Durante
el periodo histórico señalado, Manuel Irujo fue
uno de los líderes nacionalistas más destacados
e influyentes. Fueron varios los elementos que confluyeron en
su persona para convertirle en un dirigente de primera fila: su
aversión a cualquier tipo de pasividad y derrotismo; su
inagotable capacidad de trabajo e iniciativa política;
su flexibilidad mental que le permitía alejarse de dogmatismos
estériles y adaptarse a situaciones nuevas; su capacidad
de autocrítica; y finalmente, su carácter vital,
directo e impulsivo, que también le creó más
de un problema. Desde la perspectiva histórica, la labor
de Irujo sobresale sobre todo por dos hechos: primero, el haber
compaginado su papel de líder político con una autonomía
intelectual con respecto a las autoridades de su partido, con
las que le unía una relación de solidaridad y lealtad,
pero también de crítica y distanciamiento cuando
le parecía pertinente. En segundo lugar, cabe destacar
que la biografía del propio Irujo entre 1945 y 1960 refleja
en miniatura - si bien con importantes matices - la evolución
que el nacionalismo vasco del exilio emprendió en este
periodo: la superación de la apuesta aislacionista y radical
en pos de una estrategia aperturista, flexible y colaboracionista.
Terminada la guerra,
Irujo realizó una espectacular evolución política
observada también por sus compañeros de partido.
Abandonó el "campo de irresponsabilidad jagi-jagista"
- con palabras de los miembros del EBB de Londres Etxeberria y
Arredondo - para convertirse - junto con Aguirre - en el principal
valedor de la cooperación con el republicanismo en la lucha
contra el régimen de Franco. A petición de Aguirre
ocupó una de las carteras más importantes del reconstruido
Gobierno Republicano piloteado por Giral, la de Navegación,
Industria y Comercio. En 1946 y 47, cuando la vía republicana
todavía prometía éxito, Irujo y sus colaboradores
pretendieron - lográndolo en gran medida - no sólo
colaborar con el gobierno, sino controlarlo para asegurarse una
favorable posición en el momento de la caída del
franquismo. Tras la dimisión de Giral, Irujo siguió
los pocos meses que duró el nuevo gabinete de Llopis, pero
ahora volviendo a una cartera menos importante, al Ministerio
de Justicia, lo que ya reflejó las crecientes dudas de
su partido ante el republicanismo. Cuando Prieto y los socialistas
retiraron la confianza al gobierno Llopis para explorar la vía
monárquica, Irujo quedó fuera del gobierno. Posteriormente,
el navarro participó activamente en el polémico
debate interno dentro del PNV que necesitaba urgentemente posicionarse
ante el "Plan Prieto" de pacto con los monárquicos
de Don Juan. Irujo defendió la continuidad de la apuesta
republicana - "vigilada por nosotros" - rechazó
al "Plan Prieto", y se declaró antiseparatista
y federalista europeo. Pudo conseguir que en la célebre
"Declaración Política" que el PNV publicó
en marzo de 1947 el partido se reafirmase en su apuesta republicanista,
aunque abriese al mismo tiempo la puerta a la cooperación
con Prieto y los monárquicos. Al darse cuenta de que, a
raíz de los progresos que parecía conseguir Prieto
en su entente con Don Juan, su postura republicanista estaba
quedando en minoría dentro del PNV, Irujo pasó a
colaborar en la confección de un documento oficial que
concretó la postura de los nacionalistas vascos ante el
Plan Prieto. Así, en el tratamiento del problema de Navarra
en las "Bases para una situación transitoria vasca"
se impuso el criterio de Irujo, según el cual en la fase
transitoria vasca hacia la democracia Navarra debía estar
integrada en el ente preautonómico que se exigía,
para poder después decidir democráticamente sobre
su permanencia o su desvinculación. Irujo, aún incómodo
ante estas Bases, en las que se llegó a ofrecer
el sacrificio del Gobierno Vasco y su sustitución por una
"Diputación General" con menores competencias
legislativas que el Gobierno del 36, no se opuso a su aceptación.
Sin embargo, cuando se planteó la posibilidad de que el
PNV entrase en el Comité de Enlace de socialistas y monárquicos,
Irujo hizo constatar en acta su postura contraria. Tras el fracaso
del "Plan Prieto", Irujo recuperó un contacto
más directo con las instituciones republicanas, ostentando
el cargo de Portavoz de la Minoría Parlamentaria en el
parlamento del exilio. Pese a su actuación a veces espontánea,
abiertamente favorable a la cooperación con los demócratas
españoles y no siempre del gusto de la dirección
del PNV, en la década de los 50 el político navarro
volvió a desempeñar un papel destacado en el exilio
nacionalista, pues fue uno de los impulsores de la "europeización"
de la política jeltzale a través del Movimiento
Federalista y de la Internacional de los partidos democristianos.
| Manuel
de Irujo.
Fotografía
realizada en la Exposición "Manuel de Irujo Ollo.
Lizarra/Estella 1891/9/25-Iruñea/Pamplona 1981/1/1
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Ludger Mees, UPV-EHU
Fotografía: Enciclopedia Auñamendi |