La
revista más popular publicada por los vascos en el exilio
fue Euzko Gogoa, un extraordinario transmisor de la cultura
tradicional y moderna, que dirigía el sacerdote Jokin Zaitegi.
Sin embargo, mención especial merece uno de sus más
fervientes colaboradores, Andima Ibinagabeitia. El escritor vizcaíno
partió hacia Guatemala en 1954 con la intención
de trabajar en la citada revista, colaborando con gran entusiasmo.
En el presente artículo daré cuenta del trabajo
que Andima realizó en Guatemala y en Venezuela. De su estancia
en Guatemala cabe destacar los ensayos, traducciones, informes
e introducciones de nuevos libros en Euzko Gogoa; su obra
cobra una inmensa importancia en los ámbitos de la prosa
y de la traducción, así como en el ensayo y la literatura
crítica. La temática versaba por lo general sobre
Euskal Herria, el nacionalismo, el euskera y la literatura vasca.
En cuanto a su estancia venezolana, que se prolongó durante
11 años, A. Ibinagabeitia se presenta muy crítico
con respecto a otra esferas, como la política (EAJ-PNV),
Euskaltzaindia y el euskera batua, la Iglesia, la burguesía
vasca, etc.
Andima Ibinagabeitia
nació en Elantxobe el 26 de enero de 1907. La amistad que
su padre, Galo, mantuvo con Sabino Arana marcaría para
siempre la vida del joven. Los años transcurridos en los
conventos jesuitas afianzaron su amor por el euskera y Euskal
Herria. En 1935, hallándose en la ciudad belga de Marneffe
y cuando poco le faltaba ya para su ordenación sacerdotal,
abandonó la Compañía de Jesús y se
puso a trabajar de oficinista en la fábrica "Explosivos
de Galdácano". Se encontraba trabajando en Trafaria (Portugal)
para la citada empresa vizcaína cuando estalló la
Guerra Civil, finalizada la cual en 1943 regresó a Bilbao
para, en clandestinidad, ponerse al servicio del Gobierno Vasco
y de los aliados. Sin embargo, ante el peligro de ser apresado
por la policía franquista, en 1947 decidió marcharse
a París.

A la izquierda
Orixe, a su lado Zaitegi, a la derecha del todo Andima Ibiñagabeitia
junto a otros amigos.
Durante dos años
(1954-1956), A. Ibinagabeitia, además de tomar parte en
la dirección y redacción de Euzko Gogoa,
escribió un sinfín de artículos en pos del
euskera, en ocasiones para infundir ánimos a los jóvenes
autores de Euskal Herria, y otras veces para reprochar a la jerarquía
eclesiástica vasca la actitud que mantenía frente
a los vascos.
Las discrepancias
que mantenía respecto a J. Mirande, G. Aresti y Txillardegi
sobre el euskera batua no le impidieron entrever el futuro del
euskera y de la literatura vasca. Ibinagabeitia respaldaba la
propuesta del dialecto guipuzcoano de R.M. Azkue, sin por ello
oponerse a la unificación del euskera. De cualquier forma,
divergía especialmente de los proyectos reformadores de
F. Krutwig.
Brevemente,
daré cuenta de la obra que A. Ibinagabeitia publicó
en Euzko Gogoa. El escritor de Elantxobe empezó
a colaborar en la citada revista antes incluso de partir hacia
América; así, desde su creación en 1950 hasta
febrero de 1954, fecha de su llegada a la capital guatemalteca,
escribió más de 50 artículos. Algunos de
los 12 escritos que publicó en total en Guatemala recogen
capítulos de libros como Birgili'ren idazlanak osorik
(1966), traducciones de las Bucólicas y Geórgicas
de Virgilio (junto con la traducción de La Eneida,
realizada por S. Onaindia). Tradujo asimismo el libro Mitología
Vasca de J.M. Barandiaran. Por otra parte, cabe destacar la
asiduidad con la que durante su estancia en Guatemala colaboraba
en revistas vascas como BIAEV, Euzkadi, Euzko Deya, Euzko Gaztedi,
Gernika, Karmel, Olerti y Zeruko Argia.
Tras
solventar los problemas que surgieron en torno a Euzko Gogoa,
a mediados de febrero de 1956 A. Ibinagabeitia partió hacia
Caracas, y el cambio geográfico afectó sobremanera
a su vida personal. Desde el punto de vista laboral, renunció
a un puesto de trabajo fijo y remunerado para pasar a una situación
de desempleo; desde la perspectiva social halló en la Euskal
Etxea de Caracas una mayor solidaridad y conoció a otros
exiliados como Martin Ugalde, Vicente Amezaga y Toribio Etxebarria.
