El
presente trabajo es un resumen de la ponencia que he presentado
en las III JORNADAS DE MOLINOLOGÍA, celebradas entre los
días 10 al 13 de octubre de 2001 en Cartagena.

Por su curiosidad
y valor documental lo traemos a este foro.
Fue entre septiembre
y octubre de 1935 cuando aparece por primera vez en la Prensa
y en la vida nacional la palabra straperlo, que viene de
la unión de dos apellidos Strauss (que era un austriaco
nacionalizado mexicano) y del holandés Perle, inventores
de una especie de ruleta de juego que llevaba ese nombre. Aunque
el juego estaba prohibido, se les concede permiso para instar
el straperlo en el Casino de San Sebastián, pero
a las 3 horas de su apertura es clausurado, a pesar de tener los
oportunos permisos. Esto provocó un auténtico escándalo
que llegó hasta el Congreso, afectando incluso al Presidente
del Gobierno don Alejandro Lerroux.
A partir del 14 de
mayo de 1939 se implanta el racionamiento en todo el país,
con el objeto de paliar la escasez de alimentos que se sufre a
causa de la prolongada guerra. A tal fin se crean las "cartillas
de racionamiento" en tres categorías: de 1ª, 2ª y
3ª. En ellas figuran los productos que proporcionaba la Comisaría
de Abastos. Los alimentos que se disponían principalmente
eran garbanzos, boniatos, bacalao, aceite, azúcar y tocino
y de vez en vez se alegraba el régimen con café,
chocolate, membrillo o jabón, y más raramente carne,
leche y huevos. Por ejemplo, el pan que era negro (ya que el blanco
de trigo era un producto casi de lujo), se expedía a razón
de 150 a 200 grs. por cartilla. Además, el aceite era mezcla,
el azúcar moreno, las lentejas y garbanzos con gusanos
y piedras, el chocolate de algarroba, etc.
Para solucionar esta
carencia de alimentos, las familias con medios contactaban (si
vivían en la ciudad) con algún pariente o amigo
de las zonas rurales, a quien le encargaban las viandas. Otros
se daban de alta como cosecheros y los que residían cerca
de la frontera hacían contrabando o compraban el pan a
las «trapicheras». Y además, cualquier producto podía
comprarse en el mercado negro, a los estraperlistas, lo cual dio
pie a que gentes sin escrúpulos (a veces con conexiones
en el Poder) hiciesen auténticas fortunas.
También los
molineros buscaron formas de engañar a la ley, bien moliendo
el grano que tenían escondido y sin declarar venderlo;
o moliendo a vecinos y amigos como "gran favor", generalmente
cobrando una cuota, maquila o laka más elevada en
razón del grave riesgo que esto acarreaba, pues como efectivamente
veremos líneas abajo eran penados con multas, cierres y
confiscación del género.
Para moler clandestinamente
había que levantar el precinto de papel colado (luego fueron
de alambre con plomo de control), el cual unía las dos
piedras por arriba y por abajo, de tal suerte que al moler se
rompiese y demostrara el fraude. Se molía de noche o madrugada
—pese a que también a esas horas la Guardia Civil prendió
a muchos molineros— y luego se realizaba una limpieza a fondo
que no delatase que el mecanismo había sido puesto en funcionamiento.
Por consiguiente, el trabajo era doble, el tiempo del que se disponía
escaso y el riesgo grande.
Esta situación
duró hasta el 15 de junio de 1952, fecha en que desaparecieron
oficialmente los "cupones de racionamiento".
¿Cómo influyó
en los molinos?
El 29 de diciembre
de 1937 se dictaba una orden obligando a las fábricas y
molinos a obtener máximas producciones, de manera que los
rendimientos normales de los trigos en harinas enteras o panaderas
quedasen aumentados en «tercerillas y demás clases de harinillas»
las cuales, como subproductos aislados de molturación o
unidos a salvados o residuos procedentes del cepillado de estos,
solían clasificarse como colas de fabricación y
no usados en la alimentación. Como se ve, bajó de
forma inmediata la calidad del pan.
