Andrés
de Urdaneta nació en Ordizia a finales de 1507 o principios de 1508,
contra lo que afirman sus biógrafos más antiguos, que lo hacen una
década más viejo. Pero él mismo dirime la cuestión en su carta al
rey de 28 de mayo de 1560: "y dado que según mi edad que pasa de
52 años".
Sus padres, Juan Ochoa de Urdaneta y Gracia de Cerain, pertenecían
a la burguesía goierritarra. El padre fue alcalde de Villafranca
en 1511, y la madre al parecer tendría relación familiar con el
sector de las ferrerías, a la luz de su parentesco, según Velasco,
con Legazpi, y el reconocimiento por Urdaneta de Andrés de Mirandaola
como sobrino suyo. Aunque la tradición ordiziarra ubica su cuna
en el caserío Oianguren, parece más lógico suponer que su casa natal
se hallaba en el casco de la villa; Isasti reseña, en 1625, la existencia
de una casa 'de Urdaneta'.
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Andrés de Urdaneta Cerain. Oleo conservado
en el Monasterio de El Escorial. |
Se desconoce lo referente a su educación, pero a la vista de los
resultados, ésta hubo de ser esmerada, especialmente en las ciencias
exactas. Cuando embarcó por primera vez con 17 años, era ya una
persona con una caligrafía cuidada y que redactaba con gran soltura.
Sus escritos evidencian grandes dotes de observación y una memoria
excepcional.
Urdaneta era profundamente bilingüe: escribía en castellano lo
que pensaba en euskara. Sus escritos, en un castellano trufado de
léxico de otros romances vecinos, resultan a veces difíciles de
entender sin recurrir al euskara, del cual traslada construcciones
sintácticas y locuciones.
Recibió su bautismo de mar en la expedición de Loaysa que Carlos
V envió a la Especiería (Molucas) en 1525, en la carrera que Castilla
y Portugal mantenían por el dominio de aquellas islas de enorme
valor económico. El responsable náutico de la expedición era el
circumnavegador Elcano, que mandaba la nao Sancti Spiritus, en la
que embarcó Urdaneta, en un cargo sin especificar pero de responsabilidad.
Aunque se ha conjeturado, dada su edad, que embarcó como grumete
o paje, las funciones que realizó nunca fueron tales: firmó como
testigo documentos trascendentales como el testamento de Elcano,
asumió pronto diversas responsabilidades y criticó, acertadamente,
varias veces en su diario a su jefe directo por su gestión náutica.
La expedición, compuesta de 7 naves, zarpó el 24 de julio de 1525
de La Coruña. Tras graves vicisitudes en el estrecho de Magallanes
y la pérdida de 6 naves por razones varias y de casi todos los dirigentes
por enfermedad, arribó a Mindanao con una sola nave el 6 de octubre
de 1526 bajo el mando de Carquizano, para posteriormente dirigirse
a Molucas.
Urdaneta permaneció 9 años en estas islas, demostrando sus dotes
de diplomático, estratega y observador. Allí adquirió, del fracaso
de los intentos de retornar a América por el Pacífico y de su trato
con navegantes asiáticos, conocimientos sobre el clima y la navegación
local que resultarán cruciales para el tornaviaje de 1565.
El 22 de abril de 1528, Carlos V vendió a Portugal sus pretendidos
derechos sobre las Molucas; al saberlo, varios años más tarde, los
pocos castellanos que allí quedaban negociaron con los portugueses
su retorno. Urdaneta partió de allí el 15 de febrero de 1535, arribando
a Lisboa el 26 de junio de 1536. A su llegada, los portugueses le
requisaron toda la documentación de que era portador, que incluía
los derroteros de los viajes de Loaysa y Saavedra, mapas y "otras
memorias y escripturas, lo cual tomo la dicha Guarda Mayor sin auto
de escribano, ni nada, sino así de hecho".
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Firma de Andrés de Urdaneta Cerain. |
Tras huir de Portugal por indicación del embajador español, el
26 de febrero de 1537 entregó en Valladolid un relato del viaje,
hecho de memoria, que refleja sus dotes de observación, el gran
conocimiento de las islas y su interés por los rendimientos de aquellas.
Por aquellas fechas le contactó Pedro de Alvarado, para que le
acompañase en una nueva expedición desde la Nueva España. Para ello
zarparon de Sevilla el 16 de octubre de 1538, pero a su llegada
a México quedó en suspenso por las malas relaciones de Alvarado
y el virrey Mendoza. La muerte de Alvarado dejó definitivamente
esta expedición en manos de Villalobos, que volvería a fracasar
en el intento de tornaviaje.
Urdaneta permaneció en México ocupándose de cometidos de responsabilidad,
como la investigación sobre la fracasada expedición de Cabrillo
a la costa californiana en 1542. Por estas fechas escribe un relato
sobre variados temas como la navegación por el Caribe, la formación
de los ciclones tropicales, la reproducción de las tortugas marinas
o la curación de las fiebres tropicales. En 1547 se le encomendó
la organización de una armada para pacificar el Perú, pero el éxito
de Lagasca hizo innecesaria la expedición.
El 20 de marzo de 1553, en México, Urdaneta ingresó en la orden
de los agustinos, muy implicados en la educación de las élites indígenas.
No hay muchos datos acerca su actividad religiosa pero sí sabemos
que perseveró en sus actividades náuticas, ya que participó en la
fracasada expedición de Tristán de Luna y Arellano a Pensacola en
1559, y mantuvo estrechas relaciones con su posterior conquistador,
Pedro Menéndez de Avilés.
