El
ciclismo es un deporte al alcance de grandes espíritus.
Espíritus de combate, amantes del sacrificio, gregarios
del esfuerzo, a veces, de la nada. Sólo para hombres---y
algunas mujeres---curtidos. Moldeados a semejanza de los héroes
de la antigüedad, aunque sin la bendición de los dioses
que tutelaban y protegían sus hazañas.
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Miguel
Indurain, ganador de la Euskal Bizikleta, ascendiendo el
puerto de Arrate junto a Peter Luttenberger (Carrera) y
Alex Zulle (Once) en la edición de 1996.
Foto: Ego Ibarra. http://www.egoibarra.com/Eibar/Txirrindularitza |
Estas premisas han
sintonizado claramente con lo vasco. Aquí se ha valorado
siempre la capacidad de entregarse, la pasión por sacar
adelante la obra en la que se confía. Y el ciclismo convive
mucho con la disciplina, con la defensa apasionada de lo que tiene
que ver con la vida de uno mismo, con una parte importante de
su razón de ser, con la leyenda de quienes han escrito
páginas brillantes en la historia de este deporte. Los
aficionados vascos se han apoderado del ciclismo como de algo
que les pertenece. Sólo, de este modo, es comprensible
la movilización de cientos o miles de ellos que reaccionan
ante las grandes citas del calendario.
ITALIA, LA PUERTA
DE LA PRIMAVERA
El
primer punto de encuentro es el Giro. Menguado por el dopaje,
asediado por jueces, fiscales y policías, la carrera italiana
ha perdido parte de su encanto. De espaldas a la ética,
adulterando los aspectos naturales de su cuerpo, los principales
exponentes de la bicicleta trasalpina han ocupado los titulares
de la prensa, no por sus logros, sino por sus ilegalidades, poniendo
en duda la legitimidad de sus éxitos y la credibilidad
en su maltrecho deporte. En tiempos cercanos, Pantani, Simoni,
Garzelli.....han decepcionado.
En otros momentos
Indurain, Olano, Unai Osa, recientemente Juanma Gárate,
junto al notable esfuerzo de Joane Somarriba , han sabido destacar
en territorios incomparables en los que se diseña una prueba
singular que va desde las cálidas aguas del sur hasta las
cumbres nevadas del Gabia o del Stelvio o de la dolomítica
Marmolada.
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Joane
Somarriba. Foto: Iñigo Azkona |
El Giro es de los
y para los italianos. Lo defienden, a pesar de los achaques. Una
sólida organización, un historial irrepetible, pesan
más que los vaivenes comerciales de los equipos que necesitan
congraciarse para hacer buena la inversión publicitaria
y la rentabilidad, aunque sea a costa de flagrantes decepciones
que todavía comprenden los "tifossi", la pléyade
de aficionados garantes del futuro.
Italia además
ha sido paraíso para corredores vascos que a lo largo de
los años han defendido maillots lejanos a su tierra, abriendo
sendas y mercados a las nuevas generaciones, obligadas a emigrar
ante la imposibilidad de ser profesionales en su tierra. Horrillo
(Mapei), Gárate (Lampre), Astarloa (Saeco), Chaurreau (Pólit),
Odriozola (Gewiss, Batik), Lejarreta (Alfa Lum)... , entre otros,
son algunos ejemplos de evidencia.
LA GRANDEUR DE LA
FRANCE
El Tour es la prueba
por antonomasia. No cabe otro calificativo. Muchos decenios, muchas
pedaladas, muchos ciclistas, muchos nombres que pasan a la lista
de las grandes actuaciones. Correr el Tour es para los corredores
la confirmación de su profesionalismo. Ganarlo, la consagración.
El deporte en julio
se monta en bicicleta y recorre Francia, subiendo, llaneando,
bajando. Allí los nuestros han escritos gestas. Han subido
al podio y se han sentido reconocidos por el gran público.
Es la trascendencia que propone la mejor prueba del mundo.
Indurain
subió allí los escalones más generosos de
su irreprochable carrera. Joseba Beloki ha compartido en los Campos
Elíseos un podio que Lance Amstrong pisaba en lo alto.
Olano hizo explotar sus virtudes en los momentos de máximo
carisma entre su fiel feligresía. Y en la historia los
nombres impresos de Jose Mari Errandonea, Miguel Mari Lasa, José
Nazábal que pisaron la línea de meta alguna vez
antes que sus oponentes. Y otros nombres de una relación
de cientos de miles, porque es aquí donde se manifiesta
la mayor afinidad de los vascos a este deporte.
Los Pirineos son
una conquista. Las carreteras se jalonan de entusiasmo, con jirones
de combate, con respeto a todos los que compiten, dictando la
lección de deportividad que siempre correspondió
a nuestro pueblo.
Ondean las ikurriñas.
Se balancean las pancartas. Se arraciman las voluntades hasta
configurar un todo unitario, en la voz, en el ánimo, en
el deseo y en apoyo a los esforzados de la ruta. Mientras ellos
vivan seguirá viviendo este deporte.
LA VUELTA EN SEPTIEMBRE
Llegará
septiembre y el calendario nos pondrá la Vuelta a España
en el horizonte inmediato. Ahora cierra la temporada. Antes la
abría. Sin terminar de encontrar su definitivo acomodo,
la organización abandonó los fríos y las
lluvias de primavera para desembocar en los últimos calores
del verano. Prefirió corredores cansados, o ciclistas necesitados
de triunfos de última hora, a convertirse en un banco de
pruebas para deportistas que tenían por delante todo un
ejercicio de esfuerzos.
La Vuelta a España
está plagada de apuntes vascos. Aquí han corrido
cientos de ciclistas. Con más o menos éxito, esta
vuelta ha estado a la alcance de la mayoría de nuestros
profesionales. Dalmacio Langarica, Loroño, Gabica, Marino
Lejarreta, el propio Olano, insigne campeón del mundo,
alimentaron con sus doradas preseas el botín de sus carreras.
EMPRENDEDORES
Esta realidad de
nuestro tejido socio-industrial tiene su vertiente en el ciclismo.
Grupos de entusiastas aficionados han sido capaces de crear enormes
pruebas que tienen el reconocimiento internacional por su capacidad
de gestión y por lo atractivo de recorridos y premios.
La Vuelta al País Vasco, la Euskal Bizikleta, la Clásica
de San Sebastián, la Subida a Urkiola, las citas de Ordizia,
Llodio o Amorebieta, la Bira, la Vuelta al Bidasoa, las carreras
de los fines de semana y aún más... conforman una
declaración irrepetible de sentimientos y una demostración
de apoyo a este deporte inmenso.
Organizaciones amateurs
se esmeran en crear escuela, en fomentar la ilusión entre
los jóvenes, en abrir puertas a la práctica deportiva,
pedaleando cualquier mañana de domingo, sin importar ni
la edad, ni la condición. El ciclismo tiene muchos practicantes
anónimos, algunos arrastrados a una cuneta desgraciada
por la irresponsabilidad de quienes, conduciendo vehículos
más poderosos, sesgan vidas. Eso también nos corresponde
y forma parte del heroísmo aunque en este caso sin la protección
de las antiguas deidades que, por serlo, no conocieron la pasión
de montar en bicicleta.
Fotografías: Olano, Marino Lejarreta,
Joseba Beloki, http://www.vueltaciclistaespana.com |