El autor agradece al hindú,
Tomas Xavier Kocherry, Presidente del Forum Mundial de Comunidades
Pesqueras (http://www.wffp.org),
la aportación de distintos datos y reflexiones para la
redacción de este artículo. Esker anitz Euskal Herritik.
Globalización
Nos
encontramos en el difícil contexto de la globalización.
Este proceso ha asegurado la libre circulación de capitales.
El mercado determina las inversiones y la producción, pero
el mercado, en el contexto de la globalización no satisface
las necesidades básicas, sino las necesidades artificialmente
creadas. El mercado no tiene otro valor que el lucro dinerario.
La gente carece de valor. Las necesidades comunes de las personas
y sus aspiraciones tampoco tienen valor. Mientras se fomenta el
libre movimiento de capitales, los trabajadores no tienen libertad
de circulación. No existe justicia distributiva ni ética.
Este tipo de
globalización comenzó en el siglo XV cuando Europa
estuvo superpoblada y sufrió un importante desempleo. La
crisis en Europa se superó mediante flujos migratorios
de europeos hacia todos los continentes del planeta. Los europeos
viajaron a todos los continentes, destruyeron culturas, esclavizaron
a los nativos y se apropiaron abiertamente de la riqueza. A través
de esta acumulación de riqueza, la revolución industrial
y tecnológica fueron posibles.
En el siglo XX,
el mundo ha sido testigo de la lucha de muchos pueblos por su
libertad política. La mayoría de las naciones han
obtenido esa ansiada libertad. Pero la explotación económica
continúa a través de las compañías
multinacionales. Desafortunadamente, la clase dirigente de los
países en desarrollo negocia con las compañías
multinacionales para su propio beneficio. Una vez más,
los nativos, los indígenas y las comunidades pesqueras,
entre otros, sufren la peor parte. A pesar de que el concepto
y la práctica de la libertad política se aceptó
y promovió, el control económico y la explotación
del capital natural prosiguen a través de las multinacionales.
Como resultado,
de acuerdo con los estudios de la ONU, el 20% de la humanidad,
esto es Occidente ostenta el 80% de la riqueza y recursos. Por
el contrario, el restante 80% de la humanidad tiene que conformarse
con el 20% de tal riqueza y recursos. El 94% de toda la investigación,
el desarrollo y la tecnología se encuentran en manos de
la minoría occidental. En este contexto debemos situar
la globalización y el neo-liberalismo salvaje en el que
vivimos. Aquellos que tienen esperan obtener más si cabe,
y esto significa más acumulación y centralización.
El punto central del neo-liberalismo supone que los mecanismos
del mercado logran dirigir los destinos de los seres humanos.
Lamentablemente, la economía dicta sus normas a la sociedad
y no al revés.
Economía
de mercado y globalización En el periodo siguiente
a la descolonización e independencia política de
los países del tercer mundo, particularmente tras la Segunda
Guerra Mundial, las relaciones internacionales entre los Estados
a nivel bilateral y multilateral fueron consideradas de gran importancia
y de mutuo beneficio. Este lenguaje parece disminuir hoy día.
Las multinacionales han impuesto gran presión sobre la
ONU y quieren controlar dicha organización. Están
mucho más interesadas en fortalecer la Organización
Mundial del Comercio (OMC) que la ONU y este fenómeno ha
desdibujado claramente la sensibilidad de la ONU sobre las necesidades
de los pobres a lo largo y ancho del mundo.
El sistema internacional
se ha convertido en un débil instrumento para la justicia
y la paz, encontrándose cerca de pasar a ser un mero instrumento
de la globalización económica, sin que el Derecho
y, con él, la Justicia se hayan globalizado igualmente.
La globalización beneficia radicalmente a aquellos que
tienen. Aquellos que no tienen son las víctimas. La globalización
es, además, un proceso mecánico. No toma en consideración
las relaciones humanas, ni el fin o el significado de la vida
y, por ello, es fácilmente manipulable por quienes ejercen
el poder económico. El proceso mecánico de globalización
afecta automáticamente a todos los ámbitos de la
vida, dejándonos sin elección o alternativa. Este
es uno de los aspecto más insidiosos de esta ideología:
que pretende presentarse a sí misma como la única
manera para poder existir. Crea un pretendido sentido de inevitabilidad
y poder absoluto. Fuera de la globalización y de la economía
de mercado nadie observa alternativas de subsistencia factibles.
