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 Como 
 consecuencia de la repercusión que ha tenido la tipología 
 propuesta por Halliday y Hasan (1976) en el campo de la psicolingüística, 
 se han realizado múltiples estudios sobre el desarrollo 
 ontogenético de los elementos que participan en la cohesión. 
 La gran mayoría se basa principalmente en la narración, 
 como es el caso de Bennet-Kastor (1986), Hickmann (1980) y García 
 Soto (1996), entre otros. No obstante, casi todos los  estudios 
 se limitan a analizar las producciones orales, y a excepción 
 de unos pocos casos -Rutter & Raban (1982), De Weck (1991), 
 De Weck & Schneuwly (1994)-, apenas se le ha prestado ninguna 
 atención al lenguaje escrito. En lo que al euskara se refiere, 
 ningún estudio se ha dedicado a analizar el desarrollo 
 de la cohesión de la narración escrita, por lo que 
 confiamos en que la investigación que acabamos de desarrollar 
 pueda, en cierta medida, aportar algo de utilidad. 
En el mencionado 
 estudio, y partiendo del marco teórico presentado por Bronckart 
 (1984, 1996), hemos integrado la cohesión dentro de los 
 mecanismos de textualización, diferenciando entre lo que 
 es la cohesión verbal y la cohesión nominal, si 
 bien en el citado trabajo sólo nos hemos centrado en la 
 segunda. A la cohesión nominal se le atribuye una doble 
 función: por una parte, la de presentar los temas y personajes 
 que aparecen en el texto, y, por otra, la de organizar y garantizar 
 la recuperación de dichos temas o personajes, en cuya continuidad 
 influyen enormemente las expresiones anafóricas (pronombres 
 y otros sintagmas nominales). Nuestro estudio gira precisamente 
 en torno a las expresiones anafóricas que se emplean en 
 las narraciones en euskara redactadas por los jóvenes alumnos 
 durante los últimos años de la enseñanza 
 obligatoria, así como a la forma en que éstas evolucionan 
 conforme se avanza en el nivel educativo. 
Entre las expresiones 
 anaforizadas y las anaforizantes pueden surgir relaciones de muy 
 diversos tipos: relaciones que se limitan al nivel frástico, 
 relaciones que se establecen a nivel textual o discursivo, relaciones 
 de correferencia o de no correferencia, etc. En las narraciones 
 de los alumnos de 11, 13 y 15 años redactadas en euskara 
 se observa que en este género tienen cabida todo tipo de 
 expresiones anaforizantes. En este sentido, se puede decir que 
 la narración constituye un texto idóneo para ejercitar 
 a los alumnos en el empleo de las diversas formas lingüísticas 
 mediante las cuales se puede recuperar un antecedente.  
En cualquier caso, 
 no todas las expresiones anafóricas tienen la misma relevancia 
 en este género textual, ya que el propio carácter 
 de la narración condiciona la mayor o menor presencia de 
 unas y otras. Según se desprende de los estudios realizados 
 en otras lenguas, una de las características de la narración 
 es la gran abundancia de pronombres, los elementos más 
 importantes (exceptuando los nombres propios) que se emplean en 
 las  narraciones 
 para hacer alusión a los personajes cuyas aventuras se 
 relatan. La cuestión es que mientras en francés 
 y en inglés su uso resulta imprescindible, en castellano 
 y en euskara se trata de un elemento que pocas veces está 
 presente. Sin embargo, los resultados que hemos obtenido llegan 
 a la misma conclusión que De Weck (1991) respecto a los 
 textos redactados en francés. Así pues, también 
 en euskara, las expresiones anafóricas que más frecuentemente 
 se emplean en la narración son las pronominales. Sin embargo, 
 en euskara, cuando se trata de actualizar en el texto objetos 
 de discurso inanimados, el anaforizante reviste la forma de un 
 sintagma nominal no pronombre. En este caso, la relación 
 entre el antecedente y la expresión anafórica puede 
 estar basada en la correferencialidad o bien puede ser indirecta, 
 dando lugar en este último caso a la aparición de 
 la anáfora asociativa, siendo ésta una de las categorías 
 anafóricas nominales más abundantes en las narraciones. 
Por otra parte, hemos 
 podido constatar que absolutamente todas las formas anafóricas 
 que hemos clasificado aparecen en todos los grupos, salvo una, 
 que sólo aparece en un grupo, y que no es otra que la nominalización. 
 Tal como De Weck (1991) asegura, los elementos constantes de las 
 narraciones son los personajes y los acontecimientos, no los procesos, 
 con lo cual se explica la ausencia o reducida presencia que tiene 
 en nuestro hábeas la anáfora nominal. 
En lo que respecta 
 al uso de las anáforas leales (basadas en la correferencialidad) 
 y las no leales, entre los 11 y 13 años el número 
 de las primeras se reduce, mientras que las segundas aumentan. 
 Entre los 13 y 15 años, ambas tendencias se estabilizan. 
En resumen, podríamos 
 decir que el desarrollo de los mecanismos de cohesión no 
 es un proceso cerrado, sino que está lleno de altibajos. 
 Por lo observado en los textos del corpus analizado, en función 
 de la edad irá variando la forma en que los alumnos resuelven 
 la continuidad temática del texto. 
 
 Fotografías: De las páginas 
 web "hola.com" y "sureuropa.com" |