1-
Introducción
Una
de las cuestiones científicas que más debate social
suscita es la de la existencia o no de vida extraterrestre. Nace
esta intriga del hecho, entre otros, de no conocer aun los mecanismos
iniciales que dan origen a la vida. Pero aún más
inquietante resulta la pregunta si esta se refiere a la presencia
no de "microbios" o formas unicelulares simples, sino
de vida "inteligente" o "compleja", pues cualquiera
de las dos posibles
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Imagen
de la Galaxia de Andrómeda. Se trata de una Galaxia
espiral muy semejante a nuestra Vía Láctea.
De acuerdo con algunas hipótesis, la "Zona de
Habitabilidad Galáctica" se encontraría
en las estrellas (y sus hipotéticos planetas) en las
regiones intermedias del disco. |
respuestas extremas,
tanto si estamos solos en el Universo, como si abundan otros seres
inteligentes, resulta abrumadora. Más allá de las
respuestas irracionales y mitológicas que se han dado de
la mano de visionarios y de algunos ávidos escritores en
busca de negocio, la investigación científica, de
la mano de la astrofísica, la biología y la geología
planetaria; nos acerca cada vez más a una respuesta. Desde
que la astronomía dispuso a comienzos del siglo XX de medios
de observación avanzados que nos mostraron un Universo
poblado de miles de millones de galaxias, cada una con miles de
millones de estrellas, se encuentra muy extendida la idea de la
existencia de una "pluralidad de mundos habitados".
El razonamiento es simple: si miramos a nuestro sistema solar
que tiene nueve planetas y dado que al menos en uno hay vida,
parece lógico pensar que de entre los miles de millones
de planetas que se hayan formado entorno a otras estrellas, también
en muchos haya prendido la vida y en otros tantos evolucionado
hacia formas complejas. Con tantos planetas en el Universo, parece
improbable que fuésemos los únicos "habitantes
inteligentes" en el Cosmos. Sin embargo la simple estadística
puede ser engañosa. Así por ejemplo, hasta hace
apenas unos 50 años, las similitudes aparentes de nuestro
planeta con los vecinos Venus y Marte, hacía pensar de
forma casi general que ambos mundos estaban poblados por formas
vivientes. La exploración espacial nos ha hecho casi por
completo abandonar esta idea. Esbozaré algunos de los argumentos
basados en recientes investigaciones astronómicas, que
permiten constreñir y precisar el razonamiento sobre la
pluralidad de mundos habitados. (INDICE)
2.
Un preámbulo:
el origen de los elementos
Acostumbraba a decir
Carl Sagan, uno de los mejores divulgadores del Cosmos que somos
"polvo de estrellas". No le faltaba razón. Durante
el siglo XX comprendimos que nuestro Universo se formó
a partir de una gran explosión o "Big Bang"
hace unos 12.000 a 15.000 millones de años y que, durante
la misma, se formaron los elementos más simples: hidrógeno
esencialmente, helio, deuterio y muy poquito de litio. Todos los
demás elementos hasta completar la tabla periódica,
se han sintetizado en los hornos termonucleares de las estrellas
(hasta el hierro, elemento 56) y los más pesados por procesos
más complejos en las explosiones de estrellas "Supernovas".
La muerte de las estrellas propicia la dispersión de estos
elementos por el medio interestelar y su posterior incorporación
en las siguientes generaciones de estrellas y obviamente en los
planetas que con ellas se formen. Sin calcio, silicio, oxigeno
o hierro, por ejemplo, no estaríamos aquí contando
esta historia. (INDICE)
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Nebulosa
de gas y polvo NGC 2080. Se trata de una típica región
de formación estelar (estrellas jóvenes y nacientes
en el centro). La abundancia de "metales" en esa
nebulosa puede condicionar la formación de planetas
en torno a las estrellas en formación y consiguientemente
la existencia de vida (Telescopio Espacial Hubble). |
3.
Estrellas y entorno galáctico
El desarrollo
de la vida y su evolución hacia formas superiores, depende
de tres aspectos astronómicos básicos: las características
de la estrella alrededor de la que se encuentre en órbita
el planeta, la estructura del sistema planetario y las propiedades
del planeta (o satélite). Podríamos añadir
a estas una cuarta más difusa: el entorno galáctico
de la propia estrella.
La estrella es básicamente
la fuente de energía para la vida y esta debe ser duradera
y estable, lo que depende esencialmente de la masa estelar.
Nuestro Sol y su entorno planetario se formaron hace 4.600 millones
de años y la vida emergió en sus formas más
simples hace unos 3.800 millones de años (pero hace solo
unos 600 millones de años que se produjo la "eclosión
de vida" con la emergencia de la primera fauna primitiva).
