Músico, maestro, creador, gestor... por su trayectoria
pudiera parecer mayor y al comentárselo recuerda como el
cantante Iñaki Izmendi le decía lo mismo. Este ecléctico
músico nacido en 1967 en Hernani comienza primero curiosamente
con el txistu para arribar a finales de los 80 a la elite de la
acordeón. Desde entonces, y ya siempre con la triki al hombro,
aunque juguetee dignísimamente con los teclados, coincidirá
con grandes compañeros de viaje hasta recalar en Alboka.
En la actualidad con Alan Griffin, el mejor albokari irlandés,
y Juan Arriola, excelso violinista, pasea la cultura vasca por todo
el mundo, sin dejar de lado su ya larga y estrecha colaboración
con el maestro Juan Mari Beltrán, sus proyectos individuales
y las colaboraciones más variopintas. Empeñado en
ser artista integral crea y dirige además el sello Aztarna
impulsando obras ya incunables de la música euskaldun y promete
en un futuro cercano editar antiguos archivos sonoros de la tradición
musical vasca. Incansable y multidisciplinar, este profesor de la
Hernaniko Musika Eskola sigue experimentando, buscando e innovando.
Joxan Goikoetxea es sin duda uno de los pilares básicos en
los que debemos apoyarnos para salir de la encrucijada cultural
vasca..
- Joxan, ¿qué
ha sido lo más difícil hasta llegar aquí?
El hecho de plantearme continuamente si se puede vivir de la música,
a menudo se piensa eso. Leía hace poco una entrevista con
el organizador de los cursos del Seminario del Jazz de Zarautz;
llegaba a una conclusión: que la música no da para
vivir y lo mejor es disfrutar haciendo y escuchando música.
Ese consuelo nos debe quedar. Pensar sólo en las horas que
trabajo como empresario, el tiempo que se invierte, en cualquier
otro ambiente te daría algo.
-
¿Pero imagino que cuando empezó no se imaginaba creando
un sello discográfico como Aztarna?
No. Somos unos insensatos. Somos de esta gente un poco cabezona,
que sigue y que sigue, un poco ciega como es mi caso, cegados con
la música, que no nos deja ver la realidad. Puede ser que
también la música tenga ese efecto hipnótico.
Lo duro es plantearse vivir en esta inestabilidad, y hablo desde
la postura de un funcionario, como profesor en un conservatorio
de música, tengo ese soporte que otros muchos músicos
han tenido que buscar para poder dedicarse a la música, que
si no... Es lo que tiene esta actividad.
- Empezó
con 20 años, ¿en estos últimos quince que ha
sido lo más gratificante?
¿Lo más gratificante...? No hay que olvidar que soy
acordeonista, no sé si por encima de todo, pero sí
en primer lugar, aunque me dedique cada vez más al terreno
de la producción, de los arreglos, de la composición
... Lo mejor ha sido poder entrar con el acordeón a ciertos
ambientes, conocer a cierta gente y encontrar la reacción
de la gente, para empezar el asombro, la sorpresa de que no esperaban
algo de un instrumento y de un músico que tocaba ese instrumento.
Me quedo con esa capacidad de sorprender, porque estamos en un punto
en que en los discursos creativos, por lo menos en la música,
lo más difícil es sorprender, tanto como creador e
incluso como. Hemos llegado a una pereza tal que vamos convencidos
de que no nos van a sorprender. Esa capacidad de sorprender es la
que todavía me mantiene. Por ejemplo, el haber tocado este
verano con Noa en el Kursaal es una especie de vacuna que te consigue
animar. Estás vivo y todavía la gente agradece que
toques y que hagas cosas, aunque sean pequeñas. La música
en directo es como la cuerda floja, una de las cosas que te ayudan
a mantenerte ahí, porque a la música en estudio le
vas cogiendo más el truco y tiendes a no complicarte la vida.
-
¿Qué canción fue la que interpretó con
Noa y qué le dijo Gil Dor, que es el más exigente?
La vida es bella, con Gil Dor a la guitarra y ¡yo que
salí al escenario sin ensayar y sin probar! Por su parte
fue un riesgo, pero así y todo tocamos otro tema del disco,
que también lleva acordeón, y nos quedamos todos muy
a gusto. Por cierto, a Gil le pareció increíble el
sonido del acordeón y así nos lo hizo saber, fue muy
expresivo. Es un placer enfrentarte a estos retos. Por otra parte,
cada vez nos damos cuenta de que cuanto más sabes más
te das cuenta de lo que ignoras. Así, cuando llegas a públicos
más vírgenes, es más fácil sorprender.