Globalización
y pesquerías A lo largo de la segunda
mitad del último siglo la producción global de las
pesquerías se ha multiplicado por cinco. En 1950, se capturaron
20 millones de toneladas de pescado marino. Para el año
1990 estábamos en 100 millones de toneladas. Uno de los
factores principales que han contribuido a este brutal crecimiento
en las capturas globales ha sido la comercialización y
globalización de la industria
pesquera, a través del creciente surgimiento de compañías
pesqueras transnacionales. El organismo de Naciones Unidas para
la Agricultura y la Alimentación (FAO) estima que el 47%
de los stocks sufre una total explotación, un 18% se encuentran
sobre-explotados y el 9% están agotados. Esta sobrepesca
se ha consumado por barcos factoría y por las flotas industriales.
Existen unos 25000 buques de este tipo en el mundo, parcial o
totalmente desocupados.
En los últimos
30 años, la Unión Europea y los Estados Unidos han
sido quienes han subvencionado con más fuerza las actividades
pesqueras en aguas del Sur, al amparo de los acuerdos de pesca,
consorcios y la exportación de tecnología moderna
y desarrollo. No ha sido sino la exportación de una gran
crisis pesquera.
Hay unos 200 millones
de trabajadores de la pesca que dependen de las pesquerías
para su subsistencia. El 95% de estas gentes se encuentran fuera
de los países occidentales. Estas gentes son víctimas
directas del denominado desarrollo del mundo. La exportación
de la sobre-pesca por las compañías pesqueras transnacionales
ha derivado en una situación de auténtica devastación.
Prácticamente la mitad de todas las capturas de los países
en desarrollo se exportan con el fin de obtener moneda extranjera
que pueda asumir el pago de los intereses de la deuda. El resultado
ha sido el desplazamiento de numerosas comunidades, dado que los
buques extranjeros han sobre-explotado sus zonas de pesca tradicionales.
Otros se han decantado por aplicar métodos de pesca ambientalmente
insostenibles para mantenerse en sus pesquerías. La comunidad
en general ha perdido, mientras los consumidores occidentales
han aprovechado el botín, desconociendo el precio pagado
en impuestos, daños ecológicos y deuda intergeneracional.
En los años
90 la pesca ha alcanzado un punto de no retorno. Las capturas
de muchas poblaciones de pescadores han caído hasta niveles
de los que no podrían recuperarse sin reducciones significativas
en las capturas o moratorias. Ha habido demasiados buques para
la pesca de recursos pesqueros limitados en todo el mundo. La
primera oleada de grandes buques pesqueros se remonta a la revolución
industrial. Esta bonanza se redujo drásticamente durante
las dos guerras mundiales, pero resurge en los años 50
hasta los 70. La flota pesquera mundial se duplicó posteriormente
entre 1970 y 1990.

Para muchos pueblos
y flotas la pesca es una forma de vida, no simplemente una fuente
de ingresos. El mar es la madre natural de muchas gentes y de
sus recursos. Tradicionalmente, los pescadores de pequeña
escala o tradicionales han proveído de pescado para el
consumo local, pero dado que el pescado se ha convertido en un
bien escaso, su valor aumenta y esto conlleva la entrada del mercado
global convirtiéndose en inasumible para los mortales comunes.
En este proceso las flotas tradicionales están siendo desplazados
absolutamente por las compañías multinacionales
y sus flotas industriales. La mayoría de los gobiernos,
particularmente los occidentales, se decantan por una pesca insostenible.
Según la FAO, cada año los gobiernos del mundo abonan
116 billones de dólares USA para capturar pescado por valor
real de unos 70 billones de dólares USA. La Unión
Europea tiene aproximadamente un 40% de buques por encima de los
necesarios para realizar capturas de forma sostenible, lo que
causa conflictos por todos conocidos, cuya solución mediante
la nueva Política Pesquera Común (PPC) se me antoja
insuficiente sólo en base a reducciones indiscriminadas
de las flotas. Buena parte de las flotas industriales han esquilmado
los océanos del mundo desplazando a las comunidades de
pescadores que dependen de estos recursos.
La nueva PPC y
el Desarrollo Sostenible
La
Unión Europea (UE) anuncia la inminente reducción
de la flota pesquera, con el lógico desasosiego de nuestros
arrantzales, cuyo futuro a medio y largo plazo se desvanece cada
día un poquito más. Llama sin duda la atención
la facilidad con que la UE tiende a acometer este tipo de operaciones
de maquillaje, cuando es precisamente su proceder ordinario el
que viene impidiendo sistemáticamente el cumplimiento real
de los acuerdos de pesca, la normativa comunitaria y cualesquiera
otras disposiciones implicadas en la maraña normativa que
viene sufriendo nuestro sector pesquero. Ante la impotencia observada
por la UE y algunos de sus Estados miembros, la UE parece optar
por renovar a conciencia un importante sector productivo, cuyo
sustento y futuro dependen no tanto de la modernidad o no de su
flota, como de la galopante carencia de recursos marinos en el
Golfo de Bizkaia, donde los estudios constatan claramente quiénes,
cómo y cuándo han esquilmado con denuedo las aguas
donde antaño proliferaban especies y variedades hoy ya
meramente testimoniales.
