Fiestas euskaras en Montevideo
Renée Fernández y Danilo Maytía
 

Los inmigrantes traen, incorporada a su ilusión y esperanza, una vida de recuerdos y costumbres que entrelazan su nostalgia. Al partir, sueñan una vida nueva, su incorporación segura a la sociedad que los recibe y la certeza que su trabajo les traerá un futuro de  promisión y apacible. Al llegar, lo nuevo y el pasado se confunden en una suerte de alegrías y tristezas; la confianza individual va buscando, invariablemente, la seguridad colectiva y surgen grupos en razón de su procedencia, fomentando el denominador común de las tradiciones dejadas al partir.

Uruguay, no cabe duda, es un país conformado netamente por diversos grupos de inmigrantes. En los  períodos en los cuales la inmigración tuvo su mayor afluencia, fueron creados Centros y Sociedades que superaron incluso lo social, brindando apoyo en lo esencial a sus paisanos. Con ello lograron incorporar, en el amor al país de origen y el respeto a las tradiciones familiares, a los descendientes nacidos en la nueva tierra.

Para los vascos emigrados a América, el Laurak-Bat formado en Uruguay en 1876, fue la primera institución en este continente creada como centro nucleador. Para la particular situación que vivían los inmigrantes del siglo XIX, fue mucho más que una sociedad costumbrista, fue el apoyo real en la inserción al mercado laboral y la seguridad del regreso en caso de que la permanencia fuese un imposible.

Pero las fiestas, iniciadas por el Laurak-Bat en 1879, eran el vivir vasco por excelencia; en ellas confluían las tradiciones gastronómicas, las danzas, los deportes, los juegos y la música y cantos: la alegría ancestral del pueblo vasco.

Cuando uno se sumerge en las amarillas páginas de la publicación semanal  del Laurak-Bat (de fines del XIX), entre las noticias de allá y de acá, queda envuelto en el destaque colorido y entusiasta relativo a los preparativos y descripciones del acontecer de estas fiestas. La publicación no olvidaba difundir las letras de las canciones que serían entonadas en recuerdo de las tradiciones ancestrales. Organizadas al calor del verano, con la inmejorable excusa de la celebración de la fundación de la Sociedad (25.12.1876), se prolongaban durante dos intensas jornadas de diciembre, manteniéndose fijo siempre el día 25. Incluso, en las fiestas del año 1883, debieron destinarse tres días a las mismas, ya que el mal tiempo, persistente en los días 23 y 25, fijados inicialmente, redujo el número de asistentes estimados, ante lo cual, los arrendatarios del campo y de las carpas, solicitaron fijar un nuevo día para paliar los perjuicios ocasionados. Ese diciembre, las orillas del Miguelete tuvieron jolgorio inclusive el día 30 (1)

Los preparativos comenzaban siempre a mediados del mes de noviembre, momento en que se constituía la Comisión encargada de organizar y llevar a cabo las fiestas. Debían coordinar el programa de actividades, trabajando duro para imprimir a las mismas el carácter de las costumbres vascas. Esta Comisión estaba encargada también de enviar las invitaciones a amigos del interior del país y a los vascos radicados en Buenos Aires, Argentina y en especial, a los invitados de honor.

Los preparativos incluían la organización de partidos de pelota, seleccionando a los competidores que exhibirían sus habilidades los días de fiesta, así como la invitación a tamborileros que serían registrados en las oficinas de la Sociedad, invitando también a los padres a inscribir a sus hijos en el cuerpo de baile.      

Vista  del Arroyo Miguelete a fines del siglo XIX. Al fondo se observa el puente de Buschental (Foto Archivo Cabildo de Montevideo).

A partir del año 1879 las fiestas se realizaban generalmente a orillas del Arroyo Miguelete, próximo al puente de las Duranas, en las quintas de Raffo y del socio Ventura Garaicoechea. Una vez congregada la multitud en el lugar, bajo un frondoso roble que allí crecía, se homenajeaba al histórico de Guernica, cantando el himno "Guernicaco-arbola" de Iparraguirre, entonado por un coro de aficionados bien dirigidos. Este coro solía cantar con intervalos a lo largo de la jornada.

Pero la fiesta empezaba mucho más temprano, cuando a las seis de la mañana en el local social, se reunía la Comisión de fiestas y el público que, marcando su presencia y número con la clásica boina roja, acompañaban la marcha acompasados por los aires vascos tocados por la banda militar y los tamborileros.

