Producir
cine desde el País Vasco
Veinte
años y un día. Ángel Amigo. Igeldo Komunikazioa-Communication,
Donostia, 2001 |
Txomin
Ansola González |
Los
estudios cinematográficos vascos, centrados en el análisis
del cine desde su vertiente artística, apenas han prestado
atención a las cuestiones relacionadas con la exhibición,
distribución y producción. Este planteamiento reductor
del hecho cinematográfico, que es compartido también
por la historiografía cinematográfica española,
nos ha privado de conocer de forma detallada cómo y por
quienes se producen y se comercializan las películas.
Obnubilados por el
fulgor de las estrellas o por la consideración primigenia
de las películas como bellos artefactos artísticos,
la cinefilia en sus diversas formas y gradaciones, olvida con
demasiada frecuencia, que el espectáculo cinematográfico
es también una industria, sometida a los vaivenes y la
lógica de las leyes del mercado. De hecho éste ha
sido desde los orígenes del cine y lo es en la actualidad,
más que nunca, un factor determinante a la hora de conformar
la producción anual, de cualquier cinematografía,
de las grandes, cuyo máximo paradigma es Estados Unidos,
a las pequeñas, por no decir minúsculas, como es
la del País Vasco.
Si como hemos expuesto
no son habituales los trabajos que se adentran en el análisis
de la industria cinematográfica, aún es más
extraño encontrarse con textos escritos por aquellos que
son participantes activos en la realización de las películas:
los productores.
Una figura tradicionalmente denostada y a la que no se le reconoce
habitualmente su necesario y fundamental concurso para que los
filmes salgan adelante y puedan llegar a proyectarse en las pantallas
de los cines. Por ello constituye una agradable sorpresa encontrase
con un libro como Veinte años y un día, que
ha escrito el productor guipuzcoano Ángel Amigo, donde
hace balance de su trayectoria audiovisual, que en el terreno
cinematográfico se inicia con La fuga de Segovia
(Imanol Uribe, 1981) y que se prolonga, de momento, hasta Algunas
chicas doblan las piernas cuando hablan (Ana Díez,
2001). Sin olvidarnos de las series televisivas Bi eta Bat
(1990-93), Jaun eta Jabe (1995-97), Maité
(1998), dirigidas las tres por Carlos Zabala y Eneko Olasagasti
o Alquila2 (Kike de Santiago, 2000), y de documentales
como Crónica del descubrimiento del viejo mundo por
Kayum Maax (Paz Bilbao, 1992), La mafia en la Habana
(2000) y Galíndez (2001), realizados ambos por Ana
Díez.
| Ángel
Amigo en el rodaje de la Fuga de Segovia junto a unos compañeros.
Foto: J. Uriarte. |
Ángel Amigo
llegó al mundo del cine cuando Imanol Uribe le planteó
colaborar en la redacción del guión de La fuga
de Segovia, labor que se amplió posteriormente a la
producción de la película. Esa primera experiencia
cinematográfica tal como relata en el primer capítulo
estuvo a punto de convertirse en un auténtico desastre
personal: "Lógicamente, a pesar de la imagen que se
creó, ´La fuga` sería una de las películas
peor producidas que yo haya hecho o conocido y solamente su éxito
comercial impidió que volviera a la cárcel de preso
común. Me lo hubiera merecido".
|
Paz
Gómez y Fernando Ramallo en "Algunas chicas cruzan
las piernas cuando hablan". C. Posada. |
No obstante, ese
primer acercamiento al mundo cinematográfico se acabó
convirtiendo en el punto de partida de una dilatada carrera como
productor, que cobra todo su sentido si tenemos en cuenta que
a los problemas existentes para hacerlo en España, hay
que sumar la dificultad añadida de lograrlo desde Euskadi.
Por que uno de los rasgos que sobresalen en el trabajo de Amigo
es el empeño que ha puesto por realizarlo desde tierras
vascas desde los momentos
fundacionales del moderno cine vasco, aunque a diferencia de otros
que también participaron del "boom del cine vasco",
cuando el globo hinchado por los medios se desinfló, y
la política de subvenciones les fue menos propicia, optaron
por trasladarse a Madrid.
Frente a esa opción
y como salida a su trabajo como productor apostó por las
coproducciones con Europa y América, que se ha convertido
en la actualidad en "términos claves y estratégicos
en cualquier política audiovisual que se precie de serlo,
ya sea privada o institucional" En este sentido, conviene
anotar que uno de los retos de la industria cinematográfica
española, y de la vasca, obviamente, si se puede hablar
de ambas en esos términos, dada su endeblez crónica,
es la obligada necesidad de abrirse a nuevos mercados, y en ese
camino se están moviendo en estos momentos las productoras
españolas.
|
Kayum
Maax y Chan-Kin Viejo. C. Posada |
En las páginas
del libro, en las que ofrece una visión impresionista de
su actividad como productor, combina la crónica profesional
en la que detalla las cuestiones inherentes a su oficio, con las
peripecias personales que han jalonado su trabajo. Esta doble
perspectiva enriquece notablemente el texto, que gana en facilidad
de lectura y amenidad, aunque le resta profundidad a la hora de
desmenuzar con más detalle la labor de producción,
financiación y comercialización de las películas
en las que ha intervenido. Un proceso que como él bien
conoce es vital para asegurarse una continuidad que no es frecuente
ni en el País Vasco ni en España, donde la atomización
de la industria cinematográfica ha impuesto una rotación
constante de las empresas productoras, condenadas la mayoría
de las veces a realizar una película y desaparecer o a
rodar de una manera muy espaciada en el caso de las más
afortunadas.
Una
cuestión que ha abordado de una manera global en dos ocasiones
en sus páginas. La primera cuando afirma que es "partidario
de una política audiovisual que produzca docenas de películas
o series de televisión y películas de todo tipo
para las salas". La segunda que es una consecuencia de la
anterior cuando reclama que el objeto de la política audiovisual
del Gobierno vasco tendría que ser las empresas audiovisuales
y no los autores. Extrayendo la misma conclusión las dos
veces: "El cine de autor nunca ha creado industria pero alrededor
de la industria si se hace cine de autor".
En definitiva, estamos
ante un libro interesante y muy recomendable en el que Ángel
Amigo reivindica su labor como productor vasco, desde el País
Vasco, durante veinte años y reflexiona sobre la figura
del productor como elemento necesario y fundamental en la producción
audiovisual actual.
Fotografías:
Del libro Veinte
años y un día de Ángel Amigo |