Batallones
euskaldunes Nueva Troya. Montevideo (1843-1851) |
Alberto
Irigoyen Artetxe |
El
año 1839 marcó con el llamado Abrazo
de Vergara, el fin de la primera Guerra Carlista en España,
sepultando de esta manera, las aspiraciones del Pretendiente(1)
Carlos Borbón, tío de Isabel II de España,
de ocupar el trono de su sobrina.
Esta contienda comprometió
en gran medida, a la población de las provincias Vascongadas
y de Navarra, que en su mayoría se plegaron hacia el bando
del Pretendiente. Como consecuencia de ese apoyo, la derrota supuso
para muchos vascos, emprender el doloroso camino del exilio.
La naciente República
Oriental del Uruguay, se transformó en El Dorado donde
esperaban olvidar las crueldades de la guerra, la humillación
de la derrota y sobre todo hacer fortuna. Montevideo era por esos
días, una ciudad rica y floreciente, en donde efectivamente,
no pocos recién llegados lograron, si no enriquecerse,
por lo menos llevar una vida digna.
Todo ello tendría un trágico
final al estallar el prolongado conflicto conocido como la Guerra
Grande.
La Nueva Troya de Alejandro Dumas
había comenzado y los recién llegados no pudieron
escapar a sus consecuencias.
En Mayo de 1843, se crea en las
fuerzas de la Defensa, el Batallón Los Aguerridos, integrado
por vascos peninsulares (sur de los Pirineos) a las órdenes
del antiguo oficial carlista, coronel José Guerra. A pesar
de su nombre, este batallón jamás llegó a
combatir como tal, haciéndose célebre por hacer
precisamente lo contrario. Pocos días después de
formado, todo el batallón desertaría en masa, para
pasarse al bando sitiador.
BATALLÓN "VOLUNTARIOS
DE ORIBE"
El
general Manuel Oribe y Viana, había nacido en Montevideo
en una familia de raigambre netamente vasca, siendo alavesa su
familia paterna, con orígenes en el Valle de Ayala y bizkaino
por parte de su madre. Su abuelo Joaquín de Viana se desempeño
largos años como Gobernador de San Felipe y Santiago de
Montevideo. Su tío abuelo Francisco de Alzaibar –también
bizkaino- fue junto al fundador de Montevideo, el durangués
Bruno Mauricio de Zavala, el promotor e introductor de los primeros
pobladores.
Es pues razonable suponer que
su familia, miembro de la incipiente burguesía colonial
desde los orígenes fundacionales de la ciudad, estuviese
desde siempre vinculada a la colectividad vasca allí asentada,
contando con las simpatías de sus miembros a las horas
de las armas.
Notable incidencia debe haber
tenido además, la figura de Ramón de Artagaveytia.
Este santurzano, establecido en Montevideo, fue exitoso propietario
de una empresa lanchonera en la que solo trabajaban vascos. Si
sumamos a ese hecho, su amistad con el general Oribe, podemos
concluir que con su prestigio, logró inclinar las simpatías
de los recién llegados, hacia los sitiadores.
El historiador Abdón Arostegui,
sostiene que la razón de esta deserción fue –amén
del descontento ante el enrolamiento forzoso – el trato a que
se vieron sometidos por el jefe y su segundo, el coronel carlista
Mariano Espina, quienes se negaron a reconocer sus graduaciones
de aquel ejército y tuvieron el poco tacto de someterlos
a las órdenes de cabos y sargentos negros.
Pero aun encontraremos otro protagonista
de esta deserción multitudinaria. Se trata del cura carmelita
Domingo Ereño y Larrea, nacido en Lemona, Bizkaia, llegado
a Uruguay en el año 1842. Algunas fuentes históricas
le atribuyen responsabilidad en la deserción y otras le
juzgan totalmente inocente, pues arguyen que jamás se involucró
en política alguna, por lo menos hasta que sucedieron los
hechos que acabamos de narrar, porque a partir de ahí,
se convierte en fanático defensor de la causa oribista.
Desempeñándose como
Capellán Castrense, mereció la adoración
de sus soldados, quienes se acostumbraron a verlo en plena batalla
asistiendo no sólo a los servicios espirituales a los moribundos,
sino como enfermero y camillero; siendo característica
su defensa de los heridos enemigos, repeliendo rebenque en mano
a la soldadesca que intentaba degollarlos.
