Aunque
no resulte nada fácil escribir unas pocas líneas sobre
un tema tan extenso, trataré de concretar unos elementales
puntos de este complejo tejido.
Toda Europa está sumida en tremendos cambios de índole
social, política, económica y cultural. Los medios
que proporciona el vertiginoso desarrollo de la ciencia y de la
tecnología están diseñando una nueva sociedad
basada en el conocimiento y en la comunicación intensiva,
y es precisamente dentro de estos cambios generales donde hay que
ubicar las transformaciones que se están llevando a cabo
en las universidades europeas.
La trascendencia de la Declaración de Bolonia (19-6-1999)
radica no sólo en los objetivos que establece para el año
2010, sino también en los cauces que determina para su consecución.
El año anterior, la Declaración de Sorbona constataba
la necesidad de crear en Europa, a corto plazo, un espacio de enseñanza
superior, para lo cual los Estados tendrían que adoptar en
el menor tiempo posible una serie de medidas integradoras. Las universidades
públicas y privadas fueron convocadas para realizar una labor
conjunta de adaptación tendente a asegurar a los graduados
la movilidad y el empleo a través de Europa. De este modo,
además, se pretendía que la enseñanza superior
europea resultara atractiva para los estudiantes de fuera de Europa.
La posición marcada en Bolonia se concreta en los seis siguientes
puntos: los estudios universitarios se dividen en dos ciclos, los
pregrados (de una duración mínima de 3 años)
y los posgrados (masters y doctorados); comparabilidad real de los
sistemas de titulación; sistema generalizado de créditos;
movilidad de los alumnos, profesores, investigadores y de los trabajadores
de la Administración; colaboración para asegurar la
calidad; promoción de las dimensiones universitarias necesarias
en Europa.
Está claro que en los próximos siete años
se pretende conformar un Espacio Universitario Europeo que año
tras año vaya consolidando su convergencia. Para el cumplimiento
de este propósito, los Estados tendrán que adoptar
medidas profundas. En primer lugar, medidas políticas. También
medidas económicas. Por otra parte, hay que tener muy en
cuenta la autonomía de las universidades públicas
y la dependencia de las universidades privadas con respecto a quienes
poseen su titularidad. Asimismo hay que tener en cuenta que cada
universidad tiene su propia historia, que normalmente está
arraigada en su cultura y que emplea su propio idioma o sus propios
idiomas. Los agentes del proceso de convergencia son las propias
universidades, cuyo verdadero cambio se produce cuando asumen proyectos
claros, y no por la mera aprobación de una ley o de un presupuesto,
si bien hay que admitir que la presión social es un importante
factor que induce a introducir cambios.
A mi juicio, el Gobierno español no acertó con su
nueva Ley Universitaria. Bajo la excusa de la convergencia europea
redujo el espacio de las universidades públicas hasta casi
convertir la propia ley en ley y reglamento. Como consecuencia,
las universidades públicas de España elaboraron sus
estatutos con toda celeridad. También la UPV-EHU.

En la Comunidad Autónoma Vasca pronto contaremos con la
Ley del Sistema Universitario Vasco. Según lo dispuesto en
su borrador, se podría decir que la mejora universitaria
se traduce en cuatro puntos básicos: se amplían las
posibilidades de tener docentes contratados; se refuerza el ámbito
de la investigación; se crea la agencia para la evaluación
de la calidad y acreditación del sistema universitario; y
se prevé la forma de asegurar su base económica. Nada
mal, teniendo en cuenta nuestras limitaciones. Pecaríamos
de ingenuos si, siendo conscientes, decidiéramos ignorarlas.
Esta Ley nos ofrece la oportunidad de dar un importante paso hacia
adelante. Claro está que si la perspectiva política
mejora avanzaremos aún más. Por otra parte, esta nueva
ley establece la posibilidad de crear nuevas universidades. ¿Por
qué no una Universidad Vasca?
