La
excavación arqueológica en el interior de la iglesia de San Antón
ha estado motivada por el proyecto de restauración integral del
templo, ya que desde el Departamento de Cultura de la Diputación
Foral se consideró que su ejecución debía ir precedida de un proyecto
arqueológico que evaluara el edificio, en tanto que constituye
un "documento histórico" donde pueden leerse las huellas del pasado.
Esto es, las reparaciones, reconstrucciones, ampliaciones, demoliciones
o cambios de funcionalidad que no sólo tiene que ver con la arquitectura
sino con la sociedad que le da sentido.
El edificio tal y como ha llegado a nosotros es una construcción
de planta unitaria, casi cuadrangular y tres naves escalonadas
a las que se le añadieron tres capillas por su lado septentrional.
La singularidad de este templo, construido entre finales del siglo
XV y comienzos del XVI, reside en la carencia de ambiente absidal,
lo que no es frecuente en las iglesias góticas, estilo al que
debe adscribirse la de San Antón. Por ello se ha pensado que esta
peculiaridad debe de explicarse en las reformas que han afectado
al templo y que se han pretendido documentar con la intervención
arqueológica.
Pero,
además, el interés arqueológico de San Antón venía dado por la
necesidad de conocer sus precedentes, ya que por los documentos
del siglo XV se sabe que fue levantado en el solar vacío que antes
ocupó el alcázar de los Señores de Bizkaia. De este edificio desconocemos
todo, aunque mucho se ha especulado sobre su origen y fisonomía.
Desde estos planteamientos, los objetivos que perseguía la intervención
arqueológica eran dos: en primer lugar, reconocer la historia
constructiva de la iglesia y, en segundo, determinar las primeras
ocupaciones de este espacio bilbaíno, uno de los más significativos
en la trama urbana del medievo.
La excavación, proyectada, subvencionada y dirigida por el Servicio
de Patrimonio Histórico del Departamento de Cultura la Diputación
Foral de Bizkaia, ha sido realizada por el equipo de investigadores
del Area de Arqueología de la Universidad del País Vasco.
Habiendo transcurrido algunos meses desde que finalizaron los
trabajos de campo y en espera de concluir los estudio y análisis
de la totalidad de la documentación registrada, se pueden avanzar
los siguientes resultados.
1º.
El cementerio del siglo XVIII
En relación con la iglesia conservada en la actualidad, se ha
documentado, por vez primera en Bizkaia, un cementerio de comienzos
del siglo XVIII, cuya ejecución supuso una obra de gran envergadura
ya que fue preciso vaciar el suelo de las naves para trazar una
retícula, formada por muros de ladrillo macizo, que definía los
receptáculos de las sepulturas atribuidas a cada una de las familias
parroquianas de San Antón. De estas se han excavado más del 75%,
lo que ha permitido recuperar una significativa muestra de restos
antropológicos y obtener una visión real del interior de la iglesia.

2º.
La iglesia primitiva. Siglo XV.
Pero la iglesia actual no fue la primera levantada en el lugar
ya que se han descubierto los cimientos de otra de planta rectangular
abovedada,
rematada en ábside poligonal y construida con sillares sólidamente
trabados con argamasa. A él se accedía a través de un camino empedrado
que desde el núcleo urbano llegaba a un ingreso lateralizado abierto
en el muro Norte. Este templo estuvo en funcionamiento muy poco
tiempo: apenas los 50 años centrales del siglo XV, ya que en 1478
se proyectó su ampliación. Parece que muy pronto, antes de lo
esperado, fue
preciso reformar la primitiva iglesia de San Antón. A ello debieron
de contribuir dos factores: por un lado, la iglesia se quedó pequeña
para dar cobijo espiritual a una población en continuo crecimiento
y, por otro, debió tener problemas constructivos y de estabilidad,
ya que se han observado reparaciones en la basa de uno de los
pilares del ábside, lo que debió provocar su ruina, más aún cuando
su cimentación estaba a caballo entre la roca y una estructura
preexistente.
3º.
La muralla. Siglo XIV.