Una nueva ley del
29 de enero de 1939, endurece más la norma anterior y se
obliga a todos los fabricantes de harinas a obtener harinas integrales;
así nacía el «pan negro».
Por una nueva ley
del 30 de junio de 1941 se clausuraban los molinos maquileros
y se autorizaba a las industrias molturadoras a fabricar harinas.
En ella se faculta, no empero, a la Delegación Nacional
del Servicio Nacional del Trigo para que permita trabajar a los
molinos maquileros que crea oportunos. Los que por el contrario
sufran la clausura definitiva recibirán una indemnización
que en cada caso determinará dicha entidad. Esta orden
tendría validez (en principio) hasta el 1º de julio de
1942.
Por fin, como se
ha dicho, el 14 de junio de 1952 se levantaba la clausura de los
molinos maquileros.
Como se puede deducir,
el dictado de toda esta normativa chocaba con la necesidad de
alimentos por parte de la población de una parte, y contra
los intereses de los molinero de otra, por lo que no es extraño
que se produjese todo un abanico de infracciones, que serán
el motivo de nuestro análisis.
Normativa que
tenían que cumplimentar los molineros
En ese periodo la
normativa a cumplimentar por parte de los molineros era muy precisa.
Al entrar el grano en el molino
tenía que ir acompañado del documento C-1 previamente
sellado por el Servicio Nacional del Trigo y en que se anotaban
los kilos.
Al salir la harina estará
en saco cerrado con el precinto que le facilitará el
Servició y cosido con el documento C-1, en el que el
molinero anotará los kilos de harina que lleva (que será
los que se le entregaron menos la laka cobrada por su trabajo).
Anotará en el libro C-21
el nombre del cliente, el número del C-1 y la cantidad
de harina.
Tendrá un libro por cada
mes para el trigo y otro para el maíz y el pienso.
Los libros se los facilitará
el Servicio (si se le autoriza a moler en esa campaña),
y tendrán sellados todos los folios.
Antes del día 5 de cada
mes se entregarán en las oficinas del Servicio los libros
del mes anterior.
Notificarán al Servicio
de forma inmediata cualquier cambio de molinero, será
por herencia, venta o arriendo.
Tendrán en la pared a la
vista la hoja con los precios.
Para
velar por el cumplimiento de estas normativas periódicamente
pasaban a visitar los molinos la Guardia Civil por una parte,
y el inspector del Servicio Nacional del Trigo.
La Guardia Civil
pasaba todos los años por los molinos, hacia el mes de
junio (días antes o días después) precintando
las piedras. Una vez el molinero obtenía la oportuna documentación
para la campaña de ese año, de nuevo pasaban, hacia
el mes de septiembre, a desprecintarlas, bien las de trigo, bien
las de maíz, o incluso ambas, en función de la autorización
que se concedía a cada molino.
A veces también
los inspectores "corrían riesgos", y si no veamos
lo que escribió el 28 de septiembre de 1952 el inspector
del Servicio Nacional del Trigo al pasar visita por el molino
de Inchausti de Elgoibar (hay que recordar que el 14 de enero
de 1952, por irregularidades en la tenencia de maíz y harina,
se le impuso una multa de 5.000 pts., la incautación del
género intervenido y el cierre a este mismo molinero por
tres meses):
"....Al
entrar este Inspector al molino de referencia, encontró
al molino de trigo en pleno funcionamiento. Reclamados los correspondientes
C-1 que justificasen la legitima tenencia del trigo que se estaba
molturando, como así mismo, del permiso provisional de
esta Jefatura Provincial, manifestó que carecía
de ellos.
A continuación
se puso este Inspector a redactar el acta correspondiente en
presencia del propietario del molino Don Vicente Manzano, y
sus familiares. El citado industrial se produjo con este Inspector
con una violencia tan inusitada, descargando formidables puñetazos
en la mesa, donde este Inspector escribía y profiriendo
toda clase de expresiones de máxima violencia, al mismo
tiempo que los familiares trataban difícilmente de sujetarlo.
Ante esta
actitud, este Inspector desistió de redactar el acta
correspondiente, y tampoco tomo nota de las existencias de grano
y harina, ausentándose rápidamente de aquel lugar,
cursando a V.S. la comunicación referida.
