Los
avances que se vienen produciendo en el registro arqueobotánico
del Cantábrico Oriental durante la última década
aconsejan una revisión del modelo aceptado hasta la fecha.
Tanto desde la perspectiva de macrorrestos (Carpología
y Antracología), como desde la Palinología, va perfilándose
un panorama complejo, más
diverso de lo supuesto tradicionalmente, en el que sorprende la
temprana adopción de formas de economía productiva
(finales del séptimo milenio B.P., en dataciones sin calibrar).
Entre los diferentes criterios empleados para caracterizar el
fenómeno de neolitización, se puede dar por concluida
la fase en el que el diagnóstico se sustentaba únicamente
en criterios de orden tecnológico (aparición de
cerámica, restos de pulimento o determinadas piezas líticas,
como las que muestran retoque en doble bisel). Con las correspondientes
precauciones de índole metodológica, hoy día
puede sustanciarse un diagnóstico de un grupo como neolítico
a partir de estudios arqueozoológicos y arqueobotánicos,
también en áreas como la nuestra, tradicionalmente
(y a lo que se ve, erróneamente) consideradas como marginales
en la adopción de prácticas agrícolas y ganaderas.
Para esta breve
nota se han escogido, deliberadamente, los depósitos situados
en territorios litorales y preferentemente, situados en la misma
costa o cercanos a la misma. Estas áreas son las que han
visto más cuestionada su capacidad para aceptar en breve
plazo y toda la profundidad requerida la situación generada
por la llegada de nuevos grupos humanos con hábitos
productivos. De hecho, para los territorios interiores de Euskal
Herria se cuenta con una evidencia acumulada importante de depósitos
neolíticos con economía productiva (1).
Se incluyen en esta presentación depósitos (arqueológicos
o no) analizados en las provincias de Gipuzkoa y Bizkaia (Comunidad
Autónoma Vasca), así como del territorio de Cantabria,
al este de la ría del Asón, cercana a Laredo. En
aquellos casos en que se juzgue de utilidad, haré referencia
a diversos análisis no tan próximos a la costa (cuencas
altas de los ríos incluidos), aunque siempre como fuente
de información complementaria.
La
evolución del paisaje vegetal, como respuesta a la mejora
de las condiciones climáticas a partir del 10.000 BP (inicio
del Holoceno), se refleja en el progresivo aumento de la masa
arbórea dentro de dicho paisaje (fundamentalmente representado
por el bosque mixto caducifolio). Dentro del marco cronológico
y geográfico estudiado en este trabajo (10.000 a 4.000
B-P.), únicamente en las cuevas de Pico Ramos y Ekain los
valores porcentuales de polen arbóreo son inferiores al
20%. Sin embargo, la interpretación del registro polínico
está sometida tanto a aspectos cuantitativos como cualitativos,
como trataremos de exponer a continuación.
La Arqueobotánica
aporta datos de amplio espectro, susceptibles de aportar informaciones
relacionadas con la evolución de los elementos bióticos
del Paisaje, los cambios en los niveles de la línea costera,
la naturaleza y envergadura de la actividad económica del
Ser Humano, la afección del medio originada por ésta,
etc. Para el área y periodo seleccionados para esta exposición,
nos encontramos con el aparente contrasentido de que contamos
con un volumen de información bastante limitado, que resulta
al mismo tiempo relativamente divergente. No es este el lugar
más adecuado para extenderse en explicar las dificultades
que entraña la interpretación del medio vegetal
a partir del registro arqueobotánico, contando con que
sus desviaciones se solapan (y a veces acumulan) a las del propio
registro arqueológico. En definitiva, es preciso relativizar
el valor "absoluto" de las dataciones radiocarbónicas,
del carácter "intacto" que los arqueólogos
gustamos de observar en nuestros yacimientos o la representatividad
lineal de los porcentajes de especies vegetales que se observan
en un diagrama polínico. También es necesario conocer
y explotar las potencialidades y limitaciones de cada una de las
disciplinas analíticas disponibles. Sólo una actitud
adecuadamente crítica puede permitir que las nuevas informaciones
que se obtendrán en décadas venideras contribuyan
a tener una resolución mayor en el conocimiento de nuestra
Prehistoria, en lugar de provocar únicamente ruido que
dificulte su percepción.