Fácilmente un txistulari nos puede sorprender, pero los terrenos
de fuera de Euskadi sí son más fáciles de abonar.
Sin ir más lejos, la txalaparta es un fenómeno increíble
fuera, la gente se vuelve loca, por toque y sonido hay algo de magia
ahí. .
- ¿Cuál
ha sido, en su opinión, el momento más importante
o definitorio de nuestra cultura en los últimos años?
Yo percibo un receso más que una evolución, un receso
a todas luces preocupante, un falta de contenido cada vez más
claro en la música que se hace aquí en Euskadi y en
general. La música se percibe como ocio y no como cultura.
Por ejemplo, en Internet, en sus clasificaciones estandarizadas,
en todos los portales la música es ocio y no cultura. La
música siempre ha sido ocio y ha tenido un complemento cercano
a lo social, pero también a lo cultural. Es superficialidad,
falta de contenido (que en euskera diríamos arinkeria)
en general. Estoy en una fase crítica con eso, lo digo porque
creo que hay agentes sociales y culturales en este país que
tienen responsabilidad en todo ello. En un supuesto proceso de normalización
en este país, la música se debería estar normalizando,
pero hay una falta de criterio total, una especie de sálvese
quien pueda con la música. Desde el Departamento de Cultura
deberían plantearse qué hacer con la música
de este país. La música ha llegado a un punto de falta
de contenidos que no se sabe por donde coger. ¡Es que lo más
vasco ahora son las trikitrixas tocando rancheras! Hace poco, en
una reunión de reguladoras sobre posibles proyectos para
promocionar Euskadi en el extranjero, había quien decía
que lo más promocionable en el extranjero era Gozategi tocando
el Poronponpero y las rancheras. También pecamos de
pensar que nuestro hecho es mucho más diferenciador de lo
que es en realidad y de no conocer mucho de lo que hay. Es un proceso
de falta de criterios y contenidos, una encrucijada y evidentemente
este no es el momento más brillante.
-
Parece crítico con el panorama actual, ¿cree que hay
una definición clara de lo que es música vasca?
Es difícil definir qué es música vasca, este
es quizá el corazón del problema. ¿Quién
define o decide qué es música vasca o no?. Joseba
Tapia decía: "la música vasca, ¿tiene
que oler a ximaurra para que sea vasca?". De todos modos
sí han habido momentos buenos, el rock en los ochenta, por
ejemplo. ¿Pero a qué nivel? A un nivel comercial,
a un nivel creativo... La música ha servido como una de las
vías para expresar otras necesidades, por ejemplo de tipo
ideológico, que tenía este pueblo. Hoy en día
ha dejado de cumplir esas necesidades para convertirse en ocio y
puramente ocio. Esto es lo que tenemos porque eso es lo que queremos,
queremos que la música cumpla ese único cometido.
Otros fenómenos están siendo regulados de otra manera,
el teatro mismo, se ha profesionalizado mucho y se han llegado a
crear grupos estables que hacen obras de una calidad más
que aceptable. En literatura, bertsolarismo, arquitectura, pintura,
ballet se ha creado una superestructura... Con la música
no ocurre eso porque no hay nada estable. ¿Cuántos
grupos viven de tocar? Kepa Junkera, Oskorri, Alboka y pocos más.
No hemos conseguido regular y normalizar esta actividad y conseguir
que haya un circuito estable. En la música hasta los nombres
sagrados suenan a dinosaurios. Si nuestra música, la que
más claramente es vasca, nos resulta un coñazo
es que estamos... en una encrucijada. La música está
en una encrucijada.
- ¿Quién
ha sido, a su juicio, el personaje más emblemático?
Por mi manera de ser y además, como ahora gestiono un sello,
me ha tocado estar en contacto con diversos sectores. Estoy abierto
a todo lo que se hace. He tenido diversos ídolos dependiendo
del momento. Me quedo con la pena de no haber hecho algo con Xabier
Lete, que probablemente no haya sido el músico más
brillante de este país, pero sin embargo para mí es
un ejemplo de artista integral, una especie de Da Vinci o Miguel
Ángel a la vasca, una persona con visión integral,
con una capacidad cultural tremenda que, desde la poesía
y la música, es capaz de trasmitir algo profundo y a la vez
tan personal. Me gustaría poder ver más de su trabajo
y a ser posible colaborar con él. Echo de menos gente de
la capacidad de un Lete, algo que en la música de hoy no
hay. En este país hay músicos buenos, mejores que
antes, pero hay una falta de visión global. También
voy a destacar un autor de la música clásica, Guridi,
por un claro motivo, porque creo que se ha perdido esa inusitada
capacidad de trabajo, como la capacidad ilimitada de Bach. Guridi
o el Padre Donostia releyeron la música tradicional y fueron
un puente de conocimiento.
