Han
pasado 75 años desde que el primer tren atravesó
el angosto valle del Urola. Al analizar históricamente
la construcción del Ferrocarril del Urola un hecho aparece
inmediatamente: fue el resultado del tesón, la perseverancia
y la decidida apuesta que hicieron los vecinos del Urola por dotar
al Valle de una vía de comunicación moderna, cómoda
y mucho más rápida que las tradicionales. Ello les
proporcionó las condiciones necesarias para el desarrollo
de las nuevas actividades económicas, sociales y culturales
que los nuevos tiempos exigían. En definitiva, fue su apuesta
por la modernidad y para no perder el tren del progreso
económico.

La construcción
del Urola no estuvo exenta de problemas y dificultades. Fue un
camino largo y tortuoso que comenzó en el mes de diciembre
de 1883 y que concluyó el 22 de febrero de 1926. Por ello,
para muchos vecinos del Urola la inauguración del Ferrocarril
fue hasta casi un milagro. El Ferrocarril del Urola fue la última
línea que se construyó en la red ferroviaria del
País Vasco y marcó el final de una etapa en la historia
de las comunicaciones terrestres vascas.
Uno de los aspectos
del Ferrocarril de Urola, quizá, más desconocidos,
pero por ello no menos interesante, es el referente al personal
que trabajó en el mismo a lo largo de su historia. En estas
líneas vamos a aportar algunos datos que permitirán
conocer un poco mejor algunos aspectos sociales del Urola.
1. LA PLANTILLA
El Consejo de Administración
del Ferrocarril trató por primera vez el tema de la plantilla
que tenía que tener la línea del Urola en el mes
de febrero de 1925, pero no fue hasta el mes de septiembre hasta
que se tomó una decisión sobre las características
que ésta debía de reunir. El Consejo barajó
como dos las posibles plantillas del Ferrocarril –una amplia y
otra restringida–, que estaban inspiradas en dos concepciones
distintas de la asiduidad de los servicios que el Urola debía
prestar. Los criterios que subyacían en una y otra eran
defendibles para los intereses del Ferrocarril, por lo que fue
la Diputación Provincial de Gipuzkoa, como máximo
órgano competente, la que tomó la última
decisión a este respecto. Esta optó por la fórmula
restringida, pero procurando dotar a la línea de la mayor
frecuencia de trenes posible. Es muy probable que la Diputación
se decantara por esta alternativa porque era un 16’10% más
económica que la de la plantilla amplia. Para principios
del mes de noviembre de 1925 se había seleccionado prácticamente
a la totalidad de la plantilla y ésta fue contratada por
el Ferrocarril a partir del 1 de enero de1926.
En
el momento de su inauguración el Urola contaba con 130
empleados. Sin embargo, al poco tiempo se pusieron en evidencia
algunas de las carencias que tenía la plantilla. Tal y
como era su filosofía, sólo podía responder
a las necesidades del tráfico que esta previsto en aquel
momento y no era capaz de atender a las necesidades de un eventual
aumento de la demanda de los servicios de pasajeros y mercancías.
Para solucionar esta carencia, a finales de los años 20
y en los años de la República la Dirección
se vio en la tesitura de tener que ampliar el número de
empleados de la línea. Así, en 1927 el Urola pasó
a tener en nómina a 143 asalariados; y en 1933, 164 eran
trabajadores fijos de la plantilla.
Sin embargo, para
estas fechas ya los gastos de personal suponían un gran
lastre para el Ferrocarril. Por un informe fechado en Azpeitia
el 21 de septiembre de 1961 sabemos que en 1936 el 70% de los
desembolsos de la línea procedían de este concepto.
Esta circunstancia, así como la coyuntura excepcional de
la Guerra Civil, fue aprovechada por la Dirección para
realizar la primera reducción de plantilla. Esta se efectuó
abriendo "expedientes de depuración" y el resultado
fue que en 1940 el Urola contaba en plantilla con sólo
100 empledos.