Consecuencia
de cuanto antecede, aparecen las siguientes infracciones:
1º.- Tenencia
de trigo y harina de reciente producción, sin los C-1
de la presente campaña, que justifiquen la Procedencia
correspondiente.
2º.- Trabajar
con el molino de trigo, sin la autorización provisional
de esta Jefatura Provincial para esta campaña".
El recurso más
usado por parte de los vecinos era acudir a moler a los molinos
situados en zonas recónditas, a las que los inspectores
y autoridad en general no iban con tanta frecuencia.
Otro punto de fricción
ocurría cuando la Guardia Civil pretendía revisar
uno o varios molinos, pero sin la oportuna orden de registro.
A veces los molineros se oponían a estos registros por
indebidos, pero se arriesgaban a ser posteriormente perseguidos.
La gente dependía
en cierto modo de los molineros, por lo que no era extraño
que les informaran de la llegada del inspector antes de que empezase
la visita. Se podría decir que la noticia corría
mucho más rápido que si tuvieran todos teléfono
(lo cual no era lo habitual).
También surgieron,
cómo no, amistades y odios entre vecinos. Nos decía
un molinero, por ejemplo, que a él le prendieron moliendo
a causa de que un vecino lo delató ante el alcalde. En
otros lugares se alcanzaban tratos amistosos entre inspectores
o autoridades y molineros: nació el soborno, el chantaje
y la corrupción en el mundo de la molienda.
Expediente estudiados
Para la realización
del presente trabajo se han estudiado los expedientes completos
de los 142 molinos que estaban funcionando en Gipuzkoa en 1940.

Multas por cobro
excesivo
Como hemos dicho
antes, aprovechando las circunstancias algunos molineros cobraban
más de lo establecido, siendo por ello multados. Así
tenemos los siguientes casos.
La pena oscilaba
entre las 1.000 y las 2.500 pts. de multa y el cierre por tres
meses.
Dado que los molineros
recibían una pequeña indemnización por campaña
por tener cerrado el molino, en muchos casos la multa se les permutaba
o descontaba de las indemnizaciones que les correspondiera.
Por otra parte, a
veces algunos molineros preferían que se les aumentara
la multa económica en lugar de tener cerrado el molino.
También hay
que constar que a veces vemos en los expedientes que se desmontaban
las piedras, para evitar que se moliera violando los precintos.
Multa por no presentar
los documentos en el plazo establecido
El artículo
7º de las ordenanzas, obligaba que el original del libro C-21
de cada mes "inexcusablemente antes del 5 del mes siguiente"
tenía que estar en la Jefatura del Instituto Nacional del
Trigo. Pero a veces no se cumplían, siendo por ello sancionados.
Traemos el caso del
molinero del molino Arrosi-becoa de Berastegui, a quien el 16
de diciembre de 1947 se le notifica el cierre de su molino por
no haber entregado los C-21 correspondientes a la molturación
de noviembre. Alega el molinero el día 19 que él
se los había entregado al lechero José María
Recondo quien por descuido no los presentó en San Sebastián.
Pide se le desprecinte el molino y que promete enviar la documentación
a partir de esas fechas por correo.
Multa por no tener la documentación
en regla
Periódicamente
el inspector del Servicio Nacional del Trigo pasaba visita a los
molinos, al objeto de comprobar que llevaban correctamente los
documentos. En los expedientes hemos encontrado no pocos casos
de oficiales que no llevaban correctamente los libros y que no
exponían el oportuno cartel de precios a la vista de la
clientela.
La penalización
por estas faltas eran el cierre por tres o seis meses.
Los casos de molturación
clandestina
Pero la causa de
sanción más frecuente es la que se producía
cuando la Guardia Civil o el inspector del Servicio Nacional del
Trigo en sus "inesperadas" visitas descubrían
que se estaban efectuando molturaciones ilegales.
