A
lo largo de los cincuenta
años de historia del Festival Internacional de San Sebastián
algunos directores vascos han conseguido llegar al máximo
y hacerse con la preciada Concha de Oro que se otorga a la mejor
película del certamen. Salvo el caso de Erice con El
espíritu de la colmena (1973), los máximos logros
en este sentido se han dado en la década de los noventa.
No obedece este dato a una casualidad. Hay que tener en cuenta
que la cinematografía vasca surge con fuerza a partir de
los años ochenta y es en esta década y en la de
los noventa cuando alcanza todo su éxito y esplendor.
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El
espíritu de la colmena (1973)
Foto: http://www.mcbxl.yucom.be/es/e/espiritudelacolmena.htm |
Es, como ya se
ha dicho, Víctor Erice, el primer director vasco que logra
la Concha de Oro del Festival. En la XXI edición del certamen
donostiarra (1973) el cineasta vizcaino presentó su primer
largometraje, El espíritu de la colmena. Sin ser
un total desconocido, -en 1969 había logrado la Concha
de Plata como director de uno de los episodios del largo Los
desafíos- su presencia habría pasado desapercibida
en principio dada la poca transcendencia que tenía en ese
momento su trayectoria cinematográfica. Tan sólo
el nombre de Elías Querejeta al frente de la producción
otorgaba cierta notoriedad a la película. De todos modos,
la inmensa calidad de la obra fue sin lugar a dudas su mejor carta
de presentación. El espíritu de la colmena
es una cinta fascinante, llena de sugerencias y dotada de un enfermizo
lirismo. Dentro de su cripticismo, el largometraje mostraba, entre
otras cosas, la sordidez de un mundo heredero de la funesta victoria
del franquismo, la fuerte atracción que inspiran los mitos
y el traumático paso que sufren los seres humanos al crecer
mientras se enfrentan a un mundo que les desborda.
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Los
desafíos, 1969
Foto: http://www.geocities.com/
Hollywood/6409/desafios.htm |
El jurado del
Festival, que otorgó la Concha de Oro por unanimidad a
la película, tuvo visión y arrojo al tomar una decisión
que, dada la complejidad de El espíritu de la colmena,
despertó recelos y aplausos a partes iguales, tal y como
había sucedido cuando se presentó el largometraje.
En todo caso, hoy en día este primer trabajo de Erice se
ha consolidado indiscutiblemente como una de las obras maestras
del cine español contemporáneo. Y fue el Festival
de San Sebastián quien tuvo el mérito de reconocerlo
en su momento.
Desde 1973 hasta
los inicios de la década de los noventa ningún director
vasco emuló la hazaña de Erice, aunque sí
se dieron ciertos logros como la Concha de Oro al Mejor Cortometraje
conseguida por Anton Merikaetxebarria con su Ikuska 3 en
1979 o los éxitos de Montxo Armendáriz al alcanzar
con Tasio un 2º Premio del Festival y con 27 horas
la Concha de Plata.
Es precisamente
Montxo Armendáriz quien toma el relevo de Erice y obtiene
en la 38 edición del Festival (1990) la Concha de Oro por
Las cartas de Alou. La concesión del galardón
a este largometraje, un sórdido alegato contra el racismo,
provocó una agria polémica en la gala de clausura
cuando el Jurado, tras hacer públicos los premios, declaró
que se dieron todos por exigencia del reglamento. Elías
Querejeta,
productor de la película, protestó ante esta anotación
al sentir que la aclaración del Jurado hacía referencia
a Las cartas de Alou. Sea como sea, no puede discutirse
la calidad del film de Armendáriz. Sin superar producciones
anteriores como Tasio o 27 horas posee ese sello
especial que aporta el cineasta navarro en la resolución
técnica de todas sus obras. Además, su mensaje a
favor de la libertad y en contra de la intolerancia y el racismo
es digno de ser destacado. Sin embargo, es evidente que el Jurado
sí tenía razón en criticar la escasa calidad
media en las películas presentadas en la Sección
Oficial. Y sobre todo quedó claro desde el primer momento,
y el tiempo se ha encargado de confirmarlo, que Miller’s Crossing
(Muerte entre las flores) de los hermanos Coen, presentada
en la Sección Oficial, era, con diferencia, la mejor película
del certamen. Esta obra maestra absoluta sólo se llevó
la Concha de Plata en una decisión difícil de justificar.
En la siguiente
edición, 1991, el cine de Euskadi repitió ganador
en la Concha de Oro con Juanma Bajo Ulloa y su Alas de mariposa.