A partir de esta
fecha la filosofía de la Dirección fue la de contar
única y exclusivamente con el personal mínimo e
indispensable en base al tráfico existente para dar el
servicio adecuado. Así, la plantilla rondó entre
los 163 trabajadores del año 1948 y los 91 del ejercicio
1982.
Pese a todo ello,
la partida de gastos de personal constituyó siempre un
gran problema a lo largo de la historia del Ferrocarril, dado
que éstos fueron incrementándose mientras que la
rentabilidad de la línea fue cayendo progresivamente. Ante
esta tesitura, la Dirección fue adoptando diferentes medidas
para reducir los desembolsos por este concepto, pero no sirvieron
para aminorar los costos del personal. En 1970 el Ferrocarril
consumía en este concepto el 81% de su presupuesto, cifra
que, además, continuó elevándose año
tras año hasta el cierre de la línea.
2. CONDICIONES LABORALES
En principio, hasta
1930 las condiciones laborales del personal del Ferrocarril del
Urola estuvieron regidas por el Reglamento General de 1925.
Este código trataba de una manera muy escueta todas las
cuestiones concernientes al horario y los derechos de que tenían
los trabajadores.
Las primeras mejoras
de importancia en las condiciones laborales de los empleados del
Urola llegaron en 1931 y éstas fueron de naturaleza diversa.
En este año el personal logró cuatro avances importantes
en sus derechos, que fueron:
Terminada
la Guerra Civil y en plena etapa de autarquía económica
las modificaciones en las condiciones laborales fueron resultado
de la introducción de algunas reformas en los reglamentos
aprobados en las décadas precedentes. No obstante, debemos
de incidir en el hecho de que algunas de ellas fueron de carácter
regresivo. A modo de ejemplo indicar que por la Ley de 13 de julio
de 1940 se estipulaba que el descanso dominical no era obligatorio
para las empresas ferroviarias y que tan sólo lo era el
descanso semanal.
En la década
de los 40 el Consejo de Administración aprobó un
nuevo reglamento para concesión de pensiones de retiro,
viudedad y orfandad. En este sentido, se estableció la
jubilación a la edad de 67 años, requiriéndose
además para poder disfrutar de la misma un mínimo
de 15 años trabajando en la empresa; se limitó la
cuantía de las pensiones, no pudiendo en ningún
caso exceder el sueldo íntegro que éste disfrutaba
en el momento de la jubilación; y se aprobó la percepción
del 90% del salario en el tiempo que un trabajador estuviera de
baja por incapacidad laboral. De igual manera, en estos años
la Dirección introdujo algunas mejoras en las prestaciones
sociales de sus empleados. En concreto:
Acordó modificar las bases
del seguro de enfermedad con el fin de hacerlo semejante al
aprobado por la Diputación para sus empleados.
Construyó algunas viviendas
para los trabajadores a cambio de una renta mensual.
Puso en marcha una escuela de
aprendizaje en los talleres del Ferrocarril para la formación
profesional del personal.
En los años
50 las condiciones laborales y prestaciones que gozaron los empleados
del Urola apenas experimentaron variaciones y tan sólo
se fueron aprobando algunas medidas en base a las peticiones que
fueron cursando los jurados de empresa. Entre estas demandas ocuparon
un lugar muy destacado todas aquellas referentes a la jerarquización
del personal y al establecimiento de la igualdad salarial entre
los trabajadores de cada una de las categorías laborales.
1971 marcó
de alguna manera el inicio de una nueva etapa para los trabadores
del Urola. En este año el estado aprobó una orden
ministerial por la que entraba en vigor una nueva reglamentación
de trabajo que afectaba a todos los ferrocarriles de uso público.
Sus principales modificaciones con respecto a la anterior norma
eran de carácter económico: a) ordenaba una nueva
escala de retribuciones mínimas superiores a las aprobadas
por Consejo del Urola; b) establecía cuatrienios del 4%
en vez de quinquenios; c) fijaba las vacaciones en 21 días,
salvo el personal de las primeras clases salariales, que continuaba
disfrutando de los 30 días anteriores; d) se incrementaba
la cuantía de las dietas por salidas en reemplazos; y e)
se imponía el ascenso para los factores autorizados dentro
de la escala salarial. La aplicación de esta ley supuso
para el Urola un incremento de los gastos de personal de más
de 1 millón de pesetas.
