El
Teatro, por razones que nunca se acaban de explicar, forma parte
en los medios de comunicación, de la sección de
Cultura cuando se trata de hablar de la propuesta y de la de espectáculos
cuando se trata de hacer la crítica. A veces, con demasiado
frecuencia, no forma parte de ninguna de las secciones, porque
no despierta le interés de los redactores a no ser que
en el reparto haya algún artista del cine, o mejor todavía,
de la televisión.

Todavía hay espacios televisivos
en donde se invita a los actores, el autor o el director de un
espectáculo de teatro, pero no se puede decir dónde
se estrena, es decir el teatro y la hora, porque se considera
publicidad. Y, claro, esas intervenciones, son pura y simplemente
publicidad, sobre todo, porque en el espacio televisivo no hay
nadie con un interés realmente teatral, o cultural, sino
que se trata de alimentar el espectáculo, y por lo tanto,
todo lo que se logra articular es que han sido unos ensayos perfectos,
nos llevamos estupendamente toda la compañía, y
es un trabajo de verdad, de verdad, absolutamente increíble,
por lo bien que lo hemos pasado y lo divertida que es la función".
Esta frase se aplica a todos y cada uno de los espectáculos
y obras, y no tiene absolutamente nada que ver si lo presentado
es una comedia, una tragedia o una tragicomedia.
La relación entre Teatro y
medios de comunicación vive en unos momentos de deterioro.
El poco interés en general de la sociedad hacia el teatro
de prosa se refleja en el poco interés de los periodistas,
que toman siempre al teatro como algo excepcional, algo que sucede
en fiestas, o en festivales, pero que en lo cotidiano no se sabe
cómo tratar. Claro está, a no ser que…. Y siempre
se debe meter la coletilla de la excepcionalidad del reparto,
que debe contar para contar en los medios con una figura televisiva.
Es muy raro, excepcional, un sueño,
que en un medio de comunicación exista una persona especializada,
con formación suficiente, en asuntos teatrales. Por lo
tanto, el acto primero del teatro, es decir, de un espectáculo,
es de promoción. Se elabora desde la productora un dossier,
se ponen unos currículums de los actuantes, del autor,
del director, y se arropa con unas fotos de ensayo, y unos textos
en donde, por lógica, se debe expresar que la obra es interesante
por su contenido, los actores son los ideales para esta propuesta
y el director es alguien de gran imaginación. Con este
material en una mesa de redacción y sin mayores criterios,
se hace una información laudatoria, acrítica, descontextualizada.
Lo mismo sucede si se trata de una rueda de prensa, el tono será
siempre el mismo, nadie podrá decir lo que significa el
autor, la tendencia estética del director o la importancia
de la técnica interpretativa de los actores que encabezan
el reparto.

Esto en el mejor
de lo casos, porque lo más lógico, y esto en lo
concerniente a Euskal Herria, se pude contemplar con bastante
asiduidad, es que las obras lleguen a los escenarios sin ninguna
información previa, con suerte, una reseña en agenda,
y ya en el cúmulo del estrambote, que salga una crítica
de esa obra sin que nadie supiera antes que se iba a representar.
En estos casos, la función de la crítica se subvierte
y si la persona que la ejerce es consciente de la situación,
deberá hacer una labor intermedia, empezar su artículo
informando, situando al posible lector, realizando la labor informativa
que se ha hurtado, o que se ha realizado sin ningún criterio
que sirviera para colocar la propuesta en su lugar cultural y
teatral adecuado.
Pero la falta de orientación
adecuada no solamente se debe instalar en el debe de los medios
de comunicación, también es desde los propios creadores
desde donde se han ido debilitando los mensajes. La obsesión
por que todo sea divertido, por dar una imagen asequible para
todos los públicos, ha contribuido a que al final no se
sepa a quién se destinan las obras.
Todo lo anteriormente relatado es
una impresión que puede variar. Hay productores, Teatros,
medios de comunicación que intentan realizar, al menos
en una parte de su función un trabajo bastante más
elevado, que ayuda, a todos, a entender mejor los procesos creativos
y que informa de una manera cabal, aséptica de lo que se
ofrece en las carteleras. Es un reto el que esta tendencia sea
la que se mantenga por encima de las demás. Aunque las
dudas es que se pueda lograr comprobando las programaciones y
las elecciones de la obras.
Los
medios de comunicación no pueden ser un simple soporte
publicitario del teatro, deberían intervenir de manera
profesional, fundamentada, precisamente, para colocar a cual en
su sitio. Pero para ello hace falta especialización, es
decir personal, o sea, presupuesto, y con la economía hemos
topado. En todos los medios habrá docenas de periodistas
especializados en deportes, o mejor dicho, en fútbol, pero
ninguno, será un especialista cultural. Los que hay, son
colaboradores externos. Y así va la a este mundo contradictorio.
De la publicidad a la crítica sin pasar por la información.
Carlos Gil Zamora, director de la revista
Artez
Fotografías: Manuel Vasco. Fototres. Tel: 954908912
Imágenes pertenecientes al reportaje gráfico sobre
el Teatro Victoria Eugenia antes de su restauración. Enero-Agosto
2001 |