"Incluso
entre las personas que fabrican y utilizan iconos ópticos,
existe la costumbre de decir que las fotografías
hablan. Esto no ocurre más que después de
una única y seria aproximación del sujeto,
sin embargo se constata cuanto de falso tiene esta afirmación,
porque las fotografías no hablan si no se las sabe
interrogar".
|
Angelo
Schwarz. "Photographie au XIXe siècle et méthode
historique", en Les Cahiers de la Photographie Nº3.
Paris 1981. Pág.39 |
Uno
de los problemas que siempre aparece en las diferentes definiciones
que se hacen de la fotografía es su relación con
la realidad. ¿Qué es lo que la fotografía
hace de la realidad?. ¿La reproduce, la transforma, conserva
un indicio?. Podríamos decir que suministra fragmentos
de la realidad en un instante preciso, y con técnicas de
expresión acordes a cada época. Si la fotografía
es definida como una técnica, también puede serlo
como un medio de comunicación, una escritura, un modo de
creación, y sobre todo, como una memoria.
Las
imágenes plasmadas sobre algún tipo de soporte han
servido a lo largo de la historia, como medio de transmisión
y distribución de la información, las cuales, además
de hablar sobre lo que reflejan, también nos brindan datos
sobre sus realizadores.
La imagen
en general y especialmente la fotografía, ha sido y es
el soporte elegido tradicionalmente para la representación
general del patrimonio (pictórico, arquitectónico,
antropológico, etc.) y, por su propia naturaleza y diversidad,
se encuentra formando parte de museos, archivos, bibliotecas,
centros de documentación e instituciones de toda índole,
y cada vez más en centros específicos.
Desde su
aparición, no ha cesado de suministrar una multitud de
documentos ricos en información sobre diversos sujetos
y temas, ocupando su propio papel en la evolución de las
ciencias humanas y ofreciendo elementos insustituibles sobre el
conocimiento del ser humano y su entorno, contribuyendo de igual
forma a describir la realidad social por medio de su propia naturaleza
lingüística e icónica, que no permite fácilmente
ser reducida a palabras, y además, la fotografía
en sí misma una importante manifestación cultural.
A
los objetos y manifestaciones que una sociedad atribuye un valor
artístico, documental, estético, científico
o de otro tipo que pueda ser planteado, se los denomina normalmente
"bienes culturales" que forman un patrimonio material
y cultural para las generaciones futuras. Estos materiales que
han sido generalmente confiados a diversas instituciones, implican
una responsabilidad hacia esos bienes culturales de forma particular,
pero también hacia sus propietarios, creadores, público
y sobro todo, para con la posteridad. Estos principios de forma
común, contribuyen a la salvaguarda de todos esos bienes
culturales con independencia de su naturaleza, autor, época,
etc.
A la hora
de analizar el significado de una imagen fotográfica, tanto
concebida como una obra de arte, o como un documento, se han de
conocer algunos elementos de análisis para poder integrar
adecuadamente la aparente evidencia en un discurso más
amplio. Al igual que el historiador cuenta con sus elementos para
realizar análisis demográficos, económicos,
etc., también para examinar fotografías se requieren
algunos. Deben estar bien claras las técnicas que se utilizaron,
las circunstancias y el modo en que fueron realizadas. Las imágenes
tienen algunas claves propias para poder ser interpretadas, que
el observador tiene que conocer. Para entender y conocer correctamente
las claves utilizadas en la creación de una imagen, han
de tomarse en cuenta los siguientes puntos: los procesos técnicos
utilizados en su elaboración, la realidad histórica
de ese momento, el comportamiento general de la producción
gráfica en un determinado momento, y, cómo no, la
relación de la imagen con su contexto general y particular.
El flujo
informativo que determina y condiciona la comprensión y
el significado de la imagen no proviene exclusivamente de su poseedor,
sino también de otras fuentes. La relación que la
imagen tiene con un texto es fundamental para el buen entendimiento
de ésta, siendo ésta una de las relaciones más
relevantes, puesto que, además de ofrecer datos concretos
sobre lo que la imagen representa, es un factor condicionante
esencial de su significado. El texto informativo que acompaña
a una imagen puede cambiar completamente su significado, mucho
más que cualquier otro factor. Es imprescindible tener
en cuenta esa relación al tomarse como fuente documental
la imagen fotográfica para interpretar y examinar la historia.
La
fotografía es un fenómeno histórico que a
lo largo de su existencia ha producido un material que es, en
su conjunto, un bien patrimonial de valor cultural múltiple;
apreciable y diferenciable en virtud de la multitud de valores
y acontecimientos que en sí mismo representa y gráficamente
alberga. La fotografía no es sólo un documento o
un mero soporte para la expresión artística, por
ello, este material patrimonial no puede ser abandonado a su suerte
en la batalla que ha de librar contra los efectos devastadores
del tiempo, durante el cual ha de ser además almacenado,
inventariado, definido y difundido poniéndolo a disposición
de una sociedad cada vez más exigente.
La problemática
general planteada por los fondos fotográficos es muy amplia,
lo que lleva a generar una gran confusión en todo cuanto
se refiere a la fotografía. Es difícil encontrar,
por no decir imposible inventarios de patrimonio fotográfico,
no se dan directrices ni se establecen políticas de apoyo,
salvo en contadas instituciones. La sociedad se interesa cada
vez más por el patrimonio fotográfico y las necesidades
particulares que requiere éste son muy claras: ordenar,
clasificar, catalogar y conservar todo un patrimonio que apenas
hace diez años estaba totalmente olvidado. Además
si tenemos en cuenta que la mayoría de la producción
fotográfica que ha llegado a nosotros en negativo, corresponde
al período que va desde 1.900 a 1.950, está en soporte
de nitrato, material que sabemos que está ya fuera de su
período de vida natural, es comprensible que si no se actúa
a corto plazo con este material, irremediablemente lo perderemos
para siempre.