Como fuere, lo cierto es que
con el coronel Ramón de Artagaveytia al frente, el Batallón
Voluntarios de Oribe, apostado durante casi toda la contienda
en el campamento conocido como Cantón Oribe Erri,
se constituyó en uno de los más prestigiosos cuerpos
que actuaron en el Cerrito. De su valor y arrojo nos habla claramente
el hecho de ser el batallón que más bajas tuvo en
el inicio de la contienda, siendo también muy elevado el
número de heridos que figuran en las Listas de Revista.
Integrado por su Plana Mayor
– en la cual se incluía la artillería y los músicos
-, contaba además con cuatro Compañías de
infantería, una Compañía de Granaderos, una
Compañía de Cazadores, un Piquete de Caballería
y una Partida de Guerrilla; ascendiendo la fuerza a un total de
689 hombres. Esta cifra, con pequeñas oscilaciones, se
mantuvo durante toda la guerra.
Sabemos además que en
distintos pueblos del interior de la república se habían
armado las llamadas Guardias Nacionales de Infantería
Activa, Voluntarios de Oribe. La de Villa del Rosario –en
el año 1846 – estaba compuesta por 116 hombres a las órdenes
de Raimundo Larravide.
Hallamos un Piquete de Voluntarios
de Oribe en el pueblo de San Carlos, que fuera reclutado por
el vasco don José Ma. Ugarte, quien recibió instrucciones
del Gobierno del Cerrito para verificar la reunión de
vascos españoles. Este cuerpo al mando del capitán
Andrés Elordi, con los sargentos Echeverria y Gavirondo,
contó además de dos cabos y veinte soldados. En
los archivos se conservan recibos de pago por cuatro gorras
para los vascos de la Guarnición y por las medicinas
y asistencia de varios enfermos vascos pertenecientes a ésta
Guarnición, documentos que no dejan dudas sobre la
nacionalidad de sus miembros. Su correspondiente, pero de la ciudad
de San José de Mayo estuvo bajo el mando de los hermanos
Amilivia, ambos nacidos en Zarauz. Uno de ellos, sería
el más tarde célebre coronel Gerónimo de
Amilibia, que llegó a participar como jefe -con 88 años-
en la revolución saravista.
Uno de los más capaces
colaboradores de Artagaveytia fue Lesmes de Bastarrica.
Llegado a Uruguay en plena guerra
y poco tiempo después de la deserción de sus compatriotas,
se ve obligado a permanecer oculto hasta tener la posibilidad
de pasarse al ejército sitiador. Igual que a sus compañeros,
Oribe le reconoce su grado de teniente coronel y le nombra 2do.
Jefe del Batallón Voluntarios de Oribe. Más tarde,
en mérito a su capacidad, Oribe le honra incorporándolo
a su Estado Mayor como Ayudante del Presidente. Este militar fue
uno de los más nombrados en los partes de batalla por su
admirable valor y heroísmo.
Como teniente segundo en la Compañía
de Granaderos, hallamos a Franciasco Astiazarán, apodado
Txaketua por sus antiguos correligionarios del ejército
carlista. Este fue uno de los más tenaces colaboradores
de Artagaveitya en la formación del batallón vasco.
MÉDICOS VASCOS EN AMBOS
EJERCITOS
No podemos dejar de nombrar a
los médicos vascos, que en uno y otro bando prestaron su
abnegado servicio. Dentro de las murallas encontramos al cirujano
Vicente Arriaga quien trabajó en el hospital de Caridad,
y a Cayetano Garviso. Este último, de la familia de cirujanos
navarros, llegado a Uruguay en 1837, obtuvo su título en
Buenos Aires en el 42 y permaneció hasta el fin de la guerra
en la ciudad sitiada. En el Cerrito hicieron lo propio los doctores
José María Azarola, Martín de Aroztegui y
José Francisco Larrarte. El primero, nacido en Ormaiztegi,
Gipuzkoa, en 1813, adquirió renombre al tratar con éxito,
al propio general Oribe.
Es necesario nombrar al alavés
Domingo Ordoñana, quien, siendo soldado de Oribe y a raíz
de las heridas sufridas en batalla, debió de pasar larga
convalecencia en el hospital; en donde; en atención a su
destreza en atender heridos se le nombra Practicante de la 1º
Compañía. En plena contienda, solicita y le es concedida
autorización para examinarse en la vecina ciudad de Buenos
Aires y obtener el título de doctor.
