Una
vida dedicada a la biología y a la investigación
en este terreno componen la biografía de Felix Goñi,
catedrático de la Facultad de Ciencias de la Universidad
del País Vasco. En febrero fue nombrado director de la
Unidad de Biofísica, centro en el que participan el Consejo
Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la propia
Universidad. En el seno la Unidad de Biofísica, creada
en 1999, científicos de ambas instituciones desarrollan
investigación de alto nivel sobre las membranas biológicas
y la estructura de las proteínas, entre otras líneas
de estudio.
-¿Cuál
es la función de la biomedicina? La función de
la biomedicina es aplicar los avances de la biología a
la prevención y el tratamiento de las enfermedades. Es
decir, la biología hace una serie de avances y poner en
marcha sus aplicaciones médicas sería la biomedicina.
-En varias
ocasiones se ha criticado el elevado coste de ciertas investigaciones
biomédicas que a la largo plazo no han dado resultados.
¿Debería de limitarse el número de investigaciones? Si nosotros al empezar
una investigación supiéramos cuál va a ser
el resultado, entonces podríamos determinar qué
es necesario y qué no. Pero precisamente sucede lo contrario.
Por lo tanto, en principio todas las investigaciones biológicas
son necesarias. En general, la mayor parte de las cosas en biología
se estudian sin tener idea de las aplicaciones. Ahora la biología
tiene un antes y un después del genoma humano. Pero la
secuenciación del genoma humano fue posible porque en los
años setenta hubo una serie de señores que se dedicaron
a investigar aspectos básicos de la biología molecular,
y entonces se pensaba que aquello era el ejemplo claro de investigación
académica sin ninguna aplicación. Pero da la casualidad
que de ahí ha venido toda la biotecnología. La biotecnología
ha sido la aplicación de aquellos estudios surgidos por
pura curiosidad para ver cómo funcionaba la transmisión
de información en los seres vivos. Con esto quiero decir
que la investigación básica es la más importante,
esa que no sabemos para qué sirve pero que es la que luego
mueve todo. Primero hay que hacer biología y luego buscar
su aplicación.
-Junto con
el genoma humano otro de los temas que ha ‘sacudido’ la comunidad
científica es la clonación de seres vivos. Se empezó
con animales y ya hay quien augura la clonación de humanos
en no muy largo plazo.
En
mi opinión la clonación humana, dejando a un lado
si es ética o no, tiene problemas prácticos que
están lejos de ser resueltos. Por ejemplo, para que naciera
la oveja Dolly fueron necesarios alrededor de 400 óvulos.
Suponiendo que la clonación humana es algo parecido, habría
que convencer a unas 400 mujeres para que nos dieran un óvulo
con la esperanza de que una de ellas tuviera un hijo. Un hijo
que en apariencia sería un niño pero con un DNA
viejo, como ha pasado en el mencionado caso de la oveja. Siempre
hay gente con ganas de salir en el periódico, pero ahora
mismo no veo ni lejanamente factible la clonación de seres
humanos. A lo mejor lo consiguen mañana, porque no sabemos
lo que están haciendo en estos momentos. Pero me parece
muy raro que puedan mantener en secreto una investigación
en la que intervendría muchísima gente, donantes
de óvulos por ejemplo. Aparte de la dificultad mencionada
hay problemas biológicos que no están resueltos.
No sabemos si estos animales clonados a partir de células
adultas tienen la edad que parecen tener o su edad más
la de la célula adulta. Nuestra edad viene marcada por
el DNA en nuestras células. En el proceso de reproducción
sexual el DNA se rejuvenece, pero el DNA del resto de nuestras
células tiene la misma edad del sujeto. Si fabricamos un
animal o una persona a partir de una célula adulta, estamos
partiendo de un DNA viejo. Hace falta mucha más investigación
de biología básica para resolver eso. Por otra parte
¿para qué clonar humanos? No creo que en el caso de parejas
que tengan problemas para tener hijos, la clonación vaya
a solucionar cosas que la fertilización in vitro y otras
técnicas de fertilización asistida no hayan conseguido
ya.
