edad media de personas solteras al casarse según el sexo


Año
Varones
Mujeres
1997
30,4
28,4
1998
30,8
28,6
1999
30,9
28,8

Desde 1986, la edad media al contraer matrimonio ha aumentado en tres años y medio para los varones y en cuatro para las mujeres.

Incorporación laboral de la mujer
También hay otro factor que no conviene menospreciar y que puede estar influyendo de manera decisiva, tanto en la nupcialidad como en la fecundidad femeninas. Se trata de la incorporación de la mujer a la formación y al trabajo, aunque no hay acuerdo entre los analistas del comportamiento humano sobre el sentido de la relación, probablemente porque, según las circunstancias, puede ser de distinto signo.

Lo probable es que las repercusiones sobre la fecundidad de la incorporación de la mujer al mundo laboral dependan de la presencia o ausencia de otros factores: situación de pleno empleo o con alta tasa de paro, sector de actividad en el que trabaja la mujer, nivel y grado de responsabilidad del puesto de trabajo, aspiración a la realización de una carrera profesional o política, expectativas de ascenso laboral, equipamientos o recursos sociales disponibles para la atención a los hijos, nivel de ingresos de la pareja, etc.

Evidentemente esta enumeración no agota los posibles factores determinantes de la fecundidad. Entre los que nos hemos dejado en el tintero merecen una atención especial los factores culturales, en especial, los relativos al sistema de valores de la sociedad y de cada pareja.

Díez Nicolás, por ejemplo, atribuye el descenso de la fecundidad en España a un cambio en la escala de valores, relacionado con la aparición de la sociedad de consumo. Afirma que las sociedades mediterráneas se encuentran todavía en la fase materialista, mientras que los países del norte de Europa se encuentran ya en lo que se ha llamado como fase postmaterialista, estando ya de vuelta de los valores centrados en torno al dinero, al tener, al disfrute personal a toda costa y a cualquier precio.

Euskadi, comunidad pionera en política familiar
Euskadi es una Comunidad Autónoma pionera en la aplicación de una política familiar más potente en España, conforme a una política regional que otorga ayudas económicas más cuantiosas a las familias.

Estas ayudas no serán suficientes si se restringen al ámbito de las aportaciones monetarias, y deberán insertarse dentro de un marco más amplio, que contemple -por ejemplo- los ámbitos de la creación de empleo y la protección de la juventud, la sanidad, la educación y la vivienda, así como la reforma del sistema tributario como deber de justicia respecto de la ciudadanía que con su generosidad de hoy proporciona personas, que son las que mañana mantendrán a la sociedad. Sólo de este modo es cómo Euskadi dejará de ocupar los últimos puestos en el ranking de la natalidad en el mundo, y los primeros puestos en cuanto al envejecimiento de sus estructuras demográficas.


Mikel Marañón Calleja, demógrafo
 

Euskonews & Media 216. zbk (2003 / 06-27 / 07-4)

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