La
igualdad de género se refiere a la ausencia de discriminación
basada en el sexo en la asignación de recursos, oportunidades
o beneficios y garantiza iguales derechos e igual acceso, disfrute
y control de todo tipo de recursos.
Entre estos recursos se encuentra la participación de las
mujeres en la toma de decisiones y en el poder en todos los ámbitos:
sociales, económicos, políticos, culturales,... y
en la esfera doméstica.

El patriarcado es la ideología que da cobertura a la dominación
masculina de propiedad y control en todos los niveles de la sociedad
y, que mantiene y opera el sistema de discriminación de género.
Este sistema de control se justifica en términos de ideología
patriarcal, un sistema de ideas que se basa en la creencia de la
superioridad masculina y, algunas veces, en el planteamiento de
que la división del trabajo por género se basa en
la biología o incluso en la tradición. A menudo, la
ideología patriarcal incluye la afirmación de que
las estructuras (incluido el gobierno patriarcal) no son discriminatorias
y que las cosas se deciden por el bien de toda la ciudadanía.
La división del trabajo por género ha supuesto la
asignación tradicional a las mujeres de la crianza de las
criaturas, el cuidado de las personas y las labores domésticas,
todo ello sin remuneración y sin reconocimiento social, así
como, el predominio de sentimientos afectivos sobre la racionalidad.
Estos son entre otros los factores que frenan el acceso de las mujeres
a puestos de responsabilidad y de poder.
El
mundo de lo público está organizado según el
"universo masculino" (horarios, tiempos, no corresponsabilidad
familiar, falta de servicios sociocomunitarios,...) es decir, al
margen de la esfera privada y por tanto, de las mujeres. Asimismo,
el poder ha estado ligado al dinero y a la masculinidad, lo que
también explica la escasa presencia de mujeres en estas esferas.
"Las mujeres reconocemos que nuestra condición jurídica
y social ha mejorado en algunos temas importantes en la última
década pero dicho progreso ha sido desigual: las desigualdades
entre los hombres y las mujeres han persistido y los principales
obstáculos permanecen, trayendo consigo graves consecuencias
para el bienestar de todas las personas". (Declaración
de la IV Conferencia Mundial sobre las Mujeres de Naciones Unidas,
Beijing, 1995, párrafo 5).
Citemos algunas cifras: La presencia de las mujeres en el 2001
en "altos cargos" (Direcciones, Viceconsejerías,
Secretarías generales y Consejerías) del Gobierno
Vasco supone el 26,8% frente al 70,7% de los hombres. En 1999 las
diputaciones forales tenían una representación femenina
de altos cargos de un 16,1% frente a un 83,9% de hombres. En el
Parlamento Vasco las diputadas han evolucionado hasta un porcentaje
del 34,7% en el 2001, y en las Juntas Generales el dato es de 26,5%
de presencia de junteras en el 1999. (Algunos datos no suman 100%
porque hay cargos sin nombrar. www.emakunde.es).
Progresivamente
las mujeres han ido entrando en los ámbitos reservados a
lo masculino, aunque con serias resistencias para conseguir la democracia
paritaria y para acceder a la cumbre donde se concentra el poder
verdadero. Cuanto más poder y mayor prestigio, menor presencia
de mujeres, es decir, mayor es la discriminación.
Las mujeres suponemos el 50% de la población y su participación
equitativa es un imperativo democrático, así como
el cumplimiento escrupuloso de los derechos humanos de las mujeres.
Es decir, la democracia no va si las mujeres no están.
La ideología feminista tiene como objetivo la abolición
del patriarcado y por tanto la consecución de la igualdad
de género real y efectiva. En su evolución desde sus
raíces en el siglo XVIII, ha ido desarrollando conceptos
y estrategias para llevar adelante las propuestas. El acceso de
las mujeres a la toma de decisiones y al poder constituye una reivindicación
del feminismo y es entendida como una estrategia cualitativa.
El concepto y la estrategia de empoderamiento es un proceso individual
y colectivo, lleva la palabra poder incluida en él y tuvo
su máxima visibilidad en Beijing. Hace referencia a la superación
de la discriminación, así como a la posibilidad que
las mujeres tomen mayor control sobre sus vidas y puedan decidir
para mejorar su propio bienestar y el de toda la sociedad.
El poder, de esta manera, se concibe como un recurso ineludible
para la consecución de la plena igualdad. Se entiende el
poder para hacer, el poder para decidir, con otras y otros; no poder
sobre los otros y las otras.
Asimismo,
las evaluaciones que realizan las distintas instituciones sobre
las políticas de igualdad confirman que a pesar de los avances
conseguidos, el proceso de igualdad de género va demasiado
lento y las mujeres siguen pendientes de alcanzar la plena ciudadanía.
En este sentido, la participación en la toma de decisiones
y en el poder se configuran como verdaderas herramientas cualitativas
para la consecución de la igualdad real. De ahí su
aparición como objetivos en los últimos Planes de
Igualdad gubernamentales.
Las mujeres venimos hace tiempo reclamando la necesidad de establecer
un nuevo pacto social basado en la democracia paritaria donde mujeres
y hombres compartamos las responsabilidades familiares, el ámbito
del trabajo remunerado y el ámbito del poder.
Los roles tradicionales - fundamentalmente la posibilidad de la
maternidad -, impiden a las mujeres desarrollarse profesionalmente
y aspirar a cargos de responsabilidad en la toma de decisiones y
de poder.
La asignación tradicional a las mujeres de la crianza de
las criaturas, el cuidado de las personas y las labores domésticas;
el predominio de sentimientos afectivos sobre la racionalidad, los
estereotipos sobre el ejercicio del poder; entre otros son factores
que frenan el acceso de las mujeres a asumir cargos con mayores
responsabilidades y jerarquía en el desarrollo de sus carreras
profesionales.
El mundo está organizado según el "universo
masculino" (horarios laborales, la no implicación de
los hombres en sus responsabilidades domésticas y de cuidado,
la falta de servicios socio comunitarios, es decir, la no conciliación
entre la vida familiar y laboral) y no es compatible para las mujeres
por sus roles de esposa y madre. Las mujeres profesionales asumen
generalmente los estereotipos femeninos sobre el ejercicio del poder,
deciden no interesarse por el poder y dejan de pelear por asumir
cargos con mayores responsabilidades. El poder ha estado ligado
de manera ancestral al dinero y a la masculinidad.
Todo lo anterior puede explicar en parte, la escasez de mujeres
en cargos de importancia en prácticamente todo el planeta,
aunque en algunos casos hay una tendencia a ir constatando una creciente
presencia de las mujeres en estos ámbitos. Aunque también
habría que admitir que el proceso va demasiado lento.
Garbiñe Mendizabal
Furundarena, Asesora y formadora en Políticas de género
Fotografías: Están publicadas en la
revista EMAKUNDE Nº35 y 32 |