En
primer lugar, podemos abordar el entorno vegetal del litoral durante
el inicio del Holoceno. Una característica común
a la mayoría de los depósitos incluidos en este
texto es la importancia de Corylus (avellano) y Quercus
t. robur (roble) dentro del estrato arbóreo. Este fenómeno
se detecta ya desde los niveles epipaleolíticos de los
yacimientos arqueológicos de Ekain, Urtiaga, Arenaza y
Pareko Landa. Tanto en Ekain como en Arenaza el principal componente
arbóreo es el avellano, mientras que en los dos depósitos
restantes los valores de ambos taxones son más parejos.
Esta codominancia entre Quercus t. robur y Corylus
también tuvo lugar en el estuario del Bidasoa desde el
octavo milenio antes del presente. En el caso de Pareko Landa,
durante la ocupación mesolítica Corylus está
mejor representado que Quercus t. robur (coincidente con
un retroceso del espacio arbóreo), siendo en los niveles
neolíticos cuando se vuelve a recuperar la codominancia
Corylus y Quercus t. robur (a pesar de que al final
de la secuencia se alcancen los valores mínimos de polen
arbóreo). A partir del VIº milenio, dentro de esta misma
dinámica de predominio de estos dos taxones, encontramos
secuencias en las que otros taxones adquieren relevancia como
mayoritarios representantes del bosque. En este caso, se encuentra
el asentamiento neolítico al aire libre de Herriko Barra
(paisaje arbóreo claramente dominado por el aliso), la
cueva de Urtiaga (durante su ocupación calcolítica
en un primer momento existe una codominancia de Corylus
y Quercus t. robur que es sustituida por unos valores predominantes
de Quercus y Tilia) o el poblado de Ilso Betaio
(Corylus, Fagus y Alnus son los taxones arbóreos
mejor representados).
Evidentemente,
a lo largo de este avance progresivo del bosque, éste se
enriqueció con otros tipos de especies arbóreas.
El haya está presente en el territorio objeto de estudio
prácticamente desde el 10.000 BP, tanto en depósitos
de origen no antrópico como en depósitos arqueológicos.
Los valores más estables y con un valor porcentual medio
entre 5 y 10%, se localizan en altitudes superiores a 500 m s.n.m.
actual (como cabría esperar, a la vista de la actual comarcalización
fitogeográfica).Si nos adentramos un poco hacia
el interior, este taxon también está presente en
las Encartaciones (Ilso Betaio, La Cabaña 4) y
en la parte alta de las cuencas del Ibaizabal (Saldropo con anterioridad
al 5.630 BP),del Oria (Unanabi Zorroztarri 3.280, 3.040
BP) y del Bidasoa (turbera de Belate, 6.600 BP).
El pino también
está presente de un modo constante, aunque existen variaciones
en la evolución de su dinámica. Suele ser el tercer,
o incluso segundo, taxon arbóreo en la mayoría de
los depósitos estudiados como en Arenaza I, estuario del
Bidasoa (Playaundi), Pareko Landa o Herriko Barra. Sin embargo,
su evolución en cada uno de ellos puede variar como en
el caso de Pareko Landa, que tras alcanzar su máxima expansión
en el VIIIº milenio, llegará casi a desaparecer con posterioridad
al 6.600 BP. Este retroceso también tiene lugar en Arenaza
I, donde desaparecerá en el Calcolítico, en Playaundi
y en Urtiaga donde en los niveles del Holoceno presenta una progresiva
tendencia descendente. En Amalda, los valores porcentuales de
pino en el nivel calcolítico son los más reducidos
de toda la secuencia polínica (incluidos los niveles pleistocénicos).
El desarrollo
de Betula (abedul) presenta al inicio del Holoceno
una tendencia descendente, llegando incluso a desaparecer (Arenaza
I). A partir del VIIIº milenio, su representación en los
diagramas es irregular, con curvas discontinuas y valores inferiores
al 3% (estuario del Bidasoa) o con apariciones puntuales. Otro
elemento característico de la expansión arbórea
durante el Holoceno es la evolución del aliso (Alnus).
