Consideraciones sobre la desconsideración generalizada hacia la urgente necesidad de medidas encaminadas a
La consolidación de las empresas dedicadas a la producción escénica en Euskadi
Fernando Bernués

Un vistazo al breve pasado de la producción escénica en Euskadi encierra -si entre todos no le ponemos remedio- una paradójica tragedia presente y futura: La madurez profesional y artística de la mayoría de las plataformas de producción conlleva, casi sistemáticamente, una profunda crisis en el seno de dicha estructura, cuando no, su desmantelamiento definitivo. Lo más llamativo de estas crisis es que, a menudo, no se producen tras rotundos fracasos artísticos sino tras, cuando menos, notables éxitos y evidentes muestras de buen oficio.

Los que, como yo, hace unos veinte años (osea nada) empezábamos a tentar y a dejarnos tentar por este "oficio de tinieblas" (magnífico espectáculo casi impensable hoy en día), que es la escena, teníamos como referentes a: Cómicos de la Legua, La Cooperativa Denok, Orain, Akelarre... Algo más adelante: Karraka, Geroa, Bekereke, Tarima... hoy desaparecidos. Pero la historia continua con un pasado reciente nutrido de graves y parecidas crisis estructurales: Bederen Bat, Hika, Tanttaka, Maskarada, Legaleon, Ur o Kukubiltxo... por citar, sólo, sobrevivientes.

Es cierto que muchos profesionales se reubican o generan otras iniciativas de indudable vitalidad y mismo futuro incierto: Ados, Txalo, Vaiven...pero no es menos cierto que valiosas experiencias y trayectorias, especialmente en el campo de la gestión , la producción, la administración, la distribución y los quehaceres técnicos (lo más glamuroso vamos), se pierden, para siempre, para las tablas y se encuentran, hasta la jubilación, en la caja de ahorros (el afortunado que estaba de excedencia), acabando las tres colgadas que dejó en cuarto de pedagogía o montando un garito con el único colega que le queda tras la debacle grupal por culpa de las bofetadas y discusiones sobre como repartir el suculento patrimonio: una furgoneta, sin seguro, que pierde aceite, material técnico de museo, un fax (de papel térmico), un local con cinco meses de alquiler atrasados, algún que otro millón en créditos avalados por familiares y los bienes inmovilizados de la empresa: cuarenta metros cúbicos de aglomerao, dos mil kilos de hierro y tres baúles de vestuario de época enmohecido.

¿Razones para esta perspectiva desalentadora? Basta con una: El AGOTAMIENTO. Agotamientos físico, emocional y económico instalados en la dinámica cotidiana. A los que se suma, cuando se tiene "éxito" , el agotamiento psicológico que produce, caerse del guindo, y darse cuenta que a pesar del "éxito" los agotamientos anteriores van a permanecer intactos.

"Volver a empezar" de la nada y de la duda, es una actitud imprescindible e inevitable ante cada nuevo espectacúlo que me planteo como director. Les juro que es tan difícil hacer un buen espectáculo (o una buena canción, o un buen artículo...) que sólo entre la humildad, la inseguridad y cierta osadía se asoma, a veces, el perfume de "la creación". Pero cuando ese "volver a empezar" se instala entre los complejos mecanismos de producción y organización diaria que entraña la aparente sencillez de una producción escénica y sus representaciones (contratos, publicidad, altas-bajas S.S., transporte de material, transporte de personal, cargas-descargas, equipos y personal técnico...), el horizonte de la creación artística, que es el único sentido de la producción escénica, se estrangula y se ahoga en la confusión mercantil y la pesadilla administrativa.

La producción escénica es una actividad empresarial con unas repercusiones socioeconómicas ignoradas y, a menudo, sorprendentes por rentables. Pero también es una actividad que se convierte en una estafa si no perseguimos condiciones de producción y exhibición (la verdadera pesadilla cotidiana en nuestro entorno) que permitan horizontes que trasciendan la mera supervivencia económica de nuestras estructuras. Esta es nuestra responsabilidad presente, la de productores, creadores y administraciones.


Txalo, "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero"

No se trata de que los poderes públicos crean en los creadores ni de que los creadores creamos en los políticos. Se trata de que todos creamos e incentivemos una actitud social y personal basada en las relaciones, en establecer un orden de prioridades honesto con la vida de todos y no con las cuentas de resultados de algunos y en aprender, que aún no lo sabemos, lo que se puede aprender, a veces, ante un escenario: A conocer a otro hombre, a otra mujer, es decir: a uno mismo.

En Euskadi llevamos demasiado tiempo "disimulando", como país, la carencia de un tejido socio-cultural real. No tenemos un verdadero compromiso cultural y lingüístico, no lo tenemos. La intervención pública lleva demasiados años instalada en una "intervención de mínimos" sin ninguna "ambición" proyectada en políticas culturales con objetivos y horizontes que se traduzcan en "leyes". Veinte años de Gobierno Vasco. ¿Para cuando una ley de teatro? ¿Es incapacidad, incredulidad, miedo, ignorancia, olvido? Personalmente pienso que simplemente inconsciencia y falta de perspectiva. Falta un debate serio y profesional sobre objetivos culturales y sus correspondientes diseños de actuación. La excusa de la no intervención en defensa de la "libre competencia" es sólo eso: una frágil excusa. Salvo honrosos ramalazos, privados o públicos (que de todo hay), ignoramos, abandonamos a su suerte y desperdiciamos nuestro "paisaje emocional" (la palabra "cultural" cada vez suena más a inauguraciones, invitaciones, ecos de sociedad, rentabilidad y sorteos de entradas para asistir a una representación lírica en "el Real"); Y no hablo sólo del ámbito teatral. En el campo audiovisual, la música y las artes plásticas también desperdiciamos oportunidades. Se me hace absurdo pensar que sin la capacidad económica privada de Chillida, hoy, no tendríamos Chillida –Leku. Espero que a Agustín Ibarrola, por poner un ejemplo, le toque la lotería para que ese regalo que es su obra en general y su bosque en particular corran una suerte parecida.

