Un
vistazo al breve pasado de la producción escénica
en Euskadi encierra -si entre todos no le ponemos remedio- una
paradójica tragedia presente y futura: La madurez profesional
y artística de la mayoría de las plataformas de
producción conlleva, casi sistemáticamente, una
profunda crisis en el seno de dicha estructura, cuando no, su
desmantelamiento definitivo. Lo más llamativo de estas
crisis es que, a menudo, no se producen tras rotundos fracasos
artísticos sino tras, cuando menos, notables éxitos
y evidentes muestras de buen oficio.
Los
que, como yo, hace unos veinte años (osea nada) empezábamos
a tentar y a dejarnos tentar por este "oficio de tinieblas"
(magnífico espectáculo casi impensable hoy en día),
que es la escena, teníamos como referentes a: Cómicos
de la Legua, La Cooperativa Denok, Orain, Akelarre... Algo más
adelante: Karraka, Geroa, Bekereke, Tarima... hoy desaparecidos.
Pero la historia continua con un pasado reciente nutrido de graves
y parecidas crisis estructurales: Bederen Bat, Hika, Tanttaka,
Maskarada, Legaleon, Ur o Kukubiltxo... por citar, sólo,
sobrevivientes.
Es
cierto que muchos profesionales se reubican o generan otras iniciativas
de indudable vitalidad y mismo futuro incierto: Ados, Txalo, Vaiven...pero
no es menos cierto que valiosas experiencias y trayectorias, especialmente
en el campo de la gestión , la producción, la administración,
la distribución y los quehaceres técnicos (lo más
glamuroso vamos), se pierden, para siempre, para las tablas y
se encuentran, hasta la jubilación, en la caja de ahorros
(el afortunado que estaba de excedencia), acabando las tres colgadas
que dejó en cuarto de pedagogía o montando un garito
con el único colega que le queda tras la debacle grupal
por culpa de las bofetadas y discusiones sobre como repartir el
suculento patrimonio: una furgoneta, sin seguro, que pierde aceite,
material técnico de museo, un fax (de papel térmico),
un local con cinco meses de alquiler atrasados, algún que
otro millón en créditos avalados por familiares
y los bienes inmovilizados de la empresa: cuarenta metros cúbicos
de aglomerao, dos mil kilos de hierro y tres baúles de
vestuario de época enmohecido.
¿Razones para esta perspectiva desalentadora?
Basta con una: El AGOTAMIENTO. Agotamientos físico, emocional
y económico instalados en la dinámica cotidiana.
A los que se suma, cuando se tiene "éxito" ,
el agotamiento psicológico que produce, caerse del guindo,
y darse cuenta que a pesar del "éxito" los agotamientos
anteriores van a permanecer intactos.
"Volver a empezar" de
la nada y de la duda, es una actitud imprescindible e inevitable
ante cada nuevo espectacúlo que me planteo como director.
Les juro que es tan difícil hacer un buen espectáculo
(o una buena canción, o un buen artículo...) que
sólo entre la humildad, la inseguridad y cierta osadía
se asoma, a veces, el perfume de "la creación".
Pero cuando ese "volver a empezar" se instala entre
los complejos mecanismos de producción y organización
diaria que entraña la aparente sencillez de una producción
escénica y sus representaciones (contratos, publicidad,
altas-bajas S.S., transporte de material, transporte de personal,
cargas-descargas, equipos y personal técnico...), el horizonte
de la creación artística, que es el único
sentido de la producción escénica, se estrangula
y se ahoga en la confusión mercantil y la pesadilla administrativa.
La producción
escénica es una actividad empresarial con unas repercusiones
socioeconómicas ignoradas y, a menudo, sorprendentes por
rentables. Pero también es una actividad que se convierte
en una estafa si no perseguimos condiciones de producción
y exhibición (la verdadera pesadilla cotidiana en nuestro
entorno) que permitan horizontes que trasciendan la mera supervivencia
económica de nuestras estructuras. Esta es nuestra responsabilidad
presente, la de productores, creadores y administraciones.

