Sí, pero...
* Traducción al español del original en euskera
Pili Kaltzada

Les aseguro que el encargo que me ha sido encomendado de reflexionar acerca de lo que se ha realizado y queda por hacer en pos del euskera me queda grande. Realmente considero que me resultará muy difícil dilucidar sobre el tema con el nivel que merece.

En el caso del euskera, la vinculación entre el pasado y el futuro cobra especial relevancia, dado que su situación actual responde al trabajo que se ha venido realizando, y su futuro depende de igual modo del esfuerzo venidero. No será la Historia quien emborrone las páginas que aún permanecen en blanco, pero puede servir de ayuda para evitar que volvamos a cometer las mismas faltas de ortografía.

KorrikaLlevamos tantos años debatiendo sobre el lugar que debería ocupar el euskera en la sociedad vasca, que prácticamente todo está dicho. Los vascos tanto de la generación anterior como de la actual hemos pasado largas horas preocupados por la situación del euskera, cuyo estado de salud siempre nos ha dado motivos para mostrarnos desasosegados.

Korrika

Me parece muy adecuada una cita del escritor Thomas Szas: "En el reino animal, la Ley es que o comes, o te comen. En el reino humano, sin embargo, o te defines, o te definen". Creo sinceramente que es ahí donde se esconde una de las claves, una cuestión que no debería demorarse más: ¿para qué queremos el euskera en el nuevo siglo?

Las tormentas de antaño, fangos actuales
Nada nuevo se descubre al afirmar que las lenguas sin Estado nunca han gozado de la protección legal, social y económica tan necesaria para su supervivencia. En tales casos, las culturas se erigen gracias a la voluntad y al esfuerzo de los ciudadanos que, dependiendo de la época, se muestran valientes, cobardes, fuertes o débiles.

Pero los Estados son poderosos. Y los vascoparlantes vivimos en unos Estados que no simpatizan con el euskera. Tomemos el caso de España: desde el mismo momento en que comenzó a organizar su estructura administrativa, extendió sus señas de identidad a lo largo de todo el país, y cuanto más se alejaba del centro, con más fuerza se arremetía contra el hecho diferencial. De este modo, se aprueban leyes que regulan la enseñanza (la Ley de 1859, o la Ley Universitaria que se aprobará en otoño), entran en vigor decretos que someten la vida socioeconómica a estrechos corsés, se establece la prohibición de hablar, cantar o soñar en cualquier lengua que no sea del Estado, y, obviamente, se imponen sanciones. La situación reinante durante los años más oscuros del franquismo no fue fruto de la casualidad, sino herencia de un rígido pensamiento centrista previamente diseñado y establecido. Incluso hoy día es posible observar las astillas de ese palo.

El euskera se asemeja a un bolero: sin poder descansar, ni contigo, ni sin ti.
En todo caso, nos hemos adentrado en un nuevo siglo y el euskera, aunque haya habido ocasiones en que le ha faltado poco, no ha desaparecido. Sin embargo, no por ello deberíamos dejar de observar la realidad. Una lengua no se normaliza por el mero hecho de sobrevivir, sino que se ve obligada a progresar. Es una cuestión que va más allá del folclorismo. ¿Para qué queremos el euskera? ¿Qué función ha de desempeñar? ¿Por qué no es satisfactoria su situación actual? He aquí el problema definitorio que anotaba al principio.

