La indumentaria en una población urbana: Donostia-San Sebastián
Antxon Aguirre Sorondo

Para la aplicación de la encuesta creada por don José Miguel de Barandiran, dentro de los trabajos ETNIKER, realicé hace unos años, una serie de encuestas al objeto de conocer la evolución de la indumentaria en San Sebastián (Guipúzcoa). Presento a continuación una síntesis de dicho estudio.


Peregrinación a Lourdes de 1925.

En los primeros años del presente siglo, lo tradicional era que las mujeres usaran falda y blusa, y los hombres pantalón, camisa, chaleco y chaqueta. Las faldas usadas por las mujeres elegantes solían tener un poco de cola, que arrastraba por el suelo, y obligaba, cuando llovía, a recogerla con la mano para que no se estropearan. Debajo tenían las enaguas. También para dar más volumen al cuerpo, a veces usaban el miriñaque que era una estructura rígida. La cintura siempre se procuraba tener lo más pequeña posible, por lo que la falda se llevaba muy ajustada a la cintura. La falda de la mujer era de lana, más o menos gorda. La gente "chic" (elegante) usaba para su confección gasas, sedas, y los "crespones de China" (sic). Los colores eran siempre lisos. Las faldas oscuras y las blusas blancas generalmente, con puntillas o encajes, según las disponibilidades. No existía el vestido. Fue la casa Chanel de París la que inventó el vestido o "camisa" o "camisita", que es como aquí se las llamaba al principio. Esto fue hacia 1918/20 y se puso muy de moda. La gente de medios mandaba hacer sus vestidos de tejidos de buena calidad, como la seda. La gente sencilla se las hacia de "trobalco", que era una clase de algodón, aunque también se hacían de algodón puro, lana, o tafetán ("que es una seda un poco tiesa") por ejemplo. Hacia 1934 empezó el uso de los estampados, que aparecieron al principio en el vestido.

Los días de fiesta se vestían con la mejor ropa, la más nueva. Una vez usada por algún tiempo, pasaba ya a ser utilizada los días de labor: "No era como ahora que se usa igual ropa los días de fiesta que los de labor, y que solamente se ponen elegantes si van a una boda o así..." Encima del vestido, para abrigo se usaba la chaqueta que era de tela. Aún no se usaba la de punto, que apareció después.

Los vestidos eran largos hasta el suelo y las chaquetas también largas y entalladas. La "gente bien" tenía abrigos de pieles y de "cachemir". Los que no tenían medios usaban abrigos de lana con sólo el cuello de cachemira, o bien con cuello de "falso-cachemir" que también abundaban. Y los pobres simples abrigos de lana.

Las personas mayores siempre todo de negro: medias, faldas, camisas...Las medias eran siempre negras, sólo hacia 1930 aparecieron las medias "marrones".

Aquí, en San Sebastián, todas las mujeres elegantes al salir a la calle llevaban sombrero siempre. Luego, hacia 1940, se puso de moda que en verano por la mañanas las jóvenes que salían a pasear no llevaran sombrero, iban a pelo, pero a la tarde al salir a pasear siempre con sombrero.

En aquellos tiempos (principio de siglo) las gentes con medios, tenían "amas" (iñudes) que iban muy elegantes, con falda y blusa blanca o a rayitas de colores claros, rosas por ejemplo, delantal blanco y cofia de puntillas en la cabeza. Llevaban a los críos siempre en brazos, no se usaban los coches de niños aún.

Las mujeres de edad en los pueblos (nos referimos aún a los primeros años del presente siglo) usaban unos mantones negros para cubrirse al salir a la calle y en la cabeza, siempre, un pañuelo negro atado con dos puntas o una mantilla.