En el aspecto político, se mostraba más comprometido.
La constatación
de que muchos de los vascos que se daban cita en la Euskal Etxea
no empleaban el euskera en su relación cotidiana le rompía
el corazón, como bien puede desprenderse de las siguientes
palabras:
"Eta gainera emengo euzkotarrak...
Ikusiko bazenitu... Ez da aien artean erdera baizik aditzen...
Ai gure Parisko euskal-billeratxoak: nun zerate? Zearo erderari
emanak, vasco itza maizegi aoan, baiñan egiñetan
maketo utsak. Egia erran, emengo eusko-etxea arrora urbildu
nintzan egunean, lur iota gelditu nintzan, euskerakiko ango
ibillerak ikusi-ta. Zer uste ote dute emengo abertzale diruzale
eta erdelzale porrokatuok. Ni ez naiz etxe artara urbiltzen...
Erderaz aritzeko kalea ere aski zait. Beraz ez dizut emen gure
girorik arkitu, Txomin, erbesteko giro zitalena baizik." (1956
- VI - 3)
"Si vieras los vascos de por aquí...
No hablan más que en castellano... Ay, nuestras queridas
reuniones vascas de París, ¿dónde estáis?
La gente está totalmente castellanizada; pronuncian en
exceso la palabra vasco, pero son puros maquetos. La verdad
es que el día que entré en esta eusko-etxea me
sentí totalmente decepcionado ante el tratamiento que
le daban al euskera. A ver qué se creen estos avariciosos
abertzales castellanizados. Yo ya ni me acerco a esa casa...
Para hablar en castellano, me basta con la calle. Aquí
no he encontrado nuestro ambiente, Txomin, sino el más
mezquino de los escenarios que pueda ofrecer el exilio".
En lo que respecta
a la temática de sus escritos, así como durante
su estancia en Guatemala en las publicaciones Euzko Gogoa se
inclinaba por el euskera y la literatura vasca, en adelante se
sintió atraído por la política, como atestiguan
los numerosos artículos que publicó en Irrintzi
y Eman. En 1956, tras la celebración de la I. Euskal
Biltzarra, dirigió duras críticas a su partido (EAJ-PNV)
y al Gobierno Vasco por proponerse suscribir un convenio con los
republicanos españoles, alejándose de tal modo de
la senda independentista de Sabino Arana.
En el ámbito
cultural, su vascofilia no supuso ningún obstáculo
para que criticara a Euskaltzaindia, la Real Academia de Lengua
Vasca.
En
el ámbito social destacan los reproches que Ibinagabeitia
dirigió a la burguesía vasca, en especial a los
nacionalistas acaudalados que se abstuvieron de colaborar en las
tareas de fomento del euskera, advirtiéndoles de que algún
día recibirían su merecido por el desinterés
que reflejaba su egoísmo.
Los problemas laborales,
las dificultades de adaptación al nuevo entorno, la incomunicación,
la distancia, la incertidumbre sobre la fecha de regreso y la
añoranza de su país natal durante su larga estancia
en Venezuela sumieron a este escritor vizcaíno en periodos
de soledad, extenuación y depresiones que no obstante logró
superar en su afán por mantener viva la llama de la cultura
vasca. El euskera, lengua que una endémica diglosia por
poco fulminó, estaba en peligro de extinción. Por
eso, A. Ibinagabeitia se sirvió de los únicos instrumentos
de los que disponía para enaltecer su querida patria: el
euskera y la literatura vasca. El distanciamiento de su país
lo llevó a crear dos revistas (Irrintzi y Eman)
en las que no dejó de colaborar, para que sus raíces
no cayeran en el olvido.
Para A. Ibinagabeitia
América simbolizaba un oasis de libertad que consiguió
salvar su vida y preservar el euskera, aunque jamás durante
los veinte largos años que permaneció en el exilio
dejó de soñar con el regreso a su querida patria.
Falleció en noviembre de 1967, el Día de Todos los
Santos, en Caracas.
Fotografías:
Colección "Bidegileak" nº8 y nº20, cuadernos
que recogen las biografías de Andima Ibinagabaitia y Jokin
Zaitegi |