Las estrellas con mayor masa (5-20 masas solares) viven muy poco
tiempo, apenas unos centenares de millones de años ya que
consumen rápidamente el combustible nuclear y las mayores
se destruyen de forma violenta en explosiones de supernova. De
modo que aunque se hayan formado planetas en estas estrellas masivas
y emerja allí la vida, apenas tendría tiempo para
desarrollarse hacia formas complejas. Además estas estrellas
de gran masa emiten altas dosis de radiación ultravioleta
y muchas sufren procesos cataclísmicos durante los cuales
su luz y su actividad magnética varían fuertemente,
aspecto este último que también acontece en las
estrellas de menor masa. Hoy sabemos, a partir de los estudios
del paleoclima terrestre, cuán sensibles somos los seres
vivientes a los pequeños cambios de esa naturaleza sufridos
por el Sol a lo largo de su historia. Planetas en estrellas de
este tipo difícilmente contendrían vida evolucionada.
Pero no todo depende
de la propia estrella, también de su entorno. Por ejemplo,
la estrella deberá estar alejada de otras fuentes energéticas
de radiación, típicamente de las propias explosiones
de supernova y de las fuentes de rayos gamma cuya
radiación "esteriliza" todo el ambiente en un
entorno de miles de años luz de distancia. También
deberá encontrarse suficientemente lejos de sus estrellas
vecinas, al contrario de lo que por ejemplo sucede en los cúmulos
globulares donde la densidad estelar es enorme. En un ambiente
así, el planeta estaría "achicharrado"
por la energía radiante en un cielo permanente iluminado
por centenares de soles brillantes. Y cuanto más lejos
del centro galáctico mejor, pues allí la materia
se encuentra tan compactada que forma un gigantesco agujero negro
que, engullendo violentamente (a muy altas velocidades) la materia
cercana libera fuertes cantidades de radiación de alta
energía (rayos X y gamma). Si es así, el ambiente
en torno al centro galáctico sería inhabitable.
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Discos
de gas y polvo alrededor de estrellas jóvenes. La estrella
ha sido ocultada para evitar que su luz deslumbre a los discos.
En el interior de estos discos se formarán los planetas
(Telescopio Espacial Hubble). |
Algunos científicos
sugieren que combinando este último aspecto con la distribución
de metalicidad en las galaxias (decreciente hacia sus partes externas),
resultaría que las regiones más apropiadas para
la vida son las que se encuentran a distancias intermedias entre
el centro y el exterior de la galaxia, una región a la
que llaman "Zona de Habitabilidad Galáctica".
Así pues, la primera e importante restricción que
encontramos para la vida es que sólo las estrellas de tipo
solar o semejante, ubicadas en un ambiente apropiado en la galaxia,
son las son las aptas para favorecer el desarrollo de la vida.
(INDICE)
4.
La estructura
del Sistema Planetario
El segundo aspecto
es el que concierne al sistema planetario. Las observaciones astronómicas
han confirmado la ya vieja hipótesis, adelantada por Kant
y Laplace, de que las estrellas y sus planetas nacen a partir
de la contracción gravitatoria de una masa de gas (fundamentalmente
hidrógeno) del medio interestelar. La rotación y
la gravedad confinan esta masa "la nube protoplanetaria",
en un disco aplanado en cuyo centro la mayor densidad propiciará
el nacimiento de la estrella. A diferentes distancias del mismo
se formarán por acumulación local de materia los
planetas y sus satélites. La estructura del sistema planetario
que resulte va a depender de la masa del disco y también
de su composición química. Si la nube protoplanetaria
es "vieja", contendrá elementos metálicos
que favorecerán la formación de planetas "rocosos"
tipo la Tierra o Marte.
Pero además
de planetas terrestres pueden formarse en el disco planetas gigantes
tipo Júpiter. Se trata de masivas esferas, unas diez veces
más grandes que la Tierra constituidas básicamente
de gas hidrógeno. Sin una superficie sólida sobre
la que asentarse, allí la vida evolucionada parece imposible.
Sin embargo su simple presencia puede ser crítica para
la evolución de la vida en alguno de los planetas terrestres
de ese sistema planetario. Los descubrimientos de planetas extrasolares
gigantes que se vienen produciendo desde 1995, han arrojado mucha
luz al respecto. A lo largo de millones de años de evolución
tras la formación del sistema planetario, los planetas
gigantes que allí se hayan engendrado, interaccionan gravitatoriamente
con los restos del disco y más tarde con los otros planetas
más pequeños recién formados. A resultas,
el planeta gigante puede "migrar" hacia el interior
del sistema, arrastrando con él a los otros planetas hasta
hacerlos caer sobre la estrella o bien expulsarlos del sistema.
