Artesanía en la globalización
Antón Arbulu Ormaechea

El pasado mes de febrero, la Cámara de Gipuzkoa me invitó a tomar la palabra en el acto que, con carácter anual, se dedica al reconocimiento y homenaje a los artesanos guipuzcoanos. Con tal motivo presenté una breve charla con algunas reflexiones sobre el lugar que le cabe a la artesanía en un sistema globalizado, y trazar algunas propuestas de actuación de cara al futuro. El contenido de aquella intervención es lo que a continuación se publica.

Probablemente muchos de ustedes —personas implicadas directa o indirectamente con el mundo de la artesanía—, hayan leído u oído hablar de la última novela de José Saramago, recientemente publicada en castellano, dado que constituye uno de los más hermosos y conmovedores homenajes nunca escritos al artesanado. En La caverna, que así se titula, la figura del artesano, personificado en un viejo alfarero y su familia, se nos aparece no sólo como el último eslabón de una concepción natural del trabajo, sino sobre todo como un modelo de existencia libre, crítico y creativo. El libro de Saramago nos alerta sobre el riesgo de que, por la presión de los grandes emporios o centros comerciales que surgen por doquier en nuestros paisajes, esta forma de vida crepuscule y con ella una de las partes más dignas de la naturaleza humana. Veamos lo que hay de cierto en el augurio del premio Nobel portugués.

Al inicio del tercer milenio, la economía industrial a escala regional que ha sido dominante en el capitalismo desde hace doscientos años, está alumbrando un nuevo modelo de tipo financiero transnacional. Se trata de un salto formidable, similar al que supuso el paso de una economía rural a otra de signo industrial allá por el siglo XVIII, pero sin precedentes tanto por la velocidad a la que se está produciendo, como por la extensión del conocimiento y la democratización de la información.

En lo económico, la globalización fuerza la liberalización y mundialización de los mercados, mientras que desde la perspectiva cultural impone un único estilo de vida que es difundido por los medios de comunicación hasta los más remotos rincones del planeta. No entramos aquí a valorar lo primero, ni a discutir si el nuevo orden favorece la prosperidad general de las gentes. Lo que nos importa constatar es que estamos embarcados en un proceso de pauperización cultural de preocupantes consecuencias. Vayamos por donde vayamos nos encontramos con un mercado clónico e impersonal donde todo el mundo viste igual, come lo mismo, asimila la misma información, soporta la misma publicidad, tiene los mismos ideales, cree o descree con un mismo patrón y venera los mismos ídolos. Es la "macdonalización" de las sociedades un fenómeno que ahoga y silencia lo singular, lo auténtico, lo local, lo personal…

La nueva religión ecuménica del capital que gobierna el mundo desdeña y lamina el patrimonio cultural y social de las distintas comunidades del planeta con tal eficacia que, a menos que le pongamos freno, aquéllas irán desapareciendo bajo el magma de un modelo único que acabará sustituyendo al ciudadano por el consumidor, a la sociedad por el mercado, a la cultura por el hábito. Tenemos que sacudirnos del letargo si no queremos que llegue el día en que sobre las ruinas de la antigua polis de ciudadanos libres y solidarios que imaginaron los contemporáneos de Pericles, se eleve un gran centro comercial lleno de mercancías pero desierto de valores.

Sin más tardanza, desde hoy mismo, hemos de apostar por la revalorización de aquellos principios comunitarios que supongan un enriquecimiento cultural de la existencia humana. Y es aquí donde entra en juego la defensa del artesanado como nudo y verdad de la producción, frente a los simulacros y adulteramientos que amenazan no sólo nuestra vida cultural sino incluso la supervivencia física de la especie (como se está viendo en la última crisis alimenticia o en los ya palpables efectos del desequilibrio ecológico).

A la oferta de bienes uniformes y seriados, que tientan a lo más gregario que hay en nosotros exigiéndonos una aceptación bovina de lo dado, lo artesanal opone la elección libre y el diálogo directo entre personas, amén de constituir una fuente de conocimiento exterior y de exploración interior.

