Espacios naturales protegidos, organización territorial y desarrollo sostenible
* Traducción al español del original en euskera
Xabier Arana Eiguren

Valor, función y recursos del ámbito rural

La diversidad paisajística que ofrece la geografía vasca es ciertamente atractiva. El litoral, los extensos valles atlánticos, las rías, las pequeñas sierras montañosas, las llanuras de la vertiente del Ebro, las altas cumbres pirenaicas, así como los pueblos y ciudades conforman un maravilloso territorio. Obviamente, los cambios que el ser humano ha introducido en el medioambiente han contribuido a enriquecer la variedad de los ecosistemas, pero tampoco hay que olvidar las lamentables pérdidas que ha ocasionado en los sistemas naturales (especialmente en los bosques y humedales).

El ámbito rural, como entorno natural, siempre ha sido un rico hábitat para el ser humano, pero su afán por reducir las amenazas y aprovechar al máximo los recursos naturales, ha transformado bruscamente el paisaje que se alza ante nuestros ojos. Por ello, y teniendo en cuenta la relevancia que actualmente tiene el ocio, podemos afirmar que hemos convertido el entorno natural en nuestro entorno, dado que hoy día nos valemos de todo el territorio posible (sin olvidar los productos, energía, etc. que estamos importando de todo el mundo) para saciar nuestras necesidades (salud, vivienda, materia prima, trabajo, infraestructuras y ocio).

Tampoco podemos olvidar que durante las últimas décadas el nivel de conocimiento sobre nuestro entorno (científico y de gestión) ha aumentado considerablemente: sabemos más, los conocimientos se difunden mejor, y, evidentemente, hemos adoptado una visión más realista sobre la magnitud de la amenaza que se cierne sobre nuestro patrimonio "natural", con lo cual apreciamos más el contenido de nuestro ámbito rural y entendemos mejor los peligros que ocasiona nuestra dinámica social. (VOLVER)

Los espacios naturales protegidos, máximos exponentes de la nueva conciencia

Pero, ¿pueden el medioambiente y la Tierra satisfacer todas las necesidades diarias (materiales y demás) de la sociedad actual? ¿Qué capacidad tienen nuestro pueblo, nuestra región, nuestro valle, y nuestros montes y costas? ¿Con qué derechos cuenta la naturaleza para poder sobrevivir?

La respuesta la tendremos que buscar y consensuar entre todos. En cualquier caso, la sociedad (aun cuando lo haga con el estómago lleno) corrobora unánimemente la necesidad de velar por nuestra calidad de vida, por lo que es hora de proteger la naturaleza ante los peligros que acechan a la calidad medioambiental (el aire, el agua, la tierra). La demanda se vuelve más insistente cuanto más próxima se ve la amenaza y la salud entra en juego: vertidos químicos, alimentos envenenados, hondas electromagnéticas, etc. Durante las últimas tres décadas se ha venido trabajando muy concienzudamente sobre estas cuestiones.

En una fase posterior, el principal objeto de debate ha sido el valor de la naturaleza. Más concretamente, han sido una serie de animales los que han conseguido tocar la fibra ética del ser humano; en tal sentido, ballenas, osos panda e impresionantes aves han llegado a modificar las agendas de los máximos responsables de la sociedad y del mundo. A medida que vamos concienciándonos con estos temas, observamos que las selvas están en peligro de extinción (la Amazónica, las selvas naturales de Asia y Centroamérica), y precisamente en el momento en el que los países desarrollados estábamos cayendo en la cuenta del incesante daño que estamos haciendo a la naturaleza, llegan noticias que nos dejan estupefactos: el clima de la Tierra está cambiando bruscamente, y la capa de ozono se encuentra gravemente dañada. Los ciudadanos de a pie no conocen estos temas en profundidad, pero han conseguido captar el mensaje general de que la tierra se encuentra muy enferma (en el futuro incluso habrá que clonar el oso panda).

De algún modo u otro, durante los últimos veinte años se ha agudizado la necesidad de proteger nuestra tierra, sensibilización que ha llegado hasta la propia Administración, que ha adoptado medidas bien visibles. En lo que respecta a la conservación de la naturaleza se ha pasado del dicho al hecho, principalmente durante los últimos quince años, con lo cual las investigaciones científicas se han visto multiplicadas, la sociedad ha adoptado una mejor organización y las Entidades Públicas han erigido una amplia red de espacios naturales protegidos por toda Euskal Herria. En tal sentido, si a los parques naturales, reservas naturales y reservas de la biosfera de la Comunidad Foral de Navarra sumamos los parques naturales, reservas de la biosfera, biotopos protegidos y extraordinarios árboles existentes en la Comunidad Autónoma Vasca, así como los conservatorios costeros, zonas protegidas y convenios del País Vasco continental, nos complace manifestar que la lista aún inconclusa de los espacios naturales protegidos es verdaderamente rica. Por otro lado, se está dado otro importante paso, ya que a partir de las propuestas realizadas por las Administraciones, varios ecosistemas y localidades (Lugares de Relevancia Comunitaria y Espacios Especiales para la Protección de las Aves) se pasarán a formar parte de la red europea Naturaleza 2000. En cualquier caso, en nuestro país todavía existen una serie de proyectos de declaración de más parques naturales y espacios protegidos. Sin embargo, ¿acaso la conservación de la naturaleza ha de limitarse exclusivamente a los espacios protegidos? (VOLVER)