Un aspecto destacable de la información expurgada para
el litoral es el vínculo entre esta especie y la evolución
de la línea de costa. A lo largo del desarrollo del Holoceno
el nivel del mar ha sufrido algunas variaciones habiéndose
registrado en la costa vasca al menos dos períodos de transgresiones
marinas (Flandriense, anterior al 6.000 BP y la relacionada con
las transgresiones durkenkienses, posterior al 5.000 BP –Altuna
et alii, 1989; Edeso, 1994-) entre los que hubo una regresión
marina. Es en este período de regresión cuando la
parte interior de la bahía quedó aislada de la influencia
marina dando lugar a una marisma de agua dulce en cuyas orillas
el hombre prehistórico se establece (Herriko Barra -6.010,
5.960 BP-). El nuevo tipo de paisaje estaba definido por la aliseda.
En el estuario del Bidasoa, el desarrollo del aliso también
es coincidente cronológicamente por lo que parece ser que
hay relación entre la regresión marina y la importante
expansión de este taxón en medios costeros (en el
caso de Covacho Arenillas la representación es mucho menor).
En el resto de los análisis está bien representado,
aunque con valores porcentuales menores que los comentados y asociado
al curso de los ríos. Otros taxones característicos
de estos bosques de ribera, como el Salix, tienen mucha
menor representación y aparecen de modo discontinuo (Pareko
Landa, 9.800-8.800 BP; Herriko Barra; Covacho Arenillas -5.580
BP-; Urtiaga -Calcolítico-).
En
el caso de Tilia (tilo), la representación es importante
en el conchero de Covacho Arenillas (5.580 BP) y en el nivel calcolítico
de Urtiaga. En niveles del Calcolítico también presenta
curvas continuas aunque con valores más reducidos en Amalda,
La Cabaña 4, Praalata e Ilso Betaio, limitándose
en el resto de los depósitos (Pareko Landa, estuario del
Bidasoa, Herriko Barra y Saldropo) a apariciones esporádicas,
incluso en fechas cercanas al 10.000 BP, como Ekain. Ulmus
y Hedera igualmente se caracterizan por apariciones puntuales,
salvo en el caso del estuario del Bidasoa en el que su presencia
es constante, con valores inferiores al 3%.
El resto de los taxones
arbóreos tiene un índice de representación
puntual, aunque sin manifestar una presencia continua en ninguno
de los depósitos (de origen antrópico o no). Este
es el caso de Fraxinus (estuario del Bidasoa, Herriko Barra,
Covacho Arenillas, Urtiaga e Ilso Betaio), Castanea
(Pareko Landa. 7.500 BP;Herriko Barra: -6.010, 5.960-)
Ilex (Pareko Landa -9.800-8.800 BP-: ligera tendencia descendente,
Herriko Barra), Juglans (Ekain –posterior a 9.460 BP-),
Abies (estuario del Bidasoa: con anterioridad al 6.590
BP), Carpinus betulus tp. (estuario del Bidasoa; Urtiaga),
Quercus t. ilex-coccifera (período calcolítico
de Urtiaga), Cupressaceae (Arenaza I –epipaleolítico
sin geométricos, a partir 9.600 BP); Urtiaga: calcolítico),
Picea (estuario del Bidasoa: con anterioridad al 6.590
BP) y Viburnum (Herriko Barra).
Hasta
el momento, he hablado de la diferente representación de
los taxones arbóreos sin hacer hincapié en qué
grado respecto al paisaje estaba desarrollado el bosque. En el
conjunto de las secuencias revisadas en este artículo,
se observa que desde el inicio del Holoceno se produce un constante
y progresivo avance del estrato arbóreo. El gran cambio
en la relación del Ser Humano con el medio ambiente que
le rodea está asociado a la adopción de la economía
de producción (Neolitización). En la actualidad
se registra un interesante debate sobre la neolitización
del País Vasco (Alday 1997; Alday, Cava, Mujika 1996; Barandiarán
1983; Fernández Eraso 1997; Yarritu, Gorrochategui 1995),
en el que están envueltos descubrimientos arqueológicos,
así como la información aportada por la Arqueobotánica
(Palinología, Carpología y Antracología)
y la Arqueozoología. Estas disciplinas están aportando
hechos novedosos, tales como la adopción temprana de formas
de economía productiva (dentro del sexto milenio B.P.)
y en áreas, como la incluida en este trabajo, tradicionalmente
(y a lo que se ve, de modo erróneo) consideradas como marginales
en la adopción del nuevo tipo de economía.
