Desde
hace décadas, se acepta por la mayor parte de los antropólogos
físicos que no existen las razas en nuestra especie. Recientemente,
con motivo de la llegada a término de la secuenciación
del genoma humano, se ha podido leer en algunos medios que, al
ser la mayor parte de nuestros genes monomórficos y por
tanto presentar tan solo una variante (por demás, común
a todos los individuos de cualquier latitud), se demostraba la
no existencia de razas humanas. Pues bien, esto no es completamente
cierto. Bastaría con que solamente el uno por ciento del
genoma fuese polimórfico, pero con variantes específicas
y privadas en cada continente, para que pudiésemos hablar
de razas continentales. Es decir, lo importante no es la cantidad
de las diferencias sino la forma en que éstas se reparten
entre las poblaciones. Y esta es precisamente una de las áreas
de estudio de la Antropología física. Después
de acumular datos durante mucho tiempo, se ha encontrado que la
mayor parte de la variabilidad genética de nuestra especie
es intrapoblacional y sólo una pequeña parte interpoblacional.
Dicho de otro modo, la mayor parte de las diferencias pueden encontrarse
entre individuos de un mismo continente y tan solo unas pocas
variantes genéticas aparecen exclusivamente en uno u otro
continente.
Todo lo anterior,
sin embargo, no es óbice para que continuemos estudiando
la diversidad genética en diferentes regiones del ADN y
diferentes poblaciones, con el objetivo de conocer con más
detalle el origen de Homo sapiens y su historia evolutiva.
Concretamente, algunas poblaciones son especialmente interesantes
porque presentan ciertas diferencias respecto a sus vecinas, por
lo que resultan muy útiles como herramientas para entender
mejor los procesos que afectan a la evolución del patrimonio
genético de nuestra especie. Entre éstas se encuentra
la población vasca, en la que algunas frecuencias génicas
son llamativas, no por ser únicas en el mundo, sino por
ser diferentes a las frecuencias de las poblaciones más
próximas y similares a las de otras más alejadas.
Consecuentemente, se han centrado numerosos trabajos en la búsqueda
del origen de los vascos, proponiéndose por ejemplo un
antecesor común con algunas poblaciones minoritarias del
Cáucaso y también un menos probable antecesor común
con poblaciones bereberes del Norte de Africa. También
se ha argumentado un posible origen in situ, fruto de un
cierto aislamiento o de un muy pequeño tamaño de
su población en algún momento de su historia. Probablemente
haya que esperar todavía algunos años para que,
contando con más datos sobre diferentes genes en poblaciones
remotas de todo el mundo, pueda desvelarse finalmente el secreto.
Pero hay otro aspecto
del patrimonio genético de la población vasca que
poco a poco va mostrando algunos resultados reveladores. Se trata
de la heterogeneidad genética observada entre las diferentes
comarcas de su área de asentamiento. En efecto, desde hace
años se viene observando que hay diferencias estadísticamente
significativas en las frecuencias de algunos genes entre muestras
poblacionales de Alava, Guipúzcoa, Vizcaya, Norte de Navarra
y País Vasco-francés, hecho para el cual se está
buscando explicación.
Una hipótesis
que en su día se manejó implicaba la existencia
de diferentes tribus antecesoras que habrían dado lugar
a subpoblaciones locales genéticamente diferentes.
En la actualidad,
al menos para nuestro grupo de investigadores, se muestra con
una mayor pujanza la hipótesis por la cual una tasa variable
de mestizaje con poblaciones próximas habría dado
lugar a un cierto grado de heterogeneidad genética entre
las subpoblaciones vascas.
No puede decirse
que las barreras geográficas hayan determinado un alto
grado de aislamiento de la población vasca durante siglos.
Por ello, una alternativa plausible son las barreras culturales
y más concretamente las barreras lingüísticas.
Según esta hipótesis, surgida a la luz de diferentes
trabajos que hemos realizado sobre algunos genes especialmente
informativos en diferentes poblaciones del País Vasco y
Norte de Navarra, el euskera habría actuado como una barrera,
limitando los emparejamientos entre individuos portadores de diferentes
idiomas. Por ello, las poblaciones de regiones que tradicionalmente
han estado en contacto con otros idiomas y otros patrimonios genéticos,
habrían experimentado un mayor grado de mestizaje y mostrarían
diferencias en sus frecuencias génicas con las poblaciones
más interiores y por tanto menos mestizadas.
Con el objetivo de
analizar esta posibilidad desde otro ángulo, decidimos
abordar el estudio de los apellidos de la Comunidad Foral de Navarra.
En primer lugar, porque la población de Navarra ha participado
de ambos idiomas con una extensión e intensidad variables
a lo largo de, al menos, los últimos quinientos años.
Y en segundo lugar porque los apellidos se encuentran establecidos
entre nosotros con una antigüedad que en promedio podríamos
situar en no menos de cinco siglos y también porque se
heredan de una forma que guarda mucha relación con la herencia
genética.
De este modo, partiendo
de listados de apellidos representativos de todas las comarcas,
mediante la construcción de matrices de distancia genética
entre subpoblaciones y utilizando análisis estadísticos
multivariantes apropiados, se ha observado una clara separación
entre las comarcas situadas al Norte de Navarra, tradicionalmente
vascófonas, y las comarcas del Centro y Sur, donde la influencia
del castellano ha sido notable durante mucho tiempo. La comarca
de Pamplona, aglutinadora de flujos migratorios provenientes de
todas las regiones, aparece con una posición intermedia,
como una síntesis de los subconjuntos poblacionales que
se detectan en el ámbito geográfico de la Comunidad
Navarra.
En definitiva, aunque
son precisos todavía análisis más detallados
y exhaustivos, los resultados de genes y apellidos son coincidentes,
revelando que, al menos en buena medida, la heterogeneidad genética
observada entre las diferentes subpoblaciones que componen el
patrimonio genético vasco tendría su origen en una
barrera lingüística al flujo génico y, en consecuencia,
en un grado variable de mestizaje.

Extensión aproximada del euskera durante los últimos
cinco siglos.
Jose A. Peña, Miguel Alfonso-Sánchez,
Susana García-Obregón, Dpto. de Biología Animal
y Genética. Universidad del País Vasco/Euskal Herriko
Unibertsitatea |