Esta especie de "billar gravitatorio" puede provocar
que muchos planetas desaparezcan con el tiempo ya que el sistema
planetario es inestable frente a las recurrentes perturbaciones
gravitacionales y sus órbitas acaban siendo altamente excéntricas
y caóticas a largo plazo. Es de esperar entonces que en
tales sistemas la probabilidad de encontrar planetas terrestres
cercanos a la estrella, es decir con posibilidades para el desarrollo
de la vida, sea remota. Afortunadamente parece que vivimos en
un sistema planetario estable y los cálculos sugieren que
será así en millones de años.
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Impresión
artística delprimer planeta extrasolar descubierto
alrededor de la estrella 51 Pegasus. Se trata de una estrella
de tipo solar, pero el planeta, un gigante de tipo Júpiter,
se encuentra a menos de 8 millones de kms de la estrella.
Es un planeta inapropiado para la vida. |
El segundo punto
hace referencia a un reciente cálculo numérico que
sugiere que la formación de los planetas gigantes pudiera
impedir la formación de terrestres en órbita cercana.
Esta es una hipótesis avanzada para explicar el origen
del cinturón de asteroides ubicado entre las órbitas
de Marte y Júpiter. Se cree que el crecimiento de Júpiter,
en una región rica en elementos volátiles fue muy
rápida, perturbando gravitatoriamente los posibles planetas
en formación en el cinturón de asteroides. La perturbación
tiene lugar en forma de "resonancia gravitatoria"
que se produce cuando el período orbital de Júpiter
y el del cuerpo en cuestión guardan una relación
entera. En tal situación la órbita del nuevo astro
en formación sufre tirones periódicos que llevan
a este a una órbita alargada, entrando en colisión
con otros cuerpos, destruyéndose, o bien incluso si se
acerca mucho a Júpiter, saliendo expulsado del sistema
solar. Las resonancias explican la actual estructura en familias
orbitales del cinturón de asteroides o las divisiones (acumulaciones
y huecos) encontrados en los anillos planetarios. Es muy probable
de acuerdo con estos cálculos que el cinturón de
asteroides no sea otra cosa que los residuos de un planeta "abortado"
por Júpiter.
Planeta que de haberse formado hubiera sido grande ya que se estima
que Júpiter expulsó más del 90% de la masa
del actual del cinturón de asteroides. A resultas de esta
especie de "barrido gravitatorio", el planeta gigante
en formación adquiere a su vez una órbita circular,
como la que ahora poseen los dos gigantes de nuestro sistema planetario.
En cualquier caso,
los restos de la formación del sistema planetario (meteoritos,
asteroides y cometas) representan una seria amenaza para la vida
allí donde pueda haber prendido. Los planetas gigantes
pueden marcar, con su dominio gravitatorio, el ritmo de las colisiones
de estos cuerpos con otros planetas y satélites. Nuestro
sistema solar sufrió un intenso bombardeo por estos residuos
durante los primeros 800 millones de años tras su formación.
Este es el origen de gran parte de los cráteres que observamos
en la Luna y otros cuerpos. Más recientemente en el tiempo,
sabemos de la importancia de los impactos a través de las
masivas extinciones de especies que acontecieron en la Tierra
tras las dos últimas grandes colisiones de asteroides hace
250 y 65 millones de años. Júpiter pudo así
haber jugado un importante papel sobre la Tierra, desviando hacia
nuestro planeta bloques de "proto asteroides" en formación,
ricos en elementos volátiles como por ejemplo el agua,
un mecanismo que podría explicar el origen de los océanos
terrestres. En este sentido es posible que si se hubiera formado
el planeta en la región del cinturón de asteroides,
se podrían haber frustrado la aparición de formas
de vida avanzadas en la Tierra debido al incremento en el número
de impactos de planetesimales con nuestro planeta. Así
pues la presencia de planetas aptos para la vida parece encontrarse
seriamente condicionada por la presencia de planetas gigantes
en el sistema. (INDICE)
5.
La Tierra: ¿Un planeta raro?
Finalmente el
tercer punto hace referencia al propio planeta. El primer aspecto
que debe considerarse es su distancia a la estrella pues de esta
depende la temperatura a la que se encuentre. Los valores más
aceptables para la vida son aquellos en los que el agua pueda
permanecer en estado liquido durante un período suficientemente
largo de tiempo. La estrecha región en la que esto sucede
alrededor de una estrella se conoce como "Zona de Habitabilidad
Circumestelar". La temperatura no debe además
de sufrir cambios extremos, de manera que cuanto más circular
sea la órbita del planeta y menos cambie su orientación,
menos bruscos serán los cambios térmicos.