La difícil
situación económica que atravesó el Ferrocarril
del Urola en la última década en la que estuvo funcionando
influyó decisivamente en el empeoramiento de la situación
de sus empleados. Por una parte, porque los salarios aprobados
por el Consejo de Administración para las diferentes escalas
laborales fueron en muchas ocasiones menores a los dictados en
las distintas órdenes ministeriales. Por otra, porque las
condiciones de trabajo de la plantilla del Urola fueron bastante
peores a las que disfrutaba el personal de los Ferrocarriles Vascongados.
Pese a ello, la documentación no recoge la existencia de
incidentes ni de protestas de los empleados, quizá en el
intento de éstos de no incidir aún más en
la crisis de la línea.
3. LOS SALARIOS
Los trabajadores
del Urola nunca tuvieron el carácter de "empleados
provinciales", pese a que la Diputación era su concesionaria,
por ser éste un servicio con plazo de caducidad y que había
de revertir al estado. No obstante, los agentes del Urola fueron
disfrutando de haberes y derechos similares a los que tenían
otros cargos de la Diputación de pareja categoría.
Cuando
allá por los meses de noviembre y diciembre de 1925 se
formó la primera plantilla del Ferrocarril, la Diputación
acordó establecer la escala salarial de las diferentes
categorías laborales tomando como base el salario que tenían
en ese momento los camineros. A los cinco años de su explotación,
el ente provincial concedió al personal del Urola el disfrute
a los derechos de los quinquenios; y un año más
tarde, se implantaron los trienios.
En 1931 una Real
Orden del estado estableció para el personal de todas las
compañías ferroviarias de uso público un
salario mínimo de 5 pesetas, de las que quedaban excluidas
las mujeres, y un incremento de 50 céntimos diarios para
los comprendidos entre las 5 y las 6 pesetas. La aplicación
de esta ley junto con los aumentos aprobados por la Diputación
para sus empleados, conllevó la aparición de notables
desigualdades entre las retribuciones de unos y otros empleados.
Ello conllevó la presentación de reiteradas peticiones
de aumento salarial y del estudio de las mejoras que podrían
concederse para la desaparición de las desigualdades por
parte de los representantes de los empleados. Finalmente, la Diputación
optó por otorgar al Urola de sus fondos una subvención
equivalente a la cantidad necesaria para completar el importe
de los nuevos salarios con carácter de gratificación.
Desde 1931 y hasta
1946, salvo en los años de la Guerra Civil, los trabajadores
del Urola fueron percibiendo de la Diputación las mismas
mejoras, pluses de carestía y pagas extraordinarias en
igual cuantía a la otorgada para sus funcionarios.
La entrada en vigor
de la Reglamentación Laboral General (1946) para
todos los ferrocarriles de uso público, supuso un importante
cambio en el Urola. A partir de este momento, los salarios de
sus agentes estuvieron regidos por este Reglamento y ello, a su
vez, conllevó la reestructuración del organigrama
interno de la empresa. La aplicación de esta reglamentación
no implicó para los trabajadores del Urola una disminución
de sus emolumentos con respecto al de los funcionarios de la Diputación.
La empresa buscó la manera de que los ferroviarios pudieran
seguir disfrutando de sueldos parejos a los que tenían
los empleados provinciales a través de distintos conceptos,
tales como: pagas extraordinarias, premios a la natalidad y pluses
familiares, entre otros.
