Eusko
Ikaskuntza-Sociedad de Estudios Vascos está acreditando
con firmeza su compromiso con respecto al euskera, con una voluntad
más férrea que nunca. La propia historia de la institución
nos conduce hasta sus orígenes para dar con las primeras
reivindicaciones y proyectos en favor del euskera. En este sentido,
es bien largo el camino que Eusko Ikaskuntza lleva recorrido,
un camino que a buen seguro nunca ha recibido el reconocimiento
que se merece. En todo caso, es evidente que un proyecto planteado
a partir de la convicción jamás espera beneficiarse
de la recompensa del reconocimiento, ya que en realidad asienta
su éxito sobre la correcta y dignamente organizada recolección
diaria.
Desde aquel lejano
1918 hasta la actualidad, Eusko Ikaskuntza ha celebrado un total
de quince Congresos, espacio de tiempo en el cual la sociedad
vasca ha cambiado de manera considerable -lamentablemente, no
siempre a la velocidad y en las condiciones deseadas- y se ha
adentrado en el siglo XXI con la firme convicción de afrontar
los nuevos retos. En lo que respecta al euskera, considero que
nos encontramos ante una inigualable ocasión, dado que,
aun cuando en ocasiones nos invada la sensación contraria,
nuestra lengua jamás ha gozado de tanto apoyo como hoy
en día.
En cualquier caso,
opino que la evolución positiva de la lengua, proceso que
nunca llega a su final, puede ser mejorado desde diversas perspectivas.
A pesar de que la responsabilidad recaiga sobre toda la sociedad,
las instituciones científicas deben sostener un enorme
peso, ya que el euskera -a quien durante siglos desde círculos
interesados se la ha tachado de vulgar- debe en los momentos cruciales
dejar su huella sin temores ni complejos. Como concierne a una
lengua viva y moderna.
Eusko Ikaskuntza,
tal como quedará patente a lo largo del desarrollo de su
XV Congreso, es una moderna institución científica
que se adentra en el siglo XXI con la firme intención de
perdurar tantos años o más que los que conforman
su andadura. Con el objeto de que el resultado de su trabajo repercuta
en el desarrollo integral de la sociedad vasca, el euskera ocupa
además un destacado lugar dentro sus planteamientos generales.
Los discursos de
palabras grandilocuentes se quedan en la nada si no cuentan con
un empuje práctico y con esquemas de trabajo correctamente
estructurados. Por tal motivo, consciente de que nos hallamos
frente a un largo y escabroso camino, al escribir estas líneas
no quisiera caer en simplismos. La débil lengua que -con
mayor o menor suerte- a lo largo de miles de años ha sabido
hacer frente a un sinfín de descalificaciones, necesita
de todo tipo de remedios, para que, incluso en la actualidad,
consiga no perecer ahogada entre los frágiles y engañosos
períodos de bonanza.
Ni la ciencia ni
la cultura se pueden desarrollar por decreto. De probarlo, moriríamos
en el intento, al igual que sucedería con el instrumento
lingüístico en que se desarrollaran esa ciencia y
esa cultura. El concepto de cultura va tan unido al de libertad,
que considero fundamental disponer del derecho a elegir una lengua.
Nunca se debería imponer nada que pudiera resultar embarazoso
a quien se adentra en un proceso de creación. La postura
contraria podría suponer un atentado contra la sacrosanta
libertad.
Pero, por favor,
no vayamos a incluir en la misma cesta a las lenguas que gozan
de diferente estado de salud y concederles a todas ellas el mismo
tratamiento, ya que tal proceder llevaría a la muerte a
las más débiles. En los hospitales no todos los
ingresados reciben los mismos cuidados y recetas. Si, tal como
se expuso durante el II Congreso Mundial de la lengua española
celebrado en octubre en Valladolid, quien cuenta con cuatrocientos
millones de hablantes necesita que se adopten medidas especiales,
¿qué no vamos a poder exigir para lenguas como la nuestra?
Es a la propia sociedad
vasca a quien corresponde mantener vivo el euskera y velar por
su supervivencia, mientras que entidades como Eusko Ikaskuntza
deben trabajar por mejorar constantemente la calidad de la lengua.
Tal como afirmaba, nos encontramos en un buen momento -siempre
lo estamos-, en el que además las nuevas tecnologías
nos pueden ofrecer un magnífico servicio; claro que toda
tecnología resultaría baldía si no fuera
acompañada de juiciosas planificaciones. Ahí es,
precisamente, donde debe radicar el protagonismo de las entidades
científicas.
La administración
vasca debe apoyar amplia y generosamente la labor de las entidades
científicas, sin alegar ninguna excusa. Las alternativas
estudiadas nos exigen multiplicar nuestros esfuerzos, con lo cual
los poderes públicos, de la mano de la sociedad civil,
deben proteger la adopción de precursoras y sensatas medidas
con la finalidad de que el euskera prosiga avanzando por el esperanzador
camino recorrido en los últimos veinticinco-treinta años.
Josemari Velez de Mendizabal, gerente
de Eusko Ikaskuntza |