A partir de las nueve de la mañana comenzaban las competencias que duraban toda la mañana hasta la una de la tarde: partidos de barra, carrera a pie y regatas, premiándose a los vencedores, ya sea con fajas de seda, o con boinas rojas con borlas verdes, o con alguna copa. Los partidos de pelota se jugaban por la tarde. También comenzaban de tarde, a partir de las dos, las danzas tradicionales bailadas por el cuerpo de baile de la Sociedad. Luego seguía un baile general, comenzado por un "Aurresco", continuado los acordes de ariñ ariñ, jotas y fandanguillos que ponían a todos los concurrentes en movimiento.

Todas estas actividades paraban a las ocho de la noche, dando comienzo más tarde el espectáculo de fuegos artificiales. Concluido éste, se volvía a la sede en el mismo orden que a la partida (2).

Resultaban fiestas populares, abiertas a la participación del público en general, congregando miles de participantes, que de acuerdo con las distintas versiones periodísticas, variaban entre ocho, diez y hasta veinte mil personas. La importancia de estas fiestas para la población en general, es captada a través de los comentarios que hace la prensa capitalina. Son numerosos los extractos reproducidos por la publicación Laurak-Bat, en los cuales, bajo rótulos con poca variación ("Con los vascos", "Fiestas Eúskaras", "La Fiesta Vascongada", "Bailes eúskaros"), se describía con gran ampulosidad pero con mucho calor, las jornadas compartidas junto a los entusiastas vascos a orillas del Miguelete. No se describía únicamente el entusiasmo por los juegos y bailes, también había quienes describían los preparativos de la comida que humeaba los apetitosos olores sobre el campo todo. Así, el hábil escritor costumbrista Sansón Carrasco, nos ambienta con sus descripciones sobre costillares ensartados en grandes parrillas, el desplume de las gallinas previo a su inserción en ollas con suculentos picadillos, mientras pavos y patos esperan su turno colgados de ramas (3).

Resulta interesante que para muchos participantes la fiesta no tenía fin, a pesar que la Comisión maracara el cierre con su retirada. Muchos concurrentes atestaban el "Restaurante Dupuy" ubicado en la quinta de Raffo, conceptuado como uno de los mejores de los aledaños de la ciudad. Allí, comiendo, bebiendo y cantando pasaban las horas y, aunque muchas familias habían reservado habitaciones para dormir, se permanecía despierto disfrutando de las serenatas que a cada instante cruzaban por el predio deleitando con cantos y música de violines, guitarras y bandurrias. El puente de las Duranas resultaba intransitable a la madrugada siguiente a las fiestas, debido a la multitud que se negaba a aceptar la finalización de las mismas, lamentando su brevedad (4).

"Romería", de Carmelo de Arzadún (5)

Al igual que todo grupo humano, las sociedades de inmigrantes se transforman, se dividen, se diluyen, se reagrupan en nuevas sociedades, transformándose nuevamente, en un continuo devenir. Si bien estas fiestas eúskaras se destacan por lo numeroso del público que atraían, por las boinas rojas que formaban un sólo río de color, no eran los únicos encuentros entre los inmigrantes vascos en los que compartían sus costumbres.

De acuerdo con una entrevista que realizara el periodista Rómulo Rossi a Juana Deville de Casasús, sabemos que en la segunda mitad del siglo XIX existía una fonda vasca, ubicada en el centro de la ciudad, en la cual los días de asueto se ofrecía a los paisanos, bailes típicos al son de chirulas y tamboriles (6). También los numerosos vascos del Cerro se congregaban en importantes romerías. Las fiestas comenzaban con una procesión por las calles de la Villa, reuniéndose luego en una gran carpa donde se comía suculentamente carne asada como correspondía a una zona de saladeros. Antes y después del almuerzo se realizaban carreras a pie y juego de ganso. El baile, luego del almuerzo, daba a la fiesta el color y calor del país lejano (7).

La Institución "Euskal Erría", fundada en 1912, también festejaba sus aniversarios con  fiestas al aire libre, donde la gastronomía, la música y los bailes vascos eran rememorados entusiastamente por los concurrentes. Estas fiestas, si bien se limitaban a la concurrencia de los socios, contaban con la participación de invitados especiales, entre ellos el presidente de la República y su señora. Las fiestas se realizaban en los terrenos propiedad de la Institución ubicados en el barrio Malvín, en aquel entonces zona de chacras y quintas.

Un festejo a comienzos de los años 20 nos llega a través de una filmación realizada a solicitud del socio Garmendia. En los breves minutos filmados no puede apreciarse el opíparo menú que aparecía en la invitación y programa, trasmitido también oralmente por los recuerdos de los participantes. Pero sí queda plasmado el entusiasmo con que se bailaban jotas y fandangos.

Romería en el Recreo de Malvín de la Institución Euskal Erría a comienzo de la década del 20 (Fotos tomadas de la filmación  encargada por el Ingeniero Garmedia).