Obtenido éste, llegó
a ser Cirujano del Ejército. Años mas tarde sería
socio fundador del Laurak Bat de Montevideo, primera Sociedad
Protectora de Inmigrantes Vascos del mundo. Rico hacendado,
sería además fundador y secretario perpetuo de la
Asociación Rural del Uruguay.
BATALLÓN DE CHASSEURS BASQUES
Mientras tanto, los nativos del País
Vasco continental (Norte del Pirineo), envueltos en una lucha
que no les concernía, no se entrometieron en la tórrida
política de su país de adopción, por lo menos
durante los primeros momentos.
Las medidas coercitivas que utilizaban
la defensa para hacerse del apoyo de los inmigrantes, sumado esto
al hábil manejo del Ministro de Guerra Melchor Pacheco
y Obes y las promesas de suculentas recompensas, obtuvieron como
inevitable resultado, la organización de las legiones extranjeras.
El marsellés
Jean Crisótomo Thibaut y el bayonés Bernardo Dupuy,
unen sus esfuerzos para organizar a sus compatriotas en una fuerza
organizada. No obstante, los vascos se mantuvieron ajenos al fervor
y entusiasmo que campeaban por las calles. Es entonces que Thiebaut
, nombrado Coronel de la Legión de Voluntarios, en un intento
de atraerlos a su filas, publica en las páginas del Patriota
Francés un llamado en euskera dirigido a los vascos y bearneses.
Tampoco tuvo éxito.
Con igual propósito, se
publicó, también en su idioma, y en reiteradas oportunidades,
el proyecto de ley por el que se disponía el otorgamiento
de tierras y animales a los extranjeros que lucharan en la defensa
de la ciudad.
El historiador Braconnay recoge,
de una fuente que no cita, los consejos de un comerciante vasco
que le sugieren a Thiebaut la formación de los vascos como
cuerpo independiente, donde tanto los soldados como sus jefes
sean de esa nación. Nace así el 3º Batallón
de Chasseurs Basques. Se nombra al Dr. Juan Bautista Brie
de Laustan, nacido en San Juan Pie de Puerto, coronel del Batallón,
estando las seis compañías a cargo de Hipólito
Brie - hermano del coronel- Labadie, Oyhenard, Elizondo, Cazota
y Mehau. Este Batallón, integrado en su creación
por 659 plazas, mantuvo durante toda la contienda un promedio
de 600 efectivos.
De la mano de la guerra llegaron
la sangre y el valor. El 2 de junio de ese año, se cita
por su bravura al subteniente del batallón vasco, Fabián
Brusse. Un mes más tarde sufría horrible mutilación
y muerte al tambor Juan Bautista Etcheverry, natural de San Juan
Pie de Puerto.
Existía una clara diferencia
entre la inmigración pirenaica que se integró a
la inmensa soledad del campo uruguayo y la radicada en Montevideo.
La primera, integrada en su gran mayoría por un campesinado
inculto, generalmente analfabeto, sin conocimiento del francés,
tradicionalmente católico, que llegaba en busca de su sueño
americano, alentado por los buenos salarios, la abundancia y el
bajo precio de la alimentación; escapando del servicio
militar o expulsado por el mayorazgo. La última, en cambio,
mucho menor, compartía en mayor o menor medida los ideales
de los franceses, grupo este, formado por exiliados políticos
de diversas revoluciones abortadas, republicanos , bonapartistas
y socialistas en una confusa mezcla de anticlericales y masones.
Pero si la integración
de los vascos a la Legión fue reticente, su permanencia
en ella sería corta. La notoria deshonestidad de l coronel
Thibaut, fue motivo por el cual, en abril del 45, el Batallón
de Chasseurs Basques solicitara y obtuviera la escisión
de aquella y se convirtiera en un cuerpo independiente.
A partir de su nuevo estado,
el antiguo tercer batallón, ahora transformado en Regimiento
de Cazadores Vascos, recibe nuevas incorporaciones, tanto de otros
batallones de la Legión como de nuevos vascos emigrados
de Buenos Aires. Esto obliga a realizar una reestructura del mismo
bajo las órdenes del coronel Juan Bautista Brie y del conmandante
Juan Bautista Berhau.
Quedó formado de la siguiente
manera: Estado Mayor, Administración de Víveres,
Músicos, Artillería, Granaderos,
Voltígeros, y siete Compañías de Infantería.