Algunos conciben el euskera como un inválido instrumento de comunicación, como una herramienta que no ocupa más que un ínfimo lugar dentro del amplio espectro de las relaciones humanas. Mantienen que nuestra lengua, al haberse desviado del camino que conduce al futuro, ha perdido un tren que, a diferencia del tranvía llamado deseo, no volverá a detenerse en nuestra estación. Afirman que desde el derrumbamiento de la Torre de Babel apenas le ha quedado espacio alguno, y que, por no se sabe qué motivo, ha sido incapaz de seguir el ritmo evolutivo alcanzado por las demás lenguas. Estas posturas no son nuevas. En nuestra historia contemporánea abundan las tesis que tachan al euskera de salvaje y pobre. Aunque pueda resultar sorprendente, apenas se detectan diferencias entre los argumentos de antaño y los actuales. Durante los últimos tiempos los antiguos juicios de valor se están renovando en nombre de la modernidad, y consideran suficiente que el euskera sirva para tratar a los niños y a los perros, ya que en su opinión para el resto de las actividades de la vida moderna hay otras lenguas que resultan más apropiadas. En consecuencia, todo intento normalizador resulta a sus ojos baldío, dado que los fines últimos de tales proyectos equivaldrían a tirar el dinero por la borda, a forzar a los trabajadores no euskaldunes y a restringir los ámbitos de la libertad (sic).

Junto a ellos se encuentran aquéllos que no creen en el destino; los que se niegan a aceptar que el hecho de que unas lenguas sean más fuertes que otras tengan su origen en un mero capricho de la naturaleza; los que exigen un tratamiento uniforme para todas las lenguas. Somos miles las personas que compartimos una misma identidad y una misma lengua. Compartimos una evolución, unos cambios y un desarrollo centenarios. Una evolución que en contadas ocasiones se desarrolla pausadamente y la mayoría de las veces se rodea de conflictos. Somos miles las personas cuyas incontables horas de trabajo, de ocio, de sueños y de ilusiones se desarrollan en una misma lengua, y somos cada vez más. Cierto que con frecuencia empleamos otras lenguas existentes en nuestro país, pero, lejos de suponer un problema, el hecho de que una sociedad acoja a más de una lengua y cultura resulta enriquecedor. En cualquier caso, si verdaderamente queremos que toda la sociedad comparta los frutos de esa riqueza, será necesario modificar las condiciones y, más concretamente, conseguir que las reglas de juego sean iguales para todos.

Nafarroa oinezPero resulta que en la actualidad nos encontramos ante una serie de fronteras que nos impiden desarrollarnos dentro de las ilimitadas posibilidades que ofrece nuestra cultura. Hoy por hoy no podemos expresarnos según nuestra voluntad a lo largo de todo el territorio, puesto que si bien en la Comunidad Autónoma Vasca el euskera es lengua cooficial junto al castellano, en Navarra lo es sólo en las zonas calificadas como vascófonas. En el País Vasco continental, además, la comunidad vasca aún se encuentra desprovista del más mínimo soporte oficial, en una situación que provoca verdadera inquietud y que puede condicionar el desarrollo del euskera, la única de las lenguas de nuestro entorno que necesita contar con nuestro compromiso para asegurar su futuro.

En adelante, hacia adelante
Pluralidad y globalización. Lo primero, porque, guste o no guste, es absolutamente necesario y característico de toda sociedad, y lo segundo, porque se nos viene irremediablemente encima. Las sociedades del siglo XXI se encuentran frente a importantes retos; tendrán que actuar en escenarios que por el momento nos resultan desconocidas y se establecerán nuevos flujos de fuerzas en lo que respecta a las relaciones. También a nuestra sociedad le llegará la hora de abordar los cambios y definir su futura seña de identidad, que en mi opinión no debería ser otra que la pluralidad, y es que podemos albergar múltiples lenguas y culturas, como de hecho históricamente hemos venido haciendo. Además, apreciaremos cómo esta característica que hasta ahora sólo nos ha servido para discutir puede ubicarnos en la primera línea de salida. A quien se niegue a apreciarlo, le obligaremos a hacerlo.

El euskera no tiene el futuro asegurado. El hecho de haber superado todos los baches que se le han presentado a través de los siglos no le garantiza vida futura. El futuro hay que conquistarlo. Y para ello es fundamental contar con la participación de todos los ciudadanos y las estructuras sociopolíticas que representan al país. Con la participación de miembros activos.


Pili Kaltzada, periodista
Fotografías: De la páginas web Korrika 11 Argazki Bilduma y Nafarroa Oinez

Euskonews & Media 136.zbk (2001 / 9 / 21-28)


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