¿Qué
mejor cuna para un sacerdote que Azpeitia, cerca del lugar de nacimiento
de San Ignacio, uno de los santos con mayor transcendencia histórica?
Allí nació un 1° de febrero de 1910 Iñaki
de Azpiazu. Y, como no podía ser menos, a los 11 años
ingresó al Colegio de los Padres Jesuitas, en Durango. Sin
embargo, cuando descubrió su vocación sacerdotal se
decidió por el clero diocesano; y, así, se formó
en los seminarios de Elexabeitia y Gasteiz, donde se ordenó
a los 23 años.
Una vocación frente a un continente desvariado Corría 1933. Iñaki era un sacerdote joven y alegre.
Una sonrisa caracterizaba su rostro de modo constante. En ese momento
seguramente no podía imaginar que poco tiempo después
su vida y su vocación cambiarían de manera abrupta,
frente a la desgracia de la injusticia, la persecución, la
cárcel, el destierro y las guerras. Además, como si
todo eso no fuera poco, el dolor grande del desamparo de parte de
los pastores de su Iglesia.
Sin embargo, quizá estos acontecimientos tortuosos provocaron
que se desplegara la multifacética personalidad de este hombre
de acción, expuesta en su vida pública y privada,
en su ejercicio sacerdotal y en su compromiso social, en su intensa
vida gastada hasta el último sorbo en pro de sus ideales.
Siguiendo la Doctrina Social de la Iglesia se inclinó por
un humanismo cristiano que dispuso su compromiso con lo social.
Con esa orientación estudió Ciencias Políticas
y Sociales en la Universidad de Lille, donde se graduó; y
a su regreso en 1934 a Euskadi comenzó a colaborar con Solidaridad
de Trabajadores Vascos en Salinas de Añana, Araba. Como muchos
sacerdotes vascos que habían leído a conciencia el
magisterio católico se comprometió de lleno con la
promoción del hombre en un marco de libertad. Ese fue su
"error" para un continente que entendió la consigna
después de varios millones de muertos.
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Iñaki
de Azpiazu |
A fuerza de convicción Iñaki de Azpiazu fue del grupo de los sacerdotes vascos
que no entendieron que su gran acierto era para el mundo su gran
equivocación. Convencidos de que trabajaban por el hombre
integral, como en la misma época planteaba Jaques Maritain,
siguieron su compromiso hasta el final.
Y el final llegó. En Azpeitia, donde Azpiazu estaba desde
1935. El 19 de septiembre de 1936 al mediodía el Comité
de Guerra Gubernamental publicó un bando en el que se anunciaba
la inminente entrada de las tropas sublevadas y se invitaba a la
evacuación a cuantos pudieran temer represalias. "Al
saberse tal noticia el pueblo tomó un aspecto desolador"
-señala Azpiazu en su relato titulado 'Siete meses y
siete días en la España de Franco'-. Cientos de
personas, en cuyos rostros se reflejaba el terror, recorrieron calles
y plazas, presas de terrible angustia".
Pero él se quedó, pues creía que nada debía
temer. Al día siguiente un amigo le hizo ver su error, tal
como él lo contó: "Esa misma mañana
(domingo 20 de septiembre), hacia las diez y media, hizo su entrada
en el pueblo el primer auto blindado de los rebeldes [...] Momentos
más tarde llegó el grueso del ejército [...]
Avanzaban triunfantes, precedidos de sus jefes de mirada altanera
y de sus capellanes, pistola al cinto [...] vi entre ellos a un
amigo mío, seminarista. Me acerqué a él y le
pregunté: -¿Qué tal son esta gente?. -¿Cómo?
-me respondió- ¿Pero tú te has quedado aquí?-.
-¿Y por qué no? ¿Es que un demócrata
cristiano que sigue las doctrinas sociales de la Iglesia no puede
vivir con estos?. -Ya lo verás, ya lo verás... La
retaguardia de estas gentes es un cementerio -me replicó.
Desde ese instante estábamos en la nueva era de la España
de Franco, Una, Grande y Libre".
Al día siguiente un sacerdote -uno de sus "más
queridos amigos, ferviente españolista, integrista de vieja
data"- le avisó que lo iban a detener pues figuraba
en una lista de sacerdotes guipuzcoanos como "detenido-fusilable".
El terror empezó a inundar su "incurable optimismo"
como él mismo señalaba. Sobre todo por las informaciones
de fusilamientos sin juicio que se repetían por doquier.
El 24 a las ocho de la noche dos requetés y un guardia civil
llegaron a su casa para detenerlo.
La odisea europea No había acusación formal. Se le reprochaba haber
trabajado a favor de Solidaridad de Trabajadores Vascos; y el alcalde
opinaba que hablaba demasiado de los obreros y en euskera, a pesar
de ser "un hombre excelente".
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Iñaki
de Azpiazu |
Dios no habrá querido que esa fuera su hora, pues se le
liberó condicionalmente y se le detuvo en su domicilio, con
el fin de desterrarlo posteriormente a Andalucía, algo que
no llegó a ocurrir.