Para el teatro se impone, de una vez por todas, la necesidad de afrontar una ley de teatro. En esa ley se han de inventar, con imaginación, humildad y osadía, los mecanismos concretos que puedan ir tejiendo una situación racional y una perspectiva esperanzadora para las artes escénicas.

"Kukubel" de KukubiltxoCondiciones hay, curiosamente, nuestra "flota escénica" es buena y a nivel estatal se la considera de las más competitivas y sugerentes. La carencia de estructuras generales y "servicios portuarios comunes" que hagan menos agotadoras las faenas diarias es la única salida para que las artes escénicas dejen de ser un territorio vinculado a la inseguridad y a la precariedad permanentes. Las empresas de producción escénica para competir artísticamente (que es su razón de ser) debemos crear, junto con las administraciones, esquemas y soportes de producción conjuntos que rompan la asfixiante situación actual en la que cada estructura ha de contar con su barco, su puerto, su surtidor de combustible, sus estibadores, sus transportistas, sus contables....

Sólo iniciativas decididas y con vocación de futuro podrán paliar esta situación. Personalmente en primer lugar apostaría, por trascendental, por la creación de un Centro Asistencial a la Producción y Exhibición (Espacio que permita la construcción de escenografías y decorados en un centro especializado. Suministro de material técnico de iluminación y sonido en función de las necesidades de cada producción. Flota de transporte. Carga, descarga, transporte y servicio de almacenaje de escenografías independiente a los técnicos de montaje) al servicio de distintas iniciativas artísticas y que racionalice y mejore las duras y penosas condiciones laborales en las que ejercen su trabajo los equipos técnicos de los espectáculos (jornadas laborales de veinte horas, locales de exhibición sin infraestructuras técnicas, inseguridad laboral...) con la consiguiente "fuga" de técnicos y la continua rotación y formación de nuevos profesionales que, a su vez, abandonarán por "agotamiento" pasados unos años. La consecuecia más grave de todo esto es la habitual, nos guste reconocerlo o no, deficiencia y limitación técnica que presentan nuestros espectáculos. Que nadie piense que hablo de una intervención pública que sustituya la actividad profesional privada. Al contrario, hablo de una iniciativa que, eso sí, creo que han de liderar los poderes públicos que vehiculice los medios actuales reorganizando las dispersas capacidades y medios privados dotándolos de recursos para hacerlos eficaces, competitivos y, si fuéramos capaces de algo así, envidiables.

No puedo extenderme en cada una de ellas, pero si quiero apuntar algunas posibilidades de intervención más en esa "madre del cordero, asignatura pendiente y todo lo que ustedes quieran" que da título a este artículo: La consolidación de las empresas de producción escénicas.


Markeliñe, "Underground"

Servicios Comunes de Gestión y Comunicación (¡Comunicación! otra asignatura suspensa en nuestro panorama teatral).

Plataforma de Producción Pública (Teatro Público, Centro Dramático, Teatro Nacional... llámenle como prefieran). Con la responsabilidad de intervenir en aquellos espacios donde la iniciativa privada no llega (Grandes formatos, espacios para la creación y puesta en escena de nuevas dramaturgias y espectáculos no sometidos a la presión de la rentabilidad-amortización económica en los que se puedan formar y contrastar nuevos autores, directores, escenógrafos, músicos, fotógrafos, iluminadores...). Cuestionar la necesidad de un Teatro Público (como se hace a menudo), complemetario e interrelacionado con la producción privada es absurdo si verdaderamente perseguimos una "salud escénica" aceptable.

Compañías Residentes en Teatros de Públicos. Apostar por la relación entre administraciones municipales y compañías profesionales. Para las estructuras supone estabilidad infraestructural y para las dinámicas municipales la intervención directa de una compañía puede ser "oro en paño". La vitalidad teatral y respuesta de público que desplegaban Hernani o Rentería cuando Tanttaka en un caso o Ur en el otro intervenían en sus respectivas programaciones, sirvan de ejemplo.

No voy a entrar ya por extenso en otros dos ejes fundamentales, para la consolidación, no sólo de las empresas sino de las artes escénicas, que son: La formación. ¡Perdón!: La no-formación (increíble que a los jóvenes de este país se les niegue el derecho a estudiar arte dramático) y la Exhibición (SAREA -Red de Teatros Públicos- ha supuesto un paso importante pero queda mucho por hacer. Dilatación de los periodos de exhibición, imposibilidad para realizar "temporadas"...)

Nadie se acerca a las artes escénicas con vocación de especulador e inversor a la caza de altas rentabilidades económicas. Si así fuera el BBVA o Telefónica liderarían, sin duda, este mercado (como, por cierto, ya lo hacen prácticamente en el terreno audiovisual). Apostemos por tanto por la búsqueda conjunta entre administración y empresas de marcos comunes y al servicio de espectáculos mejor asistidos. Eso nos permitirá dedicar la energía algo más "intacta" a la creación, y posibilitará la consolidación de los equipos-empresas existentes junto con el acceso a la producción escénica de iniciativas nuevas para las que, hoy en día, la complejidad burocrática y organizativa del "hecho escénico" se hace mastodóntica e, insisto, agotadora.


Fernando Bernués, director y productor

Euskonews & Media 131.zbk (2001 / 7 / 13-20)


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