Nuestro conocimiento sobre el retablo neoclásico en el
País Vasco es, si nos atenemos a lo publicado hasta el momento,
extraordinariamente parcial. La escasa atención que este
periodo ha recibido respondería a razones diversas, entre
otras a la mayor cercanía cronológica y, sobre todo,
a la frialdad académica que define a esas realizaciones,
junto con una simplicidad de líneas inherente al periodo.
Además, la mayor parte de los trabajos acometidos con respecto
al Neoclásico se han centrado en la arquitectura debido a
su entidad; esta circunstancia sin embargo, ayuda igualmente al
conocimiento de los muebles aquí considerados, dada la estrecha
relación existente entre ambos aspectos, ya que los arquitectos
son muchas veces quienes otorgan los diseños para su erección.
Retablos que, siguiendo la tradición, son realizados en madera
policromada, salvo excepciones concretas y, además son construidos
en muchos casos por diversas sagas dinásticas continuando
así con la tradición preexistente.
Bizkaia se incorpora con celeridad al nuevo estilo gracias en
primer lugar a la llegada de diseños de autores de entidad
como Ventura Rodríguez y después por la adscripción
al mismo, previa evolución en sus presupuestos estéticos,
de maestros locales como los Urquiza formados en la tradición
barroca. Su inicio ha de situarse en torno a los años 1775
-1779 mientras que su finalización se demora mucho, toda
vez que el diseño del retablo mayor de la iglesia de San
Vicente de Barakaldo -por Pedro de Cobreros y no erigido
finalmente- se realiza en 1871. Fecha muy tardía que nos
habla de la general implantación de los ideales propios del
periodo y de un neoclasicismo "de inercia" muy apropiado
para una tierra como la nuestra acostumbrada a las perduraciones
estilísticas. Obviamente, su desarrollo no es homogéneo,
encontrándonos con un primer momento marcado por el tránsito
del retablo barroco al neoclásico, circunstancia
que se alarga hasta prácticamente la llegada del siglo XIX,
seguido de una fase de consolidación y desarrollo,
que se extiende hasta mediados de la centuria, y finalmente un periodo
de disolución, cuyos limites cronológicos se extenderían
aproximadamente entre la última fecha y el mencionado año
de 1871.
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Retablo mayor. San Andrés de Zaldibar.
Ca.1777 |
La llegada de los nuevos principios a la retablística de
la zona se debería, esencialmente, a los diseños de
destacados arquitectos nacionales, tal y como nos demuestran las
trazas (c. 1775) de Diego de Villanueva para el retablo mayor y
laterales de San Pío V y Santa Bárbara de la iglesia
de Santa María de San Sebastián, templo para el cual
Ventura Rodríguez proyectaría los retablos laterales
de la Soledad y del Sagrado Corazón siendo responsable igualmente
de los retablos mayores de las parroquias guipuzcoanas de Errenteria
y Placencia y, de las vizcaínas, de Durango (aunque
lo realizado en Santa Ana no se conserva, el arquitecto trazaría
sus retablos en torno a 1774) y Zaldibar, cuyos diseños
de 1777 darían inicio a esta faceta en la provincia de Bizkaia.
Como podemos ver, se trata de arquitectos cortesanos de enorme valía,
que, merced a los proyectos señalados, introducen el sentimiento
neoclásico de primera mano en el norte peninsular.
En buena lógica, las variaciones perceptibles ya en esos
muebles necesitaban de un soporte legal y de opinión que
justificara el abandono de las fórmulas de expresión
barrocas. Para ello es necesario recordar las cartas-órdenes
de Carlos III de 1777 y 1791, y que las dos que corresponden a la
primera fecha en particular se consideren un ataque al arte barroco.
El buen gusto y los materiales constituyen los aspectos esenciales
tratados en ellas, obligando a que se enviasen a la Real Academia
de Bellas Artes de San Fernando los planos de cualquier empresa
a acometer, al tiempo que serían maestros aprobados por la
propia Academia quienes deberían responsabilizarse efectuaban.