-¿Y en el caso
de los transplantes? Hay toda una rama de
la biomedicina que está en marcha desde hace años
que se llama xenotransplantes. Intenta utilizar órganos
de animales como sustitutos de órganos humanos. Hay un
problema de rechazo lo mismo que cuando a uno le transplantan
el corazón de otro señor, pero el proceso es un
poco más complicado. Es una posibilidad, también
sabemos poco pero cada vez se va profundizando más en el
tema. En ese caso sí que sería interesante si fuera
posible clonar animales con una tipología inmunitaria determinada.
Si fuera con esa finalidad estaría de acuerdo. Pero de
momento ni siquiera está muy claro que los xenotransplantes
vayan a funcionar. Tienen una serie de problemas, pero hay una
investigación en marcha y el tiempo lo dirá.
-Junto a la
clonación existe la transgénesis. ¿Qué es
exactamente y qué la diferencia de la clonación? Son dos cosas distintas,
lo que pasa es que pueden darse en el mismo nivel. Clonar es producir
individuos idénticos. Eso que parece raro tratándose
de animales, en el caso de las plantas es lo más normal.
Cada vez que plantamos un esqueje de un geranio, estamos haciendo
un clon. El geranio que nace es idéntico al anterior. Prácticamente
toda la fruta que comemos es clónica, porque no se reproduce
sexualmente sino por procedimientos asexuales por injertos. De
todas maneras, se puede hablar de clones en el caso de los gemelos
univitelinos que son idénticos físicamente.

Mientras transgénico
es cualquier organismo cuyo genoma ha sido modificado de alguna
manera. Clónicos y transgénicos no tienen nada que
ver, lo que ocurre es que se pueden dar al mismo tiempo. En el
caso de la oveja Dolly, es clónica y a la vez transgénica
porque el genoma de su madre había sido previamente manipulado
con la idea de producir un medicamento en la leche. Una de las
cosas que ahora son posibles y que con el tiempo serán
comunes es producir una serie de proteínas a partir de
la leche animal que se usan como medicamentos. Los animales transgénicos
son dificiles de obtener, pero las bacterias transgénicas
las utilizamos en todos los laboratorios y no pasa nada.
-Los productos
transgénicos alarmaron en su día a la sociedad. Alarma injustificada
que se presenta siempre ante lo desconocido. Entre otras cosas
injustificada porque la naturaleza ha hecho todos los experimentos
inimaginables de transgénesis. Cada reproducción
sexual es un experimento con éxito de trangénesis
porque se genera un genoma nuevo modificado a partir de dos que
son parecidos. En las plantas los agricultores han estado haciendo
transgénesis toda la vida. Toda mejora de plantas es trangénesis.
La única diferencia con las plantas transgénicas
de ahora es que sabemos exactamente qué es lo que modificamos,
mientras que el mejorador de plantas tradicional cruzaba especies
sin saber cuál iba a ser el resultado. De todas maneras,
las modificaciones que realizamos nosotros son mínimas
en comparación con las de agricultura tradicional.
-Ese tipo de
reacciones suelen ser resultado de la falta de información. Comprendo que es muy
difícil transmitir cierto grado de conocimientos pero la
realidad es que cada año el número de hectáreas
plantadas con plantas transgénicas aumenta, aunque los
que las producen las venden caras. Los agricultores se dan cuenta
que lo que ahorran en fertilizante o en pesticidas merece la pena,
de ahí que la producción vaya en aumento. Prueba
de que el asunto funciona son las empresas que han invertido millones
en el desarrollo de los transgénicos, y lo último
que quieren es que algo falle. Saben que con la opinión
pública de muchos países en contra un solo fallo
significaría su ruina. Así que los primeros interesados
en que las plantas transgénicas sean inocuas son los que
las venden. Sobre los implicados en la
industria de trangénicos tenemos una imagen de unas personas
sin escrúpulos que están a vender. No digo que tengan
escrúpulos; son personas sin escrúpulos pero además
listos y saben que si quieren seguir ganando dinero tienen que
hacerlo con mucho cuidado. Precisamente, con esas especies han
hecho todos los controles que a nosotros ni se nos hubieran ocurrido,
porque ellos están más interesados que nadie en
que los transgénicos funcionen bien.
