La
cocina casera de Bilbao a finales del siglo XIX |
Olga
Macías |
La
cocina de los hogares bilbaínos a finales del siglo XIX
estaba imbuida de los cambios socio económicos que estaban
teniendo lugar en esta villa. A los tradicionales contactos con
los mercados europeos y americano, se amplió la efectividad
de las relaciones comerciales con las comarcas y territorios limítrofes.
Este enriquecimiento del suministro alimenticio de Bilbao se vio
reflejado en la oferta que podía encontrarse no solo en
sus bien surtidos mercados de abastos, sino también en
la llegada diaria de muchos aldeanos de las áreas cercanas
que traían productos perecederos como leche, verduras u
hortalizas y que vendían por las casas a una clientela
fija. Bilbao contaba con dos mercados de abastos, el de la Ribera
y el del Ensanche. En ambos se podía encontrar una gran
variedad de productos, que difícilmente podrían
hallarse en otros puntos de Vizcaya. A la gran diversidad de géneros
foráneos se añadían aquellos procedentes
de las huertas y corrales cercanos a la villa, al igual que el
ganado proveniente de las comarcas vecinas y, también,
de las provincias cercanas. Tampoco hay que olvidar la caza menor
y la pesca de río que, desde los entornos de Bilbao, llegaba
hasta sus mercados. Por último, esta población también
se abastecía de la pesca conducida desde los distintos
puertos pesqueros de la costa cantábrica. Por lo tanto,
la pluralidad de artículos con los que se contaba en los
mercados bilbaínos permitía el acceso de las clases
populares de esta villa a una alimentación variada a unos
precios más asequibles que en el resto del territorio.
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Bilbao.
Mercado de tocinos y chorizos del sábado de Gloria.
1912. Foto: Auñamendi |
Al mismo tiempo,
en el recorrido social por los fogones bilbaínos hay que
tener en cuenta que, dentro de su vertiente cotidiana, la tradición
jugaba un papel importante. El saber culinario pasaba de madres
a hijas, aunque los nuevos aires de modernización también
se dejaron sentir dentro de la labor diaria entre pucheros y sartenes.
Para acercarnos al hacer doméstico en cuestiones gastronómicas
de Bilbao, hemos utilizado como fuente el libro publicado en 1903
titulado Libro de cocina a propósito para la mesa vizcaína
(1).
Su autora, que firma con las iniciales D.V. de U. recoge de una
forma básica un conjunto de recetas que se caracterizan
por su sencillez tanto en los materiales utilizados como en su
posterior elaboración. Las grandes divisiones establecidas
por la autora a la hora de agrupar los distintos tipos de platos
son las siguientes: caldos y sopas, los cocidos, pescados, carnes,
aves, caza, verduras, despojos, huevos y tortillas, fritos (croquetas),
patatas y platos de los restos de un convite. A esta distribución,
se añaden las secciones de pastelería, conservas
de dulce, dulces en almíbar, matanza, conservación
de frutas secas y, por último, dedica un breve apartado
a la higiene a través de la comida. Es por lo tanto este
libro, no solo una guía de cómo elaborar los platos
del día y de como aprovechar los ingredientes y las sobras,
sino también, un manual de cómo conservar los alimentos,
parte fundamental de la economía doméstica de la
época.
En cuanto a las recetas
de lo que la autora denomina Arte de la cocina, título
más que significativo para estas cuestiones culinarias,
no se permite grandes alardes ni florituras en su preparación.
Después de un detallado análisis de cómo
se debe de elaborar el caldo limpio, se pasa a las recetas para
elaborar las sopas. La sopa de arroz, de pan, a la Julienne, de
fideos, de pescado, eran platos habituales en cualquier hogar
tanto por su economía como por su sencilla preparación.
Otro plato que no faltaba en los hogares era el cocido. Elaborado
con verdura o con habas, era imprescindible que contase con "…muy
buen tocino, chorizo y longaniza".

En lo tocante a las
verduras, los productos de las huertas de la villa y su entorno
están presentes en la mayoría de las recetas. Las
menestras de guisantes o de judías verdes, las espinacas,
los calabacines, las pencas o cogollos de acelgas y el pisto son
un ejemplo de la utilización de aquello que les era más
cercano. No podemos olvidarnos tampoco de las patatas, base de
guisos y guarniciones. Por último, dentro de la cocina
bilbaína eran muy utilizadas las yerbas agrias que
se cocinaban como cualquier verdura, incluso en revueltos con
huevo.
Relativo a los huevos
y tortillas, no hay mucha variedad: yerbas agrias con huevos,
revuelto de huevos, huevos rellenos, tortilla hueca y tortilla
babosa. Llama la atención este escaso número de
recetas sobre un alimento tan socorrido en todos los hogares.