En el expediente
del molino Troirrota de Mutiloa hay un documento del 19 julio
de 1948 que dice:
"A las
18 horas del día de ayer y por los Guardias 2ª de este
puesto Julio Magdalena Prieto y Elías Sánchez
Román, que prestaban servicio de vigilancia por la demarcación
de este puesto, al llegar al molino Troy, término municipal
de Mutiloa, fue sorprendido en el momento que terminaba de moler
trigo, el hijo de la dueña de dicho molino, Fernando
Aldasoro Ormazabal, de 28 años de edad, soltero, labrador,
natural de la citada villa, el cual al ser preguntado por los
motivos de efectuar dicha molturación, manifestó
que aprovechando la ausencia de su madre y hallándose
excluido del racionamiento de pan parte de los componentes de
su familia, opto por levantar los precintos y moler unos veinte
kilos de trigo que le quedaban de la cosecha anterior con el
fin de hacer pan para su casa".
Sabemos que se le
impuso una multa, pero no conocemos su importe.
Molino de Olavarrieta
de Oñate. Informe de la Guardia Civil del 28 de octubre
de 1950:
"Sobre
las 22 horas del día de ayer, por los guardias de este
Puesto Honorato Bravo Sevilla y Florencio Rodríguez
Martín, fue sorprendido en el molino del vecino de
esta localidad sito en el barrio de Olabarrieta y propiedad
de D. Víctor Ugarte Galdos, su hijo Vicente Ugarte
Igartua, de 27 años de edad, soltero, profesión
jornalero con domicilio en el citado molino, molturando trigo
y maíz después de haber desprecintando las dos
piedra del mismo, el cual manifiesta, que lo llevó
a efecto el hecho sin autorización ni previo consentimiento
de su padre, pero dada la circunstancia que este se encontraba
enfermo en cama y tener necesidades de la familia, como igualmente
de cebar un cerdo para sacrificarlo para su consumo en la
casa procedió al hecho mencionado.
En su virtud,
se levantó el acta correspondiente siendo denunciado
al Ilmo. Sr. Fiscal Provincial de Tasas y quedando la cantidad
de 30 y 20 kgs. respectivamente de harina integral de ambos
cereales a disposición de la citada Autoridad en el
Economato de la 143 Comandancia de la Guardia Civil.
Lo que
tengo el honor de participar a V.I. para su debido conocimiento
y fines que proceda, permitiéndome significarle se
procedió al precinto de las piedras ya mencionadas
por la pareja actual".
No nos consta que
se le sancionara.
Caso aparte es el
del molinero del Antigua-errota de Anzuola, al que se le multa
por tener un único libro del tipo C-21 donde anota los
piensos y el grano, cuando tenía obligación de apuntarlo
en libros distintos para trigo y para maíz y pienso. Le
sentencian el 5 de febrero de 1955 con el cierre hasta la terminación
de esa campaña. Recurre, pero se desestima y el 8 de marzo
es precintado. El 2 de julio la Guardia Civil comprueba que tiene
rotos los precintos y que ha realizado molturación clandestina.
Una semana después se le ordena desmontar el molino. El
día 15 de julio parte de los elementos se depositan en
el Ayuntamiento a responsabilidad de su alcalde. Como se ve, no
bastó el precinto ni la multa, sino que fue necesario llevar
parte de la maquinaria al Ayuntamiento y dejarla bajo la custodia
del propio alcalde. ¡Duro de pelar resultó este molinero!
Se le autoriza a moler de nuevo el 30 de agosto de 1956.
Analizando
las sanciones vemos que las cantidades económicas oscilan
entre las 1.000 y las 10.000 pts. si bien lo más normal
es de 1.000 pts.
No en todos los casos
se penaliza con cierre pero cuando se hace la norma es de tres
meses, aunque conocemos un caso de un mes y otro de seis. Asimismo
se da la circunstancia de que el cierre de tres meses se levante
a cambio de multa (de 700 pts. en un caso y de 1.000 pts. en otro).
Siempre se pierde
el género aprehendido, el ilegal, que en una ocasión
se dona al convento de San Agustín de Elgoibar (monjas
de clausura). No conocemos el destino de las restantes incautaciones.
Trampas encontradas
En el capítulo
anterior hemos pasado revista a los que molturaban clandestinamente.