Buena parte
de la confusión deriva de una problemática de concepción
de la fotografía. Normalmente, el punto de partida al analizar
el patrimonio fotográfico suele ser el siguiente: que las
fotografías son imágenes realizadas por alguien,
siendo su único valor el documental y/o artístico.
Esta tesis reduccionista dificulta bastante el tratamiento integral
de los conjuntos patrimoniales fotográficos.
Los problemas
específicos que se generan en las actuaciones sobre fondos
fotográficos, vienen dadas por ignorar factores propios
del material fotográfico, como son; el contenido fotográfico,
el continente fotográfico, la relación entre ambos,
el carácter del conjunto, el carácter documental,
la relación entre el arte-documento, la problemática
general del conjunto del material fotográfico y la de cada
uno en particular, etc.
En
todas las imágenes fotográficas hallaremos un binomio
formado por el contenido y el continente, binomio que comprende
relaciones indivisibles de orden teórico y formal. Para
entender la imagen de la fotografía, ambas partes de ese
binomio sé interaccionan en diversos sentidos. Depende
el uno del otro, con lo cual no son independientes, demostrándonos
así que el contenido gráfico de la fotografía
y su continente no pueden ser separados. Podemos afirmar que el
continente condicionará la sintaxis (el aspecto visual)
de la imagen, y que ofrecerá datos sobre la fecha, técnica,
autor, etc.
Al
conocer los elementos derivados del continente, podremos analizar
otros aspectos, como en qué condiciones fue realizada la
imagen representada, o su carácter específico. En
una fotografía tomada a mediados del siglo XIX, en la que
se utilizó el proceso calotípico, aparece una calle
vacía, lo cual no significa que en esa calle no hubiera
nadie. Ocurre que, al ser la exposición muy larga, los
objetos en movimiento no proyectaban la luz hacia el material
sensible el tiempo suficiente; por ello, no se han reflejado.
En consecuencia: el hecho de que no aparezca nadie en la fotografía
no significa que en el momento en que fue tomada nadie pasara
por ahí, sino que, por limitaciones o problemas técnicos,
no pudieron ser reflejados; de ahí que no podamos verlos.
Este ejemplo es muy simple, pero sirve perfectamente para demostrar
cuán fundamental es la relación entre la imagen
y el proceso de toma de imagen para un completo conocimiento de
la misma.
La mayoría
de los profesionales que gestionan conjuntos fotográficos
patrimoniales consideran que la fotografía es mero contenido.
La fotografía no es un fenómeno que exista y se
desarrolle en el tiempo en función del sujeto/objeto representado
(contenido) y el sujeto productor (artista), en todo caso, estos
sujetos son componentes de algunas de las funciones que desarrollan
y crean el fenómeno fotográfico, pero los determinantes
de la fotografía son muchos y variables. La fotografía
como fenómeno histórico se desarrolla en multitud
de frentes, resultando cada vez más difícil determinar
los límites entre ellas a medida que juntamos los diferentes
análisis diacrónicos y pasamos a una visión
sincrónica del fenómeno fotográfico integral.
Por todo eso, es imposible, a la vez que nada práctico,
gestionar, conservar o restaurar los fondos fotográficos
desde un punto de vista tan limitado; es decir, desde una perspectiva
que tome en consideración exclusivamente al sujeto representado
y al sujeto productor.
A
la hora de abordar el tratamiento archivístico de un Fondo
Fotográfico se ha de intentar no caer, en lo que en mi
opinión, son errores o visiones sesgadas de diferentes
estamentos o instituciones que tienen a su cargo la custodia y
conservación de material fotográfico que consideran
a la fotografía: Archivo = Documento, Museo = Obra de Arte,
Biblioteca = Obra de Arte, Documento.
No se puede
tomar a la fotografía únicamente como una innovación
técnica surgida de un entorno científico centrado
en la reproducción por vías facsimilares (hasta
la llegada de la fotografía, la posibilidad de reproducir
exactamente la realidad era escasa "el pantógrafo,
que servía para reproducir dibujos a escala"...),
ni como un objeto artístico, con una hipervaloración
del autor en el discurso fotográfico, como se ha realizado
en este siglo por parte de Newhall y la escuela creada por éste.
Hay muchas ocasiones en la que los fenómenos socio-políticos
o históricos son mucho más importantes que la mera
figura del autor que no es más que un agente de la cadena
de un proceso como puede ser la fotografía tomada como
arma de difusión política, un ejemplo muy claro
lo tenemos en la dictadura franquista.
La fotografía
ha de interpretarse como un mapa de significados. En mi opinión,
la fotografía no es arte, documento o técnica; si
no arte, documento y técnica, lo cual tendrá una
gran influencia en la elaboración de la ficha catalográfica
que definirá la fotografía, puesto que se atenderá
a los diferentes elementos que componen la sintaxis de la fotografía.
Estas consideraciones
no deben hacer pensar que no se ha avanzado nada en este terreno
en los últimos años. Existen actuaciones muy concretas
realizadas por diferentes profesionales que de forma autodidacta
y con una gran dosis de esfuerzo y dedicación, están
consiguiendo resultados realmente notables. Pero la tónica
general es una situación de confusión que va interaccionándose
entre diferentes actuaciones poniendo de manifiesto que el tratamiento
del patrimonio fotográfico es caro y que los beneficios
de las inversiones en este terreno son inútiles. El problema
fundamental es la falta de una política racional de actuación
patrimonial en el terreno de los Archivos Fotográficos.
Arantza Cuesta
Ezeiza, responsable técnico de la Mediateca de Eusko Ikaskuntza |