-¿Y cuando
la ética y la ciencia siguen caminos diferentes? Ocurre lo mismo que
cuando la ética y los negocios se cruzan, o cuando la ética
y el matrimonio chocan. Es decir, cada uno tiene que elegir. Claro,
aquí hay que hacer una distinción importante entre
la ciencia pública -la que hacemos nosotros - y la ciencia
privada o la ciencia pública secreta. La mayor parte del
dinero público para investigación se gasta en los
ministerios de defensa en investigaciones que no se hacen públicas.
Lo que hacen ahí no lo sabemos ni lo podemos saber, y nadie
se queja. Como oficialmente casi ni existen y, por supuesto, no
se saben los resultados nos metemos mucho con la investigación
pública. Pero al menos tenemos la ventaja de que nuestros
resultados son conocidos por todo el mundo. Quien quiera puede
venir a ver nuestros laboratorios y comprobar lo que hacemos.
Por eso sería un error que porque algunas personas estén
alarmadas se prohiba la investigación en ciertos campos.
Porque, naturalmente, se acabaría prohibiendo la investigación
pública, no la cerrada. De hecho, cada vez hay más
comités de ética en todos los centros de investigación
biológica. Cuando se pide una ayuda para una investigación
relacionada con algún tema delicado previamente debe ser
supervisado por el comité.

-¿La investigación
está siempre en manos del científico? Totalmente. Sólo
nosotros entendemos lo que hacemos.
-¿Se pueden
dar errores? Hay una cosa importante
en esto de la guerra bacteriológica que ahora se ha puesto
de moda con esto del ántrax, y es que la naturaleza es
superior a lo que pueda crear el hombre. Hacer algo peor que el
bacilo del ántrax es muy difícil. Por otra parte,
¿un biólogo puede causar grandes males? Yo me imagino que
sí pero lo mismo que una persona que puede coger un avión
y estrellarlo contra un rascacielos. Cualquiera puede hacer algo
terrible sea biólogo, químico o conductor de autobuses.
En cuanto a los errores involuntarios, no es una posibilidad real
porque todos los organismos que se utilizan en estas investigaciones
son ridículamente frágiles. No pueden vivir fuera
del laboratorio.
-¿Y qué
me dice de otros factores que pueden afectar a la investigación,
como lo son la industria farmacéutica o la ayuda gubernamental? Ésta es una discusión
constante por lo que he mencionado antes en torno a la ciencia
básica, sobre hasta qué punto el estado debe dirigir
la investigación o no. Muchos pensamos que la práctica
totalidad del dinero debe ser dedicada indiscriminadamente, simplemente
a proyectos que sean interesantes independientemente del tema
de investigación. ¿Por qué? Porque no sabemos cuál
es la investigación que va a tener éxito y cuál
no. Hay unas áreas que en un momento dado el estado puede
tener interés en promocionar. Por ejemplo, el estado comprende
que con la secuenciación del genoma humano hizo el ridículo
más espantoso -España no participó en ese
programa cuando había gente muy capacitada- y ahora quiere
poner dinero en la proteómica que es una serie de estudios
que aparecen como secuencia del genoma. Yo comprendo que hace
falta participar ahí porque ofrece grandes oportunidades
de negocio de cara al futuro. Pero en mi opinión ese tipo
de ayudas deberían ser minoritarias. La mayor parte de
esas ayudas deberían destinarse a investigaciones sin temas
prefijados. Es muy distinto lo que ocurre
con el dinero de origen privado como el de las compañías
farmacéuticas. Ahí claramente sólo invierten
en lo que creen que les puede beneficiar. No digo que sea siempre
bueno, pero es natural que se rijan con la lógica de las
compañías.