Contando también con una pequeña compañía
de Vascos Voluntarios de la Colonia integrada por 18 hombres,
con asiento en la ciudad de Colonia del Sacramento.
En el 46, el coronel Brie solicita
al general Rivera el honor de acompañarlo en la misión
que, según los planes del general, pondría término
a la guerra. Ésta se trataba de un vasto plan que pretendía
hacerse, apoyado con su fuerza naval, del control del litoral
uruguayo. No tuvo éxito.
No obstante, donde sí
tuvieron éxito las armas de la Defensa fue en la toma de
Paysandú, hecho bélico que según las crónicas
habría bastado para cubrir de inmarcesible gloria a
las bizarra he inmortal legión; de las cuatrocientas
sesenta bajas del ejército victorioso, setenta y ocho fueron
vascos, entre quienes se contó el coronel Brie, quien sufriera
al inicio de la batalla la fractura de una pierna por un impacto
de bala, herida que no le impidió seguir al frente de su
tropa. Los muertos de su batallón fueron siete, entre los
que se contaron el teniente Jean Dhualde y el capitán Hipólito
Brie, hermano del coronel, quien estaba al mando de la Compañía
de Granaderos.
Pero si los Chasseurs
Basques se laudearon de gloria por su valor y denodado heroísmo,
enlodaron tales laureles con su tan vandálica como reprobable
conducta una vez tomada la ciudad. El saqueo y los excesos fueron
de tal magnitud que se ordenó a otros batallones hacer
fuego sobre ellos en un intento de refrenar su barbarie. Por fin,
el general Rivera, impotente ante tamaña insubordinación,
ordenó fueran inmediatamente embarcados de retorno a Montevideo.
Las principales familias sanduceras recordaron por años
estas crueles heridas a sus intereses y en la dignidad de sus
mas respetables matronas.
Tiempos después, en la
batalla de Tres Cruces, la impericia, el temor y el desconocimiento
del castellano, fueron las causas de una total descoordinación
entre las fuerzas legionarias, lo que determinó que algunos
hombres continuaran atacando cuando ya se había ordenado
retirada, quedando de esta manera a merced de un enemigo que haciéndose
dueño de la situación provocó una verdadera
carnicería.
En este funesto encuentro, setenta
y dos defensores hallaron la muerte. Dos de ellos, el ayudante
Arnaud Lagot y el cabo Jean Duret, pertenecían al Regimiento
de Cazadores Vascos. Años después, cuando los antiguos
defensores luego de dos meses de búsqueda hallaron la fosa
común donde habían sido arrojados los cuerpos, se
identificaron a cuarenta y tres como legionarios, siendo los restantes
uruguayos. Treinta habían sido decapitados. En solemne
ceremonia, fueron inhumados sus restos en el panteón del
coronel Thibeaut.
Por fin, la diplomacia francesa
se impone y en un intento de apartar a los súbditos galos
de una lucha que comprometía al Imperio, les obliga a deponer
las armas so pena de perder la condición de hijos dela
Francia. Para salvar las apariencias, las autoridades montevideanas
disuelven oficialmente la Legión, declarando a sus miembros
Beneméritos de la Patria en grado Heroico, ofreciendo
a continuación carta de naturalización, lo que es
aceptado en masa.
Luego de 8 años, 7 meses
y 19 días, se da vuelta la última página
de esta Nueva Troya de Alejandro Dumas; la Paz tan largamente
anhelada, había llegado a Montevideo.
Paradójicamente,
es en esta ciudad donde treinta y tres años
mas tarde, los vascos de ambas vertientes del Pirineo se unen
bajo el lema Euskaldun Guziak Bat(2),
para fundar la Sociedad Protectora de la Inmigración
Vascongada "Laurak Bat", Primer Centro Vasco del
Mundo.
1-
Se conoció como El Pretendiente, a Carlos Borbón,
hermano de Fernando VII e hijo de Carlos IV, quien, a la muerte
de su hermano, reclamó para sí el trono de España,
invocando la llamada Ley Sálica, por la cual –siempre
que hubiera algún descendiente masculino - se inhabilitaba
a las mujeres a acceder al trono. Desoídas sus reclamaciones,
se alzó en armas, iniciando una contienda conocida
más tarde como Guerra Carlista. (VOLVER)
2- Euskaldun Guziak Bat: vascos
todos uno, aludiendo a la igualdad de los vascos de una y
otra vertiente del Pirineo. (VOLVER) |
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