Generalmente los molineros alegan en su defensa ignorancia, necesidad
o alguna otra razón. Pero además los hay que hacían
trampas; de forma coloquial diríamos que molían
con alevosía y premeditación.
Así, cuando
la Guardia Civil visita el molino de Elorreta de Escoriaza en
agosto de 1944 encuentra trigo en la muela del maíz, por
lo que el 19 de agosto se ordena su clausura. La Fiscalía
de Tasas el 20 de octubre le sanciona con multa de 2.600 pts.
y cierre por tres meses. Esto es, teniendo precintada la muela
de trigo, molía el trigo en la muela de maíz.
Más curioso
es el caso del molinero de Errota-berri del barrio de Aldaba-chiqui
de Tolosa, al que el 28 de julio en 1949 le sorprenden restos
de trigo en la piedra del maíz, cuando tenía precintada
la piedra del trigo. Investigando encuentran en el piso superior
unos cajones que conectaban directamente con la piedra de trigo
y también con la de maíz. Allí había
280 kg. de trigo. Le imponen 2.500 pts. de multa, el cierre por
tres meses y la pérdida del trigo fraudulento.
Hasta aquí
los datos obtenidos en los expedientes de los molinos.
En nuestra visita
a todos los molineros de Guipúzcoa también preguntamos
por este tema y estas fueron sus respuestas.
En el molino
de Toberagille-errota de Azpeitia instalaron un pequeño
molino a motor en la «ganbara» o desván, donde de noche
se molía.
En el Arrasku-errota
de Oyarzun, el famoso «Oiartzun» —alias del molinero y constructor-reparador
de molinos— prolongó el eje de la máquina de forma
que en la «ganbara» puso otro pequeño molino. Quitó
las piedras normales, por lo cual a la vista era imposible que
trabajase; sin embargo lo hacía en el piso superior por
medio de un eje metálico que ponía para moler y
tras el trabajo quitaba.
En el molino-panadería
de Beizama se instaló una tolva y un canal dentro de una
pared falsa. Así, si se examinaba la tolva normal siempre
estaba vacía, mientras que en realidad sólo tenían
que levantar los precintos de las piedras para alimentar el molino
con la tolva escondida.
Epílogo
Hemos pasado una
somera revisión a la vida de nuestros molineros en una
determinado época, la del estraperlo.

Pero además
de las dificultades que sufrieron y que hemos intentado plasmar
en este estudio, no hay que olvidar los impuestos que tenían
que pagar unos en el ámbito provincial y otros en el ámbito
de ayuntamiento, además de las curiosas tasas que en forma
de sello vemos en muchos documentos con el nombre de "ayuda
voluntaria a..."; los problemas que tenían por el
derecho al agua, los gastos de manutención del molino,
los arrendamientos, las rígidas y en muchos casos duras
ordenanzas municipales y las dificultades de los molineros para
vender grano y apoyar su economía familiar, cuando no padecían
una de esas periódicas riadas que lo arrasaban todo.
Una conclusión
extraemos del conjunto de lo que venimos exponiendo: que ni fue
ni es fácil la vida del molinero, y así estamos
viendo la desaparición casi radical de los viejos molinos
maquileros. Los poquísimos molinos que aún subsisten
funcionando están mantenidos por hombres de edad madura
y hasta ancianos que no disponen apenas de apoyo, o por jóvenes
idealistas que están invirtiendo dinero y esfuerzo en su
mantenimiento.
¡Ojalá las
instituciones inviertan en la cultura de los pocos molinos que
aún funcionan! El futuro se lo agradecerá.
Notas
1) 15 de octubre de 1946 se detiene
a una banda de más de 100 personas de falsificadores y distribuidores
de tarjetas de racionamiento falsas. 2) Alguno nos contaba que dada
la necesidad que también pasaban los números de la
Guardia Civil había veces que esta no cerraba el precinto
de plomo, lo que permitía al molinero moler y a cambio este
les daba un paquete con comida: castañas, manzanas, maíz,
o queso.
Antxon Aguirre Sorondo, miembro de
la sección de Antropología de Eusko Ikaskuntza
Fotografías molino de Beasain: Koro Muro |