Esto hace que el artesano esté más cerca del artista que del fabricante industrial. Saramago lo explica hermosamente en su libro cuando, hablando del trabajo del alfarero, dice: "no es verdad que sólo las grandes obras de arte sean paridas con sufrimiento y duda, también un simple cuerpo y unos simples miembros de arcilla son capaces de resistir a entregarse a los dedos que los modelan, a los ojos que los interrogan, a la voluntad que los requiere".

Abrigo la esperanza que en años venideros los paradigmas que hoy rigen nuestra civilización serán objeto de una profunda revisión, y que entonces lo artesanal —comprendido desde la doble perspectiva de generación de bienes que tienen su acento en la creatividad, y como modalidad de intercambio que refuerza lo humano frente a lo mecánico e impersonal—, dejará de verse como un estado infantil y arqueológico del progreso humano y recobrará el prestigio debido a su bagaje milenario.

Pero en tanto llega ese día, al artesano no le cabe otro remedio que remangarse y saltar a la plaza donde se está librando la feroz batalla del mercado. La complejidad de la época que nos ha tocado vivir apela a la imaginación y a la audacia. El artesanado debe evolucionar, pues evolucionar ha sido una constante a lo largo de su historia. En respuesta a los que creen que la artesanía permanece estancada en el tiempo, el prestigioso sociólogo Peter Drucker ha explicado como en la segunda mitad del siglo XVIII los menestrales, cuyo trabajo hasta entonces estuvo envuelto en un halo de misterio y de secreto, iniciaron una lenta pero imparable adaptación que afectó tanto a la técnica, mediante la incorporación de auxiliares, como a la gestión de sus talleres. De hecho, si la artesanía sobrevivió a la Revolución industrial fue por dos razones: bien porque muchas de sus creaciones son objetos acabados de imposible perfeccionamiento, o bien porque supo adaptarse a los tiempos y evolucionar mediante el rediseño o la aplicación de nuevas tecnologías, sin desvirtuar por eso la pureza de su trabajo. Con este mismo esquema, nuestro artesanado debe cruzar el umbral del siglo XXI afrontando sin complejos el momento histórico que vivimos.

* * *

Hecho este preámbulo teórico, remataré mi intervención con un catálogo de propuestas concretas dirigidas al sector artesanal vasco, a las instituciones y a los propios ciudadanos. Porque entre todos debemos respaldar una acción concertada para situar a la artesanía en el lugar que le corresponde, que es el de dar testimonio de la sensibilidad y de la calidad de vida de nuestro pueblo. Una acción positiva que se despliega en seis frentes.

1.– La formación

Es imprescindible poner en marcha un sistema de enseñanza dotado de escuelas o centros de formación reglados o no, que garanticen la continuidad del sector y aseguren la renovación y actualización de los oficios. Pero la formación debe también alcanzar a los profesionales en activo, entre quienes hay que promover la adquisición de unos rudimentos empresariales. Este último aspecto conecta directamente con el segundo punto.

2.– Aplicación de criterios empresariales

El artesano del siglo XXI encarará el oficio con mentalidad de empresario. Pasaron, y ya nunca volverán, los tiempos en que el menestral no tenía más visión del mundo que la que se abría desde los vanos de su taller. Hoy debe conocer el mercado, pulsar el sentir de los clientes reales o potenciales, optimizar recursos, y asesorarse en cuantos aspectos laborales, económicos o legales puedan redundar en provecho de su empresa. Si todavía alguien piensa que el artesano ha de vivir en una especie de burbuja para conservar todas las esencias del oficio, se equivoca de plano.

3.– Superación profesional y adecuación

Particularidad que distingue al artesanado es que no puede cambiar de oficio o de especialidad sin serio perjuicio; a menudo, ni siquiera puede trasladar físicamente su taller puesto que está inmerso en un contexto cultural concreto. Pero la limitada movilidad no está reñida con la evolución técnica y la formación que, como dijimos, son condiciones imprescindibles para evitar el anquilosamiento.

