Antes
de comenzar se impone la celebración: Felicidades querido
Festival por 50 años entre nosotros, como uno más
de la familia, testigo de nuestras historias, tanto personales
como colectivas.
El
Festival vivió una tímida niñez en aquellos
años en los que una decena de comerciantes de la ciudad
sólo deseaban prolongar un mes más el verano donostiarra
que se les antojaba excesivamente corto. Entre las múltiples
opciones para lograrlo surgió el azar para dirigir sus
aspiraciones hacia una "Semana de Cine" que emulara
a las manifestaciones que otras dos ciudades de veraneo, Venecia,
el decano, y Cannes, ya disfrutaban. Así se iniciaron a
partir de 1952 unos años de crecimiento suave coincidiendo
con la estabilidad política que, aunque engañosa
y represiva, proporcionaba el régimen fascista del general
Franco.
Con los cambios políticos
acaecidos a la muerte del dictador salen a flote todas las reivindicaciones
políticas y sociales hasta ese momento reprimidas. El Festival
no puede permanecer ajeno a estas crisis y sufre una adolescencia
difícil. Así comienza para él una época
de inseguridades, penurias económicas, desorientación
en cuanto a precisar unas señas de identidad, que unidas
a la ofensiva por parte de ciertos poderes políticos estatales,
que deseaban transladarlo a otros lugares, lo colocaron al borde
mismo de la desaparición.
A pesar de estos
años oscuros en los que se llegó incluso a perder
la categoría "A" que lo clasificaba como Festival
Competitivo, no especializado de máxima categoría
y a pesar de un progresivo divorcio con respecto al público
popular, el Festival sobrevivió a una juventud difícil,
par abrirse a una edad adulta llena de serenidad, madurez, elegancia,
claridad de ideas y excelente nivel de prestigio reconocido por
el planeta cinematográfico.
Fruto de esta madurez
se ha superado con brillantez asimismo el reto más difícil:
Conseguir que la ciudad, el público de todas las edades
ame al Festival, lo considere algo suyo y establezca con él
una relación de complicidad como la que se disfruta entre
viejos amantes.
En este clima de
estabilidad, profesionalidad y saber estar, hacer el balance de
una edición concreta no plantea especiales dificultades,
ya que se enmarca en algo que funciona y que no tiene por qué
fallar. A partir de ahí las valoraciones serán subjetivas:
gustos personales por la mejor o peor selección de películas
-dependiendo de la calidad de la cosecha del año, más
que de la perspicacia de los miembros del Comité de selección-
conformidad con los homenajes y premios a las estrellas consagradas,
etc...
Este
año todo ha salido a gusto de todos: La selección
de películas a competición ha convencido a la mayoría
de espectadores. Salvo la película francesa unánimemente
denostada las demás eran todas valiosas y entraban en mayor
o menor medida en los pronósticos de críticos y
público. Un año más cada cual ha encontrado
su película en el Festival: Los amantes o estudiosos del
cine clásico tuvieron la oportunidad de revisar las filmografías
de dos grandes artistas clásicos como Michael Powell
y Emeric Pressburger ya desaparecidos o la, todavía
en activo filmografía del alemán Volker Schlöndorff.
Los amantes del cine de naturaleza disfrutaron
con "Los nómadas del viento" del francés
Jacques Perrin, crónica del pueblo viajero por excelencia:
El pueblo de las aves migratorias. En el capitulo del cine de
animación frecuentemente alejado de los Festivales por
sus temáticas, que raramente superan el círculo
de intereses infantiles, tuvimos la oportunidad de deleitarnos
con "El viaje de Chihiro" del japonés
Yashuhiro Miyazaki, premio "Oso de oro" compartido
en el pasado festival de Berlín. "50 de los 50":
películas realizadas en todo el mundo en la década
en que nació el Festival que recorren esos años
tan fructíferos para ilustrar el cambio que ya se acercaba
y que daría al luz, en la década siguiente, al cine
moderno. Cine "Made in Spanish"; "Cine en Construcción";
"Cine Vasco".