Txalo, "El
hombre que confundió a su mujer con un sombrero"
No se trata de que los poderes públicos
crean en los creadores ni de que los creadores creamos en los
políticos. Se trata de que todos creamos e incentivemos
una actitud social y personal basada en las relaciones, en establecer
un orden de prioridades honesto con la vida de todos y no con
las cuentas de resultados de algunos y en aprender, que aún
no lo sabemos, lo que se puede aprender, a veces, ante un escenario:
A conocer a otro hombre, a otra mujer, es decir: a uno mismo.
En Euskadi llevamos demasiado tiempo
"disimulando", como país, la carencia de un tejido
socio-cultural real. No tenemos un verdadero compromiso cultural
y lingüístico, no lo tenemos. La intervención
pública lleva demasiados años instalada en una "intervención
de mínimos" sin ninguna "ambición"
proyectada en políticas culturales con objetivos y horizontes
que se traduzcan en "leyes". Veinte años de Gobierno
Vasco. ¿Para cuando una ley de teatro? ¿Es incapacidad, incredulidad,
miedo, ignorancia, olvido? Personalmente pienso que simplemente
inconsciencia y falta de perspectiva. Falta un debate serio y
profesional sobre objetivos culturales y sus correspondientes
diseños de actuación. La excusa de la no intervención
en defensa de la "libre competencia" es sólo
eso: una frágil excusa. Salvo honrosos ramalazos, privados
o públicos (que de todo hay), ignoramos, abandonamos a
su suerte y desperdiciamos nuestro "paisaje emocional"
(la palabra "cultural" cada vez suena más a inauguraciones,
invitaciones, ecos de sociedad, rentabilidad y sorteos de entradas
para asistir a una representación lírica en "el
Real"); Y no hablo sólo del ámbito teatral.
En el campo audiovisual, la música y las artes plásticas
también desperdiciamos oportunidades. Se me hace absurdo
pensar que sin la capacidad económica privada de Chillida,
hoy, no tendríamos Chillida –Leku. Espero que a Agustín
Ibarrola, por poner un ejemplo, le toque la lotería para
que ese regalo que es su obra en general y su bosque en particular
corran una suerte parecida.
Para el teatro se impone, de una
vez por todas, la necesidad de afrontar una ley de teatro. En
esa ley se han de inventar, con imaginación, humildad y
osadía, los mecanismos concretos que puedan ir tejiendo
una situación racional y una perspectiva esperanzadora
para las artes escénicas.
Condiciones
hay, curiosamente, nuestra "flota escénica" es
buena y a nivel estatal se la considera de las más competitivas
y sugerentes. La carencia de estructuras generales y "servicios
portuarios comunes" que hagan menos agotadoras las faenas
diarias es la única salida para que las artes escénicas
dejen de ser un territorio vinculado a la inseguridad y a la precariedad
permanentes. Las empresas de producción escénica
para competir artísticamente (que es su razón de
ser) debemos crear, junto con las administraciones, esquemas y
soportes de producción conjuntos que rompan la asfixiante
situación actual en la que cada estructura ha de contar
con su barco, su puerto, su surtidor de combustible, sus estibadores,
sus transportistas, sus contables....
Sólo iniciativas decididas
y con vocación de futuro podrán paliar esta situación.
Personalmente en primer lugar apostaría, por trascendental,
por la creación de un Centro Asistencial a la Producción
y Exhibición (Espacio que permita la construcción
de escenografías y decorados en un centro especializado.
Suministro de material técnico de iluminación y
sonido en función de las necesidades de cada producción.