A mediados de la
década de los 60 las retribuciones que percibían
los agentes del Urola estaban desfasadas en relación con
el coste mínimo de la vida. El Consejo de Administración
era consciente de esta realidad y procuró, siempre y cuando
las circunstancias se lo permitían, mejorar los salarios
de sus empleados a través de la aprobación de diversos
pluses. Sin embargo, ello no resultaba suficiente y el jurado
de empresa presentó reiterados escritos al Consejo en los
que demandaba la mejora salarial en diversos conceptos (pluses
voluntarios, primas de asistencia, prima de responsabilidad, primas
a la productividad, etc.). A estos males hubo que añadir
uno más: la congelación salarial decretada por el
gobierno el año 1969. En esta ocasión, el
problema se zanjó con la realización de un nuevo
ordenamiento de salarios en base al establecimiento de una nueva
jerarquización porque ello obedecía a "imperativos
de justicia social". Mas, indicar que con las mejoras salariales
quedaron absorbidas para todas las categorías el plus de
asistencia y el plus voluntario que venían disfrutando.
En 1970 el Consejo
aprobó un salario mínimo de 3.600 pesetas y un incremento
acumulativo del 8% para las categorías superiores. En otras
palabras, se trató de favorecer en el incremento a las
dos categorías más bajas dentro de la jerarquía
laboral. Cabría decir que a partir de esta fecha la tónica
general fue la conceder las mayores subidas retributivas al personal
menos cualificado, unas veces como resultado de la política
de empresa y otras, por la aplicación de lo dictado en
las distintas órdenes ministeriales.
En la década
de los 70 el Consejo aprobó para cada ejercicio una subida
entre el 5 y el 14%. Sin embargo, ello en ocasiones resultaba
insuficiente porque el incremento del coste de la vida era superior
a estos porcentajes.
Salarios bases mensuales
del personal del Ferrocarril del Urola, 1971-1979 (en pesetas)
CLASE |
1971 |
1977 |
1978 |
1979 |
1ª |
9.368 |
17.200 |
18.990 |
21.600 |
2ª |
8.669 |
16.400 |
18.150 |
20.700 |
3ª |
8.030 |
15.750 |
17.400 |
19.800 |
4ª |
7.422 |
15.100 |
16.680 |
19.200 |
5ª |
6.905 |
14.700 |
16.260 |
18.900 |
6ª |
6.570 |
14.250 |
15.750 |
18.600 |
7ª |
6.235 |
13.950 |
15.480 |
18.300 |
8ª |
5.900 |
13.800 |
15.300 |
18.800 |
9ª |
5.566 |
13.650 |
15.120 |
17.700 |
10ª |
5.232 |
13.500 |
14.940 |
17.400 |
11ª |
5.232 |
13.350 |
14.760 |
17.100 |
12ª |
5.232 |
13.200 |
14.580 |
16.800 |
Fuente: Museo Vasco
del Ferrocarril, Actas del Consejo de Administración.
Aunque en la documentación
consultada no hemos encontrado datos concretos de la política
salarial de la década de los 80, todo induce a pensar que
los sueldos de la plantilla del Urola fueron bastante exiguos,
tanto por la precaria situación económica que atravesaba
la línea como por la crisis económica de los 80.

El Gobierno Vasco
decidió el cierre definitivo del Ferrocarril del Urola
el 2 de febrero de 1988. Antes de la toma de esta decisión
diversas empresas consultoras elaboraron planes de viabilidad
para la línea. Todos los estudios eran coincidentes en
señalar que el esquema operativo con el que estaba funcionado
el Ferrocarril no permitía su supervivencia económica,
y que de las posibles alternativas la más económica
era la del cierre y la sustitución del Urola por un servicio
regular de autobuses. De igual manera, ninguno de estos estudios
decía que la causa principal de los males de la línea
eran los desorbitados gastos que ésta tenía en el
concepto de personal. El déficit era consecuencia directa
del estado ruinoso de sus instalaciones, infraestructura y parque
móvil que no permitían garantizar la seguridad de
la circulación y que hacían del Urola un servicio
no competitivo con otros transportes públicos e inviable
desde el punto de vista económico.
En la actualidad,
los planteamientos económicos son muy diferentes a los
de la década de los 80 y el Gobierno Vasco está
realizando una importante apuesta por la recuperación y/o
modernización de las líneas ferroviarias como medio
para atajar el problema de la saturación de las carreteras
vascas.
Lourdes Odriozola
Oyarbide, Doctor en Historia
Las fotografías que ilustran el artículo están
publicadas en las siguientes páginas:
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