La dinámica del paisaje litoral y la intervención humana sobre el mismo durante el inicio del Holoceno
María José Iriarte Chiapusso

Los avances que se vienen produciendo en el registro arqueobotánico del Cantábrico Oriental durante la última década aconsejan una revisión del modelo aceptado hasta la fecha. Tanto desde la perspectiva de macrorrestos (Carpología y Antracología), como desde la Palinología, va perfilándose un panorama complejo, más diverso de lo supuesto tradicionalmente, en el que sorprende la temprana adopción de formas de economía productiva (finales del séptimo milenio B.P., en dataciones sin calibrar). Entre los diferentes criterios empleados para caracterizar el fenómeno de neolitización, se puede dar por concluida la fase en el que el diagnóstico se sustentaba únicamente en criterios de orden tecnológico (aparición de cerámica, restos de pulimento o determinadas piezas líticas, como las que muestran retoque en doble bisel). Con las correspondientes precauciones de índole metodológica, hoy día puede sustanciarse un diagnóstico de un grupo como neolítico a partir de estudios arqueozoológicos y arqueobotánicos, también en áreas como la nuestra, tradicionalmente (y a lo que se ve, erróneamente) consideradas como marginales en la adopción de prácticas agrícolas y ganaderas.

Para esta breve nota se han escogido, deliberadamente, los depósitos situados en territorios litorales y preferentemente, situados en la misma costa o cercanos a la misma. Estas áreas son las que han visto más cuestionada su capacidad para aceptar en breve plazo y toda la profundidad requerida la situación generada por la llegada de nuevos grupos humanos con hábitos productivos. De hecho, para los territorios interiores de Euskal Herria se cuenta con una evidencia acumulada importante de depósitos neolíticos con economía productiva (1). Se incluyen en esta presentación depósitos (arqueológicos o no) analizados en las provincias de Gipuzkoa y Bizkaia (Comunidad Autónoma Vasca), así como del territorio de Cantabria, al este de la ría del Asón, cercana a Laredo. En aquellos casos en que se juzgue de utilidad, haré referencia a diversos análisis no tan próximos a la costa (cuencas altas de los ríos incluidos), aunque siempre como fuente de información complementaria.

La evolución del paisaje vegetal, como respuesta a la mejora de las condiciones climáticas a partir del 10.000 BP (inicio del Holoceno), se refleja en el progresivo aumento de la masa arbórea dentro de dicho paisaje (fundamentalmente representado por el bosque mixto caducifolio). Dentro del marco cronológico y geográfico estudiado en este trabajo (10.000 a 4.000 B-P.), únicamente en las cuevas de Pico Ramos y Ekain los valores porcentuales de polen arbóreo son inferiores al 20%. Sin embargo, la interpretación del registro polínico está sometida tanto a aspectos cuantitativos como cualitativos, como trataremos de exponer a continuación.

La Arqueobotánica aporta datos de amplio espectro, susceptibles de aportar informaciones relacionadas con la evolución de los elementos bióticos del Paisaje, los cambios en los niveles de la línea costera, la naturaleza y envergadura de la actividad económica del Ser Humano, la afección del medio originada por ésta, etc. Para el área y periodo seleccionados para esta exposición, nos encontramos con el aparente contrasentido de que contamos con un volumen de información bastante limitado, que resulta al mismo tiempo relativamente divergente. No es este el lugar más adecuado para extenderse en explicar las dificultades que entraña la interpretación del medio vegetal a partir del registro arqueobotánico, contando con que sus desviaciones se solapan (y a veces acumulan) a las del propio registro arqueológico. En definitiva, es preciso relativizar el valor "absoluto" de las dataciones radiocarbónicas, del carácter "intacto" que los arqueólogos gustamos de observar en nuestros yacimientos o la representatividad lineal de los porcentajes de especies vegetales que se observan en un diagrama polínico. También es necesario conocer y explotar las potencialidades y limitaciones de cada una de las disciplinas analíticas disponibles. Sólo una actitud adecuadamente crítica puede permitir que las nuevas informaciones que se obtendrán en décadas venideras contribuyan a tener una resolución mayor en el conocimiento de nuestra Prehistoria, en lugar de provocar únicamente ruido que dificulte su percepción.