A partir de entonces comenzó un periplo que lo llevaría
por todo Euskal Herria, evadiendo a sus perseguidores (con su característico
sentido del humor contaba su escape diciendo: "todavía
me están esperando los dos requetés en la puerta de
casa") y sin la asistencia de la jerarquía eclesiástica,
hasta que llegó el destierro en territorio bajo jurisdicción
francesa. Era el 26 de abril de 1937, el día que Gernika
era bombardeada.
Fuera del estado español su compromiso social no declinó.
Durante los años de la Segunda Guerra colaboró con
el Comité Católico de Ayuda a los Refugiados, asistió
espiritualmente a los milicianos concentrados en los "camps
d'accueil", a los niños exiliados; ayudó a muchas
víctimas de la Gestapo (entre ellas a Roger Sermont, un joven
violinista judío al que escondió durante un derrotero
por varias locaciones... Sermont llegó a integrar la Orquesta
Sinfónica de Boston y en un viaje a la Argentina se reencontró
con el hombre que le salvó la vida varias veces); y fue capellán
del Batallón Gernika, que peleó en la liberación
de Burdeos. Su actuación le valió que el gobierno
francés le otorgara La Gran Cruz de Guerra.
Cuando los aliados acercaron posiciones con Franco -con la decepción
a cuestas y luego de un año de oración en un monasterio-
tomó un barco hacia la Argentina "con el propósito
de prestar atención espiritual a la numerosa colonia vasca
de aquella nación", según sus palabras.
La mitad argentina El padre Azpiazu llegó a Buenos Aires el 14 de marzo
de 1947. En la Argentina vivió más de la mitad de
su vida. Allí realizó una labor si no del peligro
de la realizada en Europa, del mismo orden de importancia por su
consecuencias; y de un vigor enorme.
Fue destinado inicialmente a la parroquia del Sagrado Corazón
de Jesús, en Barracas -que había sido antiguamente
un barrio de inmigrantes vascos-; y desde esos primeros tiempos
empezó a ganarse el corazón y la simpatía de
todos, dentro y fuera de la Iglesia local y de la colectividad vasca.
Once años después de su llegada a la Argentina -el
8 de abril de1958- se realizó un "Acto Académico
en su homenaje con motivo de sus Bodas de Plata Sacerdotales"
en el Centro Vasco Francés. Las adhesiones recibidas fueron
una muestra del afecto conquistado: más de 300 entre instituciones
y personas.
Es que la figura de Azpiazu trascendió en Argentina tanto
a la colectividad vasca como a la propia Iglesia. Fue una personalidad
desbordante en múltiples facetas.
En el ámbito civil fue amigo de destacadísimos dirigentes
políticos, como Alfredo Palacios y Nicolás Repetto
(socialistas) o Crisólogo Larralde (radical), Además,
fue confesor y amigo personal del General Pedro Eugenio Aramburu,
líder de la revolución que derrocó a Juan Domingo
Perón.
Azpiazu había sido crítico del régimen peronista
-sobre todo a raíz del enfrentamiento con la Iglesia y la
quema de templos- y estuvo cerca de los sectores opositores.
En otra faceta particular de su actuación, la periodística,
actuó como corresponsal del diario porteño El Correo
de la Tarde en Israel, durante el juicio a Adolf Eichmann; y en
el Concilio Vaticano II.
En tanto, dentro de la colectividad vasca, fue el creador de la
misa mensual de los vascos, que se sigue celebrando hasta el día
de hoy; visitó casi todos las euskal etxeas de Argentina;
desarrolló una intensa actividad en las instituciones de
Buenos Aires; dirigió y colaboró con varias publicaciones
periódicas; y fue el sacerdote de la colectividad, querido
por todos.
En el ámbito eclesial fue colaborador del arzobispo de Buenos
Aires, asesor del Secretariado Económico y Social de la Acción
Católica Argentina, estuvo vinculado a los grupos que fundaron
el Partido Demócrata Cristiano, fue amigo personal de Mons.
Miguel De Andrea -gran figura del catolicismo social argentino-
fue censor de la Curia Eclesiástica y Asesor Nacional de
las Obras Especiales Vicentinas.
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Escritorio
que utilizara Iñaki de Azpiazu en la sede del Secretariado
de Ayuda Cristiana a las Cárceles. |
Una obra perdurable Sin embargo, la obra que tuvo mayor trascendencia y por la que
propios y extraños recuerdan con seguridad y respeto a Azpiazu
fue su apostolado en las cárceles.
En Argentina hizo carne una vocación que despertó
en una celda de Azpeitia. ¿Quién mejor para asistir
a los presos que un sacerdote que había sufrido la prisión?
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Frente
del Secretariado de Ayuda Cristiana a las Cárceles,
Combate de los Pozos 347, Buenos Aires. |
Todo comenzó con su designación como capellán
de una de las cárceles de Buenos Aires y siguió con
el nombramiento en el cargo de Capellán de Institutos Penales
de la Nación, cargo desde el que organizó la asistencia
espiritual en todo el país. Su experiencia en esa posición
lo llevó a la fundación de la Casa del Liberado -con
la intención de reinsertar a los ex convictos en la sociedad-
y del Secretariado
de Ayuda Cristiana a las Cárceles, que continúa
su accionar hasta la actualidad.
