Valor,
función y recursos del ámbito rural
La
diversidad paisajística que ofrece la geografía
vasca es ciertamente atractiva. El litoral, los extensos valles
atlánticos, las rías, las pequeñas sierras
montañosas, las llanuras de la vertiente del Ebro, las
altas cumbres pirenaicas, así como los pueblos y ciudades
conforman un maravilloso territorio. Obviamente, los cambios que
el ser humano ha introducido en el medioambiente han contribuido
a enriquecer la variedad de los ecosistemas, pero tampoco hay
que olvidar las lamentables pérdidas que ha ocasionado
en los sistemas naturales (especialmente en los bosques y humedales).
El ámbito
rural, como entorno natural, siempre ha sido un rico hábitat
para el ser humano, pero su afán por reducir las amenazas
y aprovechar al máximo los recursos naturales, ha transformado
bruscamente el paisaje que se alza ante nuestros ojos. Por ello,
y teniendo en cuenta la relevancia que actualmente tiene el ocio,
podemos afirmar que hemos convertido el entorno natural en nuestro
entorno, dado que hoy día nos valemos de todo el territorio
posible (sin olvidar los productos, energía, etc. que estamos
importando de todo el mundo) para saciar nuestras necesidades
(salud, vivienda, materia prima, trabajo, infraestructuras y ocio).
Tampoco podemos olvidar
que durante las últimas décadas el nivel de conocimiento
sobre nuestro entorno (científico y de gestión)
ha aumentado considerablemente: sabemos más, los conocimientos
se difunden mejor, y, evidentemente, hemos adoptado una visión
más realista sobre la magnitud de la amenaza que se cierne
sobre nuestro patrimonio "natural", con lo cual apreciamos más
el contenido de nuestro ámbito rural y entendemos mejor
los peligros que ocasiona nuestra dinámica social. (VOLVER)
Los
espacios naturales protegidos, máximos exponentes de la
nueva conciencia
Pero, ¿pueden el
medioambiente y la Tierra satisfacer todas las necesidades diarias
(materiales y demás) de la sociedad actual? ¿Qué
capacidad tienen nuestro pueblo, nuestra región, nuestro
valle, y nuestros montes y costas? ¿Con qué derechos cuenta
la naturaleza para poder sobrevivir?
La respuesta la tendremos
que buscar y consensuar entre todos. En cualquier caso, la sociedad
(aun cuando lo haga con el estómago lleno) corrobora unánimemente
la necesidad de velar por nuestra calidad de vida, por lo que
es hora de proteger la naturaleza ante los peligros que acechan
a la calidad medioambiental (el aire, el agua, la tierra). La
demanda se vuelve más insistente cuanto más próxima
se ve la amenaza y la salud entra en juego: vertidos químicos,
alimentos envenenados, hondas electromagnéticas, etc. Durante
las últimas tres décadas se ha venido trabajando
muy concienzudamente sobre estas cuestiones.
En una fase posterior,
el principal objeto de debate ha sido el valor de la naturaleza.
Más concretamente, han sido una serie de animales los que
han conseguido tocar la fibra ética del ser humano; en
tal sentido, ballenas, osos panda e impresionantes aves han llegado
a modificar las agendas de los máximos responsables de
la sociedad y del mundo. A medida que vamos concienciándonos
con estos temas, observamos que las selvas están en peligro
de extinción (la Amazónica, las selvas naturales
de Asia y Centroamérica), y precisamente en el momento
en el que los países desarrollados estábamos cayendo
en la cuenta del incesante daño que estamos haciendo a
la naturaleza, llegan noticias que nos dejan estupefactos: el
clima de la Tierra está cambiando bruscamente, y la capa
de ozono se encuentra gravemente dañada. Los ciudadanos
de a pie no conocen estos temas en profundidad, pero han conseguido
captar el mensaje general de que la tierra se encuentra muy enferma
(en el futuro incluso habrá que clonar el oso panda).
De algún modo
u otro, durante los últimos veinte años se ha agudizado
la necesidad de proteger nuestra tierra, sensibilización
que ha llegado hasta la propia Administración, que ha adoptado
medidas bien visibles. En lo que respecta a la conservación
de la naturaleza se ha pasado del dicho al hecho, principalmente
durante los últimos quince años, con lo cual las
investigaciones científicas se han visto multiplicadas,
la sociedad ha adoptado una mejor organización y las Entidades
Públicas han erigido una amplia red de espacios naturales
protegidos por toda Euskal Herria. En tal sentido, si a los parques
naturales, reservas naturales y reservas de la biosfera de la
Comunidad Foral de Navarra sumamos los parques naturales, reservas
de la biosfera, biotopos protegidos y extraordinarios árboles
existentes en la Comunidad Autónoma Vasca, así como
los conservatorios costeros, zonas protegidas y convenios del
País Vasco continental, nos complace manifestar que la
lista aún inconclusa de los espacios naturales protegidos
es verdaderamente rica. Por otro lado, se está dado otro
importante paso, ya que a partir de las propuestas realizadas
por las Administraciones, varios ecosistemas y localidades (Lugares
de Relevancia Comunitaria y Espacios Especiales para la Protección
de las Aves) se pasarán a formar parte de la red europea
Naturaleza 2000. En cualquier caso, en nuestro país todavía
existen una serie de proyectos de declaración de más
parques naturales y espacios protegidos. Sin embargo, ¿acaso la
conservación de la naturaleza ha de limitarse exclusivamente
a los espacios protegidos? (VOLVER)
La
necesidad de conservar el patrimonio de toda la comarca
Evidentemente, la
naturaleza no conoce de fronteras administrativas, culturales
ni políticas. El patrimonio de la biodiversidad, además,
se encuentra asimismo en los extensos terrenos que rodean a los
caseríos, en los prados de los pastores y en los bosques.