RobleEn primer lugar, podemos abordar el entorno vegetal del litoral durante el inicio del Holoceno. Una característica común a la mayoría de los depósitos incluidos en este texto es la importancia de Corylus (avellano) y Quercus t. robur (roble) dentro del estrato arbóreo. Este fenómeno se detecta ya desde los niveles epipaleolíticos de los yacimientos arqueológicos de Ekain, Urtiaga, Arenaza y Pareko Landa. Tanto en Ekain como en Arenaza el principal componente arbóreo es el avellano, mientras que en los dos depósitos restantes los valores de ambos taxones son más parejos. Esta codominancia entre Quercus t. robur y Corylus también tuvo lugar en el estuario del Bidasoa desde el octavo milenio antes del presente. En el caso de Pareko Landa, durante la ocupación mesolítica Corylus está mejor representado que Quercus t. robur (coincidente con un retroceso del espacio arbóreo), siendo en los niveles neolíticos cuando se vuelve a recuperar la codominancia Corylus y Quercus t. robur (a pesar de que al final de la secuencia se alcancen los valores mínimos de polen arbóreo). A partir del VIº milenio, dentro de esta misma dinámica de predominio de estos dos taxones, encontramos secuencias en las que otros taxones adquieren relevancia como mayoritarios representantes del bosque. En este caso, se encuentra el asentamiento neolítico al aire libre de Herriko Barra (paisaje arbóreo claramente dominado por el aliso), la cueva de Urtiaga (durante su ocupación calcolítica en un primer momento existe una codominancia de Corylus y Quercus t. robur que es sustituida por unos valores predominantes de Quercus y Tilia) o el poblado de Ilso Betaio (Corylus, Fagus y Alnus son los taxones arbóreos mejor representados).

Evidentemente, a lo largo de este avance progresivo del bosque, éste se enriqueció con otros tipos de especies arbóreas. El haya está presente en el territorio objeto de estudio prácticamente desde el 10.000 BP, tanto en depósitos de origen no antrópico como en depósitos arqueológicos. Los valores más estables y con un valor porcentual medio entre 5 y 10%, se localizan en altitudes superiores a 500 m s.n.m. actual (como cabría esperar, a la vista de la actual comarcalización fitogeográfica).Si nos adentramos un poco hacia el interior, este taxon también está presente en las Encartaciones (Ilso Betaio, La Cabaña 4) y en la parte alta de las cuencas del Ibaizabal (Saldropo con anterioridad al 5.630 BP),del Oria (Unanabi Zorroztarri 3.280, 3.040 BP) y del Bidasoa (turbera de Belate, 6.600 BP).

El pino también está presente de un modo constante, aunque existen variaciones en la evolución de su dinámica. Suele ser el tercer, o incluso segundo, taxon arbóreo en la mayoría de los depósitos estudiados como en Arenaza I, estuario del Bidasoa (Playaundi), Pareko Landa o Herriko Barra. Sin embargo, su evolución en cada uno de ellos puede variar como en el caso de Pareko Landa, que tras alcanzar su máxima expansión en el VIIIº milenio, llegará casi a desaparecer con posterioridad al 6.600 BP. Este retroceso también tiene lugar en Arenaza I, donde desaparecerá en el Calcolítico, en Playaundi y en Urtiaga donde en los niveles del Holoceno presenta una progresiva tendencia descendente. En Amalda, los valores porcentuales de pino en el nivel calcolítico son los más reducidos de toda la secuencia polínica (incluidos los niveles pleistocénicos).