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De
todos los objetos en el sistema solar, el planeta Marte es
aquel en el que los científicos tiene depositadas más
esperanzas de encontrar vida (pasada o presente). Hasta la
fecha la búsqueda ha sido infructuosa (Mars Global
Surveyor – NASA). |
Un hecho fundamental
recientemente descubierto gracias a los cálculos numéricos
en el ordenador, es el papel que ha jugado la Luna como estabilizador
de la inclinación del eje de rotación de la Tierra,
"anclándolo" en el tiempo e impidiendo cambios
climáticos bruscos como los que acontecen en escalas de
millones de años en Marte, planeta carente de un tal satélite
masivo. Por otra parte el ciclo de mareas oceánicas propiciado
por nuestro satélite parece también haber jugado
un papel decisivo en la evolución de la vida terrestre
a través de los procesos costeros de hidratación/deshidratación.
Si recordamos que la Luna se formó a resultas de la colisión
de un cuerpo de gran masa con la Tierra poco después de
su formación, podemos decir que seguimos aquí gracias
a una casualidad (la de la formación fortuita de nuestro
satélite)...
Los otros aspectos
básicos para la evolución de la vida hacen referencia
a las propiedades del planeta. Este debe de tener una masa suficientemente
grande como para poder retener una atmósfera cuya composición
química y densidad sean las apropiadas para el sustento
de la vida. Conviene recordar que también Venus y Marte
retienen en la actualidad una atmósfera, pero ni su composición
de dióxido de carbono ni su masa son las convenientes,
aunque pudieran haberlo sido en Marte en un remoto pasado. La
atmósfera venusiana es tan densa que propicia un intenso
efecto invernadero (la superficie de Venus se encuentra a unos
700 grados y la presión alcanza 90 veces el valor terrestre).
Por el contrario la atmósfera de Marte es tan tenue que
se producen drásticos cambios térmicos entre el
día y la noche, y entre las diferentes estaciones anuales.
En otro orden de
cosas, el planeta debe de girar alrededor de su eje con un período
de rotación apropiado, nunca sincronizado con el período
orbital – como sucede entre la Tierra y la Luna - pues en ese
caso siempre mostraría un mismo hemisferio a la estrella:
tendría una cara achicharrada y otra congelada! Una alta
velocidad de rotación junto con un interior caliente fundido,
permitirá además la presencia de corrientes eléctricas
lo suficientemente intensas como para propiciar la generación
de un campo magnético. Este protegerá al planeta
del intenso flujo de partículas cargadas provenientes de
la estrella. Es más, la estructura interna del planeta
(dependiente de su masa y composición) también resultará
decisiva para la vida pues regulará la posible actividad
volcánica y la existencia o no de tectónica de placas
en su capa superficial, procesos ambos que permiten el reciclado
de la atmósfera, estabilizando su composición química
y la temperatura planetaria.
Estos y otros aspectos
astronómicos más sutiles (además de los biológicos)
no mencionados, parecen indicar que "la pluralidad de mundos
habitados" debería ser considerada con menos alegrías
que las que a veces se presentan. Existe cierto convencimiento
entre la comunidad de astrobiólogos, como así se
denomina a los científicos que estudian la existencia de
vida extraterrestre, que la vida ha surgido a buen seguro en muchos
otros planetas, pero que su evolución hacia formas superiores
y complejas (¿inteligentes?) requiere probablemente, de un buen
numero de combinaciones astronómicas, algunas aparentemente
fortuitas. La vida, una vez que emerge se muestra resistente y
adaptable a los avatares internos y externos en el devenir del
propio planeta, pero obviamente dentro de unos límites.
 |
La superficie agrietada, sin cráteres, del satélite
"Europa" del planeta Júpiter sugiere, junto
con otros resultados, que pudiera contener un océano
subsuperficial bajo la corteza visible. De ser así,
quizás la vida en sus formas más simples, pudiera
hacer emergido en ese mundo (Galileo – NASA). |
No se trata con estas
reflexiones de los científicos de volver hacia atrás
en el tiempo, hacia una posición pre-copernicana, es decir
hacia una visión geocéntrica (y antropocéntrica)
de nuestra posición en el cosmos, y que algunos pueden
estar tentados de usar como apoyo a sus creencias religiosas.
Se trata simplemente de acotar los límites y las necesidades
astronómicas de la vida, y a la vez de orientar su búsqueda
futura hacia los objetivos y regiones del universo más
propicios para su desarrollo. (INDICE)
Bibliografía
básica
M. Vazquez Abeledo
y E. Martín, "La búsqueda de
vida extraterrestre", Mac Graw Hill (Serie
Mac Graw Hill de divulgación científica),
1999
B. Jakosky, "La
búsqueda de vida en otros planetas",
Cambridge University Press, 1999.
P. D. Ward y D. Brownlee,
"Rare Earth", Copernicus, 2000. (Puede
verse un reciente artículo de estos autores
en Investigación y Ciencia, Diciembre
2001).
(INDICE) |
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Agustín Sánchez
Lavega, Catedrático de Física Aplicada de la Universidad
del País Vasco. Actualmente dirige un Grupo de Investigación
sobre las atmósferas planetarias. |