Antecedentes históricos
Las enfermedades de transmisión sexual, en especial la sífilis,
han sido un azote constante para las poblaciones europeas desde
el descubrimiento de América hasta el de la penicilina; y
todavía continúan representando un importante problema
de salud para la humanidad. Nuestra cultura ha venido asociando
desde antiguo estas enfermedades con la relajación de las
costumbres, por lo que hablar de enfermedades venéreas era
en el pasado casi lo mismo que hacerlo acerca de la prostitución.
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Castigo de prostitutas, devoradas por sapos y
serpientes (izda.) y de deshonestos (dcha.). Detalles de las
arquivoltas de la portada románica del Juicio de la catedral
de Tudela. Hacia 1200 |
Las políticas adoptadas ante ésta por las distintas
ciudades y reinos europeos a los largo de los siglos XVIII y XIX,
fueron bastante homogéneas y evolucionaron desde una postura
inicial de prohibición hasta el establecimiento de una regulación
encaminada a prevenir el contagio.
Analizaremos aquí cómo se desarrolló en Bilbao
la etapa represiva.
Construcción de la casa galera
Precedentes
Ya en el año 1502 encontramos la primera referencia, a raíz
de un escándalo en Bilbao por los contactos de las prostitutas
con los vecinos; en los años posteriores siguieron apareciendo
normas restrictivas, como la del Regimiento General de Vizcaya de
enero de 1621, a nivel de los territorios de la corona española,
Felipe IV dictó una pragmática del 10 de febrero de
1623 que prohibía las casas de mancebía y acababa
con una etapa anterior más tolerante.
Por otra parte, el hospital de Achuri negaba desde el año
1661 el ingreso a los enfermos de gálico (sífilis),
por lo que las personas afectadas por este mal quedaban sin ningún
control.
Preocupado por este problema, el Ayuntamiento bilbaíno,
en sesión del 23 de septiembre de 1774, resolvió construir
una cárcel galera para internar a las prostitutas afectas
de enfermedades venéreas que creaban problemas en la cárcel
común o se fugaban de otras reclusiones.
La primera casa galera de Bilbao
Pero hubo que esperar 10 años para que esta decisión
se materializara, cuando el alcalde, Josef Rafael Victoria, presentó
un informe diciendo que en Bilbao había muchas prostitutas
que corrompían la moral y la salud de la juventud; que no
había cárcel galera y que cuando se las detenía,
las debían llevar a la cárcel ordinaria, de donde
eran pronto soltadas porque no había espacio y que las que
eran enviadas a sus lugares de origen regresaban enseguida. Añadía,
por último, que las prostitutas bilbaínas que eran
encerradas en casas galera de otras ciudades causaban gastos elevados
al Ayuntamiento, que debía de correr con los costos; además
solían escaparse y volvían pronto a la Villa. Proponía
como remedio la construcción de una casa galera y su financiación
mediante los ingresos generados por una plaza de toros cerrada cuya
construcción incluía en su propuesta.
A este escrito del alcalde, respondió el corregidor, Josef
Colon de Larreategui aprobando la idea por las ventajas que tendría
para el Señorío la nueva cárcel galera, ya
que la cárcel ordinaria era estrecha y poco ventilada, estaba
llena y causaba graves daños a la salud de los encarcelados.
Sólo tenía una sala para hombres y otra para mujeres
en la que debían estar día y noche, comer y cumplir
con todas las necesidades de la naturaleza. Además debía
de recibir los presos del Señorío que no tenía
cárcel en aquel momento. Respecto a la ubicación,
Colon de Larreategui autorizaba la utilización del almacén
de pólvora que ya no se utilizaba como polvorín; pero
como este local era muy pequeño la autorización se
hacía de forma provisional. Concluía su informe con
la denegación de la financiación propuesta mediante
una plaza de toros cerrada como las de San Sebastián, Vitoria
o Salamanca, porque "Bilbao es muy pequeño y debe de
guardar sus espacios para el comercio y navegación".
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Cárcel de mujeres de La Galera. Bilbao |
Así fue como Bilbao contó con su primera casa galera,
ubicada en un viejo edificio, antiguo polvorín construido
en el año 1671, húmedo, lóbrego y sombrío,
situado en la calle Urazurrutia y cuya condición de provisionalidad
no le privó de una larga vida, pues no fue clausurada hasta
los albores del siglo XX, cuando el municipio construyó el
magnífico edificio que hoy alberga a la banda de música
municipal.
Tratamiento hospitalario de la sífilis
Primeros intentos
Es evidente que las medidas de reclusión de las prostitutas
enfermas estaban motivadas más por motivos sociales que por
principios de higiene; en consecuencia, el sistema fracasó
y la enfermedad continuó flagelando a la población
de la Villa; era, pues, necesario asegurar el tratamiento de las
prostitutas enfermas.
Ya en el mismo siglo XVIII los médicos titulares habían
expuesto la necesidad de arbitrar un procedimiento distinto para
su tratamiento: en el año 1799 el cirujano mayor del hospital
de los Santos Juanes, Antonio Delgado, propuso la habilitación
de cuatro camas, dos para cada sexo, destinadas a estos enfermos.
En el informe elaborado por los tres médicos titulares de
Bilbao, favorable a la propuesta de Delgado aunque con alguna matización,
se aludía a un intento anterior que también fue rechazado
por pensar que los venéreos no debían ser aceptados
en salas comunes y debían de habilitarse para ellos salas
separadas.
Al final el Ayuntamiento decidió no aceptar la propuesta
por parecerle excesivo el costo de las nuevas camas.