A partir de este
momento las nuevas necesidades que implican la ganadería
y la agricultura, entre otras actividades económicas, van
a interferir en la evolución de la vegetación. Una
de las consecuencias más importantes de este proceso es
el retroceso de la masa arbórea como resultado de la creciente
necesidad de espacios abiertos y de materias primas para la edificación
y suministro de combustible a los nacientes núcleos estables.
Por lo que se refiere a los fenómenos de antropización
del paisaje, según el registro polínico de algunos
yacimientos de Guipúzcoa y Navarra, la rarificación
de los principales representantes del robledal mixto (sobre todo
Quercus) de modo paralelo al predominio de Corylus
ha sido interpretada como un indicio de la actividad antrópica.
Ejemplos de lo dicho se observa en el nivel neolítico de
Zatoya (Abaurrea, Navarra) y los niveles calcolíticos de
Amalda (Zestoa, Gipuzkoa) y Abauntz (Abaurrea Alta, Navarra).
En ellos, el incremento de los porcentajes de avellano, de aliso
y/o tilo, de las esporas u otros taxones como Ericaceae
o Cupressaceae (dependiendo de las condiciones geográficas
del yacimiento) y una débil representación del Quercetum
mixtum (robledal mixto), se considera como un reflejo de
la ocupación sobre todo por parte de Corylus de
los espacios abiertos generados por el hombre (Peñalba
1989, Boyer Klein 1989, Dupré 1990).
Si observamos
los resultados disponibles en el marco geográfico propuesto
se observa lo siguiente:
Existen varios depósitos
en los que las características de sus hiatos polínicos
y/o hiatos sedimentarios impiden establecer la evolución
vegetal y por lo tanto el grado de afección por parte
del sur humano de su entorno, como sucede en los niveles neolíticos
de Arenaza I, Pico Ramos y Covacho Arenillas o los calcolíticos
de Ekain.
En Pareko Landa, El Mirón
y Playaundi, la presencia de hiatos polínicos no dificulta
demasiado el seguimiento de la evolución vegetal. En
el caso de Pareko Landa, sí se detecta un retroceso arbóreo
en las últimas muestras del nivel correspondiente al
Neolítico antiguo, que afecta a todos los principales
componentes arbóreos (a excepción del aliso).
En otros yacimientos la secuencia
comprende un único nivel cultural como el caso del depósito
neolítico de Herriko Barra o el poblado calcolítico
de Ilso Betaio. En ambos se pone de manifiesto la adopción
del nuevo sistema económico bajo el formato de procesos
de retroceso del medio forestal y/o la presencia de indicadores
directos de actividad agrícola.
Este
conjunto de factores presenta toda una serie de limitaciones interpretativas,
por lo que en el caso vasco resulta más complicado determinar
la existencia de procesos deforestadores, ya detectados a lo largo
de la Cornisa Cantábrica en cronologías similares
(Peñalba 1989, Ramil 1992). Resumiendo la información
disponible, aunque ya en el Neolítico se pueden vislumbrar
procesos deforestadores, no será hasta el Calcolítico
cuando tengamos evidencias consistentes y de cierta extensión
de esta acción antrópica. Así lo demuestran
los yacimientos de Pico Ramos e Ilso Betaio, o diferentes megalitos
(estos, con una cronología un poco más tardía
hasta el momento, como Zorroztarri, con fechas de 3.280 y 3.040
BP). En la turbera de Saldropo, a partir del 3.590 BP, tanto la
antropización del medio vegetal, como el cultivo de cereales,
están atestiguados.