La necesidad de conservar el patrimonio de toda la comarca

Evidentemente, la naturaleza no conoce de fronteras administrativas, culturales ni políticas. El patrimonio de la biodiversidad, además, se encuentra asimismo en los extensos terrenos que rodean a los caseríos, en los prados de los pastores y en los bosques. Con frecuencia resulta imposible acotar los procesos que tienen lugar en la naturaleza (hidrológicos, bioquímicos, ecológicos, etc.) a un reducido espacio; las aves procedentes del norte de Europa o las jinetas que habitan nuestros bosques transitan por los lugares que más les gustan, sean espacios naturales protegidos o no. Claro que si las tierras para la agricultura, ganadería o para el desarrollo sostenible de los bosques no contaran con una protección, nuestro patrimonio natural y cultural se vería seriamente amenazado. Y si no llegamos a conocer, entender y respetar los procesos naturales, seguiremos dándonos de bruces con efectos tan devastadores como las inundaciones, los incendios, la contaminación de acuíferos, etc.

Por todo ello, aun cuando la necesidad de disponer de una red de espacios naturales protegidos sea incuestionable, si deseamos que las generaciones venideras conozcan la naturaleza y los importantes espacios de esta tierra, tenemos que tener en cuenta que también el resto de las tierras cuentan con zonas y especies de gran valor (sin olvidar el patrimonio cultural), y que existe un paisaje que sintetiza y engloba todos los elementos y procesos, como un complejo y preciado tesoro. Además, hay "infraestructuras" naturales que conservan y mantienen el equilibrio de los procesos naturales, como rías, bosques, acuíferos, estuarios, etc., cuyo valor y papel en la naturaleza ni en sueños seríamos capaces de calcular.

El objetivo principal de los medios que actualmente se emplean en la organización territorial debería ser el de establecer criterios, medidas y zonificaciones territoriales que permitan conservar la naturaleza y explotar el medioambiente de un modo sostenible, para que de tal modo las rías, las ricas tierras tan necesarias para la agricultura, los bellos acantilados y playas de la costa y nuestras queridas montañas se encuentren idóneamente protegidos y sean correctamente utilizados. (VOLVER)

No puede haber desarrollo sostenible sin conservar la naturaleza

Para finalizar, es necesario aclarar un par de erróneas ideas. Por una parte, cuando se emplea la imponente palabra Desarrollo Sostenible, se alude a la calidad medioambiental, como si bastara con mantener la pureza del agua, del aire y de la superficie terrestre (mediante depuradoras de agua, lucha contra el ruido, limpieza de zonas contaminadas, control de la industria), pero, como bien se ha declarado, convendría extender la sostenibilidad a todo el territorio, ya que nuestras colosales ciudades, gigantescas infraestructuras, incesantes plantaciones de pinos y nuestras agresivas actividades de ocio ocupan toda la superficie y le dan un uso violento.

Por otra parte, teniendo en cuenta que la gran mayoría de la gente vive en pueblos y ciudades, sería muy recomendable adoptar medidas que tuvieran por objeto convertir ese hábitat diario en un espacio más atractivo y cómodo, introduciendo cambios que contribuyeran a que los ciudadanos se sintieran felices en ellos. Por otra parte, siendo precisamente estos enclaves los que más materia y energía consumen, convendría difundir a los cuatro vientos el lema de la sostenibilidad (y las normas e impuestos justos). Ni la Tierra ni los terrenos son ilimitados, aunque pensemos lo contrario, conque, si realmente queremos conservar la naturaleza, tendremos que consensuar cuáles son nuestras necesidades más urgentes (¿todos los ciudadanos podemos ser cazadores? ¿todos los ciudadanos y baserritarras tienen derecho a construir una segunda o, incluso, tercera vivienda?).

Estas preguntas se vuelven aún más maliciosas en esta consumista y acaudalada sociedad, donde tan difícil resulta concretar dónde se encuentra el límite, el equilibrio. Cuando una sociedad es pobre consideramos lógico y justo aplastar la naturaleza, dada la prioridad de las condiciones humanas, pero cuando la sociedad es rica y ya ha saciado sus más básicas necesidades, cuenta con tal capacidad y caudal que ejercer una excesiva presión sobre el medioambiente (infraestructuras establecidas por la administración, proliferación de viviendas, deportes motorizados en terrenos rurales, etc.). Por todo ello, la conservación de la naturaleza y el aprovechamiento sostenible de los recursos medioambientales requieren sendas y amplias estrategias tanto para los momentos en los que la sociedad se encuentre en una cómoda situación como para los más delicados, dada la necesidad de combinar los fines de la conservación y del desarrollo sostenible. Sin menospreciar las normas y los medios de gestión, reviste mucha más importancia la difusión de los conocimientos, la educación y de la información. Por otra parte, también resulta necesaria la participación, aun cuando sea moderada, de los operadores sociales y de los ciudadanos, ya que es a partir de gotas de agua como se forma el mar. (VOLVER)


Xabier Arana Eiguren, Director-gerente de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai
Fotografías:
De las publicaciones "Manual para la observación de aves marinas y cetáceos desde el cabo de Matxitxako" y "La espátula en Urdaibai"

Euskonews & Media 153.zbk (2002/2/1-8)


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