También el artesano ha de ser competitivo en el mercado, lo que exige una ambición profesional y una tensión de superación que traducirá su interés por el quehacer de la competencia, la investigación y estudio, la innovación y el riesgo. Yendo aún más lejos diré que toda empresa artesanal debería destinar una parte de sus energías al I+D (en escala a sus expectativas, claro está). La búsqueda de una nueva funcionalidad a objetos obsolescentes, el rediseño o adecuación para satisfacer a una clientela más amplia, o la aplicación de maquinarias o técnicas que aporten una sustancial mejora a su producción, serán objetivos del I+D artesanal.

4.– La calidad

Aceptemos que el artesano nunca podrá competir en precios con los productos industriales, pero sí plantar batalla en el terreno del diseño y la calidad. Lo que hace competitivo el trabajo del artesano es que sólo él puede ofrecer mercancías singularizadas, únicas y específicas, ejecutadas con habilidad e imaginación, y a las que ha sometido a un estricto control de calidad. En la artesanía, a diferencia de lo que ocurre en la producción seriada, no hay espacio para la adulteración sin que ello suponga para su creador una negación de sí mismo.

5.– Extensión de los canales comerciales

Mucho se ha hablado de la necesidad de crear una estructura comercial para dar salida a las manufacturas de nuestros artesanos, pero poco se ha hecho. Las ferias de artesanía han sido y siguen siendo plataformas importantes, pero del todo punto insuficientes. El porvenir del sector depende en buena medida de la extensión de canales comerciales especializados donde los productores den a conocer sus géneros y hagan valer su rentabilidad.

En cuanto a su inserción en la cibereconomía, en el negocio por Internet que se pronostica como el hegemónico para las décadas venideras, me permitirán que muestre mi escepticismo. Lo que es virtud en la artesanía —o sea, el contacto directo, la tridimensionalidad palpable, la unicidad de cada creación, su raíz cultural— actúa como rémora en el mercado bidimensional y anónimo de la pantalla. Lo que no excluye que los artesanos deben estar presentes en la red sin más tardanza.

6.– Apoyo social e institucional

El esfuerzo que exigimos al artesano para que se adapte a los tiempos, debe ser complementado por una apuesta inequívoca de las administraciones públicas como mediadoras entre el mercado y el productor. Algo se ha hecho, pero no lo bastante. Tenemos que concienciar a los responsables sobre la trascendencia que tiene la artesanía como hecho cultural del país, hecho que además puede resultar económicamente sustancioso. No hablo de suplicar protección ni amparo, sino de hacer una apuesta real y en positivo para que en la sociedad impregne la sensibilidad hacia los géneros artesanales.

Recapitulando, estos son los seis objetivos que a mi modo de ver han de encaminar los pasos del sector:

-formación de jóvenes y de profesionales en activo;
-aplicación de criterios empresariales en la gestión;
-superación profesional y adecuación;
-apuesta por la calidad;
-extensión de los canales comerciales;
-apoyo institucional y sensibilización social.

Despunta con claridad que la disyuntiva entre consumo de verdad o consumo de simulacros será uno de los grandes debates del mañana. Se han encendido las alarmas ante tanta mercancía adulterada, sucedáneos, remedos, transgénicos y reciclajes. Se impone un retorno a las fuentes naturales. Y allí es donde beben nuestros artesanos. Hombres y mujeres que con sus manos y con su inteligencia forjan bienes bellos y verdaderos para provecho de sus semejantes. Eskerrik asko.


Estadista griego. Su nombre está unido a la edad de oro de la democracia en Atenas (siglo V a.C.). (VOLVER)
Peter Drucker es autor de un libro de referencia titulado La sociedad postcapitalista.
(VOLVER)
Fotografías: Del libro editado por la Diputación Foral de Álava "Artesanía Vasca. Euskal Eskulangintza"

Euskonews & Media 148.zbk (2001/12/21-2002/01/04)


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