De esta manera, sin
olvidar la secciones principales "Oficial" y
"Zabaltegi" recorrieron nuestras salas más
de 700 proyecciones de 300 películas que supusieron el
baño cinematográfico más apasionante que
cualquier aficionado pudiera nunca soñar.
Tampoco
han fallado este año los invitados artistas: Las estrellas
de relieve no sólo han venido a Donostia, sino que, en
actitud bastante insólita, que les honra, han participado
en los actos del Festival, superando la tendencia imperante en
todos los Festivales de actuar "como floreros", cumplir
con lo pactado, recibir el agasajo y desaparecer. Francis Ford
Coppola fue un digno patrón – padrino – de los fastos
del cincuentenario y tanto Dennis Hooper como Bob Hoskins,
y sobre todo Jessica Lange dejaron un poso importante que
se recordará largo tiempo.
Tampoco ha decepcionado
el Jurado presidido por Wim Wenders que se ha decantado
por una de las mejores cintas del concurso (a este cronista no
es la que más le gustó pero no puedo, sin embargo,
criticar la elección) sin incurrir en alguna de las decisiones
surrealistas que han jalonado las sucesivas ediciones del certamen
y que la historia, con el pasar de los años, subraya su
desacierto.
Cada
uno de nosotros críticos o simples aficionados hemos confeccionado
nuestro particular palmarés, aquellas cintas que nos han
aportado algo en nuestro particular camino para acceder al conocimiento
o para disfrutar o sentir con el amor, el humor, el llanto, la
denuncia, el miedo y un et cetera tan amplio como la condición
humana. En mi particular criterio mezclaré cintas de las
secciones "Oficial" y "Zabaltegi",
ya que éstas son las que he seguido mayoritariamente.
Las películas
que más me han gustado las reúno en un primer grupo.
"Bloody Sunday" del irlandés Paul Greengrass
es una crónica de los terribles sucesos acaecido el 30
de Enero de 1972 en Belfast
con el resultado de 13 muertos masacrados por los paracaidistas
del ejercito inglés que disparó indiscriminadamente
sobre una manifestación pacifica. Implacable denuncia política
es asimismo un cine vigoroso, de alta perfección formal
que convence por la claridad de sus ideas y la exaltación
emocional que proporciona. Película tanto más estimable
cuanto que sirve de ejemplo para similares denuncias en el contexto
euskaldun en el que vivimos.
El francés
Jean-Pierre Sinapi que nos ofreció el año
pasado la excelente "Nacional 7" nos introduce,
a través de la vida de dos hermanos de origen emigrante,
en la lucha cotidiana en busca de supervivencia, en donde se verifica
la terrible frase que compone el titulo
del film. Cine lleno de sinceridad con amplia base documental,
cine necesario de gran solvencia plástica.
Aki Kaurismaki,
con su peculiar estilo minimalista, nos habla en "El hombre
sin pasado" de solidaridad entre la gente pobre, entre
aquellos a los que la vida no les ofrece más que una única
oportunidad de ser felices a través de la ayuda mutua.
"Cidade de
Deus" cuenta una historia que se desarrolla en la favela
del mismo nombre en Río de Janeiro. Su realizador Fernado
Meirelles
describe con crueldad la realidad del barrio y la progresiva degradación
de los niños que allí nacen, crecen y, desgraciadamente,
mueren sin más horizontes que la droga, las bandas organizadas,
y su destino de sicarios-pistoleros. La denuncia se acompaña
estéticamente de un estilo formal ágil, moderno
y dinámico en el que las influencias de las tendencias
del video-arte no les son ajenas. Tal vez la película más
impactante del Festival.
"Te querré
para siempre" fue, para mi apreciación, la película
a competición olvidada del palmarés. La cinta danesa
de Susanne Bier
habla de la vida que no se puede planificar, del azar que introduce
elementos que destruyen todas las previsiones. Con un estilo introspectivo,
deudor tanto del maestro Ingmar Bergman, como de los postulados
del decálogo Dogma, el film entra en la intimidad de los
rostros haciéndonos conscientes del dolor, las dudas, las
zozobras de unos personajes zarandeados por la vida.