Bajo Ulloa, uno de los genuinos exponentes de la nueva generación
de directores vascos de los noventa, venía avalado por
una exitosa carrera plagada de premios a sus cortometrajes. Y
a pesar de que en este trabajo, su debut en el campo del largometraje,
logró una obra llena de talento la polémica a la
hora de conocerse los galardones del Festival –algo, por otra
parte, habitual en los últimos años del Festival-
cobró de nuevo protagonismo. Si bien fueron los premios
de interpretación masculina y femenina (a Silu Seppaelae
por Zombie y el tren fantasma y al equipo de actrices de
Waiting) los que más abucheos soportaron, la concesión
de la Concha de Oro a Alas de mariposa, otorgada, según
decisión del Jurado, "por su gran impulso creativo"
provocó en primera instancia abucheos seguidos posteriormente
por una serie de aplausos.
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Foto:
http://www.juanmabajoulloa.com/alas/fotocromos.htm# |
La opinión
de la crítica, pues, reflejaba una clara división
sobre la calidad de la obra del cineasta alavés. Pero sobre
todo, se planteaba la duda de si era positivo darle el máximo
galardón a un cineasta tan joven (Bajo Ulloa tenía
en esos momentos 24 años) y de nacionalidad española,
ya que el año pasado había sido Montxo Armendáriz
el galardonado con la Concha de Oro. De hecho Bajo Ulloa, al presentar
su película, ironizaba al respecto declarando que no sabía
si las críticas que habían caído sobre la
película obedecían a su juventud o al hecho de haber
nacido en Vitoria. En todo caso, la carrera artística de
Bajo Ulloa tras este debut ha revelado lo que ya era evidente
en Alas de mariposa. El cineasta alavés es uno de
los directores de cine con más talento de este país.
En la edición
42 del Festival, celebrada en 1994, de nuevo un vasco se llevó
el máximo premio que otorga el certamen donostiarra. Imanol
Uribe, -junto con Armendáriz el director más interesante
surgido del cine vasco de los ochenta (no es casualidad que los
dos tengan en su palmarés la Concha de Oro)- logró
el premio con Días contados, película que
fue, por otra parte, la gran protagonista del cine español
de 1994 cuando arrasó en la gala de los Goya obteniendo
8 premios. Y el caso es que el premio concedido a esta excelente
crónica de "amor loco" entre un miembro de ETA
y una joven drogadicta ambientada en los bajos fondos de Madrid
no se libró de la habitual polémica en la gala de
entrega de premios ya que se produjo un pataleo de críticos
disconformes cuando se hizo público el galardón.
El propio Uribe reconoció en entrevistas posteriores que
no esperaba el premio más importante aunque sí figurar
en el palmarés. Y aunque algunos consideraban a la película
china Pólvora roja, pólvora verde, como la
candidata más firme para el triunfo final, al hacer la
valoración general del Festival, la mayoría de la
crítica reconoció la justicia de otorgar a Imanol
Uribe la Concha de Oro. El posterior éxito de taquilla
entre el público y el aluvión de premios –ya se
comentado el éxito de Días contados en la
gala de los Goya- confirmaron que la distinción otorgada
a la película de Uribe fue un indudable acierto del Jurado.
Bastante
más polémica fue la 44 edición del Festival
(1996) y de nuevo tuvo a Uribe como protagonista. El director
vasco presentó la película Bwana, un film
que, al igual que Las cartas de Alou, denunciaba el racismo
de la sociedad ante el fenómeno de la inmigración.
La cinta ganó ex aequo con Trojan Eddie del irlandés
Gillies Mackinnon la Concha de Oro del Festival y esta vez sí
hubo cierta unanimidad en la crítica especializada al considerar
que el fallo del Jurado había sido totalmente desafortunado.
Se consideró que películas como Capitán
Conan de Bertrand Travernier o El último viaje de
Robert Rylands de Gracia Querejeta merecían antes el
favor del Jurado. Decir en todo caso que Bwana es una producción
interesante, aunque hay que reconocer que está por debajo
de otros trabajos de Uribe como Días contados, La
muerte de Mikel o La fuga de Segovia.
La presencia
vasca en el palmarés de San Sebastián se ha consolidado,
como se puede apreciar, en los últimos años. Queda
ahora insistir con producciones de calidad para seguir adueñándose
del Festival más importante del estado. Con nombres en
nuestra cantera fílmica como los de Armendáriz,
Uribe, Medem, Bajo Ulloa, Calparsoro, De la Iglesia, Urbizu, Taberna,
etc, no será difícil encontrar en próximas
ediciones apellidos vascos disfrutando de la Concha de Oro de
San Sebastián. Y es que en el fondo, este es otro de los
baremos que sirven para medir el importante salto cualitativo
que ha experimentado el cine de Euskal Herria en los últimos
años.
Carlos Roldán
Larreta, Doctor en Historia del Arte |