Respecto a los
dos puntales de la economía de producción (ganadería
y agricultura), la resolución de las fuentes arqueobotánicas
resulta diferente en ambos casos. Por el momento, es difícil
determinar la existencia de campos para pastos en cualquier tipo
de análisis arqueobotánico. En cambio, sí
resulta relativamente sencillo determinar la existencia o no de
prácticas agrícolas. Referente al tema de la adopción
de la agricultura en el País Vasco, en el área litoral,
objeto de este trabajo se ha indicado la existencia de polen de
cereal en el yacimiento neolítico de Herriko Barra (6.010
± 90, 5.960 ± 95 BP) y en el nivel sepulcral calcolítico
de Pico Ramos (entre 4.790 y 4.100 BP). En las cabeceras de las
cuencas del Ibaiazabal (Saldropo) y del Oria (Zorroztarri), el
polen de cereal está presente a partir del 3.590 y del
3.280 respectivamente. En el registro de macrorrestos vegetales,
las fechas resultan algo más recientes que las del registro
polínico, aunque también de mayor antigüedad
de la tradicionalmente sospechada. Así, en Kobaederra (Kortezubi),
el nivel IV, fechado en el 5.375 ± 90 BP, incluye semillas de
Hordeum vulgare. Igualmente, en Lumentxa (Lekeitio) han
sido detectados granos de cebada en una fecha del 5095 ± 75 (Zapata,
1999).
El ritmo de crecimiento
de la investigación de campo y de extensión de las
analíticas arqueobotánicas permite un moderado optimismo
sobre el desarrollo a corto plazo de estas disciplinas. Todas
las comarcas del país, y particularmente, la franja costera,
están sometidas a una progresión fuerte de la actividad
arqueológica, de modo particular en sus variantes de prospección
con cata y arqueología de intervención. Va calando
entre los arqueólogos el interés por contar con
informaciones paleoambientales como las proporcionadas
por la Palinología, de modo que la recogida de muestras
se va sistematizando en cualquier tipo de intervención,
relativas a cualquier época. Programas de prospección
como el del Monte Jaizkibel (Gipuzkoa) deben multiplicar en pocos
años la información disponible. Existen graves vacíos
de información, sobre todo dentro del octavo milenio, que
corresponde desde el punto de vista cultural con el Epipaleolítico
postaziliense. Sobre ellos será preciso actuar de modo
específico, buscando también los correspondientes
depósitos arqueológicos. Sin embargo, la imagen
que se va consolidando en relación con la entrada temprana
(a finales del séptimo milenio B.P.) de la economía
productiva a todas las comarcas del país es difícilmente
corregible en cualquier dirección. Los primeros indicios
de fauna doméstica (en Peña Larga) y de agricultura
(en Herriko Barra) nos ubican en un escenario que difícilmente
alcanzará fechas más antiguas. En la dirección
opuesta, sólo se podrá relativizar la importancia
de estas informaciones considerando estas primeras presencias
como elementos pioneros, de escasa representatividad cualitativa.
El mayor vacío
de información arqueobotánica de nuestra región
corresponde a los depósitos de origen no antrópico,
como turberas y lagos. Es en este terreno en el que quedan más
iniciativas pendientes de abordar de modo sistemático,
dentro de proyectos completos que incluyan programas de datación
absoluta. En uno y otro sentido, los futuros trabajos de investigación
deberán abordar las distintas facetas de los problemas
aquí presentados: adaptación a los cambios ecológicos
y las alteraciones del nivel marino, aceptación y representatividad
económica de las prácticas productivas, afección
del medio vegetal y procesos de comarcalización fitológica.
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vegetales, Tesis Doctoral, Universidad del País
Vasco, Vitoria. |
|
(1) Con fechas muy
similares a las de Herriko Barra(Zarautz, Gipuzkoa), destacaremos
que en el nivel neolítico del Abrigo de Peña Larga
(Cripán, Alava), dos tercios de los restos óseos recuperados
corresponde a animales domésticos (Castaños, 1997).
Sensiblemente más al norte, en el nivel b4 de Abauntz (Navarra),
con una datación de 3440 B.C., se registra la presencia de
ovicaprinos (Altuna & Mariezkurrena, 1982). (VOLVER)
María
José Iriarte Chiapusso,
Sociedad de Ciencias Aranzadi.
Dpto. de Prehistoria. Area de Prehistoria. Universidad del País
Vasco
Fotografías: www.nekanet.net |