-Y ante la
industria no se puede hacer nada, ¿no? El caso es que necesitamos
medicamentos nuevos. El estado puede poner –y en parte pone y
tendría que poner más- control sobre ese tipo de
experimentación. Se pueden hacer todo tipo de pruebas que
se quieran, pero al final los medicamentos hay que probarlos en
humanos. Naturalmente las personas que participan tienen que estar
informadas, dar su consentimiento. Pero no se puede sin más
cortar su labor porque no tendríamos medicamentos. En todo
esto hay un riesgo como en otras muchas cosas. Cualquier tipo
de progreso tiene su riesgo.
-Sin embargo,
¿se estudian los medicamentos realmente necesarios? ¿Qué
ocurre con las enfermedades que aún siguen sin tener remedio?
Por poner un ejemplo, llevan años especulando en torno
a la vacuna que remedie definitivamente el SIDA y nunca acaba
de surgir. Tanto en el caso del
SIDA como en otros muchos lo que se investiga son las enfermedades
de la clase media alta del primer mundo porque es lo que va a
dar dinero. Mencionas el SIDA pero ahí está la malaria
que afecta cien veces más a la gente. ¿Quién investiga
la malaria? Hay un par de científicos que están
trabajando con ella amparados por los Estados Unidos, que tratan
de evitar que sus marines puedan ser contagiados en caso de enviarlos
a algún territorio afectado por dicha enfermedad. La malaria
al ser una enfermedad que afecta a gente pobre no le interesa
a nadie. ¿Qué laboratorio se va a ocupar de una vacuna
que no va a poder vender? Con el SIDA ocurre lo mismo. El SIDA
parecía ser un problema sanitario terrible porque afectaba
a un grupo de presión muy importante que era la comunidad
gay de San Francisco. Cuando en San Francisco había 10.000
personas infectados en el Africa subsahariana había un
millón de casos y de ellos no se ha ocupado nadie, ni se
ocupa, ni lo hará. Es más, cuando se vio que con
el preservativo la cosa se controlaba y ahora que la enfermedad
se ha hecho prácticamente crónica con los medicamentos,
la gente está mucho menos interesada en la vacuna. Los
primeros infectados desgraciadamente murieron y hoy en día
hay menos casos entre la clase alta, así que tampoco lo
ven necesario. Todo eso hace que el interés por una vacuna
descienda. Vendría bien para Africa, pero no tienen dinero
para pagarla. Y no van a gastarse mil millones de dólares
en una vacuna para luego regalarla. Comprendo que todo esto es
políticamente incorrecto, brutal y cínico, pero
es así.
Felix
Goñi Urcelay (San Sebastián, 1951)
Doctor
en Medicina y Cirugía por la Universidad
de Navarra, 1975. Ha colaborado en varias ocasiones
con la Universidad de Londres y la Universidad
de Victoria (Canadá). Durante 1995 y
1999 fue director de Política Científica
en el Departamento de Educación, Universidades
e Investigación del Gobierno Vasco. Asimismo
ha sido coordinador del Grupo Biomembranas y
Bioenergética en la Sociedad Española
de Bioquímica (1984-88), presidente electo
de la Sociedad Biofísica de España
(1991-94) y presidente de la citada sociedad
(1994-98). Desde 1995 es Catedrático
de Bioquímica y Biología molecular
por la Universidad del País Vasco. Actualmente
es director de la Unidad de Biofísica
de la UPV.
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Fotografías: Estibalitz Ezkerra. Dolly,
EL LITORAL on line
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(2002 / 5 / 10-17)
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