El
futuro de la artesanía |
Carmelo
Urdangarin |
La
falta de una definición formal, unánimemente aceptada,
de lo que se entiende por artesanía, obliga a recordar
que, generalmente, se consideran como productos artesanos, los
que se han fabricado con la aportación fundamental del
trabajador y con reducida utilización de medios mecánicos.

Estos bienes, siempre
que cumplan con los requerimientos del mercado, parece que vana
contra con una demanda creciente, sobre todo por dos razones.
La primera, la tendencia cada vez más generalizada, de
disponer en la vida cotidiana de productos singulares o en cualquier
caso, distintos de los que la industria moderna nos proporciona,
uniformizando a todos los consumidores. Y la segunda, la cada
vez mayor disponibilidad de recursos económicos, por un
número creciente de ciudadanos.
Pero el artesano
e incluso la mayoría de los artistas (aunque en mucho menor
medida), si quieren vender lo que elaboran, no pueden olvidar
las imposiciones del mercado, que exige que, además de
una cierta belleza y un buen precio, el producto artesano tenga
una utilidad práctica y además, es muy importante
que sea adecuado a las viviendas actuales. Sin embargo, no puede
olvidarse que la decoración ha sido, tradicionalmente,
uno de los destinos importantes del trabajo artesanal.
Junto a todo esto,
es totalmente necesaria la accesibilidad del potencial consumidor
a los productos de nuestros artesanos. La gran labor que, actualmente,
realizan las Ferias y Exposiciones de Artesanía, es necesario
completar con una mucha mayor presencia en establecimientos permanentes,
a poder ser, especializados en la comercialización de estos
bienes. En gran medida, sólo estos canales de distribución
pueden atender a una demanda tan importante como la que suponen
los turistas y los que permanecen entre nosotros cortos espacios
de tiempo, con motivo de congresos, festivales e incluso, a la
que se deriva del veraneo.

Además, parece
muy necesario crear una marca o distintivo y mejor un label, que
identificara a los productos artesanos vascos, de manera que los
compradores tuvieran una garantía adicional. La comercialización
exterior podría verse, así mismo, fortalecida.
Venimos insistiendo
en la comercialización, porque son pocas las dudas de que
es la mayor debilidad del sector. Parece claro que nuestros artesanos
saben hacer el trabajo, y además, como es obvio, lo hacen
bien. Como ya hemos adelantado, otra cosa es, que deben responder
a lo que el mercado demanda. Incluso, aquellos profesionales que
perdieron un trabajo o se jubilaron y que siguen fabricando artesanía,
para lo que utilizan parte de las tecnologías de su actividad
anterior, pueden tener continuidad.
La artesanía,
en los términos expuestos, puede y debe tener continuidad
de entidad. Sin embargo, no puede olvidarse la elevada edad media
de los actuales profesionales y los pocos jóvenes que acceden
a la profesión, siendo casi testimoniales, las enseñanzas
específicas que se imparten, todo lo cual hace que la trayectoria
futura se vea cuando menos ensombrecida.
Fotografías:
Del libro editado por la Diputación Foral de Álava
"Artesanía Vasca. Euskal Eskulangintza"
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