Se
sigue debatiendo estos días en sede comunitaria sobre el
futuro de la pesca en Europa y, consecuentemente, el de las gentes
que viven de ella. Entre estos últimos, la flota vasca
de bajura continúa mirando con honda preocupación
la situación y los debates que a su alrededor se suscitan
entre las distintas Administraciones competentes sobre el sector
pesquero.
Un
análisis del Libro Verde Comunitario sobre el futuro de
la Política Pesquera Común tiende a devolvernos
las interrogantes e incógnitas existentes desde tiempo
atrás sobre el futuro de nuestros arrantzales, y sobre
la conservación de los recursos marinos, ante la ya permanente
y conocida ambigüedad de las instituciones comunitarias.
Su errática postura sobre la actividad insostenible de
flotas como la de deriva o "volantas" y los arrastreros
pelágicos es tan solo un mero ejemplo de los muchos que
recordar.
Sobre algunas de
estas cuestiones, y en especial referencia al citado Libro Verde,
la preocupación del sector de bajura y de muchos conservacionistas
está más que justificada. Basta acudir a los precedentes
más cercanos de nuestra política pesquera para rememorar
situaciones y agravios sobre los que ya no merece la pena ahondar.
A día de hoy
comienzan a proliferar propuestas sobre gestión de los
recursos que demandan la posibilidad de introducir en este campo
herramientas alternativas de gestión, tales como cuotas
individuales transferibles, incluso a través de experiencias
piloto. Se trata de una posible medida que encarna peligros serios
para el sector de bajura, con evidentes riesgos sobre el control
y el acceso real a las cuotas por la flota en eventual beneficio
de sectores externos o ajenos que puedan explotar o beneficiarse
de dicha posibilidad, incluso de manera oculta. Por otro lado,
la implantación inicial de experiencias piloto sin un adecuado
análisis de sus eventuales consecuencias contradice abiertamente
el principio comunitario de cautela (art. 174.2 del Tratado de
la Comunidad Europea), que se menciona habitualmente sobre temas
pesqueros, pero cuya aplicación real en dicho contexto
no es siempre la que resultaría deseable en términos
de prudencia y apuesta por la conservación de los recursos,
a través del uso de métodos de pesca selectivos.
Existen reflexiones
de interés sobre determinados aspectos medioambientales
de la pesca. Algunas de estas caminan en el sentido de introducir
programas de etiquetado ecológico sobre las capturas. El
interés de los mismos resulta indudable, especialmente
para las flotas selectivas, siempre que los programas estén
basados en una serie de criterios objetivos y contrastados que
garanticen debidamente el carácter ambientalmente sostenible
de una pesquería o flota. La selectividad del arte, la
inocuidad respecto de la actividad de otras flotas o pesquerías,
la calidad de las capturas obtenidas, la escasez de descartes
producidos o el grado de cumplimiento con la normativa, etc.,
pueden ser algunos de dichos criterios para preocupación
real de muchas flotas, siempre y cuando la voluntad política
de los Estados y de la propia Comunidad Europea decida imponer
la lógica de conservación de los recursos sobre
el mero productivismo insostenible y antiselectivo.
Uno de los pilares
esenciales de la política pesquera comunitaria es el principio
de estabilidad relativa, que ha venido aplicándose, entre
otras vías, mediante un control racional de las fuerzas
del mercado sobre el sector. Desde algunas perspectivas, se apunta
ahora la necesidad de revisión de sus postulados generales
para lo cual lógicamente, también existen matices
sustanciales. Cualquier revisión de dicho principio ha
de realizarse sobre una serie de criterios y condiciones básicas,
que garanticen especialmente el futuro y la sostenibilidad de
quienes más han sufrido históricamente con su aplicación.
Resulta imprescindible que las Administraciones acometan un esfuerzo
real de diferenciación entre las problemáticas de
las flotas de bajura y altura, terminando por fin de definir sus
políticas específicas respecto a ambas. Lógicamente,
una eventual revisión del principio de estabilidad relativa
exigiría diferenciar las problemáticas y situaciones
de ambas flotas, incluidas las capturas reales. Del mismo modo,
cualquier eventual revisión de este principio esencial
debiera poder garantizar igualmente cuáles serían
las especies que, en su caso, puedan quedar abiertas o libres
al juego del mercado y ajenas al mencionado principio de estabilidad
relativa.
En resumen, cualquier
perspectiva de análisis sobre la política pesquera
comunitaria debe comenzar a profundizar en la consideración
de los mares como algo más que un mero predio, donde el
acceso a los recursos y la productividad de los mismos se miden
erróneamente en términos agrícolas. Gran
parte de los problemas que aquejan al sector pesquero de bajura
derivan directamente de la consideración de los océanos,
como espacios delimitados y compartimentalizados casi exclusivamente
en base a intereses económicos y territoriales, olvidando
de plano los principios que deben presidir una pesca responsable,
selectiva y sostenible. ¿Noiz arte?
Xabier Ezeizabarrena
Sáenz, abogado.
Asociación
ITSAS GEROA, (Observador ante el ICCAT*). Becario
de la Corte Internacional de Arbitraje y Conciliación Ambiental.
Doctorando del Dpto. de Derecho Constitucional y Administrativo
(UPV-EHU)
xabiezeizabarrena@hotmail.com
http://www.pcpages.com/ezeiza
*International Commission for the Conservation of Atlantic Tunas
http://www.iccat.es |