E
n las ciudades del Antiguo Régimen, y entre ellas Vitoria,
las tabernas, la Casa de Conversación, las casas de juego
y las mistelerías eran espacios de sociabilidad, donde se
daba rienda suelta a los rituales del ocio, asociados a la charla,
la bebida y el juego, tanto de los artesanos como de sus mujeres.
A través de la bebida se expresaba la solidaridad y cohesión
del grupo artesanal, principalmente de los oficiales (1).
La taberna era uno de los espacios principales de sociabilidad
del artesano, un espacio de convivialidad diaria, donde nacen las
formas de la sociabilidad ordinaria y la de la transgresión
(2). Los oficiales rechazaban
la rígida disciplina laboral que se les pretendía
imponer por parte de los maestros y del Consistorio y trataban de
combinar su trabajo con la satisfacción de sus necesidades
de ocio y de sociabilidad colectiva. Desde el poder gremial y municipal
se reprimieron estos comportamientos y se desarrolló una
cierta política de disciplina y control (3).
Durante el siglo XVIII Vitoria contaba con doce tabernas "oficiales",
es decir, dependientes del Ayuntamiento, y un número indeterminado
de casas en las que se vendía esta bebida sin licencia, que
en el año 1771 alcanzaban el número de veintitrés.
Las autoridades municipales perseguían a los establecimientos
clandestinos donde se dispensaba vino, por el peligro que suponía
para muchos oficiales: "Dando ocasión con la cautelosa
receptación en sus casas a que muchos que por rubor u otra
consideración se retraen de ir a las nuestras como tabernas
públicas a beber el vino se meten en las suyas con lo que
está expuesta la juventud a viciarse y muchos oficiales a
cometer excesos en el uso del vino" (4).
La práctica cotidiana de los oficiales expresaba un antagonismo
entre dos formas de cultura, una popular de los artesanos y otra
de las élites. Esta forma de sociabilidad artesana suponía
un desafío a las decisiones de las autoridades municipales
(5). Parece ser que
este particular preocupó mucho a las élites en general,
quienes trataron de controlar y dirigir las actividades de los oficiales
y encauzar sus diversiones habilitando juegos de bolos o de pelota
o corridas de novillos, como en Vitoria. En 1790 en relación
a la prohibición de correr novillos, se dice que si se quita
esta sana y honesta diversión "sin ella se nota que
regularmente se distrae mucha gente oficiala de los parajes públicos
y se encierran en las tabernas por toda la tarde y parte de la noche
gastando en ellas lo que no tienen y después causando turbaciones
en sus familias y el público" (6).
El vino formaba parte no solo de la sociabilidad artesana, sino
incluso de la cultura del trabajo. En ocasiones, a la hora de gratificar
a los oficiales por un buen trabajo, se les entregaba algo de dinero
para beber, o se les invitaba a ello. En casa del médico
D. Pablo de Betolaza se encontraban, en 1735, una serie de maestros
y oficiales trabajando en unas obras de ampliación y mejora
de su bodega. Éste, contento con su trabajo, entregó
a dos oficiales canteros en dos o tres ocasiones un real para beber
(7).
La sociabilidad de la taberna y de la bebida era compartida también
por los aprendices. Algunos incluso desatendían sus obligaciones
por acudir junto con algún amigo a beber unos vasos de vino.
Esta era una salida ante la situación de dominación
y los abusos que sufrían los aprendices por parte de los
maestros. En el año 1610 tenemos la noticia de como el aprendiz
de librero, Pedro de Arratia, se entregaba al hábito de salir
todas las mañanas de la casa de su amo a beber "un
cuartillo de vino blanco con moscatel, con el aprendiz de Diego
de Gamarra" (8).
La costumbre de los aprendices de beber les ocasionaban multitud
de problemas en las casas en las que vivían, tanto con sus
maestros como con el resto de la familia. En 1746, el aprendiz Andrés
de Arandia, mientras estuvo en casa del maestro confitero Joseph
de Zabala, tuvo contínuos enfrentamientos con éste
por causa de su afición desmedida al vino. Andrés
en varias ocasiones llegó a la casa del maestro "cargado
de vino", llegando a vomitarlo en la misma tienda. Incluso
acompañaba borracho a su amo a la Casa de Conversación
de la ciudad, donde faltó al respeto a la esposa del dueño
y a sus criadas y tuvo pendencias con otros aprendices (9).
Como acabamos de ver, la bebida servía de agregación
social para los artesanos y de evasión del trabajo diario
y de las malas condiciones de vida.
(1)
NIETO SÁNCHEZ, J.A., y LÓPEZ BARAHONA, V., "Zapatero
a tus zapatos". El radicalismo de los zapateros madrileños
en la Edad Moderna", en CASTILLO, S. y FERNÁNDEZ, R.
(Coor.), Campesinos, artesanos, trabajadores, Lleida, 2001,
p. 353.
(2) ROCHE, D., Le
peuple de Paris, Paris, 1981, p. 256.
(3) ARBAIZA VILALLONGA,
M., Familia, trabajo y reproducción social. Una perspectiva
microhistórica de la sociedad vizcaína a finales del
Antiguo Régimen, Bilbao, 1996, p. 114.
(4) A(rchivo).M(unicipal).V(itoria).
Actas Municipales, 17 de enero de 1770.
(5) MARTÍNEZ
RUEDA, F., "Mercado, trabajo y conflicto en una comunidad urbana:
Otxandio, siglos XVII y XVIII", en Cuadernos de Sección.
Historia-Geografía, 18 (1991), p. 71.
(6) A.M.V. Actas Municipales,
año 1790.
(7) A(rchivo).R(eal).Ch(ancillería).V(alladolid).
Pleitos Civiles. Pleitos Olvidados. Escribanía Zarandona
y Wals. C. 2.509/1. L. 949 (1735-1739).
(8) A.R.Ch.V. Pleitos
Civiles. Escribanía Zarandona y Wals. Pleitos fenecidos.
C. 1.941/3 - L. 382 (1610-1616).
(9) A.R.Ch.V. Pleitos Civiles. Pleitos Olvidados. Escribanía Masas. C. 307/2 - L. 775 (1746-1747).
Paloma Manzanos Arreal,
Universidad del País Vasco |