Tomando como ejemplo la fiesta de 1948, la celebración comenzaba con partidos de pelota a las diez de la mañana, efectuados en la cancha de la Sede Central, ubicada en una calle céntrica. Luego, a partir del mediodía, los socios y allegados se reunían en el Recreo de Malvín, dando comienzo con el recibimiento a autoridades, delegaciones e invitados. En el menú no faltaban los platos vascos, ni el buen vino y la típica sidra. La música amenizaba toda la jornada; al finalizar la comida el cuerpo de baile de la Institución, acompañado por txistularis deleitaba a los presentes con las danzas vascas, tras lo cual un destacado acordeonista interpretaba música regional vasca. La fiesta se cerraba con la participación de los asistentes en un baile general (8).

Si bien las "Fiestas eúskaras" que más trascendieron, corresponden a las organizadas por el Laurak-Bat y por Euskal Erría, por ser las instituciones más numerosas en socios, cabe aclarar que la comunidad vasca, además de  asociarse a ellas, se reunía en grupos menores vinculados por sus orígenes comunes, por los oficios compartidos o por simple afinidad. Los recuerdos de estas reuniones, trasmitidos a los descendientes de los primeros inmigrantes, están siempre enlazados a los acordes de jotas y fandangos danzados al compás de txistus y tamboriles.

Parte de los asistentes a la fiesta en el recreo de Malvín el 21 de abril de 1929, junto a Juan Ybarnegaray, diputado vasco (Foto publicada en la Revista Euskal Erría, N° 963-964, enero y febrero de 1950).

También en otras localidades del país se reunían los vascos a recordar juntos las costumbres de su tierra. Sirva de ejemplo las romerías en Salto, compartidas con otros inmigrantes de la península ibérica. En los comentarios sobre las fiestas realizadas a principio del siglo XX en el campo "Las Aromas", en la cual participaba la población de Salto, permanecen los nombres de Larraechea, Miquelarena, Rospide, Murrugaren, Ansó, entre otros, como activos participantes en la organización y alma de las mismas. Los diversos grupos vestían sus trajes típicos y bailaban aires costumbristas. Luego, ese campo de encuentro fue dividido en solares, uno de los cuales fue adquirido por los vascos, donde construyeron un frontón y el juego de pelota fue sin duda, una alternativa  para continuar las costumbres de su tierra (9)

 En el Uruguay de hoy, en comparación, son pocos los vascos naturales, pero las tradiciones viven aún en sus descendientes y aunque la pompa de las fiestas no sea la misma, lo es el sentimiento que vibra en el entusiasmo de participar en comidas de confraternidad y en el dejar que los pies se muevan al compás de los aires del país de sus mayores. 



(1)  LAURAK-BAT. Órgano de la Sociedad Bascongada en Montevideo, 5 de enero 1884, Año VIII, Números 153, Montevideo. (Archivo de la Biblioteca Nacional).   
(2)  LAURAK-BAT. Órgano de la Sociedad Bascongada en Montevideo, 1880 - 1884, Años IV - VIII, Números 66 - 185, Montevideo. (Archivo de la Biblioteca Nacional).
(3) LAURAK-BAT. Órgano de la Sociedad Bascongada en Montevideo, 2 de enero 1883, Año VII, Números 116, Montevideo. (Archivo de la Biblioteca Nacional)
(4) ídem.
(5) Cuadro de Carmelo de Arzadún, pintor uruguayo nacido en Mataojo Grande, Salto 1888, fallecido en Montevideo en 1968.
(6) ROSSI, Rómulo, 1926 "Recuerdos y crónicas de Antaño. III", Montevideo, Imprenta Peña Hermanos, pág.
(7) "Las fiestas vascongadas en el Cerro", en el periódico "La Tribuna Popular", Año XII, N° 3371, Montevideo, 15 de diciembre de 1890, pág. 2.
(8) EUSKAL ERRIA, Revista mensual baskongada del Uruguay, Año XXXVI, N° 942, Montevideo, abril de 1948, pág. 54.
(9) TABORDA, Eduardo, 1955 "Salto de ayer y de hoy. Selección de charlas radiales", Montevideo, Editorial Florenza y Lafon, pág. 29-32.


Renée Fernández y Danilo Maytía, Uruguay


Euskonews & Media 190. zbk (2002 / 11-29 / 12-6)

Dohaneko harpidetza | Suscripción gratuita | Abonnement gratuit |
Free subscription


Aurreko aleak | Números anteriores | Numéros précedents |
Previous issues


Kredituak | Créditos | Crédits | Credits

Euskomedia: Euskal Kultur Informazio Zerbitzua

Eusko Ikaskuntzaren Web Orria

webmaster@euskonews.com



QUIENES SOMOSPolítica de privacidadAvisos LegalesCopyright © 1998 Eusko Ikaskuntza