El surf: otro tipo de vacaciones
Arturo López, Barny

Cuando se siente la llamada del mar, se pretende ir más lejos, aunque sólo se pueda dedicar en las vacaciones la misma cantidad de dinero y tiempo de todos los años, por lo que hay que preparar el viaje a fondo.

Barny surfeando en Mundaka.
Foto: Iagoba Fanlo.

Entre la variada y numerosa información que existe sobre los circuitos de surf tradicionales, destacan los puntos más usuales que son: México, Maldivas e Indonesia. Sin embargo, los extranjeros que arriban a Europa eligen practicar este deporte en playas como Mundaka (Bizkaia), Lacanau (Francia) o Peniche (Portugal).

Para los que hacemos surf la aventura de viajar fuera de nuestras costas es principalmente para descubrir nuevas olas, además del cambio de paisajes, y de conocer a gentes y culturas.

Barny surfeando en el Golden Gate.
1999.
Foto de Bob Larson para "Contracosta Times".

Hawai, Indonesia y Australia son algunos de los destinos que ya habíamos disfrutado anteriormente. En estas vacaciones queríamos indagar sobre parajes menos populares dentro de la aventura del surf. Por ello nos fuimos a América Latina, en la búsqueda de la auténtica aventura.

En esta ocasión nos decidimos por Perú: ¡2.250 kilómetros de costa...! Y comenzamos nuestro viaje en Lima, capital de la República, que se halla ubicada en la costa. Desde esta Perla del Pacífico nos dirigimos a Mancora, al norte del país, deteniéndonos en todos los pueblitos. Allí donde hubiera buenas olas nos asentábamos. Al practicar surf con un grupo de amigos, evitamos ciertos riesgos en el agua, además resulta más emocionante y divertido.

Chicama, Pacasmayo, Centinela..., a lo largo del recorrido nos topamos con una niebla persistente que no cejó un solo día. La temperatura en el verano local (invierno en nuestro país) fue de 28ºC a 32ºC y la del agua del mar sobre unos 26ºC, pero en la desembocadura de los ríos la temperatura descendía considerablemente, ya que el agua baja fría de los Andes. En estos casos utilizábamos trajes de surf de 2-3 mm. de grosor para aguantar más tiempo cogiendo olas.

Barny (bajo la ola) en Uluwatu, Bali, 1999. Foto: Eduardo Odriozola

Siguiendo la costa, encontramos llanos salpicados de dunas y asombrosas playas solitarias, de variada fauna marina, donde las olas fuertes y de calidad rompían sobre fondo de arena o roca. Las dificultades para acceder a algunos spots (lugares de surf) debido al terreno y a la inexistente infraestructura de las carreteras, hizo que nos perdiéramos varias veces.

La improvisación durante el viaje fue constante, tanto en la búsqueda de alojamiento como de comida. Así, a lo largo de toda la franja costera, descubrimos bonitos hotelitos a buen precio y tabernas populares donde la comida casera resultó excelente: pescados, mariscos, verduras y como no, el cebiche (plato típico del país).

Hemos tenido la suerte de compartir con el indígena –hospitalario y paciente- momentos inolvidables. En Chicama conocimos a un lugareño al que hicimos una entrevista. Un surfer de unos 60 años, carismático y pionero. Este personaje apodado El Hombre es una leyenda viva. El nos relató preciosas historias, como la que ya conocíamos sobre la ola Chicama, que es una ola de izquierda muy larga. Fue descubierta por El Hombre y hoy en día es apreciada por todos los surfistas.

El Hombre y Barny, en Chicama. 2000.

Finalizamos nuestro viaje, abundante en sorpresas y contactos con un pueblo que tiene tal bondad y generosidad, que ha marcado en nosotros una manera distinta de entender la pobreza. Un pueblo, que a pesar de todas las invasiones, ha sabido manternerse en pie con sus costumbres y su lengua.


Euskonews & Media 177.zbk (2002 / 7-26 / 9-6)


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