El
interés por la Antropología Cultural Vasca viene
de tiempos pasados. Entre sus antecedentes cabe señalar
algunas obras, como Coreografía de Guipúzcoa
escrita a mediados del siglo XVIII por el P. LARRAMENDI, Historia
General de Vizcaya escrita por Juan Ramón DE ITURRIZA
el año 1785 y Peru Abarka de Juan Antonio DE MOGUEL
de fines de aquel siglo. No olvidemos aquí a G. HUMBOLDT
que incorporó el estudio de la etnia vasca y de su lengua
a la corriente general de los estudios lingüísticos
y etnográficos de aquella época.
Más recientes son las publicaciones
en las que dieron a conocer materiales de nuestra etnografía
GOIZUETA, ARAQUISTAIN , Ladislao DE VELASCO, ARCAYA, BECERRO DE
BENGOA, TRUEBA, ITURRALDE Y SUIT y BARAIBAR.
Más ceñidos a nuestro
tema aparecen a fines del siglo XIX los trabajos de VINSON, de
CERQUAND, de WEBSTER y de HÉRELLE.
Desde fines del siglo XIX los estudios
etnográficos vascos reciben nuevos y más vigorosos
impulsos, gracias a las investigaciones de D. Telesforo DE ARANZADI,
a los museos etnográficos de San Sebastián con Pedro
Manuel SORALUCE, de Bilbao con Jesús DE LARREA, de Bayona
con W. BOISSEL; a la sección vasca del «Museum für
Volkskunde» de Viena, a los trabajos de Louis COLAS, de Nicolás
VICARIO y de LA PEÑA, de José Antonio de DONOSTIA,
de R. M. DE AZKUE, de LAFON, de GIESE, de BARBIER, de Bonifacio
de ETXEGARAY y una pléyade de colaboradores de la Sociedad
de Eusko-Folklore (filial de «Eusko Ikaskuntza») que viene
trabajando desde el año 1921.
Los hechos registrados y descritos
y los estudios realizados por unos y otros forman un rico arsenal
de datos cuya importancia fue reconocida en su tiempo por los
hombres de ciencia mejor calificados en la materia. Así,
de los trabajos de investigación y de las publicaciones
que la citada Sociedad de Eusko-Folklore efectuara antes de la
Guerra Civil española del 36, decía la Révue
d’Ethnographie de París lo siguiente: «Constituyen
una verdadera cantera de documentos de la que podrán sacar
materiales todos aquellos a quienes interesa el estudio de las
tradiciones populares en general y del folklore vasco en particular»
(París 1923, pág. 220).
En forma parecida enjuiciaron la
labor de la Sociedad de E.-F. Maurice DELAFOSSE, vicepresidente
de la Sociedad Francesa de Etnografía; G. HOFFMANN-KRAYER,
director de «Korrespondenzblatt» de la «Schweiz. Gessellschaft
für Volkskunde»; el Prof. Dr. FRITZ KRÜGER de la Universidad
de Hamburgo, Y el Dr. D. Telesforo DE ARANZADI, en el prólogo
del tercer tomo de «Anuario de E.-F.», decía que tales
publicaciones eran «verdaderas piedras sillares del edificio de
nuestra ciencia en el país».
La guerra del 36 suspendió
las investigaciones de lo vasco y los estudios relativos a nuestro
pueblo en las regiones meridionales de Vasconia. Fue aquello un
eclipse que duró muchos años.
Sólo en el País Vasco
septentrional y gracias, en parte, a los exiliados, la Sociedad
de E.-F. pudo continuar su labor, aunque en forma harto menguada
por falta de recursos y por la dispersión o ausencia de
casi todos SUS colaboradores de antaño.
Pudo, pues, publicar una nueva serie
de hojas de Eusko-Folklore, como resultado de investigaciones
que realizáramos en aquella parte del País Vasco,
así como numerosos artículos en el Boletín
IKUSKA, en la revista EUSKO- JAKINTZA, en BULLETIN DU MUSEE BASQUE
y en GURE HERRIA.
Tras aquel intervalo de casi cuatro
lustros de silencio al que se le condenó a una gran parte
de nuestro pueblo, el Instituto Vasco IKUSKA o ETNIKER reanudó
sus labores, aunque tímidamente y con limitaciones que
duraron unos años, en la región meridional de Vasconia.
Debemos hacer aquí mención
especial de la inmensa labor que realizó en aquellos difíciles
tiempos y la ha continuado después hasta ahora, el insigne
etnólogo e historiador D. Julio CARO BAROJA, como puede
apreciarse en sus numerosos trabajos de investigación y
de síntesis de Etnología Vasca.
En el año 1954 IKUSKA o la
Sociedad de E.-F., empieza a publicar la tercera serie de las
hojas «Eusko-Folklore», gracias a la Sociedad Aranzadi que
arbitró los recursos necesarios para editarlas, lo mismo
que para el «Anuario de E.-F.».
Después vinieron los grupos
Etniker que empezaron como complemento de la cátedra
de Cultura Vasca que yo regentaba en la Universidad de Navarra.
El movimiento fue propagándose de suerte que se formaran
secciones o grupos en las regiones del País Vasco meridional,
que ya llevan publicadas más de veinte monografías
tanto en la revista MUNIBE como en los ANUARIO de E.-F. (cuyo
volumen XXIX está en la imprenta), en «Cuadernos de Etnología
y Etnografía de Navarra», en las publicaciones del «Instituto
Labayru» y «Ohitura» que es del «Etniker» de Alava.