En cuanto a los hombres, siempre iban con traje: "nunca iban en camisa, nunca". La vestimenta se componía de: camisa, chaleco, chaqueta, pantalón y zapatos (aparte claro está de la corbata, ropa interior y las medias). Y como signo de elegancia bordados en falsos bolsillos las iniciales, y pañuelo blanco en el bolsillo delantero. A partir de 1930 los chalecos sólo eran usados por los hombres mayores, no por los jóvenes. En otros tiempos no se usaba como ahora trajes de verano y de invierno. Todos eran de igual calidad de paño. Se usaba de tejido la lana. Posteriormente y coincidiendo con los años anteriores a la guerra de 1936, aparecieron ya los trajes de telas finas para el verano, y los de tela gruesa para el invierno. Así, se usaba distintas telas en función de su calidad: la alpaca que era una mezcla de lana y fibra; el fresco que era de lana muy delgada para trajes de verano; el estambre, de lana media, el género más normal para hacer vestidos y prendas tanto para hombres como para mujeres; la franela de lana más gruesa, para chaquetas, o gabanes, y para prendas de más abrigo el cheviot. También había lana mucho más cara como el cachemir que era lana muy fina que se traía de Cachemira, en la India.

Los hombres no usaban pantalón blanco, salvo cuando iban a América, en las fiestas, romerías, y los pelotaris, pero no para todos los días, que usaban pantalón oscuro. Las camisas eran de tirilla, y aparte tenían el cuello planchado (que era independiente) y que se colocaban con unos botoncitos. La gente sin recursos no llevaba estos cuellos postizos y llevaban cuello de tipo tirilla. Eran de algodón. La gente con recursos llevaba a almidonar el cuello y los puños, que también eran desmontables.

Posteriormente aparecieron las camisas que venían con cuello incorporado, como las que ahora conocemos. Para que se mantuvieran derechas se les colocaba dentro unas tiras de material duro (ahora plástico), en unas fundas al efecto. Los chalecos eran siempre de la misma clase de tela que los trajes, aunque también había gente muy distinguida que llevaba chaleco de distinta clase que el traje, eran los que llevaban los botones de calidad (incluso de plata) y decorados. Una de mis informantes me cuenta cómo su tío tenia una camisa con 6 botones de plata con 3 pequeños diamantes cada uno. Al morir sus hijas se hicieron dos sortijas con ellos. También gustaban lucir una cadena de plata que sujetaba al reloj de bolsillo. No era normal usar pañuelos de cuello por parte de los hombres, salvo en el caso de algunos trabajadores, como los de la construcción, los cocineros, y demás. Los hombres llevaban también siempre boina o sombrero.

Hacia la década de los cuarenta los chicos jóvenes usaban el pantalón blanco en el verano y también la chaqueta blanca los más "litris", que es como se llamaba a los elegantes.

Podríamos extendernos mucho más en la descripción de los vestidos: especiales, como los de boda, bautizo, luto, los complementos, etc. pero, no es este momento de efectuar todo un tratado, y lo dejaremos para posteriores ocasiones. Terminaremos con unas conclusiones al respecto.


Boda celebrada el 31 de enero de 1918.


COMENTARIOS FINALES DE LOS INFORMANTES

San Sebastián tenía fama de ser la ciudad del estado en que mejor se vestía. Los turistas (desde los de Madrid que venían con la corte, a todos los demás) aprovechaban el veraneo para vestirse por la calidad de sus modistas y sastres, incluso muchos franceses. La gente pudiente de toda la provincia se vestía en San Sebastián. Antaño se distinguía a la gente rica y pobre por el vestir. Hoy tenga o no tenga medios no se nota apenas la diferencia.

En el Semanario pintoresco español en donde escribían, entre otros, Mesoneros Romanos, Navarro Vílloslada, José Echegaray y Vicente de la Fuente, se explicaba cómo vestían las gentes de San Sebastián en 1841: las mujeres iban muy elegantes. Los trajes se hacían con "fuland" de la India y de la China y como adorno "bramdeburgos" (alamares) y faldas de gran vuelo. Sobre los hombros llevaban echarpes o manteletas de moaré. También se usaban faldas de tafetán, de fondo blanco con rayas azul celeste, capotas blancas con plumas y mantillas de moaré con blondas. No faltaban en las "toílettas" margaritas o rosas de "pitiminí". En el teatro o en los bailes, adornaban la cabeza con una ancha tira bordada de oro, manteleta de tul o de blonda, flores en los cabellos y peinados a la inglesa, cuyos rizos delgados y largos acariciaban el rostro y que se diferenciaban de los tirabuzones.

