Antonio
Campos, nacido en Orio en 1942, preside la Confederación
de Ikastolas desde 1980. Sus primeros contactos con la Federación
de Ikastolas de Gipuzkoa datan de 1978, de cuando formó
un equipo de trabajo junto con Jose Antonio Zaldua e Inaxio Oliveri,
y que fue nombrado presidente al cesar este último en el
cargo. Antonio Campos, ferviente impulsor de los movimientos populares,
ha sido durante estos 21 años testigo de excepción
del desarrollo y de los cambios producidos en el seno de las ikastolas,
y asegura que constituyen todo un proyecto social.
-¿Cuál es la misión
de la Confederación de Ikastolas? Desde el mismo momento
en que se crearon, las ikastolas se han visto rodeadas de dificultades
para obtener lo que otras escuelas adquirían por sí
solas, con lo cual siempre han tenido muy clara la necesidad de
aunar sus fuerzas para hacer frente a los distintos retos y obstáculos.
La Confederación es una entidad al servicio de las ikastolas
de Euskal Herria destinada a ofrecer ayuda, y que está
formada por cinco federaciones: Seaska, del País Vasco
continental, y las Federaciones de Álava, Bizkaia, Gipuzkoa
y Navarra. La asistencia de la Confederación
se centra en dos ámbitos: por una parte, en el económico,
puesto que es evidente que las ikastolas no podrían salir
adelante sustentándose exclusivamente en las cuotas aportadas
por los padres de los alumnos; hoy por hoy las subvenciones son
necesarias, y resulta mucho más factible gestionar las
mismas en el seno de una formación como la Confederación. Por otra parte, en lo que respecta
a la vertiente pedagógica las ikastolas requieren unos
servicios que afectan a la educación, tales como libros
de texto, la preparación de la docencia, las novedades...
También en este aspecto resulta necesario proceder a la
unificación.
-¿Cuenta
la Confederación de Ikastolas con alguna participación
social? Debido a la dinámica
que rige en la sociedad actual, a los deberes que ésta
impone, y al hecho de que los padres cuenten con cada vez menos
tiempo libre, existe una tendencia a delegar la toma de decisiones
en los trabajadores. Afortunadamente, la Confederación
cuenta con magníficos profesionales, pero conviene advertir
que esta práctica entraña una serie de riesgos,
ya que una excesiva profesionalización puede dar lugar
a una ruptura. La responsabilidad de educar
a nuestros hijos no puede quedar sólo en manos de la escuela;
es necesario que la familia y la sociedad en general participen
en ella. No obstante, hoy en día uno no sabe con certeza
dónde empiezan y dónde acaban sus obligaciones.
-¿Qué ocurrió
con la Ley de la Escuela Pública Vasca? Cuando en 1993 la Ley
de la Escuela Pública Vasca entró en vigor, las
ikastolas se vieron obligadas a adoptar una difícil decisión:
o bien continuar como hasta entonces, siendo jurídicamente
privadas pero ofreciendo un servicio público, o bien decantarse
por la opción pública, en que la propiedad de la
ikastola pasaba a manos de la Administración. De este modo,
surgieron ikastolas de ambos tipos.
-¿Qué
consecuencias tuvo dicha bifurcación en la Confederación
de Ikastolas? La Confederación
se posicionó en contra de la ruptura, porque a fin de cuentas
todas las ikastolas compartían un mismo pasado y reunían
las mismas características. Debido a problemas económicos,
muchas ikastolas se vieron obligadas a pasar a manos públicas.
Me gustaría matizar que lo que es pública es la
propiedad, porque incluso las que se consideran privadas cumplen
una función social. La propiedad no es privada, sino de
la sociedad, de los padres. Nuestras ikastolas no son entidades
privadas; pertenecen a la sociedad.
En
1995, y con el objeto de dar una respuesta a las necesidades económicas
de las ikastolas de la Comunidad Autónoma Vasca que decidieron
permanecer bajo el régimen privado, se fundó PARTAIDE,
pero la Confederación de Ikastolas atendió a las
necesidades pedagógicas de todas las ikastolas de Euskal
Herria. Esta sería la división orgánica y
funcional inicial, pero en estos momentos la Confederación
la integran sólo las ikastolas de propiedad social, las
que se conocen como privadas. Poco a poco, las ikastolas de titularidad
pública fueron saliendo, porque al cambiar la propiedad
cambian también otros muchos aspectos.
-Entonces, ¿qué sentido
tiene la división actual? En estos momentos estamos
inmersos en un proceso de integración que recibe el nombre
de "planteamiento de fusión jurídica",
con la finalidad de dar paso a una nueva realidad que supere la
antigua división. Estamos tratando de hallar la formulación
más adecuada.
-¿Cuáles
han sido los mayores logros de la Confederación de Ikastolas?
Desde
el punto de vista pedagógico, las ikastolas han sido pioneras
en muchos aspectos. En sus inicios no había ni textos en
euskera, ni profesores euskaldunes, ni esperanzas de que en un
futuro los hubiera. No había nada. Llegado el momento,
hubo que tomar una decisión: si traducir los textos existentes
en otras lenguas, o elaborar nuestros propios libros de texto;
optamos por la segunda posibilidad. Fue la Confederación
de Ikastolas la que emprendió está labor, y gracias
a ello actualmente contamos con textos totalmente euskaldunes
que en gran medida fueron elaborados por la propia Confederación,
y que no sólo se emplean en las ikastolas, sino en todas
las escuelas, públicas o privadas, donde se imparte en
euskera. Este aspecto está fuertemente
vinculado a otro importante logro: el relativo a la preparación
del profesorado, ya que gracias a la aplicación de las
nuevas metodologías, los profesores han podido prepararse
ejercer la enseñanza. También cabe destacar
el éxito del hoy día tan importante fenómeno
del bilingüismo, una idea que las ikastolas comenzamos a
desarrollar hace diez años. Por entonces había una
corriente que abogaba por el equilibrio entre las dos lenguas,
independientemente de que una fuera poderosa y la otra débil.