El desarrollo de Betula (abedul) presenta al inicio del Holoceno una tendencia descendente, llegando incluso a desaparecer (Arenaza I). A partir del VIIIº milenio, su representación en los diagramas es irregular, con curvas discontinuas y valores inferiores al 3% (estuario del Bidasoa) o con apariciones puntuales. Otro elemento característico de la expansión arbórea durante el Holoceno es la evolución del aliso (Alnus). Un aspecto destacable de la información expurgada para el litoral es el vínculo entre esta especie y la evolución de la línea de costa. A lo largo del desarrollo del Holoceno el nivel del mar ha sufrido algunas variaciones habiéndose registrado en la costa vasca al menos dos períodos de transgresiones marinas (Flandriense, anterior al 6.000 BP y la relacionada con las transgresiones durkenkienses, posterior al 5.000 BP –Altuna et alii, 1989; Edeso, 1994-) entre los que hubo una regresión marina. Es en este período de regresión cuando la parte interior de la bahía quedó aislada de la influencia marina dando lugar a una marisma de agua dulce en cuyas orillas el hombre prehistórico se establece (Herriko Barra -6.010, 5.960 BP-). El nuevo tipo de paisaje estaba definido por la aliseda. En el estuario del Bidasoa, el desarrollo del aliso también es coincidente cronológicamente por lo que parece ser que hay relación entre la regresión marina y la importante expansión de este taxón en medios costeros (en el caso de Covacho Arenillas la representación es mucho menor). En el resto de los análisis está bien representado, aunque con valores porcentuales menores que los comentados y asociado al curso de los ríos. Otros taxones característicos de estos bosques de ribera, como el Salix, tienen mucha menor representación y aparecen de modo discontinuo (Pareko Landa, 9.800-8.800 BP; Herriko Barra; Covacho Arenillas -5.580 BP-; Urtiaga -Calcolítico-).

En el caso de Tilia (tilo), la representación es importante en el conchero de Covacho Arenillas (5.580 BP) y en el nivel calcolítico de Urtiaga. En niveles del Calcolítico también presenta curvas continuas aunque con valores más reducidos en Amalda, La Cabaña 4, Praalata e Ilso Betaio, limitándose en el resto de los depósitos (Pareko Landa, estuario del Bidasoa, Herriko Barra y Saldropo) a apariciones esporádicas, incluso en fechas cercanas al 10.000 BP, como Ekain. Ulmus y Hedera igualmente se caracterizan por apariciones puntuales, salvo en el caso del estuario del Bidasoa en el que su presencia es constante, con valores inferiores al 3%.

El resto de los taxones arbóreos tiene un índice de representación puntual, aunque sin manifestar una presencia continua en ninguno de los depósitos (de origen antrópico o no). Este es el caso de Fraxinus (estuario del Bidasoa, Herriko Barra, Covacho Arenillas, Urtiaga e Ilso Betaio), Castanea (Pareko Landa. 7.500 BP;Herriko Barra: -6.010, 5.960-) Ilex (Pareko Landa -9.800-8.800 BP-: ligera tendencia descendente, Herriko Barra), Juglans (Ekain –posterior a 9.460 BP-), Abies (estuario del Bidasoa: con anterioridad al 6.590 BP), Carpinus betulus tp. (estuario del Bidasoa; Urtiaga), Quercus t. ilex-coccifera (período calcolítico de Urtiaga), Cupressaceae (Arenaza I –epipaleolítico sin geométricos, a partir 9.600 BP); Urtiaga: calcolítico), Picea (estuario del Bidasoa: con anterioridad al 6.590 BP) y Viburnum (Herriko Barra).

Hasta el momento, he hablado de la diferente representación de los taxones arbóreos sin hacer hincapié en qué grado respecto al paisaje estaba desarrollado el bosque. En el conjunto de las secuencias revisadas en este artículo, se observa que desde el inicio del Holoceno se produce un constante y progresivo avance del estrato arbóreo. El gran cambio en la relación del Ser Humano con el medio ambiente que le rodea está asociado a la adopción de la economía de producción (Neolitización). En la actualidad se registra un interesante debate sobre la neolitización del País Vasco (Alday 1997; Alday, Cava, Mujika 1996; Barandiarán 1983; Fernández Eraso 1997; Yarritu, Gorrochategui 1995), en el que están envueltos descubrimientos arqueológicos, así como la información aportada por la Arqueobotánica (Palinología, Carpología y Antracología) y la Arqueozoología. Estas disciplinas están aportando hechos novedosos, tales como la adopción temprana de formas de economía productiva (dentro del sexto milenio B.P.) y en áreas, como la incluida en este trabajo, tradicionalmente (y a lo que se ve, de modo erróneo) consideradas como marginales en la adopción del nuevo tipo de economía.