Curiosamente, y pese a las recomendaciones que al respecto da la
Academia, en el País Vasco seguiría haciéndose
uso prácticamente generalizado de la madera, pues entre otras
razones el uso de materiales nobles-incombustibles por tanto, tal
y como deseaba la citada institución para la ejecución
de las obras- hubiera supuesto un gravamen económico excesivo
para las parroquias. Entre las excepciones, conviene destacar, por
ser un caso único en el País Vasco, el retablo mayor
del santuario de Nuestra Señora de la Antigua de Orduña,
realizado en mármol - por Esteban de Alegría entre
1804-1805 - pues no en vano estuvo fiscalizada directamente por
el conde de Floridablanca ya en 1789. Igualmente importante es la
Real Cédula de 27 de febrero de 1782 por la que se permite
"a todos los escultores el preparar, pintar y dorar las estatuas
y piezas que hagan de su arte", encaminada también a
reducir el hasta entonces omnipresente papel de los gremios y que
aboca a los tradicionales profesionales del dorado a una progresiva
desaparición. Por otro lado, el papel que otorga la Real
Sociedad Bascongada de Amigos del País al dibujo, creando
sus primeros centros en 1774 en Bilbao, Bergara y Vitoria, además
de sus principios ilustrados, constituyen un complemento idóneo
para los designios de la Academia de San Fernando. Obviamente, las
directrices y lecciones emanadas de esas dos instituciones serán
trascendentales para el desarrollo posterior del arte en la zona. La principal característica que define a la retablística
neoclásica en nuestro territorio es la simplificación,
en un proceso común al resto de la península, tanto
en número de arquitectos, escultores y doradores, en consonancia
con lo que el mercado de trabajo demanda, como en la evidente
sencillez y equilibrio de las propias obras, con una disminución
temática e iconográfica -la Asunción de María,
la Virgen del Rosario y San José con el Niño cuentan
con enorme predicamento- que apunta en la misma dirección.
En cualquier caso, y por lo que al inicio del periodo se refiere,
un aspecto ya subrayado en numerosas ocasiones es la pervivencia
de determinadas características barrocas, de manera esencial
en lo escultórico, debido a la imposibilidad de renunciar
a los orígenes formativos. De esta forma se entienden las
realizaciones de escultores tales como los Valdivielso, destacando
en esta familia Mauricio, Jerónimo Argos, Manuel Acebo,
Juan de Munar o Juan Bautista Mendizábal II. En realidad,
esa herencia será muy difícil de arrinconar, y se
tiende a utilizar figuras más estáticas y equilibradas,
dotadas de expresiones contenidas. Tampoco han de faltar las aportaciones
foráneas en este campo- restringiéndonos a las inscritas
en retablos- como la de Pedro León Sedano, que realiza
la imagen de la Piedad para la ermita del mismo nombre en Areatza,
Esteban de Agreda, que realizaría el San Miguel para la
ermita de esta advocación existente en Markina,
José de Alcoverro, autor del conjunto de esculturas de
los retablos de Bermeo o José de Guerra que realiza
el grupo del Martirio de San Bartolomé para la iglesia
de Aldeacueva (Carranza).
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Retablo mayor. La asunción de Nª
Sª de Gautegiz de Arteaga. 1810 -1811 |
En cuanto a los diseños arquitectónicos, por lo
general las plantas de estos muebles evolucionarán poco,
manteniéndose tanto las semicirculares como las planas, muy
adecuadas éstas para los retablos colaterales y laterales.
