|  
  Con 
 motivo de la entrega del premio Eusko Ikaskuntza-Sociedad de Estudios 
 Vascos a Bernardo Atxaga, me han pedido que escriba unas breves 
 líneas en torno a su figura. Así pues, quisiera 
 resaltar tres aspectos. 
 En primer lugar, 
 me gustaría destacar la actitud de Atxaga ante la literatura, 
 a la que ha dedicado toda su vida. Nos hicimos amigos al poco 
 de conocernos, a los diecisiete años, y fue en ese momento, 
 o quizás un poco más tarde, cuando Atxaga decidió 
 apostar por la literatura. Desde entonces, no ha dejado de estar 
 presente en su vida. La literatura es una forma de aprendizaje, 
 todas sus enseñanzas nos resultan útiles para la 
 vida, que los escritores transformamos en literatura. Ahora que 
 Atxaga ha alcanzado el éxito y la aceptación del 
 público, bien parece que llevar a cabo una apuesta de tal 
 calibre resulta fácil, pero sé perfectamente cuán 
 difíciles fueron sus comienzos, porque también he 
 sido testigo de sus malos momentos. Pero él siguió 
 adelante, lo abandonó todo para dedicarse a la literatura, 
 a la literatura en euskera para ser más exactos, precisamente 
 en los duros y oscuros años de la dictadura franquista. 
 Y eso tiene mucho mérito. Los escritores de hoy en día 
 lo tienen mucho más fácil, pero durante aquella 
 época muy pocos creían en su viabilidad. En primer 
 lugar, había que tener fe, y después, osadía. 
 Y Atxaga fue el primero en dar ese paso. Mientras la mayoría 
 de la gente se mostraba pesimista e intimidada, él obró 
 con optimismo y entereza.  
A lo largo de los 
 muchos años que lleva dedicándose a la escritura 
 ha cultivado distintos géneros y producido una magnífica 
 obra que brilla con luz propia. De hecho, varios de sus libros 
 se consideran ya clásicos. Entre sus lectores hallamos 
 gente de todas las edades. En todas sus obras teatrales, literatura 
 infantil y juvenil, poesía, cuentos y novelas, conferencias, 
 comparecencias públicas, emisiones radiofónicas, 
 etc., Atxaga no deja de deslumbrarnos con la maestría y 
 perfección que le caracterizan.  
 En tercer lugar, 
 y en conexión con el punto anterior, quisiera hacer alusión 
 a la huella que ha dejado su obra en la historia de la literatura 
 vasca por haber abierto un nuevo camino. Es obvio que muchos escritores 
 jóvenes de la actualidad escriben a su semejanza, como 
 fácilmente se distingue al analizar la poesía o 
 escuchar las letras de no pocos grupos de música. La influencia 
 de Atxaga está muy presente. Por otra parte, Atxaga es 
 el único escritor vasco cuyas obras han sido traducidas 
 a diversas lenguas cosechando un éxito sin precedentes 
 y propagando el buen nombre de la literatura vasca a todo el mundo. 
 Lamentablemente, el deseo de otro Bernardo, en este caso Etxepare, 
 no se ha visto cumplido ("Euskara, jalgi hadi mundura"), 
 pero, gracias a la obra de Atxaga, "Euskal Literatura, jalgi 
 hadi mundura" es hoy una realidad, lo cual no es poco, habida 
 cuenta de que nos estamos refiriendo a la literatura producida 
 en la lengua minorizada de un diminuto país. Por tanto, 
 y para terminar, sólo me resta decir que Atxaga bien merece 
 el premio que le ha sido concedido. 
 Joxemari Iturralde, escritor 
 Fotografía: Arantza Cuesta Ezeiza |