La penuria económica no se resolvió, sino que fue
progresando durante los años siguientes, porque Bilbao sufrió
entre 1808 y 1838 un duro castigo por causa de la guerra. Ya había
conocido una breve ocupación militar francesa con motivo
de la Guerra de la Convención a finales del siglo XVIII;
pero esto no fue más que un preludio de las varias entradas
y retiradas de tropas españolas y francesas durante la de
la Independencia, acompañadas en alguna ocasión de
un durísimo saqueo. A partir de entonces la presencia de
una guarnición militar más o menos nutrida fue constante;
presencia reforzada primero con motivo de los episodios de guerrilla
durante el trienio liberal y la entrada del ejército francés
de "Los 100.000 hijos de San Luis" y luego por la Primera
Guerra Carlista.
Problemas con las guarniciones militares
La presencia militar afectó a la prevención de las
enfermedades venéreas no sólo por la disminución
de recursos económicos del Hospital Civil, sino porque multiplicó
el número de prostitutas y dio lugar a una elevada incidencia
de sífilis entre la tropa. Se produjo una situación
paradójica: mientras el vecindario bilbaíno achacaba
estos males a la presencia de numerosos soldados con "malos
hábitos", las autoridades militares responsabilizaban
a las civiles y les exigieron en repetidas ocasiones que expulsaran
a todas las prostitutas porque contagiaban a sus soldados.
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Hospital Civil de Bilbao.
Litografía del S. XIX |
Durante la Primera Guerra Carlista la preocupación de las
autoridades militares fue en aumento y redoblaron sus exigencias
al Ayuntamiento; así, un oficio de 1º de diciembre de
1835 del Gobierno Militar al alcalde presentaba una queja por el
número de prostitutas en la Villa, diciendo que inducían
a robos y a broncas entre los soldados. Terminaba pidiendo al Ayuntamiento
que encerrase a las rameras locales y expulsara a las foráneas,
como era su deber. Otro oficio, del 28 de mayo 1837, del Comandante
General al Ayuntamiento se quejaba de los contagios de enfermedades
venéreas sufridos por los soldados, decía que era
competencia del Ayuntamiento acabar con la prostitución y
así lo exigía. Otro del mismo, de 30 de julio de 1837,
de un tono mucho más duro, detallaba las obligaciones del
Ayuntamiento y exigía su cumplimiento.
El alcalde y los regidores trataron de capear el temporal y buscar
excusas para no intervenir; alegando su falta de medios y la dificultad
para proceder a expulsiones de personas sin orden judicial previa.
Sin embargo, les parecía evidente que el Ayuntamiento debía
de tomar alguna iniciativa al respecto, aunque el momento era difícil
porque Bilbao debía afrontar los gastos causados por la Guerra,
los hospitales militares y las obras de construcción del
nuevo Hospital de Achuri; el Ayuntamiento no pagaba la cantidad
anual que tenía asignada al hospital (50.000 reales) y éste
se encontraba agobiado por deudas y pagos que debían de anticipar
los junteros.
La sala de Santa María Magdalena
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María Magdalena, la pecadora pública
de la biblia. Talla del retablo barroco de la iglesia de Arrigorriaga. |
Así fue que se acordó en 1838 dedicar una sala especial
para enfermedades venéreas y se designó una comisión
encargada del proyecto, partidaria de que no se utilizara el hospital
para estos fines porque "la inmoralidad de las acogidas podía
herir la sensibilidad de las restantes enfermas"; además,
estimaba que el vecindario se escandalizaría y descenderían
las limosnas; por tanto, propuso habilitar una sala en la casa pegante
al hospital que había sido adquirida recientemente y como
sólo existía una sala capaz para 8 camas, dedicarla
a mujeres por considerar que "ellas son las que difunden el
mal y al curarlas a ellas, se ataja su propagación".
Así lo aprobaron la Junta y el Ayuntamiento y decidieron
denominar a la nueva sala como "Sala de Santa María
Magdalena Penitente".
El 9 de agosto de 1838 ingresaron en esta sala las cuatro primeras
enfermas, cuya asistencia correría a cargo del cirujano mayor
del hospital. Se completaba así el conjunto de herramientas
de aislamiento características de la etapa represiva de la
prostitución: cárcel, destierro y hospitalización
forzosa.
Fuentes de información:
Archivo Histórico Municipal de Bilbao, Sección Antigua,
documentos con signaturas 0327/001/016; 0356/001/019; 0206/002/04;
0355/001/007; 344/001/048, folios 356-360; 0358/001/010, documentos
2 y 8. Ibídem, Sección Segunda, documentos con signatura,
0241/003 y 0241/032
Archivo Foral de Bizkaia, Sección Judicial, Corregimiento
1188/70 y 1164/13
Bibliografía:
AA. Reglamento para el régimen interior de este Santo
Hospital Civil, Bilbao, 1788.
LANCEREAUX, E. Traité historique et pratique de la syphilis,
París: Librairie German Baillière, 1873; 515.
MONLAU, Pedro Felipe, Elementos de Higiene Pública o arte
de conservar la salud de los pueblos, 3ª edición,
Madrid: Moya y Plaza, 1871.
PIRALA, Antonio, Historia de la Guerra Civil y de los partidos
Liberal y Carlista, 2ª edición, Madrid: Imprenta
del Crédito Comercial, 1868.
REGUERA, Iñaki, "El control de los comportamientos sexuales
y la vigilancia de la moral pública", en Estudios
Históricos ZM, San Sebastián: Diputación
Foral de Guipúzcoa, 2000; 37
URTEAGA, Luis, Miserias, miasmas y microbios. Las topografías
médicas y el estudio del medio ambiente en el siglo XIX,
Reproducido de GEO CRITICA, Cuadernos Críticos de Geografía
Humana, nº 29, noviembre de 1980, http://www.ub.es/geocrit/sv-58.htm
Juan Gondra Rezola |