De todos modos, conviene señalar la generalización
del tipo denominado "retablo convexo" en la primera fase,
mientras que en la segunda se imponen los "altares de columnas"
y finalmente, ya en un momento de disolución de las formas
neoclásicas, se hace uso de plantas mixtilíneas. El
primer modelo, visible en obras de Abadiño (retablos
laterales) o Lekeitio (los de San Antonio de Padua y San
Miguel), obedece a una estructura ya conocida con anterioridad,
concretamente durante el desarrollo del retablo rococó, y
consta de una planta quebrada como consecuencia de la disposición
de las calles laterales en diagonal con respecto a la principal,
presentando además ciertos aspectos decorativos igualmente
conocidos durante el Barroco. El "altar de columnas",
con ejemplos en Axpe-Busturia, Galdames,... es ya
plenamente neoclásico y es una mera esquematización
de las fachadas de los templos clásicos. Dispone su estructura
sobre columnas o pares de ellas, de fuste liso y capitel corintio
o compuesto, con un entablamento escasamente decorado sobre el que
se asienta un plinto sin ornamentación y que con cierta frecuencia
es rematado por un frontón sobre todo triangular. Este modelo
presenta una variante, visible en Gautegiz de Arteaga (fot.
2), en la que se añade al mismo, a modo de nuevas calles,
dos espacios laterales rectangulares (muchas veces decorados) cerrados
por arriba por un arco semicircular. Finalmente durante la última
fase del retablo neoclásico se produce una pequeña
revolución estructural y decorativamente hablando pues se
asiste a la aparición de arquitecturas más movidas,
se emplean soportes antes abandonados como los estriados, se rompen
los frontones y son más recargados desde el punto de vista
ornamental (retablo mayor de San Vicente de Abando, en Bilbao,
por ejemplo).
La decoración posee cierta trascendencia en un primer momento
y será aún de carácter rococó con guirnaldas,
cintas ondulantes, cabecitas aladas, etc. para ir replegándose
posteriormente, de tal forma que prácticamente queda limitada
a capiteles y entablamentos a través de los clásicos
motivos de ovas, dentellones y mensulillas aunque no falten otros
como las grecas y las rosetas, para finalmente volver a emerger
una decoración ecléctica, sobre todo de acento barroco,
con golpes vegetales, cartelas o roleos, que se disponen a modo
de apliques decorativos. Por lo que respecta a la policromía
si bien es cierto que tras la prohibición de usar oro en
la decoración de estos conjuntos la superficie dorada se
irá reduciendo no lo es menos que la pintura se emplea ahora
para imitar jaspes y mármoles con la intención de
dar una apariencia pétrea a las estructuras. En algunos ejemplos
iniciales se emplea el oro en combinación con el color azul
("leche y oro") y posteriormente las superficies que van
sin decorar simularan mármoles dorándose sólo
los motivos ornamentales de basas y capiteles, molduras y otros
complementos decorativos. En cuanto a las imágenes se reduce
la gama de colores y labores estofadas, se emplean encarnaciones
a pulimento y los ángeles que en ocasiones pueblan los remates
de las obras van en blanco con intención de emular al mármol
del mismo color. Hay que destacar el hecho de que, como en momentos
precedentes, estas labores recaen básicamente en manos de
maestros de origen cántabro (Fernández de la Vega,
Foncueva, etc.) aunque no falten otros del pujante, en estos momentos,
foco vitoriano como los López de la Torre, Rico o Vasco.
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Retablo de San Juan Bautista. Sta Mª de
Bermeo |
Múltiples son las empresas acometidas durante estos años,
por lo que no resulta tarea fácil destacar las más
sobresalientes, dado su elevado número. En cuanto a Bizkaia,
además de los de Zaldibar y Orduña, ocupan un lugar
de privilegio las empresas diseñadas por los Belaunzarán,
familia originaria de Andoain y que se establece en Lekeitio primero
y Bilbao después, y entre cuya producción conviene
subrayar lo ejecutado en Gautegiz de Arteaga por el iniciador de
la saga, Juan Bautista de Belaunzarán, entre 1810-1811 y
en Bermeo, a partir de 1869 por Pedro de Belaunzarán.
Julen Zorrozua Fotografías:
Julen Zorrozua |