Azpiazu daba testimonio con su vida toda: iba personalmente a buscar
a los presos a las cárceles el día de su liberación
a la medianoche -la hora habitual de puesta en libertad- para acogerlos
en la Casa del Liberado y brindarle asistencia económica,
jurídica y de contención espiritual. Del mismo modo
fue un constante luchador en contra de la pena de muerte. Cuando
no pudo detener una ejecución acompañó a los
condenados hasta el lugar de ejecución.
La herencia de Azpiazu Sus ideas y convicciones quedaron en los testimonios personales
y en varios escritos: "Siete meses y siete días en la
España de Franco", "El caso de los católicos
vascos", "El caso del clero vasco", "Mensajes"
(recopilación de artículos periodísticos),
"Exámens de Conscience pour le futurs pretes",
"Ideario de conciencia vasco".
El padre Azpiazu pasó más de la mitad de su vida
en Argentina. Y se afincó. Intentó volver a Euskadi,
pero las circunstancias políticas en España, o sus
sentimientos, le impidieron en cada oportunidad alejarse de Buenos
Aires. Aunque, obviamente, mantenía un contacto permanente
con Euskal Herria y con los dirigentes en el exilio. Y estuvo allí
-por circunstancias del azar- en momentos particulares, como cuando
le tocó acompañar el cadáver del Lehendakari
Aguirre desde París hasta Donibane Lohitzun.
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Retoño
del Roble de Gernika en el patio del Secretariado de Ayuda
Cristiana a las Cárceles. |
Al "Aita Iñaki" -como se lo llamaba en Argentina-
le tocó una vida agitada y asumió lo que le tocó
en gracia, ordenándolo a las dos causas que quiso servir:
"el honor de Dios y la libertad del hombre", como
expresó al cumplir sus bodas de plata sacerdotales. Cinco
años antes de morir el diario La Prensa, de Buenos Aires,
le realizó una entrevista en la que sintetizó su vida
de compromiso: "Veo ya la otra orilla. Pero me siento feliz
de haber dedicado mi vida al sacerdocio y a los problemas sociales.
Me ayudó a dar un sentido humano y cristiano a mi existencia.
Me ha tocado vivir una vida dinámica; he pasado una guerra
civil, un exilio, una guerra mundial, siempre en plena agitación.
Y Aquí me ha tocado intervenir intensamente en la vida religiosa
e histórica del país, en contacto directo y personal
con las figuras más destacadas de la Iglesia argentina y
de la vida política y social".
Su muerte se produjo después de una relativamente rápida
enfermedad. Se fue el 29 de marzo de 1988.
Pero está en Buenos Aires, en las sonrisas que surgen en
los rostros cuando se pronuncia su nombre frente a quienes lo conocieron
personalmente. Está en el recuerdo de vascos y no vascos
que apreciaron en Azpiazu un pastor de almas y de cuerpos, que entregó
la mitad de su vida por los argentinos.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS:
. Anónimo, Acto académico
en homenaje al R.P.Iñaki de Azpiazu al cumplir
sus bodas de plata sacerdotales, Centro Vasco Francés,
Buenos Aires, 1958.
. Anónimo, "Iñaki
de Azpiazu. Su fallecimiento ", Boletín
del Instituto Americano de Estudios Vascos, N° 153
(abril/junio 1988), Instituto Americano de Estudios
Vascos, pág.91-93. (originalmente publicado en
La Prensa, 30-3-1988)
. Allica, Martín, "El
P.Iñaki de Azpiazu de frente y de perfil dos
veces argentino", Boletín del Instituto
Americano de Estudios Vascos, N° 154 (julio/septiembre
1988), Instituto Americano de Estudios Vascos, pág.140.
(originalmente publicado en La Nueva Provincia, 30-3-1988)
. Astigarraga, Andoni de, Abertzales
en la Argentina, Ediciones Alderdi, Bilbao, 1986.
. AAVV, Acto conmemorativo del
sacerdote vasco Iñaki de Azpiazu 1910-1988. Centro
Vasco Laurak Bat de Buenos Aires 8 de abril de 1988,
Separata, en Boletín del Instituto Americano
de Estudios Vascos, N° 157 (abril/junio de 1989).
. Azpiazu, Iñaki de,
Los vascos somos víctimas de un genocidio. Conferencia
pronunciada por el R.P.Iñaki de Azpiazu en el
salón de actos del centro vasco Laurak Bat, de
Buenos Aires, el día 6 de diciembre de 1958,
con motivo de la celebración del Día Universal
del Euskera, Ediciones Argi ta Garbi, 1958.
. Azpiazu, Iñaki de,
"Secretariado de Ayuda Cristiana a las Cárceles",
Revista Esquiú, sin fecha (circa 1978).
. Azpiazu, Iñaki de,
7 meses y 7 días en la España de Franco.
El caso de los católicos vascos, Ediciones Gudari,
Caracas, 1964. |
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Gonzalo J. Auza,
gonzalo@juandegaray.org.ar
http://www.juandegaray.org.ar/fvajg/docs/Gonzalo_J_Auza |