Existe
entre el fondo documental del Archivo del Ayuntamiento de Rentería
un proceso que ofrece particular interés, no por el hecho
baladí que lo motivó, sino por las circunstancias
que le rodearon y que dan lugar a unos comentarios a propósito
de las diversiones de los pueblos guipuzcoanos en las postrimerías
del siglo XVII.
Ocurrió que en una tarde de
invierno del año 1688 dos cuadrillas de esku-dantzaris
renterianos vinieron a disputarse el terreno en que danzaban
y acudieron a la razón de la fuerza manifestada ésta,
según minuciosas declaraciones
que luego se recibieron, en moquetes, cuchilladas, palos y
golpes de espadas desenvainadas. Hubo heridos en la refriega
y la justicia representada en la persona de los alcaldes ordinarios
abrió un proceso criminal que fué ilustrado con
prolijas y no siempre coincidentes declaraciones, aunque el suceso
central no sufra deformación en ninguna de ellas.
Varios son los considerandos que
ofrecen las informaciones inscritas en el proceso, y es el primero
la generalización de las danzas populares entre la población
guipuzcoana, en la época a que aquel se refiere. Vemos,
en efecto, que bailaban casi simultáneamente tres cuadrillas
de dantzaris, como que la colisión fué originada
por perturbarse mutuamente la ejecución de sus danzas dos
de las cuadrillas, una de las cuales ya había simultaneado
sus compases con el grupo que acababa de retirarse. Y esto ocurrió
en una tarde corriente no favorecida por alguna conmemoración
extraordinaria del calendario.
Llama también la atención
que participasen en las danzas, sin requerirlo ninguna solemnidad,
las autoridades municipales. Pero esto no debe extrañar,
teniendo en cuenta que los más graves
señores encontraban, según Iztueta, particular deleite
en participar en las danzas de su país. «Guipuzcoaco guizon
prestu aurrenengo-en galanteoric aundiena izandu da, orain 30
urte ingururaño, beren jaioterrico dantza oniritziak, plaza
aguiricoetan, modu esti aundiarequin dantzacea». (1)
Ante esta paladina declaración de Iztueta, no habrá
necesidad de insistir en este detalle.
Las danzas que provocaron las turbulencias
origen del proceso eran, esku-dantzas o aurreskus. Los
tres grupos de que se hace mención en el proceso bailaban
en cadena y en todas las descripciones se cita personalmente,
como a principal actor de la danza, al aurreskulari o,
como se expresa rehuyendo sistemáticamente el uso de la
lengua vulgar, al que llevaba
la primera mano. Las muchachas llegaron también
a participar en la danza en el momento oportuno.
Decía Gascue que la «karrika-dantza»
apenas se danzaba en su tiempo y tampoco era frecuente a fines
del siglo XVIII. Y no tenía reparo en afirmar que «la fila
del aurresku procede de la costumbre antigua
de proseguir o extender el baile por las calles »y que «el baile
primitivo es casi seguro que fuese un baile de ronda, de corro,
como la danza prima de Asturias, la sardana en Cataluña,
la bourrée de Auvernia, los karols celtas,
los reigen alemanes, etc.» (2).
Pues bien, una por lo menos de las danzas a que se alude en el
proceso, ejecutó la karrika-dantza como se deja
ver en una de las declaraciones, que no insertamos por parecernos
de mayor interés la que transcribimos para ilustración
de los lectores, en la cual aparecen alusiones concretas al tránsito
por las calles en paso de danza de uno de los grupos de dantzaris
renterianos.