Flota de transporte. Carga, descarga, transporte y servicio de
almacenaje de escenografías independiente a los técnicos
de montaje) al servicio de distintas iniciativas artísticas
y que racionalice y mejore las duras y penosas condiciones laborales
en las que ejercen su trabajo los equipos técnicos de los
espectáculos (jornadas laborales de veinte horas, locales
de exhibición sin infraestructuras técnicas, inseguridad
laboral...) con la consiguiente "fuga" de técnicos
y la continua rotación y formación de nuevos profesionales
que, a su vez, abandonarán por "agotamiento"
pasados unos años. La consecuecia más grave de todo
esto es la habitual, nos guste reconocerlo o no, deficiencia y
limitación técnica que presentan nuestros espectáculos.
Que nadie piense que hablo de una intervención pública
que sustituya la actividad profesional privada. Al contrario,
hablo de una iniciativa que, eso sí, creo que han de liderar
los poderes públicos que vehiculice los medios actuales
reorganizando las dispersas capacidades y medios privados dotándolos
de recursos para hacerlos eficaces, competitivos y, si fuéramos
capaces de algo así, envidiables.
No puedo extenderme
en cada una de ellas, pero si quiero apuntar algunas posibilidades
de intervención más en esa "madre del cordero,
asignatura pendiente y todo lo que ustedes quieran" que da
título a este artículo: La consolidación
de las empresas de producción escénicas.

Markeliñe,
"Underground"
Servicios Comunes de Gestión
y Comunicación (¡Comunicación! otra asignatura
suspensa en nuestro panorama teatral).
Plataforma de Producción
Pública (Teatro Público, Centro Dramático,
Teatro Nacional... llámenle como prefieran). Con la responsabilidad
de intervenir en aquellos espacios donde la iniciativa privada
no llega (Grandes formatos, espacios para la creación y
puesta en escena de nuevas dramaturgias y espectáculos
no sometidos a la presión de la rentabilidad-amortización
económica en los que se puedan formar y contrastar nuevos
autores, directores, escenógrafos, músicos, fotógrafos,
iluminadores...). Cuestionar la necesidad de un Teatro Público
(como se hace a menudo), complemetario e interrelacionado con
la producción privada es absurdo si verdaderamente perseguimos
una "salud escénica" aceptable.
Compañías Residentes
en Teatros de Públicos. Apostar por la relación
entre administraciones municipales y compañías profesionales.
Para las estructuras supone estabilidad infraestructural y para
las dinámicas municipales la intervención directa
de una compañía puede ser "oro en paño".
La vitalidad teatral y respuesta de público que desplegaban
Hernani o Rentería cuando Tanttaka en un caso o Ur en el
otro intervenían en sus respectivas programaciones, sirvan
de ejemplo.
No voy a entrar ya por extenso en
otros dos ejes fundamentales, para la consolidación, no
sólo de las empresas sino de las artes escénicas,
que son: La formación. ¡Perdón!: La no-formación
(increíble que a los jóvenes de este país
se les niegue el derecho a estudiar arte dramático) y la
Exhibición (SAREA -Red de Teatros Públicos- ha supuesto
un paso importante pero queda mucho por hacer. Dilatación
de los periodos de exhibición, imposibilidad para realizar
"temporadas"...)
Nadie se acerca a las artes escénicas
con vocación de especulador e inversor a la caza de altas
rentabilidades económicas. Si así fuera el BBVA
o Telefónica liderarían, sin duda, este mercado
(como, por cierto, ya lo hacen prácticamente en el terreno
audiovisual). Apostemos por tanto por la búsqueda conjunta
entre administración y empresas de marcos comunes y al
servicio de espectáculos mejor asistidos. Eso nos permitirá
dedicar la energía algo más "intacta"
a la creación, y posibilitará la consolidación
de los equipos-empresas existentes junto con el acceso a la producción
escénica de iniciativas nuevas para las que, hoy en día,
la complejidad burocrática y organizativa del "hecho
escénico" se hace mastodóntica e, insisto,
agotadora.
Fernando Bernués, director y
productor |