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Rufino Landa |
Nacido en Pamplona en 1801. Estudió en Zaragoza y desarrolló
su labor sanitaria y pedagógica en su ciudad natal. Fue catedrático
del Real Colegio de Medicina, Cirugía y Farmacia del reino
de Navarra desarrollando una abundante producción científica.
Estudió una endemia de helmintiasis, habida en Lesaca. También,
las alteraciones de la sangre. Dice en él algunas cosas curiosas;
como que la mujer presenta más volumen de suero que el hombre,
relativamente a la parte opaca de la sangre; y también observa
que este suero aumenta en los niños. Landa da una noticia
curiosa: en el interior de los vasos puede haber gusanos. Hoy, que
se investigan microscópicamente larvas en la sangre, esta
noticia nos resulta llena de interés. Estudió la coagulación
de la sangre, en plan hipotético. Hizo una disquisición
sobre las influencias que el nervio ejercía sobre la sangre
y la sangre sobre el nervio, que no aclaraban demasiado la cosa.
También escribió un trabajo sobre aplicaciones de
la Anatomía Patológica a la práctica. Otros
temas tentaron también su pluma: las fiebres intermitentes,
la combustión, el ejercicio de las ayudantes enfermeras.
Tradujo del francés el "Diccionario de salubridad pública",
de Tardieu.
En 1840, se trasladó a Areso para estudiar una epidemia
infantil. Llegó a la conclusión de que se trataba
de un brote epidémico de «sudor miliar». Como
clínico, asistió, a los coléricos en el año
1834. Fue destinado en la I guerra carlista al sexto distrito de
Pamplona por orden del virrey.
La clausura de la institución docente de Pamplona, que había
sido su principal actividad, le dejó en mala situación,
sin garantías ni derechos por sus perdidas cátedras.
Más adelante el gobierno accedió a estos derechos,
y Landa recibió el nombramiento de catedrático de
Anatomía del colegio de prácticos de Valencia.
En Pamplona tenía una buena clientela y grandes afectos,
que le instaron a quedarse. Nombrado regidor del ayuntamiento. En
1847 presidía la Junta de Sanidad.
Cuando Llegó la epidemia del cólera del año
1854, atendió a los contaminados con gran celo.
Fue un eterno estudioso y simultaneó la lectura profesional
con la de las Sagradas Escrituras, y la de los filósofos
de la antigüedad, a que era muy aficionado, dando su mayor
predilección a Epicteto. Habló latín correctamente. |