Contribución particularmente
importante a los estudios etnográficos vascos son las investigaciones
y publicaciones sobre la artesanía, fiestas y otros temas
debidas a D. Juan GARMENDIA LARRAÑAGA.
Son también interesantes diversos
trabajos monográficos publicados en los últimos
años, como «Muerte en Murelaga» de W. A. DOUGLASS, los
de Fermín LEIZAOLA sobre el pastoreo en el País
Vasco, los de PEÑA SANTIAGO sobre Argizaiolas y ermitas
de Guipúzcoa, los de Gerardo LÓPEZ DE GUEREÑU
en Alava y los del grupo LAUBURU sobre la Casa vasca y sobre estelas
discoideas.
Aportación muy valiosa al
estudio de la etnografía vasca fueron las tres «Semanas
de Antropología Vasca» celebradas en Bilbao y organizadas
por José Luis GOTI ITURRIAGA. Los trabajos allí
presentados fueron publicados luego en cuatro volúmenes.
De Medicina Popular publicó
un libro interesante Ignacio BARRIOLA. Y sobre «La ordenación
consuetudinaria del caserío en Guipúzcoa» publicó
otro trabajo Alvaro NAVAJAS LAPORTE.
En el proceso de nuestros estudios
etnográficos y en las encuestas realizadas, cabe señalar
dos fases: la de las encuestas elementales, en la que se
registran y describen uno o varios elementos culturales -un apero,
un mueble, un rito, una creencia, una costumbre, un modo de vida,
la medicina popular, etc.- en uno o muchos lugares o regiones;
la de las encuestas sistemáticas, en la que se investiga
todo el sistema de elementos o categorías que forman la
cultura de una población, atendiendo no sólo a la
forma y funciones de cada categoría u objeto, sino también
a sus relaciones con el medio o contexto en el que se halla y
actúa, y al plan y designio a que obedece
su origen o existencia.
Las encuestas elementales han
estado en uso a lo largo de la historia de nuestros estudios etnográficos.
Las sistemáticas empezaron más retrasadas
entre nosotros como también en otras partes; pero ellas
son las que pueden llegar a niveles más profundos de lo
real en los hechos etnográficos. Debemos percatarnos de
que tales hechos -humanos o humanizados- tienen además
de los aspectos morfológico y funcional que son los más
asequibles, algunos más que determinarán su existencia,
y otros que, formando su contexto, gravitan sobre ellos. Para
conocerlos hay que experimentarlos, hay que vivirlos.
Al tratar de describir una casa,
por ejemplo, no basta conocer su emplazamiento, sus materiales,
la orientación de su fachada, su aspecto artístico,
sus departamentos, las funciones de la casa y las de cada una
de sus partes (servir de albergue, de taller, de almacén,
de establo, de templo, de asilo, de panteón), el plan de
quien la hizo edificar, los antecedentes de la misma, sus modelos,
las huellas de su pasado, la visión del futuro de quien
ideó su construcción, el entorno o contexto al que
se ajusta,- así como los modos de vida de sus moradores;
el hogar, el llar y la chimenea y sus funciones utilitarias y
simbólicas de diversos signos, su significación
en el culto religioso, sus relaciones con los genios y con los
antepasados de la casa, su función como altar y como depósito
de ofrendas y como símbolo mágico.
Un instrumento, como la hoz, es desde
luego un objeto metálico de determinada forma y magnitud
y peso; pero también tiene funciones características
como segar, cortar y proteger la casa contra el rayo; es, además,
un objeto que recuerda los gestos de quien lo utiliza y los movimientos
de quien lo fabricó, la finalidad de quien ideó
su hechura y de quien lo adquirió después; su asociación
a un modo de vida de quien lo usa, a ciertos mitos y relatos populares.
Una ermita es edificio hecho con
determinados materiales, que tiene sus dimensiones, forma, arte
y estilo; sobre el cual está influyendo su entorno físico
y cultural, asociado en cierto modo al tenor de vida de quienes
generalmente lo frecuentan; es lugar de culto religioso, dedicado
a algún santo; recinto donde tienen lugar prácticas
especiales, religiosas o mágicas, en el que aparecen huellas
de antiguos usos; responde a exigencias de la vida presente como
también a una concepción de la vida de la que ella
-la ermita- es producto y soporte.
Así, pues, no debemos olvidar
que los hechos tienen un presente que hemos de describir, un pasado
que los ha preparado en parte. y un futuro presentido que ha posibilitado
su continuidad y que repercute en ellos. ¡El futuro! Pensemos
cuán diferente sería nuestra vida si creyéramos
que no hemos de morir.
Con razón se ha dicho que
cada hecho humano es resultado y eco de una civilización.
Para alcanzar la realidad profunda
de los hechos nos es preciso, pues, examinarlos en sus diversos
niveles e instancias, así como en las pinceladas que su
entorno trazó en ellos, en las huellas que dejó
el pasado y en la orientación y otros rasgos que una visión
del futuro le va imprimiendo. Por todo ello son importantes las
encuestas sistemáticas que son el quehacer particular de
nuestro grupo Etniker que debe lograr mediante la observación,
la experimentación y la información. |