Respecto
a las recetas de pescado, comienza explicando cómo cocer
el pescado y acompañarlo con distintas salsas (salsa blanca,
inglesa, picante y mayonesa), después sigue exponiendo
cómo freírlo, para pasar a continuación a
mostrarnos algunas de las recetas más típicas de
la cocina bilbaína: el bacalao a la vizcaína o en
salsa blanca, los jibiones (a los que también llama chipirones
y calamares), la merluza en salsa o asada, la anguila también
en salsa y, por último, las sardinas frescas a la asturiana
o rellenas. Estos platos formaban parte del repertorio culinario
habitual en los fogones de la villa.
Acerca de las preparaciones
de carne, la autora nos introduce en el modo de disponerla para
que se conservase bien antes de su utilización: el adobo
con sal fina y aceite francés, ponerlas entre carbón
una vez envueltas en ortigas o papel encerado, o guardarlas en
una vasija de Talavera con tapa. A continuación, hace toda
una declaración de economía doméstica, puesto
que indica que era "indispensable que la cocinera sepa cortar
y distribuir bien la carne" para aprovechar hasta el último
trozo para cualquier tipo de preparación y, en particular,
para realizar el jugo de la salsa "pues con un buen jugo
no hay salsa mala." Tocante a la carne de vaca, aplica la
siguiente regla general: "La vaca bien cocida y mal asada".
En su conjunto, en las recetas de carne se hace referencia a la
utilización de ternera o de buey, aunque también
la carne de cordero hace su aparición. La preparación
de estos tipos de carne, bien guisada, asada o en salsa, no ofrece
mayores dificultades. Además, entre las preparaciones de
carne cabe mencionar: los pimientos rellenos, los rellenos de
carne y ternera, las albondiguillas de carne y, también,
la lengua de buey o ternera y la lengua albardada.

Las aves, tanto de
corral como de caza ocupan otro apartado importante dentro de
la obra que analizamos. Al igual que con la carne, la autora nos
introduce en el modo de preparación de las aves para su
posterior elaboración. "Las aves necesitan estar muertas
tres días antes en invierno y uno en verano [...] y cuidando
de desplumarlas con mucho esmero." "La gallina es dura,
y por consiguiente el mejor guiso es cocida." De este modo,
nos explica la manera de cocinar la gallina deshuesada, en gelatina
o con arroz. Con relación a las aves de caza, nos indica
como cocinar la perdiz, la codorniz y la sorda. Respecto a la
caza de pelo, se aborda la elaboración de la liebre, proceso
que también podía aplicarse al jabalí.
Los despojos de carnes
y aves también se aprovechaban, de este modo nos encontramos
con recetas como el pastel de mollejas, las mollejas en ahuja
o en salsa, los sesos huecos, los higadillos de gallina o pollo,
el riñón de ternera o cerdo y, también las
croquetas de sesos. Con referencia a las croquetas, su elaboración
también daba juego a la utilización de las sobras
de otras comidas. Pero sobre este último punto, la autora
del libro nos sugiere diversos modos de cocinar platos con los
restos de un convite, ya fuese restos de aves o de carne cocida.
Una lección más de economía doméstica.
En
cuanto a la sección de repostería, la autora nos
ofrece un repertorio de recetas sencillas que sería la
delicia de cualquier goloso: buñuelos de leche, escarapelas,
frutas en sartén, rosquillas, mantecados de Astorga, bizcochos
para el chocolate, tostadas de crema, tostadas de pan, colineta,
crema sencilla, crema de café, pastel de leche, pastel
de arroz, puré de manzanas, pastel de guindas, mostachones
y merengues. Para la elaboración de las tartas se recurre
al hojaldre, lo único que varía es el relleno de
éstas: almendra, nata o fruta en almíbar.
No podemos terminar
el recorrido que estamos haciendo por este libro sin detenernos
en el apartado que la autora tituló Modo de gobernar
el cerdo y conservarlo todo el año. En esta sección
se indica la elaboración de las morcillas, salchichas,
chorizo, longanizas, jamones, tocino y manteca. La importancia
de los productos de la matanza para la economía doméstica
de finales del siglo XIX era fundamental, sin olvidar la ritualización
que conllevaba este acontecimiento.
Para finalizar, a
través de este libro nos hemos acercado a los fogones de
las cocinas de Bilbao, donde el buen hacer no estaba reñido
con la sencillez ni con la economía. La variedad de ingredientes,
muestra el bien surtido abastecimiento de la villa. Verduras provenientes
de las huertas cercanas, aves de los corrales de zona, caza de
los montes próximos y carne y pescado que llegaban al mercado
de abastos componían la base argumental de un hacer culinario
que se compaginaba con una elaboración que no buscaba grandes
complejidades.
(1) Dª D.V. de U.;
Libro de cocina a propósito para la mesa vizcaína.
Bilbao, 1903. (VOLVER) Olga Macías, Universidad del
País Vasco
Fotografías: De las siguientes páginas web: "esquinadelasflores.com.ar",
"macro.com" y "mundorecetas.com" |