Para los hombres estaba de moda el frac azul con botones dorados y el cuello de terciopelo. En levitas había una gran variedad, de todos los colores menos el verde. Los pantalones a rayas, predominando los de color gris. Los chalecos eran muy largos, abundando los de cuello vuelto. Las corbatas cortas.


Hacia 1900, escuela de don Melitón Aguirre de San Sebastián.

Oficios relacionados con el textil (vestir y ropa) fueron: sastre, cortador, pantalonera, chalequera, camisera, bordadora, planchadora, teñídora-límpíadora, zurcidora, modista, costurera, fajera, alpargateras, albarqueras, hacer punto, ganchillos, bolillos, zapateros, boteros, plisadoras, botoneras. Academias de corte y confección, tiendas de ropas, mercerías, zapaterías, zapateros remendones,...

Sastres buenos de San Sebastián fueron: Delgado y de la Fuente (llegó a tener 60 trabajadores), Vega, Uribe, Cortés, hoy de éstos solo queda Cortés. Hay otros también hoy, pero son más modernos.

Modistas de mujeres fueron famosas las Eustachet, el taller de Balenciaga, Lizaso, Alfaro, Pedro Rodríguez. Eran pisos en donde trabajaban con mucha gente. Balenciaga llegaría a tener hasta 50 empleadas.

Plisados Dourdier. Fue la primera casa que puso máquinas de plisar. Vinieron a San Sebastián en 1925. Tenía Antonio Doudier tejidos franceses, pero luego como eran caros vio en París un modelo de traje plisado, que hizo furor, por lo que compró la maquinaria y puso el taller de plisar en la calle Easo. Consistía en poner la tela entre dos planchas de cartón grueso al que se plegaba al tamaño que se quería de plisado y se ataba entre dos tablas fuertemente. Metían estos atados al vapor durante toda la noche, de forma que luego una vez seco y frío, quedaba el plisado permanente. Suministraban su trabajo a Bilbao, San Sebastián, Vitoria, Pamplona, y toda la zona. Trabajaban generalmente para modistas, pues se llevaba mucho los plisados. Había varios tamaños de tablas de plisados, según los gustos. Dejaron hace unos 20. Hoy ya no existen las plisadoras, hay que comprar las telas ya plisadas. Algunos se hacían el plisado en casa mediante coser plisado a plisado (pespuntear) y luego planchar fuertemente, aunque era una técnica en que no duraba tanto el plisado como el realizado al vapor.

Botoneras. Los botones se hacían torneados, partiendo generalmente de gelatina (cocción de pezuñas de animales), pero en una época faltó el material por lo que Dourdier trajo unas maquinas para forrar los botones metálicos con tela a juego con las ropas, lo cual también fue otro acierto. Tenían unas pequeñas prensas en las que hacían botones forrados de todos los tamaños. Trabajaban para las modistas que llevaban la tela.

Actualmente la gente no mira tanto como antes el que le siente bien la ropa. Se compra para usar y tirar, por moda, pero aunque se usa más ropa, falta esa elegancia que antes gustaba. Incluso entre las modistas y los sastres, al no tener tanta competencia y tanto trabajo como antes, no hay la búsqueda de ese sibaritismo en el vestir. Por otra parte un defecto de un centímetro era suficiente para soltar una manga y rehacerla, hoy "el tiempo es oro" y eso se nota, quieras que no, en la cantidad de horas que se emplean en hacer la ropa. En el tiempo en que antes un sastre hacia un traje hoy se hacen cinco (son apreciaciones de mis informadores, no míos).

Otra característica de nuestros tiempos son los mercadillos donde se vende ropa barata, que es la antítesis del sastre de calidad. Prima el precio sobre todo otro factor a considerar.


Antxon Aguirre Sorondo, miembro de la sección de Antropología de Eusko Ikaskuntza

Euskonews & Media 127.zbk (2001 / 6 / 15-22)


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