La convergencia universitaria que se desea alcanzar en Europa no
se va a conseguir por decreto. Quienes hicimos nuestros estudios
en el extranjero sabemos lo distintos que son los modelos universitarios
de Francia, Reino Unido y Alemania, por citar tres de los Estados
más importantes. No gusta hablar de la uniformización
porque transmite una mala imagen, pero sin que se establezcan unas
bases uniformes que sirvan como modelo, la divergencia seguirá
reinando en nombre de la convergencia. En estos siete años
se debe actuar, no basta con aprobar normas. ¿Alguien ha
calculado el coste que dicha convergencia nos va a suponer? ¿Estamos
preparados para pagarlo? ¿Contamos con la conformidad de
la sociedad? ¿Estamos de acuerdo con la dimensión
que debe alcanzar la investigación para el año 2010,
incrementando anualmente el porcentaje del Producto Interior Bruto
(PIB) para la investigación? ¿Llegaremos a ponernos
de acuerdo para invertir todo el capital público y privado
que sea necesario en la universidad y en la investigación?
Seamos francos: los recursos siempre son limitados, por lo que lo
que se destina a un fin no puede emplearse para otro.
Las universidades europeas están teniendo problemas para
cumplir los objetivos especificados en la Declaración de
Bolonia. Mucho me temo que aquí todavía no hemos caído
en la cuenta de la magnitud y del coste de las medidas que dicha
declaración exige adoptar. En la Unión Europea hay
aproximadamente 3.300 centros de enseñanza superior, y en
la Europa Occidental, incluyendo a los Estados que están
a punto de adherirse, más de 4.000. Obviamente, entre tanta
variedad hay todo tipo de centros: los muy buenos, los buenos, los
no tan buenos, los malos y los muy malos. En semejantes circunstancias,
¿cómo se supone que llegaremos a la convergencia,
sin antes esclarecer la situación? En septiembre del año
actual, los ministros de Educación e Investigación
de los Estados miembros de la Unión Europea van a reunirse
en Berlín. ¿Están dispuestos a aumentar el
porcentaje del PIB para la enseñanza superior? ¿Para
adaptar la fiscalidad en aras de fomentar la aportación económica
privada para la universidad y la investigación? Es muy fácil
citar como referencia el caso de los Estados Unidos, pero no nos
damos cuenta de que su modelo universitario y, en general, el europeo
son muy distintos.

En una sociedad democrática basada en el conocimiento, la
producción, transmisión y difusión del conocimiento
y la transferencia de la tecnología tienen un coste nada
desdeñable. Últimamente resulta más fácil
hablar que actuar. Pero es que también es necesario diseñar,
mantener y desarrollar estructuras.
Por tanto, si resulta que nos quedan siete años, ¿por
qué no fomentamos de una vez por todas la movilidad de los
estudiantes, el intercambio del profesorado entre las universidades
europeas, la movilidad de los investigadores, la convalidación
de las titulaciones (garantizando potentes programas de estudios)
y eliminamos todas las trabas administrativas? Voy a expresarme
con toda claridad: los profesores deberían dominar, por lo
menos, tanto el inglés como otra de las principales lenguas
de Europa, como por ejemplo el alemán. Desde luego, también
los estudiantes. ¿Ya nos damos cuenta de cuál es nuestra
situación actual? ¿Cuándo empezarán
nuestros centros de pregrado a impartir materias en inglés?
¿Cuándo se impartirán programas de doctorado
en inglés?
Nadie negará que haya que mejorar la calidad. Pero, por
definición, está claro que no todas las universidades
pueden alcanzar la excelencia. Este nivel está reservado
a las que ya poseen una destacada calidad y siguen progresando.
Porque también en el aspecto de la calidad existen niveles
o jerarquías, como en todo. No hay más ciego que el
que no quiere ver. En el caso de Euskal Herria sería muy
conveniente hacer una honda reflexión sobre este tema y determinar
qué lugar corresponde a las universidades actuales y a las
nuevas que pudieran crearse.
Para terminar, repito que para que el Sistema Universitario Vasco
y el Espacio de Investigación Vasco se integren en el espacio
de enseñanza superior de Europa y en el Espacio de Investigación
Europeo es absolutamente necesario disponer de recursos económicos
suficientes y contar con condiciones políticas adecuadas.
Pero no nos engañemos, ellos solos no bastan.
Jesus M. Larrazabal Antia,
lógico
Fotografías: Página web de la Facultad de Ciencias de
la UPV (http://www.ehu.es)
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