-
¿Hasta que punto es necesaria la labor didáctica?
Soy una persona que observo mucho todo lo que ocurre alrededor de
la música y por eso precisamente, muchas veces sufro. Hay
músicos que hacen su música y son felices, sin ver
si los gestores de la música, de la cultura y los medios
hacen lo que tienen que hacer por la música. Pero es importante
que todo funcione porque es una máquina. La cultura musical
hay que planteársela desde el punto de partida de educar
culturalmente y musicalmente a todos, unos para que puedan crear
y otros para que puedan degustar, escuchar, entender. Un concierto
pedagógico es eso, ayudar a alguien a entender. Tendemos
a la reacción espontánea con la música, aplausos
y tal. Pero hay otra carencia: No hay pedagogos, músicos
preparados para enseñar bien, y por otra parte, la gente
no tiene una educación o culturilla mínima
para descifrar o saber escuchar. Y eso aquí, que nos las
damos de un país eminentemente musical pues, a nivel de estado,
no es de los públicos ni más cálidos, ni entendido.
La reacción aquí es muy curiosa incluso con nuestra
música. Puedes estar tocando una danza de un pueblo de aquí,
cercano, y la gente no sabe ni por donde pillarla. Esa falta de
contenido y esa encrucijada también viene porque el oyente
está en un punto de vacío, yo soy muy pesimista. Los
culpables no son sólo los políticos, las grandes casas
de discos, los grandes programadores; la otra gran parte de culpa
la tienen los músicos. Hace unos meses se ha disuelto la
única asociación de músicos que había
en Euskadi, de la que Iñaki Salvador era presidente, se ha
muerto por inanición, no éramos capaces ni de decidir
nuestro ámbito.
- ¿De no
tener facultades para este arte por cual hubiese optado?
¡Ah!, ¿las tengo? (risas), lo dudo a veces ¿eh?.
Yo creo que cada vez más, a veces, pierdo el instinto de
creador y paso más horas preocupándome de la gestión.
Esto también es fruto de la experiencia acumulada, mi sensibilidad
me lleva a eso y me cuesta entender la música como algo puramente
creativo, abstraerme totalmente y centrarme en la creación.
Me veo más como gestor y estoy ahora más sensibilizado
en crear vías para que la gente pueda... Ya no existen los
mecenas como antes.

- ¿Qué
ha aportado la apertura de fronteras, Internet, la facilidad para
viajar?
Información. Yo creo que al final amontonar información
es básico, amontonar y seleccionar, porque por desgracia
no tenemos tiempo, es la cultura de la información a todos
los niveles. Información como conocimiento y la necesidad
de seleccionar y filtrar porque sino no tenemos megabytes
que lo lean.
-
Del resto de artes, ¿a quiénes destacaría?
Por ejemplo, me gustaría conocer a Oteiza, que ha pensado
en clave de creación hasta cuando hacía el análisis
más banal. Por otra parte, leo muy poco por no decir casi
nada, colecciono libros empezados y nunca acabados. La última
vez he estado leyendo "Memorias de un bufón" de
Albert Boadella y me he estado divirtiendo un montón, pero
no lo he podido acabar. De cine últimamente muy poco y eso
que lo sigo mucho. Informado estoy de lo que hay, pero luego no
hago el ejercicio de degustar y es un problema para mí cada
vez mayor..
- ¿El artista
está en la obligación de innovar o en la de estudiar
lo anteriormente hecho?
Yo creo que la innovación en sí no es un objetivo.
La innovación o romper en sí no me parece interesante,
para eso te metes punky y no músico. ¿Por qué
hay que romper con el pasado? Se puede evolucionar, me gusta más
la palabra evolución o involución, si alguien considera
que en vez de para adelante se va para atrás. También
la recreación o relectura. Escuchar a los predecesores es
una necesidad porque es una de las escuelas importantes y más
en el campo de la música tradicional. Necesitamos referencias
igual que información y conocimiento. Me gustan las relecturas
sucesivas y creo que no estamos acostumbrados a hacerlas. Carencias
que sumadas y sumadas me hace pensar que en el terreno musical este
país es mucho más ignorante e intolerante de lo que
pensamos.
- ¿Ninguna
obra está completa sin la visión o percepción
de un receptor anónimo que la reinterprete o de su valoración?