A partir de este momento las nuevas necesidades que implican la ganadería y la agricultura, entre otras actividades económicas, van a interferir en la evolución de la vegetación. Una de las consecuencias más importantes de este proceso es el retroceso de la masa arbórea como resultado de la creciente necesidad de espacios abiertos y de materias primas para la edificación y suministro de combustible a los nacientes núcleos estables. Por lo que se refiere a los fenómenos de antropización del paisaje, según el registro polínico de algunos yacimientos de Guipúzcoa y Navarra, la rarificación de los principales representantes del robledal mixto (sobre todo Quercus) de modo paralelo al predominio de Corylus ha sido interpretada como un indicio de la actividad antrópica. Ejemplos de lo dicho se observa en el nivel neolítico de Zatoya (Abaurrea, Navarra) y los niveles calcolíticos de Amalda (Zestoa, Gipuzkoa) y Abauntz (Abaurrea Alta, Navarra). En ellos, el incremento de los porcentajes de avellano, de aliso y/o tilo, de las esporas u otros taxones como Ericaceae o Cupressaceae (dependiendo de las condiciones geográficas del yacimiento) y una débil representación del Quercetum mixtum (robledal mixto), se considera como un reflejo de la ocupación sobre todo por parte de Corylus de los espacios abiertos generados por el hombre (Peñalba 1989, Boyer Klein 1989, Dupré 1990).

Si observamos los resultados disponibles en el marco geográfico propuesto se observa lo siguiente:

  • Existen varios depósitos en los que las características de sus hiatos polínicos y/o hiatos sedimentarios impiden establecer la evolución vegetal y por lo tanto el grado de afección por parte del sur humano de su entorno, como sucede en los niveles neolíticos de Arenaza I, Pico Ramos y Covacho Arenillas o los calcolíticos de Ekain.

  • En Pareko Landa, El Mirón y Playaundi, la presencia de hiatos polínicos no dificulta demasiado el seguimiento de la evolución vegetal. En el caso de Pareko Landa, sí se detecta un retroceso arbóreo en las últimas muestras del nivel correspondiente al Neolítico antiguo, que afecta a todos los principales componentes arbóreos (a excepción del aliso).

  • En otros yacimientos la secuencia comprende un único nivel cultural como el caso del depósito neolítico de Herriko Barra o el poblado calcolítico de Ilso Betaio. En ambos se pone de manifiesto la adopción del nuevo sistema económico bajo el formato de procesos de retroceso del medio forestal y/o la presencia de indicadores directos de actividad agrícola.

Este conjunto de factores presenta toda una serie de limitaciones interpretativas, por lo que en el caso vasco resulta más complicado determinar la existencia de procesos deforestadores, ya detectados a lo largo de la Cornisa Cantábrica en cronologías similares (Peñalba 1989, Ramil 1992). Resumiendo la información disponible, aunque ya en el Neolítico se pueden vislumbrar procesos deforestadores, no será hasta el Calcolítico cuando tengamos evidencias consistentes y de cierta extensión de esta acción antrópica. Así lo demuestran los yacimientos de Pico Ramos e Ilso Betaio, o diferentes megalitos (estos, con una cronología un poco más tardía hasta el momento, como Zorroztarri, con fechas de 3.280 y 3.040 BP). En la turbera de Saldropo, a partir del 3.590 BP, tanto la antropización del medio vegetal, como el cultivo de cereales, están atestiguados.