Estas fueron para
mí las grandes cintas del Festival 2002. Cintas que respiraban
verdad, propuestas que aceptaban riesgos temáticos o estéticos
que las hacen particularmente estimables. Un segundo bloque,
asimismo de gran categoría lo forman, entre otros, la película
ganadora de la Concha de Oro: "Los lunes al sol"
de Fernando León de Aranoa, crónica del paro
en una ciudad industrializada y las consecuencias psicológicas
que acarrea. Bien ambientada e interpretada, si bien su tono agridulce,
mezcla de humor y seriedad es una baza a su favor, algunos guiños
que buscan el aplauso del público y algunos simplismos
en el análisis de las causas socio-económicas que
producen el paro, bajan el nivel del casi siempre excelente guión
del film.
"Historias
mínimas" de Carlos Sorín y "Lugares
comunes" de Adolfo Aristaraín son dos ejemplos
de la pujanza del cine argentino tan preocupado por hacer del
cine un lugar para la resistencia ante la difícil situación
social y de degradación de los valores morales que se vive
hoy en día en el país.
"El
pianista" de Román Polanski vencedora de
Cannes 2002 es una crónica del holocausto en el ghetto
de Varsovia. La historia real de Wladyslaw Szpilman y la
descripción de las peripecias que le tocó pasar
fluye con parsimonia a través del dolor y la rabia ante
la increíble época que les tocó vivir.
El
cine oriental nos ofreció dos joyitas muy estimables: la
coreana "Sang Woo y su abuela" de Lee Yung-Hyang,
deliciosa confrontación entre una abuela campesina abrumada
por el peso de la vida y su nieto insoportable y caprichoso chaval
de cuidad y además consentido y mal criado. Por su parte
la iraní "Sonido de verano" de Farhad
Mehranfar contrapone dos maestras , una joven enviada por
el gobierno a una remota región montañosa de Irán
para montar una escuelita y una madre, maestra de la vida, ocupada
en el trabajo doméstico y el cuidado de los animales.
La
chicana Patricia Cardoso en "Las mujeres reales
tienen curvas" es capaz de contarnos una historia de
gente sencilla preocupada por su futuro y su imagen física
con un humor contagioso que no escatima una observación
aguda de la realidad ni elude un compromiso social.
"Todo o nada"
del británico Mike Leigh ahonda en la línea
de análisis de la sociedad inglesa que inauguró
"Secretos y mentiras". Es una vuelta de tuerca
más en la línea valiente del último cine
británico tan influenciado por las corrientes documentales
en su manera de abordar la realidad.
Es evidente que otro
crítico habría confeccionado una lista diferente.
Es la grandeza del cine y Festival: ante tanta y tan variada oferta
cada uno encuentra aquello que secretamente busca.
A la hora de concluir
este análisis cabría lanzar una crítica,
no al Festival sino al colectivo que hacemos cine en Euskalherria:
Desde la Administración que eventualmente diseña
políticas de apoyo al fenómeno,
hasta aquellos que, en última instancia, tienen que realizar
las películas: Productores, Directores, etc. No hubo este
año ninguna película de ficción en el Festival;
no porque no hubiera sido seleccionada sino porque simplemente
no ha habido producción este año. Solamente el documental
"Galíndez" de Ana Díez y
Angel Amigo presente en Zabaltegi y algunos cortos de ficción
en la jornada del Cine Vasco. Un panorama desolador que debería
estimular a todas las instancias implicadas en un resurgimiento
de nuestro cine.
Tenemos
historias que contar. ¿A qué esperamos para hacerlo?
Juan
Miguel Gutiérrez, miembro de la sección de cinematografía
de Eusko Ikaskuntza
Fotografías: http://www.sansebastianfestival.ya.com/2002/es/index.htm
Francis Ford
Coppola, http://www.btinternet.com/~phil_johnson/wi00006.htm
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