Durante los ultimos
meses, los arrantzales han observado atentamente el sucesivo paso
de asuntos sin resolver como el de las redes pelágicas
aún hoy activas en aguas comunitarias. Poco más
tarde, los arrastreros pelágicos han virado al Sur en busca
de nuevas capturas después de agotar los recursos que solían
explotar al Norte, provocando notables disminuciones en las capturas
de los pesqueros tradicionales, así como el progresivo
agotamiento del stock que sirve a estos últimos de sustento.
Al mismo tiempo, las cuotas
de capturas de anchoas han llegado a ser objeto de curiosos intercambios
entre Francia y Portugal en un trueque de poblaciones absolutamente
lejanas y desligadas entre sí y, lógicamente, en
perjuicio de los pescadores tradicionales que operan en el Golfo
de Bizkaia. Finalmente, las cuotas generales de capturas de esta
última especie han sido también globalmente reducidas
para España por la política comunitaria en materia
pesquera, cuya ubicación en el Tratado de la Comunidad
después de múltiples reformas sigue situándose
bajo el rótulo literal correspondiente a la agricultura,
careciendo pues la pesca de sustantividad propia ya desde el propio
Tratado. Por si ello fuera poco, las cifras correspondientes al
sector pesquero tradicional de cualquier Estado miembro se presentan
siempre enmarcadas en las grandes cifras macroeconómicas
de la pesca global, junto a la pesca industrial o de altura, cuya
problemática poco o nada tiene que ver con la que sufre
diariamente el sector pesquero tradicional.
Mientras tanto, ni
el Gobierno central ni la UE han sabido hacer cumplir las normas
que ellos mismos han promulgado, abriendo brechas hasta hoy desconocidas
en la materia, pero que las generaciones venideras del sector
sufrirán sin remedio ni cura posibles. La paradoja viene
servida en forma de salvajes reducciones de la flota, para un
sector que ya no sabe muy bien qué ni dónde pescar.
La tendencia de nuestros
aventajados políticos comunitarios a mezclar conceptos,
baremos y problemas heterogéneos empieza hoy ya a ser preocupante.
El análisis no puede ser más ingenuo y parece pretender
reducir más si cabe un sector, cuya auténtica preocupación
habla de subsistir, de pescar de forma sostenible, del futuro
de las generaciones venideras y de conservación y uso racional
de los recursos marinos. La reflexión de la Administración
comunitaria en general es bien distinta, restando desde un principio
importancia a los problemas apuntados, para señalar simplemente
que "algunas capturas pueden atravesar problemas", pero que la
reducción de flotas es necesaria y urgente para pescar
mejor y hacerlo con mayor eficacia, menores costes, adecuándonos
en suma a las demandas de los nuevos mercados pesqueros. Este
tipo de reflexión es justamente la contraria a la que en
materia pesquera se deduce de la reciente Cumbre Mundial sobre
Desarrollo Sostenible (Johannesburgo 2002).
La
paradoja está por tanto servida y se trata no tanto de
pescar sosteniblemente, como siempre ha faenado el sector vasco
de bajura, sino de competir, de pescar en cantidad pero no en
calidad y de abaratar los costes de cada unidad capturada para
que el mercado nos obsequie exiguos márgenes ante masivas
capturas de ínfima calidad. Desenmascarada la realidad,
competir con quienes pescan de forma insostenible y antiselectiva
no deja de ser un paso más en la lucha comunitaria por
fomentar el mercado común propio y competir con el externo
en las estrictas condiciones que dicta un mercado libremente abierto.
Las variables ambientales
y de conservación de los recursos también existentes
en el Tratado de la Comunidad Europea y en su Derecho derivado
vuelven a ser relegadas en materia pesquera, en pos de un futuro
incierto e inescrutable para aquellos que siempre han vivido del
mar, haciendo un uso racional y sostenible de éste, dejando
que su histórico ejemplo cundiera en el proceder ajeno.
La historia con sus hechos, la razón y el sentido común
siguen firmes de su parte; la UE sigue ciega y ajena al futuro
inmediato de la pesca, cuyo sector de bajura simplemente desea
pescar selectiva y sosteniblemente, asegurando no sólo
el futuro propio, sino también el de los demás.
Xabier Ezeizabarrena
(Abogado). Asociación
ITSAS GEROA, (Observador ante el ICCAT-International
Commission for the Conservation of Atlantic Tunas http://www.iccat.es)
http://www.pcpages.com/ezeiza
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