Respecto a los dos puntales de la economía de producción (ganadería y agricultura), la resolución de las fuentes arqueobotánicas resulta diferente en ambos casos. Por el momento, es difícil determinar la existencia de campos para pastos en cualquier tipo de análisis arqueobotánico. En cambio, sí resulta relativamente sencillo determinar la existencia o no de prácticas agrícolas. Referente al tema de la adopción de la agricultura en el País Vasco, en el área litoral, objeto de este trabajo se ha indicado la existencia de polen de cereal en el yacimiento neolítico de Herriko Barra (6.010 ± 90, 5.960 ± 95 BP) y en el nivel sepulcral calcolítico de Pico Ramos (entre 4.790 y 4.100 BP). En las cabeceras de las cuencas del Ibaiazabal (Saldropo) y del Oria (Zorroztarri), el polen de cereal está presente a partir del 3.590 y del 3.280 respectivamente. En el registro de macrorrestos vegetales, las fechas resultan algo más recientes que las del registro polínico, aunque también de mayor antigüedad de la tradicionalmente sospechada. Así, en Kobaederra (Kortezubi), el nivel IV, fechado en el 5.375 ± 90 BP, incluye semillas de Hordeum vulgare. Igualmente, en Lumentxa (Lekeitio) han sido detectados granos de cebada en una fecha del 5095 ± 75 (Zapata, 1999).

El ritmo de crecimiento de la investigación de campo y de extensión de las analíticas arqueobotánicas permite un moderado optimismo sobre el desarrollo a corto plazo de estas disciplinas. Todas las comarcas del país, y particularmente, la franja costera, están sometidas a una progresión fuerte de la actividad arqueológica, de modo particular en sus variantes de prospección con cata y arqueología de intervención. Va calando entre los arqueólogos el interés por contar con informaciones paleoambientales como las Jaizkibelproporcionadas por la Palinología, de modo que la recogida de muestras se va sistematizando en cualquier tipo de intervención, relativas a cualquier época. Programas de prospección como el del Monte Jaizkibel (Gipuzkoa) deben multiplicar en pocos años la información disponible. Existen graves vacíos de información, sobre todo dentro del octavo milenio, que corresponde desde el punto de vista cultural con el Epipaleolítico postaziliense. Sobre ellos será preciso actuar de modo específico, buscando también los correspondientes depósitos arqueológicos. Sin embargo, la imagen que se va consolidando en relación con la entrada temprana (a finales del séptimo milenio B.P.) de la economía productiva a todas las comarcas del país es difícilmente corregible en cualquier dirección. Los primeros indicios de fauna doméstica (en Peña Larga) y de agricultura (en Herriko Barra) nos ubican en un escenario que difícilmente alcanzará fechas más antiguas. En la dirección opuesta, sólo se podrá relativizar la importancia de estas informaciones considerando estas primeras presencias como elementos pioneros, de escasa representatividad cualitativa.

El mayor vacío de información arqueobotánica de nuestra región corresponde a los depósitos de origen no antrópico, como turberas y lagos. Es en este terreno en el que quedan más iniciativas pendientes de abordar de modo sistemático, dentro de proyectos completos que incluyan programas de datación absoluta. En uno y otro sentido, los futuros trabajos de investigación deberán abordar las distintas facetas de los problemas aquí presentados: adaptación a los cambios ecológicos y las alteraciones del nivel marino, aceptación y representatividad económica de las prácticas productivas, afección del medio vegetal y procesos de comarcalización fitológica.

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(1) Con fechas muy similares a las de Herriko Barra(Zarautz, Gipuzkoa), destacaremos que en el nivel neolítico del Abrigo de Peña Larga (Cripán, Alava), dos tercios de los restos óseos recuperados corresponde a animales domésticos (Castaños, 1997). Sensiblemente más al norte, en el nivel b4 de Abauntz (Navarra), con una datación de 3440 B.C., se registra la presencia de ovicaprinos (Altuna & Mariezkurrena, 1982). (VOLVER)
María José Iriarte Chiapusso, Sociedad de Ciencias Aranzadi. Dpto. de Prehistoria. Area de Prehistoria. Universidad del País Vasco
Fotografías: www.nekanet.net

Euskonews & Media 172.zbk (2002 / 6 / 21-28)


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