Sin embargo, en este caso resultaba imposible aspirar a una igualdad
equilibrada, porque el euskera sería un claro perdedor.
Ante tal situación, planteamos que el niño euskaldun
no tenía que ser bilingüe, sino plurilingüe,
de tal forma que debía conocer como mínimo 3 ó
4 lenguas, siendo el euskera su lengua madre, por ser de aquí
y por ser nuestra. A pesar de que actualmente esté extendida
por todas las escuelas, originariamente la idea fue de las ikastolas. Una vez que los libros de texto
y la metodología de la Confederación sobre el plurilingüismo
han salido al exterior, la idea ha tenido una enorme repercusión,
pero apenas se le ha prestado atención durante el tiempo
en que ha venido siendo aplicada.
En
1998 recibimos por recomendación del Parlamento Europeo
un Premio a la Calidad de Manos de la Ministra de Educación
Esperanza Aguirre. Supuso un reconocimiento del trabajo realizado
francamente gratificante, especialmente por el significado que
tenía para los profesores el ver y comprobar que no eran
menos que los demás.
-Con frecuencia se afirma que
las ikastolas forman una tercera vía. ¿Dónde se
localiza actualmente la ikastola, y dónde querría
verla la Confederación de Ikastolas? Es una carga que hace
tiempo que llevamos arrastrando. Jurídicamente hay dos
tipos escuelas: las que conocemos como públicas y las privadas.
Desde el punto de vista de la Ley, nosotros estamos integrados
en el ámbito privado, pero nos mostramos en total desacuerdo
con ese planteamiento. En nuestra opinión, la ikastola
debe pertenecer a la sociedad; eso es lo que venimos defendiendo
y por lo que lucharemos hasta el final. La ikastola merece un
respeto. Estamos ofreciendo un servicio, pero no estamos por la
labor de aceptar la propiedad pública; la titular ha de
ser la sociedad, y sobre todo los padres. Siendo la educación
de nuestros hijos lo que está en juego, ¿cómo se
entiende que sea el Gobierno el que haya de tomar las decisiones?
Consideramos que las decisiones las han de adoptar los padres,
respetando en todo caso las medidas y subvenciones del Gobierno,
pero siendo la sociedad la que ostente el control. Por eso, la
ikastola no es sólo una escuela que imparte la enseñanza
en euskera, sino que es otro tipo de fórmula de enseñanza,
otra forma de interpretar la escuela.
-Por tanto, ¿la ikastola carece
de cabida en ese sistema jurídico? No tiene cabida, no.
En base a nuestra filosofía sacaríamos más
provecho al dinero que siguiendo la gestión de la administración.
El Gobierno nunca haría algo semejante en el ámbito
empresarial. La administración otorga subvenciones para
que sea la maravillosa sociedad la que adopte las decisiones,
pero hay unos problemas inmensos para trasladar esta idea a la
enseñanza.
-¿Esos problemas
que ha mencionado tienen un fundamento político?
Se
pretende politizar el mundo de la educación. Nuestra gente
está muy contenta; no hemos tenido ningún problema,
porque los padres están al corriente de todo lo que hacemos.
Los ataques provienen del exterior, a partir de una campaña
que se ha planificado contra el euskera y que también arremete
contra las ikastolas. Algunos piensan que la desaparición
del euskera afectaría a otros ámbitos políticos.
En el supuesto de que el euskera desapareciera, Euskal Herria
dejaría de ser "Euskal Herria"; habría
que buscar otra denominación. Para nosotros lo esencial es
que los padres se muestren de acuerdo y satisfechos, pero los
ataques mediáticos nos preocupan, porque puede que algunos
padres se asusten. Nosotros defendemos y dirigimos nuestra escuela,
la escuela de nuestros hijos, evidentemente, deseando lo mejor
para ellos.
-¿Cuál es la situación
actual por la que atraviesa el euskera en Navarra y en el País
Vasco continental? En ambas zonas, el
euskera hoy día goza de una salud mucho mejor. En el País
Vasco continental hubo un momento en el que se vio debilitado,
pero ahora está en plena fase de recuperación. Francia
es un Estado poderoso que pone sendas dificultades al desarrollo
del euskera, pero frente a tal actitud se está respondiendo
con la unidad económica, aunque no como nosotros quisiéramos,
ya que todas las ikastolas atraviesan por una delicada situación
económica. Tanto en el País Vasco continental como
en Navarra, el euskera está creciendo vigorosamente, aun
cuando el Gobierno de la Comunidad Foral haya adoptado justamente
la postura contraria. Muchos navarros son de la opinión
de que la pérdida de una lengua tan ancestral sería
poco menos que pecado, y por esa sencilla razón se muestran
a favor del euskera y se han puesto a aprenderlo. Hay que aprovechar
todas las fuerzas. Fotografías: Ainara Iraeta Usabiaga
Euskonews & Media 130.zbk
(2001 / 7 / 6-13)
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