Esta obra es un imponente muro de mampuesto de 2 metros de anchura
y, en algunas zonas, más de 2,5 de altura, cuya construcción fue
realizada acondicionando la peña a cuyo contorno se adapta. Sus
dimensiones, técnicas constructivas y orientación, permiten suponer
que enlazaría con el lienzo que todavía se observa en la actual
calle Ronda. De hecho -en las excavaciones que realizamos en la
calle Ribera con motivo de la instalación de la plataforma del
nuevo tranvía de Bilbao y el consiguiente desvío de todas las
infraestructuras que se encuentran a su paso- se detectó otro
tramo de 8 metros de longitud cuya construcción, al adaptarse
al substrato geológico de esta zona, requirió la apertura de una
zanja de cimentación abierta en las arcillas naturales.

Todas las descripciones que se han hecho de Bilbao en el siglo
XIV han considerado que el espacio de la villa ocupado por San
Antón quedaba extramuros. La investigación arqueológica ha demostrado,
por el contrario, quetambién estaba acotado por la muralla, lo
que desde un punto de vista histórico implica que el puertoestaba
protegido por la cerca e integrado
en la trama urbana de la villa, prueba inequívoca de su vocación
económica.
Cronológicamente, la muralla presenta dos fases constructivas:
la primera, contemporánea de la fundación de la villa de 1300,
era una sencilla cerca de mampuesto cuyo objeto era definir el
perímetro a urbanizar. La segunda, levantada sobre los cimientos
de la anterior era una recia construcción que debió efectuarse
a partir de 1334 cuando Alfonso XI concedió ciertos privilegios
a la villa para reforzar sus defensas.
4º. Las construcciones prefundacionales.
Pero la ocupación del solar de San Antón fue anterior a que don
Diego López de Haro otorgara en 1300 Carta Puebla a Bilbao. Allí,
a más de cinco metros sobre la ría se levantaba la peña que dio
origen al meandro del Nervión-Ibaizabal. Aprovechando ésta por
ser el lugar más seco del entorno, emergiendo de las marismas,
dominando el vado y próximo al fondeadero natural donde atracarían
algunos barcos, se edificó una construcción de planta rectangular,
con basamento de piedra, alzados de madera y cubierta de tejas.
Tras su ruina se levantó otra estructura de menor superficie que
fue objeto de diversos replanteamientos a lo largo del periodo
en que estuvo en uso. Dotada de un suelo formado por una gruesa
capa de argamasa, presentaba sobre él un número considerable de
tapaderas de recipientes, de forma circular y talladas en piedra,
similares a las registradas también en otros contextos de la Baja
Edad Media.
En
espera de análisis más precisos, según se desprende de los datos
estratigráficos y de la tipología de los materiales recuperados
(cerámica, clavos de hierro), estas estancias podrían ser datadas
entre los siglos XII y XIII.
Y es que sólo entonces, en el siglo XII, debieron de darse las
condiciones económicas (desarrollo agropecuario y diversificación
de la producción), políticas (revitalización de los circuitos
comerciales afectando a los puertos del cantábrico) y sociales
(surgimiento de grupos artesanos y comerciales aprovechando el
desarrollo agrícola ganadero) favorables
para que pudiera progresar una puebla en el fondo de la ría, en
el punto en que, dejando ésta de ser navegable, arrancaban los
caminos hacia la meseta castellana, siguiendo el curso de los
ríos Nervión, Cadagua e Ibaizabal. En ese punto y gracias a la
existencia de una peña que destacaba entre las marismas del entorno,
se instalaron las primeras construcciones en un lugar más seco
y seguro que el del meandro donde, años más tarde, se proyectaron
las siete calles. En definitiva, la investigación arqueológica
ha ampliado el conocimiento sobre la historia de la villa de Bilbao,
incluso la de aquellos momentos en los que las fuentes escritas
permanecen mudas.
Iñaki
García Camino, Doctor en Historia. Arqueólogo del Servicio de
Patrimonio Histórico de la Diputación Foral de Bizkaia |