He aquí ahora la declaración
que prestó, con referencia al suceso, el tamborilero
Antonio de Verrondo:
«En la sala de las Casas del Concejo
de esta noble y leal Villa de Rentería, a las siete horas
de la noche del día miércoles veinticinco de Febrero
del año de mil y seiscientos y ochenta y ocho, sus mercedes
los dichos señores Alcaldes, para en prueba y verificación
de lo contenido en el auto de oficio de esta otra parte, hicieron
comparecer ante sí a Antonio de Verrondo menor, natural
de esta dicha Villa, de oficio tamboriltero, de quien sus mercedes
recibieron juramento conforme a derecho de decir la verdad y
so cargo dél; siendo preguntado por el tenor del dicho
auto, = Dijo y declaró, que por haberle pedido a este
declarante, Antonio de Verrondo mayor en días, su hermano,
le taniese sones de una danza, empezó a tañerlos
frente al cimenterio de la iglesia parroquial de esta dicha
Villa (donde regularmente se suele danzar la gente), y, en efecto,
después que se formó la referida danza y la guiaban,
la primera mano el dicho Antonio de Verrondo el mayor, y la
última un carpintero que tiene su
habitación en la casa nombrada de Bordalaborda (sita
en jurisdicción de la Universidad de Lezo) que los que
le acompañaban a estos no se le reducen a la memoria,
mas de que fue entre las cinco horas de la tarde del dicho día;y
después que entraron las mozas en la dicha danza y antes
de acabarla, se le fue a este declarante Felix de Ustiola, natural
de esta dicha villa, con recado que dijo ser de parte de los
Jurados y Regidores de esta dicha villa (que actualmente son)iciendo
que acabasen dicha danza en breve porque los dichos Jurados
y Regidores querían danzar con otro músico tamboriltero;y
que después que recibió el dicho recado este declarante,
sin embargo que abreviaba los sones de la icha danza, poco antes
que los acabó, se formó otra danza, a las puertas
de la habitación de Domingo de Herrazquin asi bien vecino
de esta dicha villa y músico tamboriltero [ ] que el
susodicho tocaba, su bando la primera mano, Martin de Arambillete
y la última Ignacio de Illarreta, maestro cantero, y
que tampoco se le reducen a dicha memoria las que con ellos
danzaban, más de que se encaminó la dicha danza
al mesmo puesto en que danzaba el dicho Antonio de Verrondo
y luego que el declarante vió aquello, acabó de
tañer los sones de la que guiaba el icho Verrondo, su
hermano, brevemente y cesó de tocar dicho su tamboril:y
que prosiguieron su danza el dicho Martín de Arambillete
y Ignacio de Illarreta a son de su tamboriltero y que fué
el declarante bajo de los soportales de esta dicha casa concejil,
donde estando en conversación con el dicho Antonio de
Verrondo su hermano, fué llamado por Manuel de Irigoyen
natural de esta dicha cilla, a las puertas de la casa de Juanes
de Iguereta y son sitas junto a la puerta que cae hacia Uarriza
donde el dicho Manuel le hizo así bien tañer sones
con su tamboril de otra danza que empezó y guió
la primera mano el dicho Manuel y la Ultima Juanes de Espeleta,
alias Portu, y con estos, otros muchos cuyos nombres asi bien
no se le reducen a la memoria, y que ambas a dos dichas danzas
andaban como en distancia de ochenta pasos la una de la otra
y que así bien sabe y se acuerda muy bien que en sus
rodeos o tornos el dicho Martín de Arambillete con su
danza rodeó a la que guiaba el dicho Manuel de Irigoyen,
en el mesmo paraje ( ) de las puertas del dicho Iguereta; y
que de la misma suerte, habiendo ido el dicho Manuel de Irigoyen
al paraje donde danzaba el dicho Arambillete con su danza, les
rodeó y que en esta forma se rodearon recíprocamente
ambas las dichas danzas la una a la otra y la otra a la otra
y en una ocasión que se guiaba o encaminaba la que guiaba
el dicho Manuel de Irigoyen al paraje donde danzaban el dicho
Arambillete, se encontraron ambas las dichas danzas y se trabó
una pendencia bien reñida al parecer del declarante en
gran concurso de gente y que no sabe ni puede decir en particular
entre quienes se formó ni quien hubiese sido causa e
ella ni quienes han sido heridos en ella, mas de que luego que
se formó dicha pendencia le asieron al declarante unas
mujeres y le condujeron a la casa del Preboste de dicha villa
y que después aca ha oido decir han sido heridos en la
dicha pendencia Antonio de Lopeola, Juan Cruz de Echeverría
y Francisco de Echeverría, todos tres naturales de esta
dicha villa y que tampoco ha oído decir quiénes
le hubiesen herido. Y esto respondió y que no sabe otra
cosa de lo contenido en el dicho auto ni de todo lo que ha sido
preguntado. Y repredo por sus mercedes
los señores Alcaldes q firmarn
sus mercedes y declaró ser de edad de diez y nueve años
poco más o menos y lo firmo su nombre y en fe de ello
yo el escribano.»
Con la transcripción de este
documento y con los leves comentarios a que nos ha dado pie, no
hemos querido sino sumarnos a ese movimiento consolador, apenas
iniciado y ya en victoriosa marcha, para beneficiar el resurgimiento
de las danzas tradicionales del país.
Nosotros, los vascos, hemos de participar
por definición del entusiasmo justificado que produjeron
al insigne Jovellanos nuestras danzas populares.
Fausto AROCENA
(1)
«Guipuzcoaco dantza... Donostian... 1824 garren urtean eguiña.».
Pág. 14. (VOLVER) (2)
«Euskalerriaren-alde». Tomo V. Pág. 661. (VOLVER) |