Con frecuencia resulta imposible acotar los procesos que tienen
lugar en la naturaleza (hidrológicos, bioquímicos,
ecológicos, etc.) a un reducido espacio; las aves procedentes
del norte de Europa o las jinetas que habitan nuestros bosques
transitan por los lugares que más les gustan, sean espacios
naturales protegidos o no. Claro que si las tierras para la agricultura,
ganadería o para el desarrollo sostenible de los bosques
no contaran con una protección, nuestro patrimonio natural
y cultural se vería seriamente amenazado. Y si no llegamos
a conocer, entender y respetar los procesos naturales, seguiremos
dándonos de bruces con efectos tan devastadores como las
inundaciones, los incendios, la contaminación de acuíferos,
etc.
Por todo ello, aun
cuando la necesidad de disponer de una red de espacios naturales
protegidos sea incuestionable, si deseamos que las generaciones
venideras conozcan la naturaleza y los importantes espacios de
esta tierra, tenemos que tener en cuenta que también el
resto de las tierras cuentan con zonas y especies de gran valor
(sin olvidar el patrimonio cultural), y que existe un paisaje
que sintetiza y engloba todos los elementos y procesos, como un
complejo y preciado tesoro. Además, hay "infraestructuras"
naturales que conservan y mantienen el equilibrio de los procesos
naturales, como rías, bosques, acuíferos, estuarios,
etc., cuyo valor y papel en la naturaleza ni en sueños
seríamos capaces de calcular.
El objetivo principal
de los medios que actualmente se emplean en la organización
territorial debería ser el de establecer criterios, medidas
y zonificaciones territoriales que permitan conservar la naturaleza
y explotar el medioambiente de un modo sostenible, para que de
tal modo las rías, las ricas tierras tan necesarias para
la agricultura, los bellos acantilados y playas de la costa y
nuestras queridas montañas se encuentren idóneamente
protegidos y sean correctamente utilizados. (VOLVER)
No
puede haber desarrollo sostenible sin conservar la naturaleza
Para finalizar, es
necesario aclarar un par de erróneas ideas. Por una parte,
cuando se emplea la imponente palabra Desarrollo Sostenible, se
alude a la calidad medioambiental, como si bastara con mantener
la pureza del agua, del aire y de la superficie terrestre (mediante
depuradoras de agua, lucha contra el ruido, limpieza de zonas
contaminadas, control de la industria), pero, como bien se ha
declarado, convendría extender la sostenibilidad a todo
el territorio, ya que nuestras colosales ciudades, gigantescas
infraestructuras, incesantes plantaciones de pinos y nuestras
agresivas actividades de ocio ocupan toda la superficie y le dan
un uso violento.
Por otra parte, teniendo
en cuenta que la gran mayoría de la gente vive en pueblos
y ciudades, sería muy recomendable adoptar medidas que
tuvieran por objeto convertir ese hábitat diario en un
espacio más atractivo y cómodo, introduciendo cambios
que contribuyeran a que los ciudadanos se sintieran felices en
ellos. Por otra parte, siendo precisamente estos enclaves los
que más materia y energía consumen, convendría
difundir a los cuatro vientos el lema de la sostenibilidad (y
las normas e impuestos justos). Ni la Tierra ni los terrenos son
ilimitados, aunque pensemos lo contrario, conque, si realmente
queremos conservar la naturaleza, tendremos que consensuar cuáles
son nuestras necesidades más urgentes (¿todos los ciudadanos
podemos ser cazadores? ¿todos los ciudadanos y baserritarras tienen
derecho a construir una segunda o, incluso, tercera vivienda?).
Estas preguntas se
vuelven aún más maliciosas en esta consumista y
acaudalada sociedad, donde tan difícil resulta concretar
dónde se encuentra el límite, el equilibrio. Cuando
una sociedad es pobre consideramos lógico y justo aplastar
la naturaleza, dada la prioridad de las condiciones humanas, pero
cuando la sociedad es rica y ya ha saciado sus más básicas
necesidades, cuenta con tal capacidad y caudal que ejercer una
excesiva presión sobre el medioambiente (infraestructuras
establecidas por la administración, proliferación
de viviendas, deportes motorizados en terrenos rurales, etc.).
Por todo ello, la conservación de la naturaleza y el aprovechamiento
sostenible de los recursos medioambientales requieren sendas y
amplias estrategias tanto para los momentos en los que la sociedad
se encuentre en una cómoda situación como para los
más delicados, dada la necesidad de combinar los fines
de la conservación y del desarrollo sostenible. Sin menospreciar
las normas y los medios de gestión, reviste mucha más
importancia la difusión de los conocimientos, la educación
y de la información. Por otra parte, también resulta
necesaria la participación, aun cuando sea moderada, de
los operadores sociales y de los ciudadanos, ya que es a partir
de gotas de agua como se forma el mar. (VOLVER)
Xabier Arana Eiguren, Director-gerente
de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai
Fotografías: De
las publicaciones "Manual para la observación de aves
marinas y cetáceos desde el cabo de Matxitxako" y "La
espátula en Urdaibai" |