El 24 de septiembre de 1559, Felipe II ordenó al virrey Luis de
Velasco el envío de una expedición a las Filipinas y disponía la
participación Urdaneta como máximo experto náutico de lo que ya
se proyectaba como una ruta estable. Existen controversias sobre
el destino final de esta expedición, pero la documentación existente
permite establecer que las pretendidas contradicciones se debían
muy posiblemente a una maniobra de enmascaramiento destinada a no
despertar las suspicacias portuguesas.
Felipe II sabía, puesto que fue informado de ello, que las Filipinas
caían en la demarcación portuguesa según el Tratado de Tordesillas,
pero también era sabedor de que en Filipinas no había portugueses.
Para consolidar el dominio de Filipinas y establecer un puente
comercial con China era imprescindible, sin embargo, hallar una
ruta de retorno a través de Pacífico hasta Nueva España. Cinco intentos
anteriores de tornaviaje habían fracasado y Urdaneta era el hombre
clave para resolver el desafío.
La expedición zarpa, al mando de Lepazpi, el 21 de noviembre de
1564 del puerto de La Navidad, en Nueva España. Siguiendo una de
las tres alternativas propuestas por Urdaneta, navegó por la ruta
más ecuatorial, bien conocida porque ya la habían usado para la
ida Saavedra y Villalobos.
Urdaneta dio pruebas sobradas de la precisión de sus cálculos y
su conocimiento del inmenso Pacífico. El 21 de enero de 1565 avisaba
de la proximidad de la isla de Guam, avistada al día siguiente;
los pilotos de la expedición creían estar ya en Filipinas, a donde
no llegarían hasta el 13 de febrero.
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Grabado en el que aparecen Legazpi, Urdaneta
y Martín de Rada sobre las islas Filipinas, según
la obra de Gaspar de San Agustín "Conquista de las
islas Filipinas", Madrid, 1698. |
A su llagada, exploraron diversas islas del archipiélago filipino
en busca de un asentamiento definitivo. El 15 de marzo de 1565,
mientras continuaban con sus exploraciones, fondearon en Bohol,
por la gran cantidad de madera existente en ella, para reparar la
nao San Pedro destinada a efectuar el tornaviaje.
Los informes favorables de la fragata enviada al efecto indujeron
a Legazpi a elegir Cebú como emplazamiento final de los expedicionarios
que permanecerían para iniciar la conquista. La flota se trasladó
allí el 27 de abril y Urdaneta fue el primero en ir a tierra para
negociar con los nativos por sus conocimientos lingüísticos (al
parecer, hablaba fluidamente el malayo, lengua de relación en buena
parte del Sudeste asiático, además de tener conocimientos de varias
lenguas locales más).
Establecido el asentamiento definitivo en Filipinas, sólo restaba
descubrir la ruta que permitiera la conexión estable con la Nueva
España.
EL TORNAVIAJE
El regreso de Filipinas a México en 1565 marcó un hito en la historia
de la navegación. Se trataba del viaje más largo, 7.644 millas,
navegando por una ruta desconocida, de los realizados hasta entonces.
Un viaje de tanta transcendencia se ejecutó bajo el mando de un
muchacho de 18 años, Felipe de Salcedo, nieto de Legazpi, y la dirección
técnica de un fraile de 57 años, Urdaneta. Sólo la confianza que
inspiraba éste puede explicar lo que, en cualquier otra circunstancia,
hubiera sido una temeridad suicida.
La nao San Pedro zarpó de Cebú el 1 de junio de 1565, aunque la
navegación transpacífica propiamente dicha comenzó el día 9 al salir
del estrecho de San Bernardino.
Impulsados por el monzón de verano, hasta el 4 de agosto navegaron
al nordeste buscando la corriente del Kuro-Shivo que los impulsaría
hasta Acapulco; ese día alcanzaron por primera vez los 39º de latitud
norte en una longitud de 170º oeste. Posteriormente, descendieron
a los 32º N, y volvieron a subir a los 39º 30' N el 4 de septiembre.
Ni estos dos 'picos' que prolongaban 'innecesariamente' la navegación
fueron casuales: Urdaneta intentaba verificar la longitud, coordenada
indomeñable por entonces pero imprescindible para cruzar el Pacífico
transversalmente.
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Monumento a Miguel López de Legazpi y
Andrés de Urdaneta Cerain en Manila (Filipinas). Fot.
I. Linazasoro. - 1981. |
Sus cálculos resultaron más que atinados ya que el piloto Espinosa,
al concretar la primera estimación de distancia al continente americano,
anota en su diario que Urdaneta calcula estar a 270 leguas del actual
Cabo Mendocino, una distancia que se verificará tras los posteriores
15 días de navegación. Navegando exclusivamente por estima, tras
7000 millas sería imposible lograr tal precisión.
El 18 de septiembre avistan la isla californiana de Santa Rosa
con lo que culminaban la primera travesía del Pacífico de oeste
a este. A partir de ese día, con una tripulación agotada pero no
sin verse apremiados por el hambre o la sed, descendieron a buena
velocidad costeando hasta el destino elegido por Urdaneta, Acapulco,
a donde arribaron el 8 de octubre.
No sólo se deshizo el extendido mito de su imposibilidad, sino
que fue un tornaviaje rápido y sin contratiempos, en el que nada
se improvisó. Los frutos directos de aquel viaje perduraron hasta
marzo de 1815 en que zarpó el último galeón de Manila; los indirectos,
se siguen materializando en una de las principales rutas marítimas
del mundo moderno.
José Ramón de Miguel Bosch,
patrón de la Marina Mercante
Fotografías: Enciclopedia Auñamendi |