No crea, he conocido gente que ha grabado música sólo
para uno mismo. No es mi caso, no entiendo la música sin
un receptor externo.
- ¿Qué
valor le da al euskera en relación al arte, a la posibilidad
de expresarse en una lengua única y propia?
El único problema me parecería la posibilidad de no
poder hacerlo. Es un idioma con muchas posibilidades aún
sin explorar a muchos niveles. Primero, por tener menos tradición
de lengua escrita y música grabada. Todavía se puede
explorar más la lengua, la literatura y la música.
Tenemos necesidad de tener mejores y más músicos y
escritores, hay pocos verdaderamente buenos, necesitamos más
nombres propios. Giramos siempre en torno a tres nombres, necesitamos
más referencias.
-
¿Qué le ha aportado tanto la cultura vasca, su influencia,
como el mestizaje?
Creo que como en otras culturas en ésta también hay
una obsesión por buscar elementos diferenciadores; y el hecho
diferenciador cuanto más se busca menos se encuentra... como
considerar la alboka un instrumento autóctono vasco, que
no lo es, como tampoco lo es el txistu. Pero más que hechos
diferenciadores, hay elementos locales y cuando los encuentras,
es como encontrar pequeños tesoros. El ahondar tiene ese
premio y con el tiempo vas entendiendo, no sé si es sabiduría
o lucidez. Y el mestizaje, que tan de moda está, es como
lo de la ruptura, que no debería ser un objetivo en sí.
Hay gente que lo busca, a veces con un fin comercial, porque se
vende y son intentos nefastos. Hay que hacerlos porque emocione
o haya un motivo coherente. Además, la globalización
acaba poniendo a un mismo nivel muchas cosas. Es un escaparate al
que no hubieras podido subirte, por eso globalización sí...
siempre que no devore.
- Hábleme de su obra
cumbre y de cual sería su concierto idílico o soñado?
La obra cumbre nunca llega porque lo mejor siempre está por
llegar. Y no sé qué no le faltaría porque he
intentado no repetir dos veces el mismo esquema. No me gustan los
músicos que repiten en tres discos la misma plantilla. Yo
cuando piso un terreno ya lo he pisado y si vuelvo es para mejorar
aquello. Y el concierto espero que sea la segunda oportunidad que
algún día me dé Xabier Lete. Los que comparto
con Suso Saiz son muy graciosos, sobre todo por una cuestión,
porque él aún tiene el vértigo de los conciertos
y los considera una experiencia en la que no está todo controlado
y siempre espera que en el escenario ocurra algo. Si lo que acontece
es malo es porque somos humanos. Para mí Suso ha sido una
escuela y un maestro. De hecho mi última rareza conjunta
ha sido "Elektropsychodelic film music remix in living stereo",
un montaje con música de películas.
- Pida un deseo
cultural.
Que de la encrucijada, el proceso de normalización lingüística
y cultural avance y tengamos la sensación de que se hacen
cosas. Soy pesimista, muy-muy pesimista.
Joxan
Goikoetxea, (Hernani, 1967)
Artista multidisciplinar, maestro enraizado,
mantiene a sus 35 años la hiperactividad
propia de un músico incipiente. En poco
más de una década pasa de alumno
del Conservatorio Superior de Donostia a profesor
de la Hernaniko Musika Eskola. Del txistu a la
acordeón y sintetizadores. Su faceta didáctica
y estudiosa le lleva a colaborar con el también
maestro Juan Mari Beltrán con el que firmará
dos excelentes trabajos dentro del marco del folk
más tradicional: Egurraren orpotik dator...(1993)
y Beti Ttun-Ttun (1998). Su inquietud y experimentación
se refleja en la colaboración con Suso
Sáiz (guitarrista y productor) publicando
Quartet (1997) y el inminente Elektro Psychodelic
Film Music Remix, pero será con Alboka
donde recibirá el espaldarazo definitivo
de crítica y público exportando
los sones euskaldunes por medio mundo. Con sus
compañeros de viaje Juan Arriola y Alan
Griffith edita Alboka (1994), Bi Beso Lur (1998)
y Lorius (2000). Idílico gestor, se embarca
en Aztarna, sello discográfico de creación
propia que edita trabajos en Cd-rom de artistas
vascos. La música tradicional, nunca anquilosada
gracias a la labor de este joven pero maduro talento.
Más información y biodiscografía
detallada en www.joxan.com
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Fotografías: Fernando
Lorenzo
-
Euskonews & Media 206. zbk (2003 / 04 / 04-11) |